sábado, 6 de septiembre de 2025

SEMINARIO

FORO SOCIAL

CARLOS SACHERI

 

Queremos también alentar diversas iniciativas para difundir la doctrina social de la Iglesia, centrada en la dignidad del ser humano, la opción por los pobres y la justicia social.

Obispos de Córdoba, julio 2025

 

ENCUENTRO DE REFLEXIÓN


Objetivo: analizar temas de la realidad, desde la perspectiva de la Doctrina social católica.

 

Ponencias:

*Andrés Torres:  Ingreso universal

*Mario Meneghini:  Partidos políticos

*Fabiana Heredia: Cura Brochero: santo social

*Gustavo Restivo:  Guerra de Ucrania

*Helena Chaldari:  Educación en la Argentina

 

Cada expositor dispondrá de 20/30 minutos; al finalizar todos los disertantes, se abrirá el diálogo con los asistentes.

Fecha: viernes 10 de octubre 2025.


Consultas: cecivicos@gmail.com

 

 

martes, 26 de agosto de 2025

SAN MARTÍN Y BUSTOS


Con motivo de cumplirse el aniversario del nacimiento del General de Brigada Bustos (29 de agosto) nos parece interesante, hacer un breve análisis sobre la colaboración brindada por el caudillo de Córdoba al General San Martín, que haremos en base a fragmentos de la correspondencia entre los patriotas, que se conserva en los archivos.

 

La ocupación de Lima por SM (4-5-1821), no puso término a la guerra del Perú; los realistas retirados a las sierras, ocupaban allí posiciones y todo indicaba una resistencia tenaz y una campaña prolongada. SM concibe entonces un plan para acelerar el término de la guerra. El Ejército Unido Libertador debía organizarse en dos grupos fuertes. El primero, al mando de Arenales, amenazaría a los realistas acantonados en Huancayo; el segundo, al mando de Alvarado, ocuparía la zona de Puertos Intermedios, desembarcaría en Arica y se dirigiría sobre Cuzco.

 

Para concretar lo planificado, se necesitaba la participación de las provincias, cuyas tropas formarían un ejército que marcharía hacia el Alto Perú a través del frente salteño. Con esa finalidad, SM envió un comisionado con instrucciones; la persona seleccionada para esa misión fue un oficial peruano, el Comandante de Escuadrón Antonio Gutiérrez de la Fuente. En mayo de 1822, el Protector del Perú firmó la credencial respectiva; en las instrucciones, SM se dirige a las “autoridades de los pueblos trasandinos”, y no a Buenos Aires, lo que evidencia que el Libertador comprendía la realidad federal que la capital se negaba aceptar.

 

En realidad, hacia 1819, la lucha entre las provincias litorales y las fuerzas que respondían a Buenos Aires, era tan abierta como la que enfrentaban las fuerzas realistas con los patriotas. La situación política era cada vez más desfavorable a Buenos Aires que quedaba aislada. Debe considerarse también la amenaza de una expedición española, que los informes daban como destino a Buenos Aires.

 

El gobierno porteño, había sostenido que solo podía enfrentarse el peligro de aquella amenaza, con la unidad. Este había sido el argumento esgrimido desde la caída de la Junta Grande en 1811, caída producida por el golpe dado por el Cabildo porteño a la Junta Conservadora, que era la Junta Grande constituida en el Congreso Legislativo.

 

Los diputados de la Junta Grande habían sido elegidos por las Provincias, mientras que el Cabildo solo era representante de los intereses de Buenos Aires.

 

La unidad era indispensable para la lucha por la independencia, pero no era menos importante la defensa de los particularismos forjados en 200 años de vida local, desarrollada en las ciudades y pueblos del interior. Belgrano explica así las diferencias, cuando el gobierno central, respondiendo al pedido de munición y caballada, le indica que recurra a cualquier medio:

 “no es el terrorismo quien puede convenir al gobierno que se desea” y que no puede permitir “que el ejército auxiliar del Perú, siga matando, saqueando, incendiando, arrebatando los ganados”. “Si se me obligara a hacer eso, renunciaría al mando por creerme incapaz de ejecutarlo”.

 

Este era el contexto motivacional de aquella sociedad rioplatense en la segunda década del siglo 19.   Los miembros del ejército no podían estar ajenos a esa polémica. Soldados reclutados en su gran mayoría por levas forzosas; suboficiales levados antes y ascendidos; en ambos casos se habían habituado al ejército, y se identificaban con él y sus misiones. Todos tenían familia, amigos, testigos de la realidad social. ¿Cómo no tomar partido?

 

Cuando en 1819 se sancionó una Constitución que establece el régimen unitario, el país estalló. Pueyrredón fue reemplazado por el general Rondeau, quien decidió concentrar las tropas nacionales en Buenos Aires para defender a la ciudad de la amenaza provincial. San Martín desobedeció la orden de regresar y salvó al Ejército de los Andes para la empresa libertadora.

Belgrano, ya muy enfermo, entrega el mando del Ejército del Norte al general Fernández de la Cruz, quien ordena la marcha hacia la capital.

 

Al llegar a la posta de Arequito se manifiesta el descontento de gran parte de la tropa; en la madrugada del 8 de enero de 1820, los amotinados en número de 1.600 hombres a las órdenes del general Bustos, forman en línea de batalla frente a los leales al comandante en jefe. En reunión de estado mayor, se resuelve continuar la marcha con las unidades disponibles, permitiendo a Bustos retirarse con los sulevados.

 

A raíz del levantamiento de Arequito, le imputaron a Bustos el ánimo de refugiarse en Córdoba, a modo de un señor feudal para cuidar de sus propios intereses, siendo que permitió salvar al ejército del norte, que habría sido diezmado por las fuerzas superiores de las montoneras, como lo hicieron con el propio Rondeau poco después en Cepeda, vencido por Ramírez y López que llegan a acampar en la plaza de Mayo.

 

La desobediencia de Bustos, no fue otra cosa que una imitación oportuna de la conducta de San Martín.   Arequito fue el resultado del desajuste que se venía arrastrando penosamente, entre el país real y el modelo artificial que la élite porteña quería imponerle al país. Para los dirigentes de Buenos Aires las provincias no contaban, el estado debía reducirse al territorio que pudiera controlarse desde la capital; la campaña sanmartiniana era un compromiso molesto y caro.

 

Bustos asume el mando de los sublevados, por tener el mayor rango, Coronel Mayor, secundario por: José María Paz, Alejandro Heredia y Felipe Ibarra, consumando el motín en forma incruenta y ordenada. Eran cuatro oficiales de grandes cualidades. Bustos, ilustrado y sereno, como lo demostró su gobierno en Córdoba; Paz, de talento indiscutido, que cambio la toga universitaria por la espada; Heredia, doctor en filosofía y derecho; Ibarra, ex interno del convictorio de Monserrat.

 

Retornando en este relato al plan urdido por el Libertador para acelerar el proceso de la independencia, digamos que dos militares fueron tenidos en cuenta por SM para esta operación: el gobernador de Córdoba, Bustos, y, en su defecto, el gobernador de San Juan, Cnel. José María Pérez de Urdininea. SM le indica a su comisionado que ante cualquier problema que surgiera, tomará consejo de ambos oficiales.

 

Luego de cruzar los Andes, el comandante Gutiérrez se dirige a Córdoba, tomando contacto con Bustos. En la nota de SM, que le entrega, le pide al gobernador que fuera el comandante en jefe de la expedición que había diseñado:

"El comandante Gutiérrez de la Fuente es el conductor de quien me valgo para proponer a UD. la terminación de la guerra; él es la voz viva mía y por consiguiente impondrá a usted de todos mis aviones. ¡Y qué campo, mi apreciable paisano, se le abre a usted para concluir esta guerra ruinosa y cubrirse de gloria! Sí, mi amigo, póngase usted a la cabeza del ejército que debe operar sobre Salta; la campaña es segura si usted me apoya los movimientos que cuatro mil quinientos hombres van a hacer por Intermedios al mando de Alvarado (…)

La cooperación de esta división va a decidir enteramente la suerte de la América del Sur”

 

Gutiérrez le informó a SM que encontró a Bustos con la mejor disposición; éste escribió al Gral. López destacando que para dicha empresa faltan recursos que es indispensable pedir al gobierno de Buenos aires:

“Creo superfluo persuadir a UD. de la necesidad de este paso en que debe interesarse todo americano y en especial los que nos encontramos a la cabeza de los negocios públicos”.

 

Por su parte, López le comenta a SM:

“La fina política de VE previó los inconvenientes de realizarlo y de dónde deben emanar los recursos de su logro”.

 

 Para colaborar en la gestión ante BA manda su secretario, y pese a las dificultades de su provincia, ofrece 300 hombres de caballería seleccionados, siempre que BA los provea de armamentos de lo que carece Santa Fe.

Bustos, fiel al llamado de SM, no sólo hace que su secretario también acompañe a Gutiérrez a BA, sino que escribe al gobierno de Martín Rodríguez:

“no temo proponer que dé la última mano a la obra que le ha sido tan cara, tomando sobre sí proporcionar la suma suficiente para los gastos de la marcha de la fuerza y ​​para su caja militar hasta que se franquee la comunicación del interior.”

 

SM le señala al gobierno porteño, que el Perú devolverá totalmente los gastos que ocasióne esta campaña.

El gobierno de BA era conducido en realidad por Rivadavia, que escuchó al enviado de SM y terminó diciéndole que a las guerras de la independencia las terminaría él por negociaciones diplomáticas. También calificó de criminal a Bustos, desmesura que se explica por sucesos anteriores:

Durante la revolución de mayo Bustos formó parte de la Junta militar de seguridad, que dispuso la expulsión del país de Rivadavia por sospechoso de actuar a favor de los españoles. Ya había accionado con resentimiento, al frustrar el Congreso Constituyente reunido en Córdoba en 1821, convocado por Bustos.

 

Rivadavia pasó el pedido sanmartiniano a la Junta de Representantes, donde sólo el diputado Gazcón defendió la propuesta del Libertador; el diputado Manuel García llegó a expresar que al país le era útil que permaneciesen los enemigos en el Perú.

 

SM al conocer la oposición de las autoridades bonaerenses, le escribe a Gutiérrez:

"Todas (las provincias) desean la expedición, todas la claman. En ellas se encuentran todos los materiales necesarios para emprenderla, menos dinero; esto es lo único que falta".

Con lo resuelto por la Junta, se hacía imposible organizar la expedición.

 

Bustos, decepcionado, le confesará a López:

"Por más que he aplicado todos mis esfuerzos para realizar la expedición contra el enemigo común, proyectada por el Exmo. Señor Protector del Perú, sus resultados no han correspondido a mis anhelos".

 

Decide renunciar a la jefatura de la expedición, a favor de su segundo jefe, el Cnel. Urdininea, que con la pequeña fuerza que lograron formar Bustos y él, penetró por el Alto Perú, pero de manera insuficiente y tardía. Culmina este triste episodio de nuestra historia, con la conocida renuncia al mando de SM.

Únicamente Urdininea, que marchó con la pequeña fuerza auxiliar, tuvo el honor de participar luego en el triunfo de Ayacucho.

 

José Pacífico Otero destaca que el tiempo vino a demostrar –y Ayacucho lo prueba- que San Martín tenía razón, y que, si la diplomacia podría servir para firmar armisticios y atar temporalmente la mano al enemigo, ella no servía para desarmarlo y vencerlo.

Recién en Ayacucho, como lo diría Enrique Rodó:

“catorce generales de España entregaron, al alargar la empuñadura de sus espadas rendidas, los títulos de aquella fabulosa propiedad, que Colón pusiera, trescientos años antes, en manos de Isabel y Fernando”.

 

Córdoba puede enorgullecerse de haber sido la provincia en cuyo gobernante el Libertador confió para la empresa que hemos reseñado. Un militar a quien ya en 1807 había elogiado una poesía popular [1], por su actuación en las invasiones inglesas. Para terminar, recordemos una estrofa de esa poesía:


El valiente capitán don Juan Bustos, de arribeños,

Con diez y ocho de su gente,

Carga con valor sobre ellos,

Y se rinden los británicos

Misericordia pidiendo.

 

[1] “La gloriosa defensa”, de Pantaleón Rivarola.

 


Fuentes:

Hillar Puxeddu, Leo. “El gobernador Juan Bautista Bustos y el Plan de Acción al Alto Perú del Gral. Dn. José de San Martín”; Santa Fe, 2010.

Conles Tizado, Denís. “Juan Bautista Bustos: federalismo y nación”; Córdoba, Cuadernos para la Emancipación.

Denovi, Óscar. “Arequito: el Ejército se identifica con el pueblo”.

 

 

martes, 5 de agosto de 2025

CONFERENCIA

Centro de Estudios Cívicos

       Fabiela Meneghini


El Foro Social Carlos Sacheri ha organizado una conferencia y conversatorio sobre el tema: “Análisis del combate a la subversión en la Argentina”.


La exposición estará a cargo del Dr. Mario Meneghini, y luego los asistentes podrán preguntar y opinar sobre el tema elegido. La reunión se realizará el miércoles 20 de agosto, desde las 18 horas, en el hotel Felipe II, San Jerónimo 279, siendo la entrada libre.  

 

domingo, 3 de agosto de 2025

LA MUERTE DE LINIERS Y LA VISIÓN DE SOR LUCÍA


El 12 de este mes se conmemora la Reconquista de Buenos Aires, batalla donde nuestros antepasados vencieron a los ingleses. Sin ese triunfo, hoy seríamos una colonia británica; las milicias criollas, con el apoyo de los vecinos y la conducción de Santiago de Liniers, crearon las condiciones para que fuera posible el Cabildo   de Mayo y la posterior declaración de la Independencia.

 

Por esas paradojas de la historia, el héroe de la Patria moriría en Córdoba, fusilado por un pelotón de soldados ingleses, por orden de la Junta designada por el ©abildo de Buenos Aires. Resulta difícil comprender que fuese condenado sin juicio anterior, al igual que otras cuatro personalidades ilustres que, no solamente habían prestado valiosos servicios en el pasado, sino que no habían ocasionado ningún daño hasta el momento de la sentencia. Sólo pretendían restaurar la autoridad del Virrey que acababa de deponerse, y que consideraban legítima.

 

Nos parece oportuno recordar en esta ocasión, un hecho sorprendente: la visión que tuvo Sor Lucía del Santísimo Sacramento, que en la época y lugar que estamos comentando, “vivía en olor de santidad en el monasterio de las Teresas de Córdoba” (1). Esta monja se llamó en el mundo María Lucía Álvarez. En el mismo convento de Carmelitas Descalzas, vivía una hermana de Victorino Rodríguez, Sor Marcelina de los Dolores; tal vez por eso el Dr. Luque Colombres agregó como anexo a su biografía del citado profesor, una parte de las memorias de Sor Lucía. Con el título de Amores de Dios con el alma, la monja escribió su autobiografía, por mandato de su confesor, que obviamente parecía necesario hacer conocer, pese a tratarse de una revelación privada, lo que se refiere a los sucesos de 1810 (2).

 

Comienza la hermana Lucía, relatando la consternación que reinaba en el convento por la presencia en la ciudad de la tropa que había llegado para detener a los que considerados legítimos funcionarios, respetables por sus virtudes y considerando que la justicia les pertenece en el conflicto desatado. Procuraba ayudar en la emergencia con la oración continua, rezando en una ermita ubicada en la torre; al cabo de tres días dedicado a este menester, se encontró en el coro con la comunidad, cuando tuvo una visión a modo de sueño. Pero ella percibía que no se trataba de un sueño, pues ya en el pasado le había ocurrido algo similar. En esta oportunidad, vio que las personas que estaban siendo buscadas habían muerto. Menciona quienes eran: “el Sr. Dn. Santiago Liniers, el Sr. Gobernador Concha, el Sr. Coronel Dn. Santiago Allende, el Sr. Teniente Dn. Victorino Rodríguez, el Sr. Tesorero no se su nombre y apellido…”.

 

Movida por la compasión, y sabiendo que es Dios quien le notifica este suceso, le dijo que los descendientes de estos señores quedaban huérfanos, recibiendo la respuesta de que Él cuidaría de ellos. Se preocupó también por sus mujeres, destacando que quedarían en situación de riesgo ya que era jóvenes, pero el Señor le aseguró que las guardaría, añadiendo que los muertos eran mártires. Sor Lucía, sorprendida, preguntó cómo podían ser mártires si no morían por la fe, escuchando que eran mártires de la justicia, así se llamarán pues lo son de verdad.

 

La hermana quedó con una sensación de paz y de certidumbre con respecto a lo que había visto; aprovechó un momento de descanso para comunicar a sus compañeras lo que había visto y escuchado el día 6 de agosto. Ellas consideraron que era un desvario suyo y que lo relacionado, no había ocurrido; Sin embargo, el día 26 de dicho mes se supone de la muerte.

 

En otra comunicación con Dios, le mostró parte de la gloria de que gozaban las almas de los mártires fallecidos, explicándole por qué cada uno se había hecho merecedor de esa corona. De una de esas almas a quien veía con tres coronas, quiso saber la causa, recibiendo como respuesta que una era por la perfección de su vida, otra por la perfección con que había cumplido los cargos que había detentado y que le había confiado su Divina Majestad (3).

 

1)Bruno sdb, Cayetano. La Virgen Generala, Rosario, Ediciones Didascalia, 2da. Edición, 1994, págs. 188-189.

2)Luque Colombres, Carlos. El doctor Victorino Rodríguez. Córdoba, Imprenta de la Universidad, 1947, Anexo N° 7.

3)Fragmento de la Vida de Sor Lucía del Sacramento, del monasterio de Carmelitas Descalzas de Córdoba, relacionado con los sucesos de 1810, obrante en el Archivo del Monasterio y publicado en Luque Colombres, op. Cit.

LA MUERTE DE LINIERS Y LA VISIÓN DE SOR LUCÍA


El 12 de este mes se conmemora la Reconquista de Buenos Aires, batalla donde nuestros antepasados vencieron a los ingleses. Sin ese triunfo, hoy seríamos una colonia británica; las milicias criollas, con el apoyo de los vecinos y la conducción de Santiago de Liniers, crearon las condiciones para que fuera posible el Cabildo   de Mayo y la posterior declaración de la Independencia.

 

Por esas paradojas de la historia, el héroe de la Patria moriría en Córdoba, fusilado por un pelotón de soldados ingleses, por orden de la Junta designada por el ©abildo de Buenos Aires. Resulta difícil comprender que fuese condenado sin juicio anterior, al igual que otras cuatro personalidades ilustres que, no solamente habían prestado valiosos servicios en el pasado, sino que no habían ocasionado ningún daño hasta el momento de la sentencia. Sólo pretendían restaurar la autoridad del Virrey que acababa de deponerse, y que consideraban legítima.

 

Nos parece oportuno recordar en esta ocasión, un hecho sorprendente: la visión que tuvo Sor Lucía del Santísimo Sacramento, que en la época y lugar que estamos comentando, “vivía en olor de santidad en el monasterio de las Teresas de Córdoba” (1). Esta monja se llamó en el mundo María Lucía Álvarez. En el mismo convento de Carmelitas Descalzas, vivía una hermana de Victorino Rodríguez, Sor Marcelina de los Dolores; tal vez por eso el Dr. Luque Colombres agregó como anexo a su biografía del citado profesor, una parte de las memorias de Sor Lucía. Con el título de Amores de Dios con el alma, la monja escribió su autobiografía, por mandato de su confesor, que obviamente parecía necesario hacer conocer, pese a tratarse de una revelación privada, lo que se refiere a los sucesos de 1810 (2).

 

Comienza la hermana Lucía, relatando la consternación que reinaba en el convento por la presencia en la ciudad de la tropa que había llegado para detener a los que considerados legítimos funcionarios, respetables por sus virtudes y considerando que la justicia les pertenece en el conflicto desatado. Procuraba ayudar en la emergencia con la oración continua, rezando en una ermita ubicada en la torre; al cabo de tres días dedicado a este menester, se encontró en el coro con la comunidad, cuando tuvo una visión a modo de sueño. Pero ella percibía que no se trataba de un sueño, pues ya en el pasado le había ocurrido algo similar. En esta oportunidad, vio que las personas que estaban siendo buscadas habían muerto. Menciona quienes eran: “el Sr. Dn. Santiago Liniers, el Sr. Gobernador Concha, el Sr. Coronel Dn. Santiago Allende, el Sr. Teniente Dn. Victorino Rodríguez, el Sr. Tesorero no se su nombre y apellido…”.

 

Movida por la compasión, y sabiendo que es Dios quien le notifica este suceso, le dijo que los descendientes de estos señores quedaban huérfanos, recibiendo la respuesta de que Él cuidaría de ellos. Se preocupó también por sus mujeres, destacando que quedarían en situación de riesgo ya que era jóvenes, pero el Señor le aseguró que las guardaría, añadiendo que los muertos eran mártires. Sor Lucía, sorprendida, preguntó cómo podían ser mártires si no morían por la fe, escuchando que eran mártires de la justicia, así se llamarán pues lo son de verdad.

 

La hermana quedó con una sensación de paz y de certidumbre con respecto a lo que había visto; aprovechó un momento de descanso para comunicar a sus compañeras lo que había visto y escuchado el día 6 de agosto. Ellas consideraron que era un desvario suyo y que lo relacionado, no había ocurrido; Sin embargo, el día 26 de dicho mes se supone de la muerte.

 

En otra comunicación con Dios, le mostró parte de la gloria de que gozaban las almas de los mártires fallecidos, explicándole por qué cada uno se había hecho merecedor de esa corona. De una de esas almas a quien veía con tres coronas, quiso saber la causa, recibiendo como respuesta que una era por la perfección de su vida, otra por la perfección con que había cumplido los cargos que había detentado y que le había confiado su Divina Majestad (3).

 

1)Bruno sdb, Cayetano. La Virgen Generala, Rosario, Ediciones Didascalia, 2da. Edición, 1994, págs. 188-189.

2)Luque Colombres, Carlos. El doctor Victorino Rodríguez. Córdoba, Imprenta de la Universidad, 1947, Anexo N° 7.

3)Fragmento de la Vida de Sor Lucía del Sacramento, del monasterio de Carmelitas Descalzas de Córdoba, relacionado con los sucesos de 1810, obrante en el Archivo del Monasterio y publicado en Luque Colombres, op. Cit.