miércoles, 13 de marzo de 2024

PRINCIPIOS NO NEGOCIABLES Y SU APLICACIÓN EN LA ARGENTINA

 

En memoria del P. José Cuesta sdb

 

El P. José insistía en la necesidad de conocer, difundir y aplicar la doctrina, por parte de los laicos católicos; en especial en nuestra época, de gran confusión. Como reflexionaba el Card. Quarrachino: en un mundo alejado de la verdad y con pocas vocaciones religiosas, la evangelización será laical no habrá evangelización.


Por eso nos interesa comentar brevemente el tema indicado; hay principios que debemos difundir y defender, sin aceptar negociarlos. Quien los expuso en 2002, fue el entonces Card. Ratzinger, siendo Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en la nota doctrinal sobre la Política. En 2007, siendo ya Benedicto XVI, los resumió en la Exhortación Apostólica Sacramentum caritatis:


*el respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural;

*la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer;

*la libertad de educación de los hijos

* y la promoción del bien común en todas sus formas".


La única manera de hacer efectivo este mandato, es participando activamente en la vida cívica, en base a dos premisas doctrinarias:

-la obligación moral del voto (Catecismo, 2240);

-y la obligación de respetar el régimen institucional vigente (Enc. Au milieu des solicitudes, Leon XIII, 1892) sin perjuicio de procurar su perfeccionamiento.


La insistencia actual en los principios no negociables es que nos sirven de guía para la selección de los gobernantes, puesto que dichos principios no se están respetando en la Argentina y afectan gravemente nuestras creencias.


1.Con respecto a la vida: desde la aprobación de la ley de interrupción voluntaria del embarazo, se han efectuado en sólo dos años, 170.000 abortos, financiados por el Estado (85 millones de dólares). Esto ocurre en una sociedad en que está descendiendo en forma alarmante el índice de fecundidad (promedio de hijos por mujer) que debe ser de 2,1 para que se mantenga la población; el índice actual es de 1,4.

Lo más grave es que, según reveló la Encuesta sobre creencias religiosas (Conycet, 2019), el 80 % de los católicos argentinos aceptan el derecho a abortar.

En el otro extremo de la vida, se proyecta aprobar la eutanasia, de modo formal, aunque ya se la practica con una interpretación flexible del concepto de muerte digna. En la ciudad de Córdoba, recientemente se quitó la alimentación e hidratación a un paciente por disposición del Superior Tribunal de Justicia (sic).


2. Respecto a la familia: disminuye la proporción de matrimonios (incluso por el Civil) y aumentan las separaciones. También se aprobó una ley de matrimonio igualitario.


3. Sobre la educación de los hijos: se ha incrementado la orientación contraria a la fe, especialmente con la ley de Educación sexual integral.


4. El bien común: -entendido como el conjunto de aquellas condiciones de la vida social que permiten a los grupos ya cada uno de sus miembros, conseguir más plena y fácilmente su propia perfección- no caben dudas que no se está logrando. Baste mencionar el 57 % de pobres, que muestra la injusta distribución de los bienes.


Cómo evaluar el respeto a los principios no negociables


La posición con respecto a los tres primeros principios (vida-familia-educación) queda manifestada directamente en la Plataforma Electoral, en la propaganda, los discursos y los reportajes. Puede detectarse fácilmente, aunque requiere un mínimo de dedicación por parte de los ciudadanos.


En cambio, la posición respecto al Bien Común, siempre está ligada a la ideología o doctrina del candidato/partido; y se vincula a otros dos principios del orden social: solidaridad y subsidiariedad.


Quien profesa -expresa o tácitamente- el liberalismo tiende a descuidar o restringir la solidaridad, para acentuar los derechos individuales, en especial el de propiedad privada.


Quien promueve el colectivismo -como el marxismo o el fascismo- suprime o debilita la subsidiariedad.


Si recordamos la definición de bien común, puede determinarse –ya sea de los antecedentes o de los proyectos- si se proponen criterios que puedan lograrlo.  Puesto que ello no depende de la capacidad económica o poderío político del país respectivo, sino de la orientación del Estado en las políticas públicas.


Valga como prueba que el Índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas –que refleja en gran medida la calidad de vida de la población- muestra que los ocho países mejor ubicados, no son precisamente los más grandes y poderosos. En efecto, en orden decreciente, figuran: Suiza, Noruega, Islandia, Hong Kong, Australia, Dinamarca, Suecia, Irlanda. Recién en el 9º lugar figura Alemania, en el 18º Reino Unido, en el 20º Japón, y recién en el 21° Estados Unidos.


Como ciudadanos, nos debe interesar que nuestro país recupere el orden y la concordia social, que sólo pueden existir si se logra el bien común, que implica una convivencia armónica lograda con justicia y solidaridad.


El cristianismo siempre ha considerado a la política como una actividad noble, aunque no deben confundirse los planos y pretender con la política lograr la perfección de una sociedad; es imprescindible, sin embargo, para ayudar a reducir el mal y a acentuar el bien lo más posible.


En la última encíclica, Fratelli tutti (2020), el papa Francisco insiste: “Una vez más convoco a rehabilitar la política, que es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común.” (180)