Acaba
de publicarse en Córdoba, un libro de Agustín Portela (1) “que pretende ser una
herramienta para dar respuesta a preguntas básicas sobre el funcionamiento del
Estado Argentino…”; no nos cabe dudas de que cumplirá dicho objetivo, ayudando
a los lectores a introducirse en los aspectos institucionales de la política.
Debemos
señalar, sin embargo, que el siguiente esquema didáctico que coloca el autor en
la página 95, pretendiendo indicar la clasificación de Aristóteles sobre las
formas de gobierno, no es correcto:
Formas
puras Formas impuras
Monarquía Tiranía o
despotismo
Aristocracia Oligarquía
Democracia
Demagogia
En
realidad, dicha clasificación coincide con la que indica, otro autor argentino,
el profesor Bidart Campos, en la página 247 de uno de sus libros (2).
En
cambio, Aristóteles expresa textualmente:
“Puesto que régimen y gobierno significan lo
mismo y gobierno es el elemento soberano de las ciudades, necesariamente será
soberano o un individuo, o la minoría, o la mayoría; cuando el uno o la minoría
gobiernan en vista del interés común, esos regímenes serán necesariamente rectos,
y aquellos en que se gobierne atendiendo al interés particular del uno, de los
pocos o de la masa serán desviaciones; porque, o no se debe llamar ciudadanos a
los miembros de una ciudad, o deben participar de sus ventajas.
De
los gobiernos unipersonales, solemos llamar monarquía al que mira al interés
común; al gobierno de unos pocos, pero más de uno, aristocracia, sea porque
gobiernan los mejores (aristoi), o porque se propone lo mejor (ariston) para la
ciudad y para los que pertenecen a ella; y cuando
es la masa la que gobierna en vista del interés común, el régimen recibe el
nombre común a todas las formas de gobierno: república (politeia); y con
razón, pues un individuo o unos pocos pueden distinguirse por su excelencia,
pero un número mayor es difícil que descuelle en todas las cualidades; en
cambio puede poseer extremadamente la virtud guerrera, porque ésta se da en la
masa. Por ello, en esta clase de régimen el poder supremo reside en el elemento
defensor, y participan de él los que poseen las armas.
Las desviaciones de los regímenes mencionados son: la
tiranía de la monarquía, la oligarquía de la aristocracia, la democracia de
la república. La tiranía es, efectivamente, una monarquía orientada hacia
el interés del monarca, la oligarquía busca el de los ricos, y la democracia el
interés de los pobres; pero ninguna de ellas busca el provecho de la
comunidad.” (1)
El
autor que estamos comentando –Portela-, a diferencia de Aristóteles, define la
democracia “como el régimen político en el cual el poder reside en el pueblo,
que en las democracias indirectas o mixtas lo delega en sus representantes para
que lo ejerzan. (…) lo que los ciudadanos delegan en sus representantes en las
democracias indirectas o mixtas no es el poder en sí mismo, sino su ejercicio
bajo ciertos límites establecidos por la ley” (p. 96).
En
este caso, no coincide con Bidart Campos, que en otro de sus libros (4) aclara
brillantemente que: “La teoría representativa está íntegramente afectada de
invalidez. Ninguno de sus supuestos, resisten ser pasados por el tamiz de la
ciencia o de la comprobación empírica. Toda ella está levantada sobre
ficciones. Es ficción considerar al pueblo como susceptible de representación,
y como entidad unificada que confiere mandato; ficción es suponer que el
parlamento representa a la totalidad del pueblo; ficción que los actos de los
representantes son actos del pueblo; ficción que el pueblo gobierna.”
“No
hay tal mandato del pueblo; la elección es solamente un procedimiento empírico
de designación, para utilizar una idea de Hauriou, pero no una investidura de
representación.”
“Al
rechazar la idea representativa que postula un gobierno indirecto del pueblo
por medio de sus representantes, hay que cuidar con precaución de salvar la
tesis de los órganos representativos del Estado. En efecto, es exacto que el
actúa necesariamente por representación; pero el Estado es el representado, y
no el pueblo. La representación, como expresa Santamaría de Paredes, es el
título del cual, determinados individuos personifican físicamente al Estado,
ejerciendo las funciones públicas. Los órganos del Estado son simultáneamente
sus representantes.”
1) Portela,
Agustín. “Fundamentos cívicos para una vida en libertad: reflexiones sobre el sistema
político argentino”; Córdoba, Recovecos, 2023.
2) Bidart
Campos, Germán. “Lecciones elementales de política”; Buenos Aires, Ediar, 1973,
p. 143.
3) Aristóteles.
“Política”; Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1983, Libro III, cap.
7.
4) Bidart
Campos, Germán. “Doctrina del Estado democrático”; Buenos Aires, EJEA, 1961;
pp. 185-190.