viernes, 6 de mayo de 2022

DIÁGOSTICO PARA MEDITAR


 

El último número de la revista Le Monde diplomatique (mayo 2022), incluye un artículo que puede contribuir para un análisis de la grave situación argentina.


Julio Burdman, politólogo, describe el panorama del peronismo (*) que, por definición, es el partido de la justicia social. Se ahí viene su apellido: justicialismo. Históricamente esto se ha concretado a través de la vigilancia de un gobierno peronista o de la acción de los sindicatos, y consiste en articular la relación entre empresarios y trabajadores de manera de garantizar que la distribución del ingreso sea más equitativa para estos últimos. La principal herramienta de este método era un mundo de derecho laboral, pleno empleo formal y un Estado regulador que tal vez ya no existe más.


Juan Perón explicó numerosas veces que las reformas sociales –las políticas que conducen a la justicia social- están supeditadas al crecimiento económico.


Además, es el partido de las reformas económicas, sean del signo que sean, porque es –supuestamente- el que tiene la capacidad de reunir los apoyos necesarios para llevarlas a la práctica.


Tanto el peronismo histórico como sus penúltimos herederos –Carlos Menem, Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner- enfrentaron diferentes tipos de crisis, y no ahorraron discursos culpabilizadores hacia sus predecesores. Sin embargo, se   los recuerda más por las decisiones drásticas que tomaron para enfrentar la herencia, el problema inicial diagnosticado, que por sus lamentos justificadores.


En esta última etapa, sin embargo, el peronismo carece de diagnóstico y de método. Sólo han quedado los discursos exculpatorios.

Para volver a transformar, para ser nuevamente el partido de la economía, el peronismo necesita un liderazgo decidido a cambiar el régimen federal. Y un Alberto enfrentado con el kirchnerismo, más necesitado que nunca de los gobernadores, no está en las mejores condiciones de dar esa disputa.


*“La crisis del partido de la economía”; pp. 8 y 9.