lunes, 29 de noviembre de 2010

Análisis de la Soberanía Argentina


Acabamos de conmemorar el combate de la Vuelta de Obligado, hecho de armas que se ha tomado como símbolo de la Soberanía Nacional (20-11-1845). Es oportuna la fecha para reflexionar sobre el problema de la soberanía en la actualidad. Digamos, en primer lugar, que la soberanía es un atributo exclusivo del Estado, consistente en el poder supremo en un territorio determinado. Resulta curioso que al momento de librarse este combate, la Confederación Argentina constituía un Estado embrionario, que carecía incluso de constitución formal. Eso no impidió que ejerciera en plenitud la soberanía, al enfrentarse, exitosamente, con las dos potencias más poderosas de la época.
Por el contrario, en la Argentina contemporánea no existe soberanía, sencillamente pues no funciona el Estado. El Estado es el órgano de síntesis, planeamiento y conducción de una sociedad determinada, destinado a procurar el bien común de la misma. Las tres funciones señaladas son indispensables; si dejan de cumplirse, el Estado desaparece como tal, aunque conserve la formalidad constitucional. (1) Esto sucedió en nuestro país en 1970, es decir, hace 40 años.

Quien primero lo advirtió fue el general Perón, al momento de asumir por tercera vez la presidencia de la Nación. En un mensaje a los gobernadores, en agosto de 1973, les explicó la situación:
La crisis argentina comenzó por lo más grave que puede producirse, la destrucción del hombre. Ha seguido por lo más grave que pueda haber después de eso, la destrucción del Estado. Por eso, debe darse principio a la reconstrucción.
Dicha reconstrucción no se produjo, por el fallecimiento del presidente que había advertido la necesidad de hacerlo -y tenía la experiencia para concretarlo-, y por la notoria falta de interés de sus sucesores en solucionar este grave problema.

Si bien el general Rosas, debió sostener un conflicto bélico en condiciones muy difíciles, las circunstancias de la época le permitieron utilizar la diplomacia para compensar su debilidad material. Hoy sería mucho más difícil, dadas las herramientas técnicas abrumadoras de que disponen las grandes potencias. Valga mencionar el manejo de la información: a) el sistema Carnivore, software que utiliza el FBI para controlar los servidores de Internet; b) el sistema Echelon, creado por la alianza de países anglosajones (UKUSA), que controla todas las comunicaciones en el mundo, a través de 120 estaciones fijas y satélites geoestacionarios, desde su central en Maryland donde trabajan cien mil personas. Esta semana se puso en órbita el último y mas grande satélite espía (NROL-32) que posee una antena de 100 metros de diámetro.
Esto no significa que no haya margen de autonomía para países como el nuestro, pero es imposible actuar sin una estrategia nacional diseñada adecuadamente, lo que exige profundizar en el análisis sobre el rol de la autoridad pública en el mundo contemporáneo.

Desde 1989, con la caída del muro de Berlín, han surgido múltiples centros de poder mundial, lo que facilita que los países actúen con relativa independencia de las grandes potencias. Sin embargo, en la Argentina, a partir de la derrota en Malvinas, se desarrolló un comportamiento distinto al que había existido durante varias décadas. En política exterior, la tendencia fue neutralista y procurando independencia respecto de los bloques, pero desde 1982 los sucesivos gobiernos parecen actuar con la actitud de país vencido. Digamos que la verdadera rendición incondicional no ocurrió en Malvinas, puesto que el general Menéndez al recibir el acta redactada por el general Moore, tachó la palabra incondicional, y luego firmó. Fue la actitud política y cultural de muchos dirigentes la que condujo a la actual situación, e incluso, se tradujo en propuestas indignas de solución. Recordemos algunas de ellas:
-Dr. Escudé: reconocer el derecho de los kelpers a la autodeterminación, con soberanía compartida sobre el mar;
-Dr. Di Tella: adoptar el modelo Hong Kong, postergando un siglo la recuperación de las Malvinas;
-Dr. Vanossi: que Malvinas sea un Estado confederado a la Argentina, con derecho a secesión.
Para impedir que alguna de estas fórmulas pudiera concretarse, la Convención Nacional Constituyente de 1994 incorporó al texto constitucional reformado la Disposición Transitoria Primera, que ratifica la soberanía imprescriptible sobre Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur, y los espacios marítimos correspondientes.

Agreguemos una declaración efectuada en 1990, con motivo del tratado de Madrid, mediante el cual Gran Bretaña decidió unilateralmente cancelar la zona de protección militar alrededor de las islas en disputa, pero reemplazarla por un sistema de información en un área similar. En el Congreso, el Dr. Cavallo –Canciller en ese entonces- declaró: Hubo una guerra y la Argentina la perdió. Por eso Gran Bretaña avanzó en usos militares (Página 12, 29-3-90). Esta sí fue una rendición incondicional.

Pese a todos los condicionamientos que impone la globalización, el Estado sigue siendo el mejor órgano de que dispone una sociedad para su ordenamiento interno y su defensa exterior. De allí que los gobernantes de inspiración marxista –que han abandonado muchos de sus postulados ideológicos- se aferran al Estado “para crear los instrumentos de una nueva articulación entre el país y el orden mundial, aprovechando las ventajas estratégicas” (2). El ex presidente de Brasil, Dr. Cardoso, inició la adaptación a la realidad mundial que continuó el actual presidente de ese país, aceptando la vertiente socialdemócrata, que trata de “conciliar el mercado con una acción competente del Estado” (3). El mismo Fidel Castro, cuando gozaba de plena lucidez, confesó que “…los éxitos impresionantes de China y Vietnam, indican con claridad lo que puede y no puede hacerse si se quiere salvar la revolución y el socialismo” (4). Con anterioridad, Felipe González y Miterrand habían comprobado las ventajas de aplicar el enfoque gramsciano: que el Estado renuncie al control total de la economía, para concentrarse en el control de la cultura y, a través de ella, acentuar el dominio político hegemónico.

Desde nuestra perspectiva cristiana, no deben ser motivo de preocupación los cambios de tamaño, forma y roles del Estado, mientras cumpla su finalidad esencial de gerente del bien común. De modo que conviene no proclamar apresuradamente la desaparición del Estado, que sigue siendo una sociedad perfecta, por ser la única institución temporal que protege adecuadamente el bien común de cada sociedad territorialmente delimitada. Como enseña Benedicto XVI en su encíclica Caritas in veritate: “parece más realista una renovada valoración de su papel y de su poder, que han de ser sabiamente reexaminados y revalorizados, de modo que sean capaces de afrontar los desafíos del mundo actual, incluso con nuevas modalidades de ejercerlos” (5).

No somos los únicos en sostener la tesis de la inexistencia actual del Estado en la Argentina (6), pero debemos ahora mostrar aunque sea en forma esquemática que no se cumplen las tres funciones básicas indicadas.

1º) La función de síntesis. La superación de los antagonismos internos no surge espontáneamente; es el resultado de un esfuerzo consciente por afianzar la solidaridad sinérgica, a cargo del Estado. El poder estatal tendrá legitimidad en la medida en que cumpla dicha función, garantizando la concordia política.
Los 13 millones de pobres, los 5 millones de indigentes, y los 750 mil chicos desnutridos demuestran que no existe el bien común. Pero, además de los aspectos materiales, es evidente el clima de crispación y de enfrentamiento, estimulados por el gobierno.

2º) La función de planeamiento. El Estado centraliza la información que le llega de los grupos sociales; recopila sus problemas, necesidades y demandas. Es en el marco del Estado donde debe realizarse el planeamiento global que establezca las metas y las prioridades en el proceso de desarrollo integral de la sociedad, en procura del Bien Común.
En la actualidad, no se puede realizar ni la primera etapa del proceso de planeamiento, que es el diagnóstico, pues ha sido destruido el sistema estadístico. El experto Bodin ha comentado que “es deplorable la situación de la estadística argentina”, opinión compartida por el Fondo Monetario Internacional (Clarín, 31-10-10).

3º) La función de conducción. La esencia de la misión del Estado es el ejercicio de la autoridad pública. La facultad de tomar decisiones definitivas e inapelables, está sustentada en el monopolio del uso de la fuerza, y se condensa en el concepto de soberanía.
Es notoria la anarquía social que se manifiesta en la ocupación frecuente de calles, rutas y puentes, por grupos de piqueteros o sindicalistas, que la policía tolera por expresas instrucciones superiores.
El Poder Ejecutivo impide el funcionamiento independiente del Congreso y del Poder Judicial. Recientemente, la Corte Suprema no pudo lograr que se respetaran dos decisiones del máximo órgano: la reposición en la provincia de Santa Cruz del procurador Sosa, y el dictamen sobre el guerrillero chileno Apablaza, que recomendaba rechazar su pedido de asilo político.

Dos hechos policiales ocurridos en este mes, merecen una atención especial. La desarticulación en España de la llamada operación Manzanas Blancas, que consistió en la exportación desde Buenos Aires de 3,4 toneladas de cocaína, y la captura de oficiales de la Policía Federal que integraban una banda con traficantes peruanos. Es apenas un indicio del mayor peligro potencial en nuestro país, el narcotráfico, que ya maneja grandes cantidades de droga proveniente de Colombia, Bolivia y Perú, especialmente.
El presidente de México, Calderón, explicó recientemente (Clarín, 13-11-10), que debido a la guerra que están librando su país y Colombia, algunos grupos están emigrando a otros países con Estados más débiles: Perú, Guatemala y Honduras, a este fenómeno lo ha denominado efecto cucaracha.
Lo más preocupante es que los grupos que están migrando configuran lo que se llama narcoterrorismo por sus métodos feroces y el armamento que utilizan. Una muestra de lo que implica este peligro se ha podido observar estos últimos días en Río de Janeiro, donde los delincuentes se han enfrentado con la policía militar y hasta con tanques de la marina. En México se ha constituido una banda (los Zetas) integrada por desertores de las tropas especiales de las fuerzas armadas, que combaten con tácticas de comando a sus antiguos camaradas.

Al no funcionar el Estado argentino, nuestro país está indefenso ante el problema descrito. Cientos de vuelos aterrizan diariamente con droga en unas 1.500 pistas clandestinas, lo que resulta posible por la carencia de radarización y la presumible complicidad de funcionarios. También funcionan laboratorios donde se elabora el clorhidrato de cocaína, a partir de la pasta base importada, destinándose los restos al paco consumido por los más pobres.
No puede dejar de mencionarse el fallo de la Corte Suprema de Justicia, que consideró que el consumo de marihuana no constituye delito, a lo que debe agregarse que ya existen proyectos en el Congreso para despenalizar el uso de todo tipo de drogas. Mientras tanto, se puede comprar en los quioscos la revista THC, que realiza la apología de la drogadicción, en abierta infracción a la ley 23.737.

Desde hace una década los especialistas vienen alertando sobre esta cuestión, que se agrava por las normas de las leyes de Defensa Nacional (23.554) y de Seguridad Interior (24.059), que han debilitado orgánicamente a las Fuerzas Armadas al impedir que actúen en el ámbito interno, incluso en el rubro inteligencia. Sólo como excepción, previa declaración del estado de sitio, podrían intervenir, pero sin la preparación adecuada. El Instituto de Estudios Estratégicos de Buenos Aires, que dirige el general Heriberto Auel, ha advertido con crudeza lo que señala como riesgo estratégico prioritario:
“De nada nos serviría nuestra capacidad intelectual, si somos culturalmente indiferentes a éste conflicto. Si nos planteamos legalizar la droga, o asociarnos a sus negocios financieros, es demostrativo que no poseemos la fuerza moral para sustituir a la fuerza física, que tampoco poseemos” (7).

Por todo lo expuesto, consideramos que debemos emular a nuestros antepasados que supieron conquistar y defender la soberanía. Vale la pena cerrar estas reflexiones recordando el responso fúnebre del P. Ezcurra al ser repatriados los restos del general Rosas:
Te rogamos Señor que le des a Don Juan Manuel de Rosas el descanso eterno y que a nosotros nos niegues el descanso, nos niegues la tranquilidad, la comodidad y la paz, hasta que con los escombros de esta Patria en ruinas sepamos edificar la Argentina grande que Juan Manuel amó, en la cual soñó y por la cual entregó su vida.

Córdoba, noviembre 29 de 2010.-



1) Sánchez Sorondo, Marcelo. “La Argentina no tiene Estado, sólo Gobiernos”; Revista Militar Nº 728, 1993, pp. 13/17.

2) La Ciudad Futura, Nº 41, Verano de 1994, Separata.

3) Ibidem.

4) En Defensa del Marxismo, Nº 5, Abril de 1996, p. 35.

5) Caritas in veritate, 2009, p. 24.

6) Algunas opiniones similares:

- Dr. Jorge Vanossi (siendo Ministro de Justicia): “La Argentina es un Estado debilucho, que está al borde de la anomia...”(La Nación, 17/3/02).

- Dr. Manuel Mora y Araujo: “...el Estado argentino no funciona. No cumple su papel, no brinda a la sociedad los servicios que se esperan de él...”(La Nación, 20/3/02).

- Dr. Natalio Botana: “...podemos llegar a una conclusión provisoria muy preocupante: que tenemos una democracia en un país sin Estado y sin moneda.” (Clarín, 28/4/02).

- La Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Buenos Aires, al analizar el reciente conflicto con el campo (26-6-08), cuestiona en su dictamen el “grave deterioro del sistema institucional que diluye la firmeza propia de un auténtico Estado de Derecho”.


- “…la Argentina carece en el momento actual de las condiciones que requiere todo Estado para arrogarse su condición de tal…”. Calderón, Horacio. “Los Kirchner, el poder y el caos. ¿Semillas de un futuro Estado fallido?”, 22-11-2009.

- “Aquel Estado poderoso y grande fue perdiendo autonomía y libertad de iniciativa hasta que, a mediados de los años setenta, entró en crisis, enfermo y asesinado a la vez”. (…) “…mientras el Estado sea una cáscara vacía, sin normas, sin burocracia, manejada arbitrariamente por gobernantes que han logrado destruir o inutilizar sus instrumentos de control y regulación”. Romero, Luis Alberto, Clarín, 16-11-2010.

- “…observamos que gran parte de ese Estado, en nuestro caso, ha cesado en sus funciones operativas”. Auel, Heriberto; en: Koutoudjian-Auel-Fraga-Quellet. “Geopolítica tridimensional Argentina”; Eudeba, 1999, p. 15.

7) Instituto de Estudios Estratégicos de Buenos Aires. “El narcoterrorismo en las Américas”; 2001, parte I.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Conferencia

CLUB DE LAS FUERZAS ARMADAS CÓRDOBA

Invita a la conferencia sobre “Soberanía: Obligado y Malvinas”, que se realizará en nuestra sede, Concepción Arenal 10, el próximo miércoles 24, a las 19 horas. Expondrán el Comodoro ® Nicolás Pagano y el Dr. Mario Meneghini, siendo la entrada libre.

jueves, 28 de octubre de 2010

Doctrina católica sobre la usura



Con motivo del Coloquio que realizaremos sobre el tema de la usura, coordinado por el Dr. Camilo Tale, recopilamos algunos antecedentes sobre la doctrina católica respectiva.
En un periódico argentino, de orientación católica, se ha afirmado recientemente, que la Iglesia produjo “una lamentable involución de la Doctrina Católica de condena de la usura”. Y se agrega, que “es posible que el abandono de la enseñanza de la condena de la usura por parte de la Iglesia haya abierto las puertas a las actuales exigencias de la evolución moral, tales como la contracepción, el aborto, el matrimonio homosexual y otras aberraciones de igual naturaleza”.
La crítica injusta –y con la mencionada deducción anexa, que no resiste el menor análisis- se basa en un libro de John Noonan , laico norteamericano de clara tendencia progresista. Este autor publicó otro libro en 1966, sosteniendo que la Iglesia, así como había cambiado su doctrina sobre la usura, también debía hacer lo mismo respecto a la anticoncepción. Este segundo libro, fundamentó una declaración de doscientos teólogos, encabezados por Charles Curran, publicada en The New York Times (31-8-1968) rechazando la Encíclica Humanae Vitae, donde el papa Pablo VI ratifica la condena de los métodos de regulación artificial de la natalidad.

Los antecedentes que reproducimos a continuación, demuestran que en los más recientes documentos oficiales de la Santa Sede, se mantiene la condena a la usura.

Últimas enseñanzas del Magisterio

-Consejo Pontificio “Justicia y Paz”. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia; 2004.

323. En el Antiguo Testamento se encuentra una doble postura frente a los bienes económicos y la riqueza. Por un lado, de aprecio a la disponibilidad de bienes materiales considerados necesarios para la vida: en ocasiones, la abundancia –pero no la riqueza o el lujo- es vista como una bendición de Dios. En la literatura sapiencial, la pobreza de describe como una consecuencia negativa del ocio y de la falta de laboriosidad (cf. Pr 10,4), pero también como un hecho natural (cf. Pr 22,2). Por otro lado, los bienes económicos y la riqueza no son condenados en sí mismos, sino por su mal uso. La tradición profética estigmatiza las estafas, la usura, la explotación, las injusticias evidentes, especialmente con respecto a los más pobres (cf. Is 58,3-11; Jr 7,4-7; Os 4,1-2; Am 2,6-7; Mi 2,1-2). Esta tradición, si bien considera un mal la pobreza de los oprimidos, de los débiles, de los indigentes, ve también en ella un símbolo de la situación del hombre delante de Dios; de Él proviene todo bien como un don que hay que administrar y compartir.

341. Si en la actividad económica y financiera la búsqueda de un justo beneficio es aceptable, el recurso a la usura está moralmente condenado: “Los traficantes cuyas prácticas usurarias y mercantiles provocan el hambre y la muerte de sus hermanos los hombres, cometen indirectamente un homicidio. Este les es imputable” (1). Esta condena se extiende también a las relaciones económicas internacionales, especialmente en lo que se refiere a la situación de los países menos desarrollados, a los que no se pueden aplicar “sistemas financieros abusivos, si no usurarios” (2). El Magisterio reciente ha usado palabras fuertes y claras a propósito de esta práctica todavía dramáticamente difundida: “La usura, delito que también en nuestros días es una infame realidad, capaz de estrangular la vida de muchas personas” (3).

(1) Catecismo de la Iglesia Católica, 1992
2269. El quinto mandamiento prohíbe hacer algo con intención de provocar indirectamentamente la muerte de una persona. La ley moral prohíbe exponer a alguien sin razón grave a un riesgo mortal, así como negar la asistencia a una persona en peligro.
La aceptación por parte de la sociedad de hambres que provocan muertes sin esforzarse por remediarlas es una escandalosa injusticia y una falta grave. Los traficantes cuyas prácticas usurarias y mercantiles provoca el hambre y la muerte de sus hermanos los hombres, cometen indirectamente un homicidio. Este les es imputable (cf. Am 8,4-10).
El homicidio involuntario no es moralmente imputable. Pero no se está libre de falta grave cuando, sin razones proporcionadas, se ha obrado de manera que se ha seguido la muerte la muerte, incluso sin intención de causarla.

(2) Catecismo de la Iglesia Católica, 1992:
2438. Diversas causas, de naturaleza religiosa, política, económica y financiera, confieren hoy a la cuestión social “una dimensión mundial” (SRS 9). Es necesaria la solidaridad entre las naciones cuyas políticas son ya interdependientes. Es todavía más indispensable cuando se trata de acabar con los “mecanismos perversos” que obstaculizan el desarrollo de los países menos avanzados (cf SRS 17; 45). Es preciso sustituir los sistemas financieros abusivos, si no usurarios (cf CA 35), las relaciones comerciales inicuas entre las naciones, la carrera de armamentos, por un esfuerzo común para movilizar los recursos hacia objetivos de desarrollo moral, cultural y económico “redefiniendo las prioridades y las escalas de valores” (CA 28).

(3) Juan Pablo II, discurso del 4-3-2004.

Breve análisis

Durante mucho tiempo se utilizó el concepto de usura que formuló Aristóteles: “se aborrecerá la usura, porque en ella la ganancia se obtiene del mismo dinero y no de aquello para lo que éste se inventó, pues el dinero se hizo para el cambio, y en la usura el interés por sí solo produce más dinero. Por eso se llama en griego tokos, pues lo engendrado (tiktómena) es de la misma naturaleza que sus generadores, y el interés viene a ser dinero de dinero; de suerte que de todas las clases de tráfico éste es el más antinatural” .

Ahora bien, como aclara el profesor Mihura Seeber, “una doctrina moral debe no solo ser justa en absoluto sino que ha de ser, además, aplicable a la situación real histórica sobre la que pretende ejercer su función normativa-perfectiva. En esto último está comprometida la practicidad de la verdad moral y su necesaria exclusión del utopismo” . Aplicando este criterio a la doctrina sobre la usura, tal como fuera formulada por los padres y doctores de la Iglesia, la misma debe quedar delimitada al período histórico en el que fue expresada, período previo al del desarrollo de una economía dinámica .

Es que en la antigüedad, al existir una economía estática, la usura correspondía al precio exigido por el uso de un bien consumible, cedido en préstamo. Así explica Santo Tomás que “comete injusticia el que presta vino o trigo pidiendo le den dos recompensas, una la restitución de igual cosa y otra el precio del uso que se llama usura” (Summa Theol. II-II, q. 78, a.1).
Pero el mismo Tomás (ya en el siglo XIII), reconoce la existencia de usos secundarios de las cosas, y ello exige una mayor precisión sobre el concepto de usura. “Solo hay usura en la medida en que el capital prestado lo sea bajo la formalidad de un bien consumible” .
Explica el Aquinate: cuando se halla “algún uso secundario del dinero de plata, como si alguien diese plata acuñada por ostentación o empeñándola en prenda…tal uso del dinero puede venderlo el hombre legítimamente” .
Son los integrantes de la Escuela de Salamanca –Francisco de Vitoria, Tomás de Mercado, Domingo de Soto- quienes profundizan el estudio de los nuevos problemas que representaba la economía. Distinguen entre usura, lucro y préstamos con interés; condenan la usura, limitan el lucro y permiten el préstamo con interés. Domingo de Soto (siglo XVI) admite la moralidad de los créditos bancarios.

El papa Benedicto XIV, en Vix Pervenit, de 1745, luego de ratificar como pecado la usura, admite que “mediante contratos de naturaleza muy diversa del mutuo, cada cual pueda colocar e invertir su propio dinero, ya para obtener rentas anuales, ya también para ejercer el comercio o en negocios lícitos, y obtener de ello un honesto lucro”.

(Boletín Acción, Nº 138, 28-10-10)

domingo, 26 de septiembre de 2010

Concursos en la Administración Pública Provincial



El gobierno de la provincia de Córdoba adoptó parcialmente el esquema del SINAPA (escalafón nacional) en su reciente llamado a concurso para cubrir 747 cargos jerárquicos (Decreto 888/10). Efectivamente, la cobertura de los cargos de: Jefe de Área, Sub-Dirección de Jurisdicción y Dirección de Jurisdicción, se realiza por concurso abierto, y para los dos últimos cargos citados la designación tiene un término de cinco años.
Según el Escalafón vigente en la Administración Pública Provincial (Ley 9.361), las pautas de puntaje (Art. 19), permiten obtener a quien se postula para un cargo de Personal Superior, sin ser agente permanente ni tener estudios superiores, pero ocupando dicho cargo interinamente, una calificación suficiente para ganar el concurso.
Los postulantes ajenos a la APP, y los agentes permanentes, podrían obtener mayor puntaje; pero tanto la prueba de oposición como la entrevista personal, dejan un margen de discrecionalidad, que sólo podría ser compensada con jurados propuestos por las universidades o colegios profesionales. En este caso, al estar integrados los Tribunales de Concursos por un representante sindical y dos funcionarios, designados por la Comisión Laboral de Concurso y Promoción, a su vez nombrada por el titular de la Jurisdicción, no existe suficiente garantía de objetividad en la evaluación.

El gobierno provincial, como modo de responder a las críticas recibidas, conformó –a posteriori- un comité académico para controlar el proceso en marcha, y convocó a escribanos para garantizar la custodia de los cuestionarios de examen. Dicho comité sólo verificó el cumplimiento de la formalidad del procedimiento, pero no podía corregirlo, informando que “no se advirtió irregularidad alguna en el cumplimiento de los aspectos formales y sustanciales previstos”.
Se presentaron a los concursos “docenas de interinos que fueron aportantes a la última campaña de Unión por Córdoba”, así como “un nutrido listado de familiares de funcionarios de alto rango que concursaron” (La Voz del Interior, 12-9-10). Por otra parte: “El hecho de que los tribunales que deberán juzgar a los postulantes estén conformados por funcionarios del Gobierno, militantes y representantes gremiales no ayuda en nada”. “No hay un solo representante del sector académico en esta provincia universitaria por historia y por presente” (La Voz del Interior, 7-8-10).

Varios partidos políticos cuestionaron este llamado a concurso, pero es una reacción tardía e improcedente, puesto que se está cumpliendo estrictamente el Escalafón, aprobado por unanimidad en febrero del 2007 en la Legislatura. Tampoco hubo planteos previos –ni políticos ni sindicales- por haber estado congelada la carrera administrativa durante 15 años, ya que el escalafón anterior quedó suspendido desde 1995, cuando Ramón Mestre declaró la emergencia provincial.
Con la normativa vigente, la estructura administrativa creció en tres niveles jerárquicos: directores y sub-directores de jurisdicción, y jefes de área, incorporándolos al Escalafón, que constaba de 14 Categorías, y pasó a tener 17. De allí la alarma –extemporánea- de los principales aspirantes al gobierno provincial, al advertir que, en la administración central, los cargos de designación política han disminuido de unos 800 a menos de 100 (ministros, secretarios, subsecretarios y directores generales).

En realidad, que la mayoría de los cargos públicos queden incorporados al cuerpo del personal permanente debería ser una buena noticia. El problema es que en nuestra provincia –y en la Argentina- no se respeta el sistema de mérito, en virtud del cual todo cargo público permanente debe ser cubierto por el aspirante más idóneo. Por el contrario, como acaba de suceder, sigue vigente el spoil sistem (sistema de despojos), consistente en la distribución de los cargos públicos como botín de guerra de la fracción política que asume el gobierno. Si además, el gobierno que termina su mandato puede dejar a sus partidarios incorporados a la planta permanente, para obstaculizar la gestión del sucesor, mejor.
Como expresa un axioma peronista la única verdad es la realidad, y la realidad que ha quedado expuesta con el orden de mérito de estos concursos señala que de los 700 aspirantes de fuera de la administración, sólo 15 pudieron ganar (el 2% del total de cargos concursados), y el 80 % de los cargos quedarán para quienes los ocupaban interinamente (La Voz del Interior, 24-9-10).
Se han señalado dos casos extremos (no impedidos por la legislación vigente):

-El actual Secretario de Minería, Aldo Bonalumi, se postuló para un cargo de Director de Geología, cuyo titular actual y subordinado suyo, integró el jurado que lo evaluó; por cierto, ganó el concurso.
-Doce representantes de la Unión de Personal Superior, actuaron como jurados y simultáneamente se presentaron para concursar en otros cargos. Sólo uno de ellos no ganó, pues no se presentó a rendir, los otros 11 quedaron primeros en el orden de mérito.

Una periodista resumió así lo que acaba de ocurrir: “Los concursos tuvieron la enorme virtud de transparentar de modo casi obsceno cómo funciona la maquinaria que garantiza que en el Estado permanezcan hasta el momento de jubilarse quienes casi invariablemente acceden por acomodo” (·).
En conclusión, la función pública solo llegará a tener la mayor eficacia, cuando sus integrantes sean seleccionados por sus méritos profesionales, al margen de cualquier influencia partidaria o familiar.

Córdoba, setiembre 25 de 2010.-

Mario Meneghini

(·) Guevara, Virginia. “Tan transparentes que resultaron casi obscenos”; La Voz del Interior, 25-9-10.




martes, 21 de septiembre de 2010

Reflexiones sobre Doctrina Social de la Iglesia

(Un estudio del Dr. Mario Meneghini)

Por
José Antonio Riesco
Instituto de Teoría del Estado

Con las palabras del epígrafe, y con el sello de la Escuela de Dirigentes “Santo Tomás Moro”, se publicó en fecha reciente este valioso y útil trabajo de Mario Meneghini, doctor en ciencias políticas, con vocación por la filosofía social y experto en administración pública. Para quien necesite saber qué es eso de la doctrina social de la Iglesia, cuáles son sus temas capitales, en que principios teológicos y lógicos se fundamenta y de qué modo la han explicitado las encíclicas papales, este aporte resulta un instrumento de primera calidad, por su sistemática, la selección bibliográfica e inclusos ciertas aplicaciones a problemas de la sociedad.

No voy a exponer ahora los valiosos contenidos que el Dr. Meneghini seleccionó para elaborar su opúsculo, cosa que cada lector debe hacer por su cuenta. Pero sí quiero referirme a una cuestión más o menos urticante en las filas del catolicismo por su proyección en los ámbitos sociopolíticos, y tal cual la protagoniza un sector de sacerdotes y laicos. Me refiero a la manifiesta sustitución de dicha Doctrina por los planteos, argumentos y objetivos tomados de materialismo histórico, y que llevó a la propuesta de un pseudo “humanismo marxista” y, más todavía, a fundamentar la participación en los planes de violencia para sustituir el capitalismo por algo más o menos llamado “socialismo cristiano”. Una línea a veces nominada tercermundismo, otras teología de la liberación.

Hace unos cuantos años (el tema ya tiene su edad) discutí el asunto con el Dr. Milán Viscovich, uno de los primeros jesuitas que trabajaron en la organización académica de la Universidad Católica de Córdoba. En un diálogo cordial pero sin regalar nada, le espeté “-qué necesidad tienen Uds. los curas interesados en la problemática social, de abandonar un sistema de ideas sensato y avanzado, como la Doctrina de la Iglesia, dónde caben todas las reformas posibles sin destruir los valores del auténtico humanismo, y abrazarse, en cambio, a un teoría que ya no tiene sentido en una sociedad que viene avanzando en orden a la justicia social, y que, además, con sus construcciones totalitarias se ha desmentido a sí mismo..?”.
El entonces Padre Viscovich era muy ingenuo, bien dotado intelectualmente y también honesto. Recuerdo su respuesta : "-No se trata de renegar de nuestra fe católica, pero es evidente que el marxismo contiene una crítica del capitalismo que se debe aprovechar y que es superior a las otras conocidas”. No me contestó nada cuando le dije que en la Encíclica Rerum Novarum, del Papa León XIII (1891) hay una disección del capitalismo y de sus vicios y errores que envidiaría el mejor analista de izquierda. Era notorio que para ingresar en la realidad política, inteerlocutor, en lugar de hacerlo por la puerta del frente había preferido la ventana de atrás.

Yo no sé cómo se forman los curas, en los seminarios y en cursos especiales, pero creo que no estudiar a fondo y reiteradamente la Doctrina Social implica un desperdicio altamente costoso en orden a identidad espiritual. A no ser que haya allí algunos que no creen ni en San Isidoro. Pero no hay dudas que con esta contribución, seria, científica y a la vez didáctica del Dr. Meneghini tienen una oportunidad que no se puede desaprovechar.-

miércoles, 18 de agosto de 2010

Nuevo agravio a San Martín


La revista “Ñ”, del 14 de agosto, acaba de efectuar un insólito homenaje al general San Martín, incluyendo en la edición de esa fecha Un tributo a 160 años de su muerte. Se trata de utilizar una vez más el recurso de la ficción, para publicar tres artículos sobre Vidas imaginarias de San Martín (páginas 16 y 17).
Con excepción de Una tarde en Grand Bourg, relato de un diálogo imaginario entre Sarmiento y San Martín, los artículos tienen un contenido difamatorio que, seguramente, muchos lectores desprevenidos tomarán como una versión libre de la verdadera historia del Padre de la Patria.

El escrito más repudiable es El hombre impar, de Martín Kohan, que gira en torno a Delfín L. Cáceres, un soldado que habría sido incorporado al Ejército Libertador por su parecido físico con el general, para actuar como doble del mismo. Pues bien, relata este cuento que dicho soldado fue quien viajó al Perú, conversó con Bolivar y vivió en Europa hasta su muerte. Pues el verdadero San Martín, cuenta, murió en Chile, asesinado por un marido engañado.
No obstante, los restos que yacen en la Catedral de Buenos Aires son los del Libertador, traídos desde Valparaíso y no desde Calais en 1880, pues “terminaron todos por admitir que lo más conveniente era mantener las formas hasta el fin, contando con la patriótica complicidad de allegados y familiares”. A Cáceres “le tocó en suerte vivir en lugar de San Martín, tomar Perú en su lugar, gobernarlo en su lugar”.

Habiendo proliferado en los últimos años tantos pseudo historiadores que se han dedicado a difundir falsas tesis sobre nuestro héroe máximo, resulta indignante que la revista de cultura del diario Clarín, pueda impunemente agraviar su memoria con la excusa de la ficción.
Manifestamos la esperanza de que el Instituto Nacional Sanmartiniano cumpla con su finalidad de rectificar públicamente los errores que se difundan sobre la verdad histórica de San Martín (Art. 2º, inc. e, del Decreto Nº 23.131, de 1944.

Córdoba, 17-8-10
Mario Meneghini
Foro Sanmartiniano

jueves, 22 de julio de 2010

Dilemas que plantea el matrimonio homosexual

Quedó promulgada la Ley 26.618, que modifica el régimen de matrimonio civil, permitiendo que “los contrayentes sean del mismo o de diferente sexo”. Lo ocurrido en la última semana dejó en evidencia que no se trata de una simple modificación legal; se ha vulnerado gravemente el concepto tradicional de familia y, además, se efectuó un ataque furibundo contra la Iglesia Católica.

1. La nueva ley ha merecido fundadas críticas por sus defectos jurídicos, por ser claramente inconstitucional, y por estar basada en criterios falsos en los aspectos biológicos y psicológicos. Baste citar el testimonio brindado por Jorge Reinaldo Vanossi, presidente de la Academia de Ciencias Políticas y Morales, que calificó al texto como una “verdadera chapucería” jurídica. También la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales emitió un dictamen sobre la inconstitucionalidad de la nueva ley.

2. Sin embargo, lo que nos interesa comentar aquí es el desafío que implica para los católicos esta ley, y la forma en que en que se encaró la oposición a la misma. Para eso, no podemos desconocer que existieron discrepancias en el seno de la Conferencia Episcopal Argentina: algunos obispos, encabezados por monseñor Aguer postularon el rechazo total. Otros, liderados por monseñor Bergoglio, sostuvieron que convendría apoyar la unión civil, “en base al principio moral del mal menor” (Clarín, 14-7-10). Esa situación fue descripta por los medios de comunicación, en especial por el periodista Sergio Rubin, uno de los autores de la biografía del cardenal Bergoglio, y reiterada en el mismo diario Clarín el día 18.

3. Tal vez la necesidad de consensuar entre las distintas posiciones condujo a que la Declaración “Sobre el bien inalterable del Matrimonio y la Familia” (20-4-10), careciera de la suficiente precisión, lo que generó dudas, y análisis periodísticos equívocos. Tuvo que aclarar monseñor Marino -encargado del seguimiento de los proyectos legislativos- que: “los argumentos de fondo sobre el reconocimiento como matrimonio a las uniones de personas del mismo sexo, se extienden también a los proyectos de ley que intentan una legalización de tales uniones a través de leyes de unión civil o similares” (AICA, 2-7-10). También monseñor Lona aludió a “la responsabilidad de aclarar este tema ante la opinión pública” (Nuevo Encuentro, 5-6-10).

4. Las dudas fueron posibles por que la Declaración, luego de rechazar el matrimonio homosexual en el punto 3, aludió de una manera elíptica y demasiado técnica a la unión civil en el punto 5:
“sería una discriminación injusta contra el matrimonio y la familia otorgar al hecho privado de la unión entre personas del mismo sexo un estatuto de derecho público”.

5. Luego de aprobada la ley, contribuyó a mantener la confusión una frase de monseñor Marino: “Ante leyes injustas, compete a los laicos procurar disminuir sus efectos negativos si no es posible su total rechazo” (Los Andes, 18-7-10). Consideramos necesario, entonces, analizar cuál es la doctrina aplicable sobre el tema en cuestión.

Doctrina del mal menor

6. Afirma Santo Tomás [1] que “cuando es forzoso escoger entre dos cosas, que en cada una de ellas hay peligro, aquélla se debe elegir de que menos mal se sigue” . Por cierto que nunca es lícito, ni aún por razones gravísimas, hacer el mal para conseguir el bien, es decir, hacer objeto de un acto positivo de voluntad lo que es intrínsecamente desordenado, pero sí es lícito tolerar un mal moral menor a fin de evitar un mal mayor o de promover un bien más grande [2] .

Antecedentes doctrinarios sobre uniones entre homosexuales

7. El Pontificio Consejo para la Familia, emitió el 26-7-2000 el documento Familia, matrimonio y uniones de hecho, en cuyo párrafo 23 aborda la cuestión que nos interesa:
“La verdad sobre el amor conyugal permite comprender también las graves consecuencias sociales de la institucionalización de la relación homosexual…Todavía es mucho más grave la pretensión de equiparar tales uniones a la calidad de matrimonio legal, como lo promueven algunas iniciativas recientes. Por si fuera poco, los intentos de posibilitar legalmente la adopción de niños en el contexto de las relaciones homosexuales añade a todo lo anterior un elemento de gran peligrosidad”.

8. La Congregación para la Doctrina de la Fe, promulgó el 3-6-2003, las Consideraciones sobre los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales, documento aprobado expresamente por Juan Pablo II. Se indican los criterios a tener en cuenta por los políticos católicos (p. 10):

a) “En el caso de que en una Asamblea legislativa se proponga por primera vez un proyecto de ley a favor de la legalización de las uniones homosexuales, el parlamentario católico tiene el deber moral de expresar clara y públicamente su desacuerdo y votar contra el proyecto de ley”.

b) Cuando ya se encuentre vigente una ley favorable a las uniones homosexuales, y “no fuese posible abrogar completamente una ley de este tipo, el parlamentario católico, recordando las indicaciones dadas en la Encíclica Evangelium Vitae, puede lícitamente ofrecer su apoyo a propuestas encaminadas a limitar los daños de esa ley y disminuir así los efectos negativos en el ámbito de la cultura y de la moralidad pública…”.

9. Conviene tener en cuenta que el prefecto de la Congregación era el entonces cardenal Ratzinger, quien ejercía el mismo cargo el año anterior cuando dicho organismo pontificio dio a conocer la Nota Doctrinal sobre la vida política [3], aprobada por el Santo Padre. Pues bien, en este documento -al afirmarse la obligación de oponerse a toda ley que atente contra la vida humana-, se puede advertir una sutil pero precisa diferencia en la aplicación del mal menor:

“Esto no impide, como enseña Juan Pablo II en la Encíclica Evangelium Vitae a propósito del caso en que no fuera posible evitar o abrogar completamente una ley abortista en vigor o que está por ser sometida a votación, que un parlamentario, cuya absoluta oposición personal al aborto sea clara y notoria a todos, pueda lícitamente ofrecer su apoyo a propuestas encaminadas a limitar los daños de esa ley y disminuir así los efectos negativos en el ámbito de la cultura y de la moralidad pública” (p. 4).

10. Es decir, que la aplicación válida del mal menor en cuanto a las uniones homosexuales, se limita al apoyo eventual a un proyecto que permita limitar los daños de una ley ya en vigencia, pero no a un proyecto que va ser votado por primera vez como ocurrió en el Congreso argentino en el año en curso. De modo que, a nuestro juicio, los legisladores católicos no debieron apoyar ni el proyecto oficial de matrimonio, ni los proyectos alternativos de unión civil.

11. Habiendo ratificado el Catecismo la doctrina tradicional de que “los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados”, y que “no pueden recibir aprobación en ningún caso” (2357), resultaría incoherente avalar la legalización de dichas relaciones.

Córdoba, julio 22 de 2010.-


1. Santo Tomás de Aquino. Del gobierno de los príncipes; Cultura, 1945, p. 35.

2. Pablo VI. Carta Encíclica Humanae Vitae, 25-7-1968.

3. Congregación para la Doctrina de la Fe. Nota doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política; 24-11-2002.

sábado, 19 de junio de 2010

Terragno: Académico Sanmartiniano


La Academia Sanmartiniana ha decidido incorporar a su seno, como Académico de Número, al Dr. Rodolfo Terragno. Siendo simples admiradores y difusores de la vida y obra del Padre de la Patria, carecemos de autoridad intelectual para cuestionar dicha decisión, pero no podemos ocultar nuesta opinión al respecto, puesto que ya la habíamos manifestado antes de la mencionada resolución (“El diario de San Martín, escrito por Terragno”)[1].

El escritor citado, a nuestro juicio, cuando se ocupa de temas históricos –y en particular, de San Martín- no lo hace con el rigor que dicha ciencia requiere; como expresaba León XIII:
Esta es la primera ley del historiador, no decir nada falso, y la segunda ley es no callar nada de la verdad.

Por su parte, un leal admirador de San Martín, comenzaba el primer capítulo de un libro de divulgación:
Los relatos históricos, en general, presentan pequeños y grandes defectos que son el resultado de variadas circunstancias relacionadas con la investigación. Para ser honesta, debería basarse en hechos concretos y documentos valederos
[2].

Córdoba, junio 18 de 2010.-

Mario Meneghini



[1] www.mario-meneghini.blogspot.com/search/label/El%20diario%20de%20San%20Mart%C3%ADn

[2] Favaloro, René G. “¿Conoce usted a San Martín?; Buenos Aires, Torres Agüero Editor, 1992, p. 15.

jueves, 3 de junio de 2010

Datos falsos en un testimonio en el Senado



En el marco de las audiencias que se realizan en el Senado de la Nación, dio su testimonio el conocido actor “Pepito” Cibrían. Uno de los argumentos que utilizó es la actitud conservadora de la Iglesia que se niega a reconocer la realidad social. Dio un ejemplo concreto: la Iglesia recién admitió que las mujeres tienen alma, en el año 585 (Clarín, 2-6-10), durante el III Concilio de Nicea, donde por pocos votos de diferencia, los obispos reconocieron esa realidad.
Basta consultar en Google, sin necesidad de leer un tratado de teología, para comprobar que se trata de un dato totalmente falso; veamos:
-En el 585 no se reunió ningún Concilio
-Los Concilios de Nicea no fueron tres, sino dos: en el 325 y en el 787.
-En 585 lo que se reunió fue un Sínodo en la ciudad de Macon, en el reino de los francos. Se conoce lo que se debatió allí, por el testimonio de uno de los asistentes. San Gregorio de Tours, relata que uno de los obispos preguntó si el concepto “homo” (hombre), incluye a la mujer. Los demás obispos le recordaron el texto del Génesis:
“Y vió Dios que lo hecho era bueno. Y por fin dijo: hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra: y domine a los peces del mar, y a las aves del cielo, y a las bestias, y a toda la tierra, y a todo reptil que se mueve sobre la tierra. Crió, pues, Dios al hombre a imagen suya: a imagen de Dios le crió, crióles varón y hembra” (Gn 1, 26-28).

3-6-2010.

martes, 11 de mayo de 2010

Grupo Scout Calasanz



Invita a participar en el

PROGRAMA DE FORMACIÓN CÍVICA
(Semipresencial - gratuito)

Objetivo: Brindar un panorama general de los principios y criterios necesarios para un correcto discernimiento de la realidad política, desde una perspectiva católica.

Temas

Catolicismo y política

Doctrina Política de la Iglesia

Situación política actual

Modalidad: Los cursantes deberán leer un apunte, y se dictarán tres charlas: viernes 28-5, 11-6 y 18-6

Lugar: Colegio Santo Tomás, Caseros 745, Salón Auditorio

Comienzo: viernes 28 de mayo, a las 19 horas

Inscripción:
escuelatmoro@gmail.com (enviar mail con nombre y profesión)

Coordinador: Dr. Mario Meneghini (Escuela de Dirigentes “Santo Tomás Moro”)



Catolicismo y Política


1ra. Charla (borrador)

VIVIR Y PENSAR COMO CATOLICOS

El título de esta breve reflexión se refiere al conocido refrán: “quien no vive de acuerdo a lo que piensa, termina por pensar según como vive”. Alude, por lo tanto, a la incoherencia entre la forma en que se vive y la Fe que se proclama. Esto se produce, en parte, por desconocimiento de los principios de la religión profesada. En ese aspecto, debemos recordar un párrafo del reciente documento “Navega mar adentro”, de la Conferencia Episcopal Argentina (3l-5-2003):
“38. En un país constituido mayoritariamente por bautizados, resulta escandaloso el desconocimiento y, por lo mismo, la falta de vigencia de la Doctrina Social de la Iglesia. Esta ignorancia e indiferencia permiten que no pocos hayan disociado la fe del modo de conducirse cristianamente frente a los bienes materiales y a los contratos sociales de justicia y solidaridad. La labor educativa de la Iglesia no pudo hacer surgir una patria más justa, porque no ha logrado que los valores evangélicos se traduzcan en compromisos cotidianos.”

Lamentablemente, luego de tan duro diagnóstico, cuando, al final del documento, se formulan “Acciones destacadas”, sólo se expresa:
“97 c)....Existen, pero es necesario renovar los esfuerzos para multiplicar la organización de cursos, jornadas, publicaciones de diversos niveles, grupos de estudio y otras iniciativas prácticas, tendientes a la divulgación y conocimiento de la doctrina social.”
Es previsible que tan suave recomendación no produzca ningún cambio en la situación. Hubiera sido necesario una disposición expresa, como la siguiente:
En toda institución educativa católica, así como en todas las Parroquias del país, deberá dictarse, antes de Diciembre de 2004, por lo menos un Curso de Doctrina Social de la Iglesia, que será obligatorio para los alumnos, catequistas, ministros de la Eucaristía, voluntarios de Caritas, y para todos aquellos que desempeñen cargos directivos en cualquier organismo o movimiento laical.

Al señalado desconocimiento de la doctrina, se suma la actitud de quienes consideran que, en determinadas materias, la enseñanza de la Iglesia resulta optativa o sujeta a revisión crítica por los fieles. Podemos citar como ejemplo, lo ocurrido con otro documento reciente, en este caso emitido en el Vaticano, “Jesucristo, portador de agua viva”, dedicado a analizar la “Nueva Era”, corriente cultural de moda, que representa una especie de compendio de posturas que la Iglesia ha identificado como heterodoxas. En este documento se expresa:
“En la cultura occidental en particular, es muy fuerte el atractivo de los enfoques “alternativos” a la espiritualidad. Por otra parte, entre los católicos mismos, incluso en casas de retiro, seminarios y centros de formación para religiosos, se han popularizado nuevas formas de afirmación psicológica del individuo”. (...) Un ejemplo de esto puede verse en el eneagrama, -un instrumento para el análisis caracterial según nueve tipos- que, cuando se utiliza como medio de desarrollo personal, introduce ambigüedad en la doctrina y en la vivencia de la fe cristiana.” (2003, p. l.4)
Después de publicado este documento, en la Argentina siguieron dictándose cursos de Eneagrama en instituciones católicas. En Córdoba, se lo hace en el Centro Manresa (Compañía de Jesús) y en el Seminario Arquidiocesano de Catequesis. Cuando preguntamos a qué se debía esta actitud, se nos contestó que lo afirmado en el documento era la opinión de sus autores. Ahora bien, los autores son: el Pontificio Consejo para la Cultura, y el Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, por lo que una grave advertencia como la señalada, al menos debería provocar una suspensión de dichos cursos hasta clarificar la situación.

A lo anterior, debe agregarse la conducta de algunos sacerdotes, que provocan confusión entre los fieles, con sus declaraciones públicas. En nuestra provincia, podemos citar a quien reveló que no cumple con su voto de celibato (P. Aguirre), y a quien en un artículo periodístico, con referencia la sucesión papal, sostuvo: “se nos ocurre que el Espíritu Santo ha renunciado a acompañar a la iglesia institucional y prefiere dedicarse a la iglesia comunidad cristiana...” (Pbro. José Guillermo Mariani, La Voz del Interior, l7-l0-03)

En el plano de la política también es posible advertir la incoherencia de muchos católicos. Como en nuestra provincia hemos tenido este año tres elecciones sucesivas, analizando los resultados, y habida cuenta de que el padrón electoral está integrado en más de un 80% por bautizados, es fácil deducir que algunos católicos han apoyado a partidos y plataformas incompatibles con la religión que profesan. Recordemos una vez más la enseñanza pontificia:
“El cristiano que quiere vivir su fe en una acción política, concebida como servicio, tampoco puede adherirse sin contradicción a sistemas ideológicos que se oponen radicalmente o en los puntos substanciales a su fe y a su concepción del hombre: ni a la ideología marxista, a su materialismo ateo, a su dialéctica de violencia y a la manera como ella entiende la libertad individual dentro de la colectividad, negando al mismo tiempo toda trascendencia al hombre y a su historia personal y colectiva; ni a la ideología liberal, que cree exaltar la libertad individual sustrayéndola a toda limitación, estimulándola con la búsqueda exclusiva del interés y del poder, y considerando las solidaridades sociales como consecuencias más o menos automáticas de iniciativas individuales y no ya como un fin y un criterio más elevado del valor de la organización social.” (Pablo VI, Carta apostólica “Octogesima Adveniens”, p. 26)

Consideramos que hay una cuestión de fondo, que influye indirectamente en las cuestiones ya abordadas. Se trata de creer que la conciencia es la norma suprema que el hombre ha de seguir, incluso contra la autoridad de la Iglesia. El tema es motivo de polémica, incluso entre teólogos; algunos utilizan la fórmula: la conciencia es infalible. Sabemos que la conciencia es la operación de la inteligencia que juzga la bondad o maldad de las acciones. Toda persona puede conocer intuitivamente los principios del orden moral, pues Dios inscribió en el corazón del hombre la ley natural. Pero la conciencia no es infalible, puede estar obscurecida por el error o corrompida por el vicio. Más aún, en nuestra época, dentro de la misma comunidad cristiana, se difunden muchas dudas y objeciones sobre la enseñanza moral de la Iglesia, a tal punto que Juan Pablo II estimó necesario dedicar al tema la Encíclica Veritatis Splendor, para contribuir al discernimiento de los fieles.

Ya el apóstol Pablo exhortaba a Timoteo (2 Tim, 4, l-5): “Proclama la palabra, insiste...Porque vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que arrastrados por sus propias pasiones, se buscarán una multitud de maestros por el prurito de oír novedades, apartarán sus oídos de la verdad y se volverán a las fábulas.” Uno de esos pruritos consiste en exaltar la libertad hasta el extremo de considerarla como un absoluto. Desaparece la exigencia de verdad, sustituida por la sinceridad, la autenticidad, el estar de acuerdo con uno mismo, de tal forma que se ha llegado a una concepción subjetivista del juicio moral. Algunas tendencias teológicas llegan a negar la dependencia de la libertad con respecto a la verdad, olvidando las palabras de Cristo: Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres (Jn 8,32).

La libertad reniega de sí misma, cuando no reconoce su vínculo constitutivo con la verdad. Al respecto, los cristianos tienen en la Iglesia y su Magisterio una gran ayuda para la formación de la conciencia. Pero, la misma psicología muestra que el sentimiento de culpa es una señal tan necesaria para el hombre como el dolor corporal, que permite conocer la alteración de las funciones vitales normales. Quien no es capaz de sentir culpa está espiritualmente enfermo. Este concepto ya estaba en las Escrituras. Citemos el Salmo l9,l3: Quién es el que conoce todos sus yerros? Purifícame de los míos ocultos.
Esto queda reflejado en la parábola del publicano y el fariseo, orando en el templo (Lc l8, 9-l4); el publicano, con todos sus pecados aparece ante Dios como más justo que el fariseo, pese a todas sus buenas obras. Pues el fariseo no sabe que él también tiene pecados; el silencio de su conciencia lo hace impermeable para Dios, oculto tras el biombo de su conciencia errónea, mientras el grito de la conciencia del publicano lo hace capaz de la conversión.

Lo que muestra la conciencia puede ser un mero reflejo del entorno social y de las opiniones difundidas en él. Es lo que se ha advertido en la Europa del Este, luego de la caída del muro de Berlín: un embotamiento del sentido moral. Como señaló el nuevo Patriarca de Moscú en l990: las facultades perceptivas de hombres que viven en un sistema de engaño se nublan inevitablemente; una generación entera estaría perdida para el bien.

Estos conceptos se proyectan al orden social -aquí seguimos de cerca al Cardenal Ratzinger. La defensa de la Verdad, se considera hoy una muestra de intolerancia y de actitud antidemocrática. La idea moderna de democracia parece estar unida al relativismo, que se presenta como la garantía de la libertad, especialmente de la libertad religiosa y de conciencia.
Hoy se prefiere hablar de valores y no de verdad, para no entrar en conflicto con la exigencia de tolerancia y de relativismo democrático. Pero en qué se fundamentan los valores sino en una Verdad indiscutible? Simplificando el análisis, podemos decir que sobre ésto hay dos posiciones enfrentadas:

l. De un lado, la posición relativista, que quiere separar de la política -por considerarlos peligrosos para la libertad- los conceptos de bien y de verdad. Se rechaza la posibilidad de una Ley Natural. Toda la actividad política y social debe estar sometida a la decisión de la mayoría, que se equipara a la verdad. El derecho depende de la política. Es justo, lo que la ley positiva dispone que es justo. La democracia no se define por el contenido, sino como conjunto de reglas que garantizan el poder para quien gane la elección y cumpla esas reglas.

2. La segunda posición -donde se ubica el catolicismo-, sostiene que la verdad y la justicia no son productos de la política, sino que las preceden e iluminan. La política es justa y promueve la libertad, cuando sirve a la verdad y a la dignidad del hombre.

Estas dos posiciones se pueden observar en el proceso contra Jesús. Cuando Jesús le dice a Pilato: ...para ésto vine al mundo, para dar testimonio de la verdad, todo aquel que pertenece a la verdad, escucha mi voz, Pilato contesta: Qué es la verdad? (Jn l8,38)
Uno de los más famosos exponentes del positivismo jurídico, Hans Kelsen, considera que la pregunta de Pilato refleja exactamente el necesario escepticismo del político. Por eso también hay una respuesta tácita: la verdad es inalcanzable, y por eso Pilato se retira sin esperar la respuesta de Jesús, dirigiéndose a la multitud. De ese modo, dice Kelsen, somete la decisión del litigio al voto popular. Pilato actúa como un perfecto demócrata. Como no sabe lo que es justo, confía el problema a la mayoría, para que decida con su voto.

Según este enfoque relativista, la democracia no se apoya ni en los valores ni en la verdad, sino en los procedimientos. No hay más verdad que la de la mayoría. No es éste, por cierto, el concepto de democracia que acepta la Iglesia. En la Encíclica “Centesimus Annus”, Juan Pablo II aclara que: “Una auténtica democracia es posible solamente en un Estado de derecho y sobre la base de una recta concepción de la persona humana. Requiere que se den las condiciones necesarias para la promoción de las personas concretas, mediante la educación y la formación en los verdaderos ideales.(...) Una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto, como demuestra la historia.” (p. 46)

Ahora bien, de los mismos hechos del relato evangélico, puede hacerse otra interpretación, diferente a la de Kelsen. Jesús reconoció, sin reservas, en el proceso al que fue sometido, el poder judicial del Estado romano, que representaba Pilato. No obstante, cuando Pilato le recrimina: “A mí no me hablas, pues no sabes que está en mi mano el crucificarte, y en mi mano está el soltarte?” Jesús le responde: No tendrías poder alguno sobre mí, si no te fuera dado de lo alto. Con lo que queda en evidencia que Pilato extralimita su poder y el del Estado, en el momento en que deja de percibirlos como administración fiduciaria de un orden más alto, del que depende la verdad. El gobernador de Judea se desentiende de la verdad y ejerce su cargo público como puro poder.

Resumiendo, -tanto en la faz pública como en la privada- cuando el hombre se aparta de la recta doctrina, la conciencia se degrada a la condición de mecanismo exculpatorio en lugar de representar la transparencia para reflejar lo divino. La reducción de la conciencia a seguridad subjetiva, significa la supresión de la verdad. Es inaceptable la actitud de quien hace de su propia debilidad el criterio de la verdad sobre el bien, de manera que se puede sentir justificado por sí mismo.
Son muchos hoy los que juzgan que la doctrina de la Iglesia representa una intransigencia intolerable, y, por lo tanto, debería ser actualizada. Pero ya el Concilio de Trento enseñaba que nadie puede sentirse desligado de observar los mandamientos: Porque Dios no manda cosas imposibles, sino que, al mandar lo que manda, te invita a hacer lo que puedas y pedir lo que no puedas y te ayuda para que puedas.” (Veritatis Splendor, p. l02)

MAGISTERIO DE LA IGLESIA


El Magisterio de la Iglesia siempre ha sido motivo de polémica, como lo fue la Iglesia misma, y el propio Cristo, mientras vivió en el mundo. Pero en la actualidad, se acentúa este problema por la crisis general de la era moderna, en la que se rechaza toda manifestación de una autoridad que no se haya elegido.
Puede agregarse el desconocimiento habitual del contenido del Magisterio, otra característica de la época. Tengamos en cuenta, por ejemplo, que del nuevo Catecismo se han publicado diez millones de ejemplares, cantidad que impresiona, pero que representa el uno por ciento (l %) del total de católicos existentes en la actualidad. Es decir, que el 99 % de los católicos del mundo, nunca han tenido ni siquiera un Catecismo en sus manos.

El Concilio Vaticano II definió a la Iglesia “como un sacramento”; esta frase no pretende afirmar que se añade a los siete sacramentos conocidos uno más. Se trata de argumentar que, así como los sacramentos son instrumentos de Cristo para distribuir su gracia entre los hombres, la Iglesia es una institución que sirve a Cristo de instrumento para realizar la salvación de los hombres. Es claro que siempre son gratos a Dios quienes le temen y practican la justicia, pero no es menos cierto que Cristo es el único mediador entre Dios y los hombres, y que Él instituyó a la Iglesia como instrumento necesario de salvación.
“Por lo cual no podrían salvarse aquellos hombres que, conociendo que la Iglesia católica fue instituida por Dios a través de Jesucristo como necesaria, sin embargo, se negasen a entrar o a perseverar en ella.” (Lumen Gentium, p. l4)

Cristo no dio a su Iglesia sólo los sacramentos, sino que le dio su Palabra, o sea el conjunto de su mensaje, para que lo transmitiera fielmente a todos los hombres de todas las generaciones. Esto significa que la Palabra de Dios nos llega necesariamente canalizada por el conducto de instrumentos humanos. Cuando Rousseau exclamaba: ¡Cuántos hombres entre Dios y yo!, mostraba que no había captado la profunda dimensión de la sacramentalidad de la Iglesia, es decir, lo divino operante por medio de instrumentos humanos. Ya los gnósticos, en el siglo II, distinguían la Iglesia institucional de la Iglesia carismática e invisible. También la Reforma Protestante postula la fe sin intermediarios y la Escritura sin intérpretes.

Lo más grave es que actualmente se nota un neoprotestantismo en ámbitos católicos, que se traduce en la desconfianza y la crítica permanentes a la Iglesia "oficial" -la jerarquía. El Magisterio advierte con claridad: “...la sociedad provista de sus órganos jerárquicos y el Cuerpo místico de Cristo, la asamblea visible y la comunidad espiritual, la Iglesia terrestre y la Iglesia enriquecida con los bienes celestiales, no deben ser consideradas como dos cosas distintas, sino que más bien forman una realidad compleja que está integrada de un elemento humano y otro divino.” (Lumen Gentium, p. 8)

Debe aceptarse, asimismo, que el Magisterio eclesiástico no es científico. Pío XII lo explica así: “El Magisterio de la Iglesia no es científico, sino testimoniante. Es decir, no se funda en las razones intrínsecas que se dan, sino en la autoridad del testimonio. (...) De aquí que, aún cuando a alguien, en una ordenación de la Iglesia, no parezcan convencerle las razones alegadas, sin embargo, permanece la obligación de la obediencia.” (Acta Apostolicæ Sedis 46 [l954] 67l/672) Esto explica la importancia que los evangelistas atribuyeron a los milagros como signos de la autoridad de Jesús: “Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis; pero si las hago, creed a las obras (aunque no me creáis a mí), para que sepáis y conozcáis que el Padre está en mi y yo en el Padre” (Jn l0,37-38).
El proceso es resumido por San Agustín: por sus milagros se conquistó la autoridad, por su autoridad mereció la fe, por la fe congregó la multitud.

Autenticidad del Magisterio

En nuestra época se ha generalizado la convicción de que la humanidad ha llegado a su mayoría de edad, lo que fundamenta la resistencia a toda heteronomía -normas que provienen de afuera- y a todo dogmatismo doctrinal. Por eso es necesario insistir en que fue Cristo quien envió a sus apóstoles con la misión de predicar el Evangelio. De allí surge la autenticidad del Magisterio, tanto de los apóstoles como de sus sucesores, los obispos, a quienes entregaron la antorcha viva de la misión recibida, mediante el rito de imposición manos. Entonces, la regla segura para conocer la verdadera doctrina de los apóstoles es el consenso de los obispos, que descienden de ellos. San Ireneo y otros, componen las listas de los obispos, que se suceden unos a otros hasta entroncar con un apóstol.

La misión de los apóstoles y de sus sucesores es la de enseñar todo y solo el Evangelio. La predicación de la Iglesia se basa en la conservación íntegra del depósito de la revelación cristiana. De allí el término jurídico “depósito” que utiliza San Pablo al exhortar a Timoteo a custodiarlo fielmente. Ni los apóstoles, ni los obispos, ni la Iglesia, son dueños de él; lo han recibido para transmitirlo fielmente, hasta la consumación de los siglos y para devolverlo intacto al final de los tiempos. Y esto, de tal forma, que ni un ángel del cielo podrá quitar ni añadir cosa alguna (Gál l,8).

La autoridad del Magisterio eclesiástico no es otra cosa sino un carisma al servicio de la fiel transmisión y de la mayor eficacia de la Palabra de Dios. Por eso, cuando la Iglesia define un dogma de fe, en realidad no está imponiendo nada. Lo que hace es testificar, constatar con certeza que una verdad está contenida en la revelación cristiana. El acto de fe en un dogma definido no es fe a la Iglesia, sino fe a la Palabra de Dios, que nos llega por medio del testimonio de la Iglesia. Entonces, incluso a nivel histórico, dejando de lado lo sobrenatural, debe admitirse que en el Magisterio de la Iglesia existe una credibilidad en la transmisión del mensaje que difícilmente puede superar otra institución humana. Pues cualquier otra institución normalmente cambia a través del tiempo. La Iglesia, por el contrario, depende de la fidelidad al mensaje primitivo, sin adulteraciones ni agregados que pongan en peligro su contenido original.

Un problema a dilucidar es el de los libros inspirados. Los apóstoles escribieron o supervisaron la redacción de estos libros, que, por ser inspirados por Dios, son verdaderamente Palabra de Dios. Por lo tanto, los protestantes sostienen que no es necesario el Magisterio, para quienes es suficiente la Escritura sola. Es que el Magisterio no está sobre la Sagrada Escritura; está para garantizar su correcta interpretación, por “aquellos que en la Iglesia poseen la sucesión desde los apóstoles y que han conservado la Palabra sin adulterar e incorruptible” (San Ireneo).

La historia muestra que todas las herejías se han basado en alguna expresión bíblica separada de su contexto vital. Los libros inspirados no pueden entenderse sino dentro de la fe de la Iglesia, en la que han nacido. Este es un principio de hermenéutica sensato y natural; San Agustín exclamaba: “Yo no creería en el Evangelio si no me impeliera a ello la autoridad de la Iglesia”. La credibilidad del Magisterio se funda en tres razones:

a) “recibieron del Señor la misión de enseñar a todas las gentes”. El apóstol es un delegado el maestro, un embajador que lo representa con plenos poderes.

b) Cristo prometió “Yo estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos”. Los hombres tienen que creer en él porque fuera de él no hay salvación posible. Pero el único acceso para llegar a él es el testimonio de los apóstoles y de sus sucesores. Sería indigno de Dios no ofrecer las garantías necesarias de que ese testimonio es confiable.

c) “Para el desempeño de su misión, Cristo Señor prometió a sus apóstoles el Espíritu Santo” (Lumen Gentium, 24). De aquí se sigue que los fieles deben aceptar la doctrina de su obispo en materia de fe y costumbres y “adherirse a ella con religiosa sumisión de voluntad y entendimiento” (Id, 25).

Interpretación del Magisterio

En 1993, en un discurso dirigido a los miembros de la Pontificia Comisión Bíblica, Juan Pablo II se refirió al problema de la interpretación de la Palabra de Dios:

“La docilidad al Espíritu Santo produce y refuerza otra disposición, necesaria para la orientación correcta de la exégesis: la fidelidad a la Iglesia. El exegeta católico no alimenta el equívoco individualista de creer que, fuera de la comunidad de los creyentes, se pueden comprender mejor los textos bíblicos. Lo que es verdad es todo lo contrario, pues esos textos no han sido dados a investigadores individuales para satisfacer su curiosidad o proporcionarles temas de estudio e investigación (Divino Afflante Spiritu; Enchiridion biblicum, 566); han sido confiados a la comunidad de los creyentes, a la Iglesia de Cristo, para alimentar su fe y guiar su vida de caridad. Respetar esta finalidad es condición para la validez de la interpretación.” (p. 10)

“ También el Concilio Vaticano II lo ha afirmado: Todo lo dicho sobre la interpretación de la Escritura queda sometido al juicio definitivo de la Iglesia, que recibió de Dios el encargo y el oficio de conservar e interpretar la palabra de Dios (Dei Verbum, l2).”(p. 10)

“No habían transcurrido cinco años de la publicación de la Divino Afflante Spiritu, cuando el descubrimiento de los manuscritos de Qumram arrojaron nueva luz sobre un gran número de problemas bíblicos y abrieron otros campos de investigación.”(p. 12)

“La Biblia ejerce su influencia a lo largo de los siglos. Un proceso constante de actualización adapta la interpretación a la mentalidad y al lenguaje contemporáneos. El carácter concreto e inmediato del lenguaje bíblico facilita en gran medida esa adaptación, pero su arraigo en una cultura antigua suscita algunas dificultades. Por tanto, es preciso volver a traducir constantemente el pensamiento bíblico al lenguaje contemporáneo, para que se exprese de una manera adaptada a sus oyentes. En cualquier caso, esta traducción debe ser fiel al original, y no puede forzar los textos para acomodarlos a una lectura o a un enfoque que esté de moda en un momento determinado.” (p. 15)[1].

La Congregación para la Doctrina de la Fe, ha indicado los límites que deben respetar los teólogos en la tarea de investigación:

“Aunque la doctrina de la fe no esté en tela de juicio, el teólogo no debe presentar sus opiniones o sus hipótesis divergentes como si se tratara de conclusiones indiscutibles. Esta discreción está exigida por el respeto al pueblo de Dios (cfr. Rom. l4, l-l5; l Col. 8, l0. 23-33). Por esos mismos motivos ha de renunciar a una intempestiva expresión pública de ellas.”

“De igual manera no sería suficiente el juicio de la conciencia subjetiva del teólogo, porque ésta no constituye una instancia autónoma y exclusiva para juzgar la verdad de una doctrina.”

“En diversas ocasiones el Magisterio ha llamado la atención sobre los graves inconvenientes que acarrean a la comunión de la Iglesia aquellas actitudes de oposición sistemática, que llegan incluso a constituirse en grupos organizados. En la Exhortación apostólica Paterna cum benevolentia, Pablo VI ha presentado un diagnóstico que conserva toda su actualidad. Ahora se quiere hablar en particular de aquella actitud pública de oposición al magisterio de la Iglesia, llamada también disenso, que es necesario distinguir de la situación de dificultad personal, de la que se ha tratado más arriba. El fenómeno del disenso puede tener diversas formas y sus causas remotas o próximas son múltiples.
Entre los factores que directa o indirectamente pueden ejercer su influjo hay que tener en cuenta la ideología del liberalismo filosófico que impregna la mentalidad de nuestra época.”[2]


LA POLITICA COMO OBLIGACION MORAL DEL CRISTIANO

Como señala el P. Bartolomeo Sorge, los cristianos de hoy enfrentan tres tentaciones en su relación con el mundo:

1. La tentación reduccionista. Sabiendo que el cristiano es sal de la tierra, algunos, para hacer más aceptable el cristianismo, diluyen la sal evangélica, que se vuelve insípida. A esto alude Juan Pablo II en la Encíclica Redemptoris Missio:
“La tentación actual es la de reducir el cristianismo a una sabiduría meramente humana, casi como una ciencia del vivir bien. En un mundo fuertemente secularizado, se ha dado una gradual secularización de la salvación, debido a lo cual se lucha ciertamente en favor del hombre, pero de un hombre a medias, reducido a la mera dimensión horizontal”. (§ 11)
“En esta perspectiva el reino tiende a convertirse en una realidad plenamente humana y secularizada, en la que sólo cuentan los programas y luchas por la liberación socioeconómica, política y también cultural, pero con unos horizontes cerrados a lo trascendente”. (§ 17)

2. La tentación fundamentalista. Es la presunción de transformar la tierra en sal. Paulo VI, en la Encíclica Ecclesiam Suam, advertía el peligro de “acercarse a la sociedad profana para intentar obtener influjo preponderante o incluso ejercitar en ella un dominio teocrático”. (§ 72) Es la pretensión de imponer a los demás la propia fe. En la Encíclica Centesimus Annus, Juan Pablo II expresa: “La Iglesia tampoco cierra los ojos ante el peligro del fanatismo o fundamentalismo de quienes, en nombre de una ideología con pretensiones de científica o religiosa, creen que pueden imponer a los demás hombres su concepción de la verdad y del bien. No es de esta índole la verdad cristiana. Al no ser ideológica, la fe cristiana no pretende encuadrar en un rígido esquema la cambiante realidad sociopolítica y reconoce que la vida del hombre se desarrolla en la historia en condiciones diversas y no perfectas. La Iglesia, por tanto, al ratificar constantemente la trascendente dignidad de la persona, utiliza como método propio el respeto de la libertad” (§ 46)

3. La fuga mundi, apartarse del mundo. Consiste en guardar la sal en el salero, para evitar que se corrompa al contacto con el mudo. Por ese motivo, algunos antiguos cristianos preferían retirarse al desierto. Sobre esto enseña la Constitución Gaudium et Spes: “Se equivocan los cristianos que, pretextando que no tenemos aquí ciudad permanente, pues buscamos la futura, consideran que pueden descuidar las tareas temporales, sin darse cuenta que la propia fe es un motivo que les obliga al más perfecto cumplimiento de todas ellas según la vocación personal de cada uno”. (§ 43)

El laico recibe la llamada al compromiso social y político, no por delegación del obispo o del párroco, sino directamente de Cristo en el bautismo. Pero, además, “si la falta de compromiso ha sido siempre inaceptable, el tiempo que vivimos la hace todavía más culpable. A nadie le es lícito permanecer ocioso”. (Juan Pablo II, Chistifideles Laici, § 3)

Presencia de los católicos en la política

Si bien las tres tentaciones descriptas deben rechazarse con igual fuerza, nos interesa profundizar el análisis en la última -la fuga mundi-, pues es la que afecta a la mayoría de los fieles de buena voluntad, que ignoran la recta doctrina, o, lo que es más grave, no la aplican, pese a conocerla. Nunca como hoy la Iglesia ha insistido tanto en el deber cristiano de actuar en la vida social y política. Llama la atención la precisión y severidad con que Su Santidad advierte que: “...los fieles laicos de ningún modo pueden abdicar de la participación en la política.” (...) Las acusaciones de arribismo, de idolatría del poder, de egoísmo y corrupción que con frecuencia son dirigidas a los hombres del gobierno, del parlamento, de la clase dominante, del partido político, como también la difundida opinión de que la política sea un lugar de necesario peligro moral, no justifican en lo más mínimo ni la ausencia ni el escepticismo de los cristianos en relación con la cosa pública”. (Chistifedelis Laici,§ 42). ¿A qué se debe esa insistencia? La experiencia de los dos últimos siglos, con el fracaso de todas las ideologías, demuestra que sólo será posible un mundo mejor con una transformación de base religiosa. Pablo VI, en la Encíclica Populorum Progressio, reconoce que “ciertamente, el hombre puede organizar la tierra sin Dios, pero al fin y al cabo, sin Dios no puede menos que organizarla contra el hombre”.(§ 42)

La Iglesia ofrece su contribución a la humanización del mundo, en dos formas distintas y complementarias: la opción sociopolítica, propia de los laicos; la opción religiosa, propia de la comunidad eclesial, en la acción evangelizadora.

La política tiene una importancia determinante en la vida del hombre y de la sociedad, porque influyen sus decisiones en la existencia humana y afecta todos los ambientes. También influyen las opciones políticas en las generaciones futuras. Sin embargo, la política no lo es todo, y actúa en el terreno de lo relativo; sólo la fe ilumina la totalidad de la persona y de su vida. Por eso la coherencia entre fe y vida es fundamental; es obligación de los laicos dedicados a la política procurar que la promoción humana y la evangelización estén estrechamente vinculadas. Si los políticos actúan como cristianos, seguramente cambiará y mejorará la política. La Iglesia exhorta a los fieles a comprometerse en la política, porque estima el servicio social y político una de las formas más altas de testimonio y de caridad cristiana. (Constitución Gaudium et Spes § 75)). Los cristianos comprometidos en política tienen el deber y la posibilidad de alcanzar la perfección, no a pesar de su actividad temporal, sino gracias a ella.

Concepción correcta de la política y el poder

A diferencia de la Babel del relato bíblico, en la moderna babel es la confusión de ideas la que impide entenderse, aún usando las mismas palabras. En vez de la política como actividad subordinada a la ética, se alude a la política como un orden autónomo, a partir de Maquiavelo, y por eso crece el desprecio a esta actividad, juzgada como algo malo en sí mismo. Muchos católicos repiten el conocido lema de Lord Acton: “todo poder corrompe, el poder absoluto corrompe absolutamente”. Frase atractiva que expresa un falso concepto; reyes que gobernaron en épocas de monarquías no parlamentarias, fueron canonizados por la Iglesia (San Luis, Rey de Francia; San Esteban, Rey de Hungría). Pues el poder no es otra cosa que la facultad de mover la realidad. No es bueno ni malo; adquiere un sentido por la decisión de quien lo usa, no existe un poder que tenga de antemano un sentido. La intensidad en el uso del poder, no está relacionada con la legitimidad de su utilización. Es obvio que será necesariamente diferente la intensidad del poder que debe ejercer el director de una cárcel, que el aplicado por la superiora del convento. Lo determinante es el concepto que de la política y del poder, posea el gobernante respectivo. El Cardenal Ratzinger lo explica con referencia al proceso contra Jesús. La pregunta de Pilato: “¿Qué es la verdad?”, expresa según Kelsen, el escepticismo del político, puesto que Pilato no espera la respuesta, considerando, tácitamente, que la verdad es inalcanzable. “Como no sabe lo que es justo, confía el problema a la mayoría para que decida con su voto”. De este modo, acota Kelsen, Pilato actúa como un perfecto demócrata.
Pero el mismo pasaje evangélico ha merecido otra interpretación al exegeta Schlier. Jesús se somete al proceso, por la autoridad que representa Pilato, pero lo limita al decirle: “no tendrías poder sobre mí, si no te hubiese sido dado de lo alto”.

Debemos hacer una digresión para entender que la política no es el arte de lo posible. Podemos clasificar las acciones humanas en dos grandes categorías. Lo factible, se refiere al hacer del hombre, aquello que realiza y queda fuera de él. Este tipo de acciones se rigen por la virtud del arte. Por otra parte, tenemos lo agible, el obrar del hombre, aquello que realiza y queda en sí mismo. Este tipo de acciones se rigen por la virtud de la prudencia. Como la política no produce cosas exteriores, sino que actúa en el orden de la conducta, y su principal actividad es el mando, no cabe duda que pertenece a lo agible. Por lo tanto, la virtud que debe regirla es la prudencia. La definición, reformulada, es: actividad prudencial, que consiste en hacer posible lo necesario.

Tampoco, al hablar de política, la circunscribimos al ámbito del Estado moderno que, al decir de Bertrand de Jouvenel es un “monstruo concebido en el Renacimiento, parido por la Revolución, desarrollado en el napoleonismo, congestionado en el hitlerismo”. El sentido cristiano del Estado es aquel que actúa para mantener la convivencia humana en orden. Le compete al Estado la función de gobernar, entendiendo ésta, no como simple ejercicio del poder, sino como protección del derecho de los ciudadanos y garante del Bien Común. Dice Ratzinger[6] que no le compete al Estado “convertir el mundo en un paraíso y, además tampoco es capaz de hacerlo. Por eso, cuando lo intenta, se absolutiza y traspasa sus límites. Se comporta como si fuera Dios...” Compara, al respecto, el cardenal citado, dos textos bíblicos: Rom 13, 1-7 y Ap 13. La Epístola a los Romanos describe la forma correcta del Estado; San Pablo se refiere al Estado como agente fiduciario del orden que ayuda al hombre a vivir comunitariamente. Es un deber moral obedecer al Estado que actúa de ese modo. En cambio, el Apocalipsis trata del Estado que actúa como Dios y, al hacerlo, destruye al hombre y carece del derecho a exigir obediencia. Agrega Ratzinger que resulta llamativo que tanto el nacionalsocialismo como el marxismo desconfiaran del Estado, “declararan esclavitud el vínculo del derecho y pretendieran poner en su lugar algo más alto: la llamada voluntad del pueblo o la sociedad sin clases”.

Actitud frente a la política

No querer arriesgarse con los conflictos de la polis, es una actitud burguesa, no cristiana, que recuerda la pregunta de Caín: ¿acaso soy yo el guardián de mi hermano?. Cuando los gentiles acusaban a los primeros cristianos de desinterés, Tertuliano respondía: “¿Nosotros inútiles? ¿Nosotros ociosos? No podéis decirlo de quienes comen y visten y se mantienen como vosotros y entre vosotros. No somos brahmanes o fakires, que vivamos en la selva, lejos de la vida social” (Apologeticon, 42). Por su parte, San Agustín agrega: “los que dicen que la doctrina de Cristo es contraria al bien del Estado, que nos den un ejército de soldados tales como los hace la doctrina de Cristo, que nos den tales gobernantes de provincias, tales maridos, tales esposas, tales padres, tales hijos, tales patronos, tales obreros, tales reyes y jueces, tales contribuyentes y exactores del fisco, cuales los quiere la doctrina cristiana”.

León XIII, en la Encíclica Inmortale Dei, señalaba que no es lícito cruzase de brazos ante las contiendas políticas. Y Pío XII (24/12/48) afirmaba que: “un cristiano convencido no puede encerrarse en un cómodo y egoísta aislacionismo cuando es testigo de las necesidades y miserias de sus hermanos”. También es incorrecto consolarnos con la posible intervención divina en los asuntos temporales. Que el infierno no prevalecerá contra la Iglesia está garantizado en el Evangelio, pero en ninguno de sus pasajes figura que la Argentina no desaparecerá en el siglo XXI. Limitarse a confiar en un futuro mejor, es confundir la virtud teologal de la esperanza, con un optimismo suicida. De allí la enseñanza de San Ignacio: hay que confiar en los medios divinos como si no existieran los humanos; y usar éstos como si no contásemos con los primeros.

Sobre la justificación de la Política podemos mencionar dos fundamentos:
a) Moral: si la jerarquía de las ciencias está relacionada con la perfección del objeto, tiene razón Santo Tomás en que la Política es la principal de todas las ciencias prácticas y la que las dirige a todas, en cuanto considera el fin perfecto y último de las cosas humanas.
b) Teológico: La política es una forma privilegiada de apostolado, porque, como enseñaba Pío XI: “cuando más vasto e importante es el campo en el cual se puede trabajar, tanto más imperioso es el deber. Tal es, pues, el dominio de la política que mira los intereses de la sociedad entera, y que bajo este aspecto es el campo de la más vasta caridad, de la caridad política, de la que podemos decir que ninguna otra le supera, salvo la de la religión”.

León XIII, en la Encíclica Inmortale Dei advierte: “no querer tomar parte alguna en la vida pública sería tan reprensible como no querer prestar ayuda alguna al Bien Común” (§ 22). El mismo Papa, en la Encíclica Libertas, añade que: “ es bueno participar en política, a menos que en algunos lugares por especiales circunstancias de tiempo y situación se imponga otra conducta. Más todavía, la Iglesia aprueba la colaboración personal de todos con su trabajo al bien común y que cada uno en la medida de sus fuerzas procure la defensa, la conservación y la prosperidad del Estado” (§ 33).

Desde la filosofía, reflexionaba Ortega que el hombre que sólo se ocupa de la política y todo lo ve políticamente, es un majadero, pero el hombre que no se ocupa de la política, es un hombre inmoral. Es que la vida pública y la privada son interdependientes; si la primera se corrompe, la segunda no puede alcanzar sus fines. Por ello, los hombres se organizan en torno a instituciones, que pueden favorecer su perfección personal o perjudicarla. Las estructuras son parte integrante de la polis. A tal punto que, según Santo Tomás, hay que decir que la ciudad es la misma mirando a la organización política, de modo que si ésta cambia, aunque permanezcan el mismo lugar y los mismos hombres, no es la misma ciudad.

CRISTIANISMO Y PATRIOTISMO

En un nuevo aniversario de la batalla de la Vuelta de Obligado (20-11-1845), que en la Argentina se conmemora como símbolo de la Soberanía Nacional, nos parece oportuno dedicar este Boletín a analizar la relación entre cristianismo y patriotismo. Nos limitaremos a recordar conceptos aprendidos de uno de nuestros maestros, el P. Alberto Ezcurra, difundidos en sus Sermones Patrióticos .
Pensar en la patria es un deber, que nos corresponde como argentinos y también como católicos. Es parte del mandamiento que nos manda amar a nuestro prójimo. Y, entre el prójimo, tenemos que querer con mayor predilección a aquellos que están más próximos. Es decir, a aquellos que están unidos a nosotros por lazos de sangre, de lengua, de religión, de cultura, de tradición, de historia.
Y es un deber, también como hijos: el mismo cuarto Mandamiento que nos manda amar a nuestros padres, nos manda también amar a nuestra patria, porque de los padres y de la patria recibimos la vida. Y como estamos obligados a amar a nuestros padres, tenemos que amar también a nuestra patria.
Se podría decir que alguien que no quiera a su familia, que no se preocupe por ella, no es un buen católico. Exactamente lo mismo podemos expresar de quien se dice católico, pero no es capaz de querer esta tierra en la que Dios lo hizo nacer. A este rincón del planeta que se llama Argentina. Porque no nacimos aquí por casualidad, sino que fue la Providencia quien quiso que viniéramos a la vida en este lugar y en este momento histórico.

Ese deber de los católicos para con la patria, es algo que nos enseña toda la historia de la Iglesia, y el magisterio pontificio. El Papa León XIII, el gran pontífice de la Rerum Novarum, documento donde manifestó su preocupación por los trabajadores, amaba también a la patria y nos enseña a quererla. Dice que: “el amor sobrenatural de la Iglesia y el amor natural a la patria, son dos amores que proceden de un mismo principio eterno, porque la Causa y el Autor de la Iglesia y de la Patria es el mismo Dios. De lo cual se sigue que no puede darse contradicción entre estas dos obligaciones.”

Por su parte, el Papa San Pío X, manifestó a un grupo de peregrinos en Roma: “Sí, es digna no sólo de amor sino de predilección la Patria, cuyo nombre sagrado despierta en nuestro espíritu los más queridos recuerdos y hace estremecerse todas las fibras de nuestra alma”. “Si el catolicismo fuera enemigo de la Patria, no sería una religión divina.”

Cuando Juan Pablo II visitó la Argentina, en un momento difícil, les dijo a los Obispos: “La universalidad, dimensión esencial en el pueblo de Dios, no se opone al patriotismo ni entra en conflicto con él. Al contrario, lo integra, reforzando en el mismo los valores que tiene, sobre todo el amor a la propia Patria, llevado si es necesario hasta el sacrificio.”
El sacrificio de quienes entregaron su vida por la patria, nos obliga moralmente a recordarlos y no olvidar nunca a quienes nos precedieron. Pues la Argentina tiene un pasado; tiene una historia particular. Nosotros recibimos la cultura que venía de Grecia y de Roma, a través de España, y, junto con ella, el cristianismo. La fidelidad a esos valores estaba presente en los hombres que nos legaron la patria. Incluso cuando fue necesario proclamar la independencia de España, no se hizo como ruptura con ese pasado, con aquella tradición recibida. Y, especialmente, no se renegó de la tradición cristiana.

La herencia que recibimos implica una responsabilidad. No podemos ignorar que la Argentina contemporánea se ha desviado de la ruta que le señala su tradición. Debemos reconocer que está gravemente enferma; y su dolencia es, principalmente, espiritual. Nuestra patria nació cristiana; los próceres se preocuparon de darle, no solamente un cuerpo, es decir un territorio, sino que quisieron darle también un alma y un alma cristiana. Eso es algo que no podemos olvidar, es algo de lo que no podemos renegar, sin traicionar el sueño de nuestros ancestros.
Quien es considerado, con justicia, el Padre de la Patria, San Martín, fue combatido y obligado al exilio por aquellos que no aceptaban que el alma de la patria fuese cristiana. Que renegaban de la tradición hispánica, pues preferían los postulados masónicos de la Revolución Francesa. Aún desde Europa, San Martín continuó hasta su muerte preocupándose por el cuerpo y el alma de la Argentina.

La importancia de conocer la historia nacional, fue destacada por el actual pontífice, siendo todavía Arzobispo de Cracovia: “No nos desarraiguemos de nuestro pasado, no dejemos que éste nos sea arrancado del alma, es éste el contenido de nuestra identidad de hoy.” “No puede construirse el futuro más que sobre este fundamento.” Es que la patria es la tierra de los padres. No es solamente un concepto geográfico; incluye un patrimonio cultural y una historia. Los argentinos que vivimos hoy en esta patria, la recibimos como herencia del pasado y debemos transmitirla a las generaciones futuras. Es algo que tenemos en custodia, no nos pertenece. No la podemos vender, ni mucho menos regalar.
Nunca es más grande y fuerte un pueblo que cuando hunde sus raíces en el pasado. Cuando recuerda y honra a sus antepasados. Por eso, debemos mirar hacia ese pasado y recordar el ejemplo de los héroes nacionales, para pensar después en el presente; para pensar en el presente sin desanimarnos, a pesar de todo. Para que, aunque parezcamos una patria y un pueblo de vencidos, no seamos vencidos en nuestra alma, no seamos vencidos en nuestro espíritu, en nuestra manera de pensar, en nuestro compromiso de argentinos y de cristianos.
Frente a la decadencia actual de la Argentina, la peor tentación, mucho peor que la derrota exterior, es la tentación de la derrota interior. La tentación del desaliento, la tentación de la desesperación, la tentación de pensar que no hay nada que hacer. La tentación de rendirnos; la de olvidarnos lo que nos enseñaba el P. Castellani: de que la pelea vale la pena pelearla, y de que Dios no nos exige que venzamos, porque a vences el triunfo no depende de nosotros, pero Dios sí nos exige que no seamos vencidos.


Conclusiones

Todo lo expuesto, podemos sintetizarlo en la opinión de quien fue elegido por el Papa Juan Pablo II como Patrono de los Gobernantes y Políticos: Santo Tomás Moro. En efecto, además de su testimonio que demuestra que se puede actuar en política sin perder el alma, nos dejó su reflexiones, que sirven como guía para la aplicación de la prudencia política.

“Si no conseguís todo el bien que os proponéis, vuestros esfuerzos disminuirán al menos la intensidad del mal”.
“La imposibilidad de suprimir en seguida prácticas inmorales y corregir defectos inveterados no vale como razón para renunciar a la función pública. El piloto no abandona su nave en la tempestad porque no puede dominar los vientos”.











[1] Sorge, Bartolmeo: “La Propuesta Social de la Iglesia”; Madrid, BAC, 1999, págs. 94-96.
[2] Op.cit., págs. 185-186
[3] Ratzinger, Joseph: “Verdad, Valores, Poder”, Madrid, Rialp, 1998, págs. 87-89
[4] Palacios, Leopoldo-Eulogio: “La Prudencia Política”, Madrid, Gredos, 1978
[5] cit.por Ayuso Torres, Miguel: “La Política Como Deber: Sentido y Misión de la Caridad Política”, pág.354, EN: AAVV: “Los Católicos y la Acción Política”, Madrid, Speiro, 1982
[6] Ratzinger, Joseph: op.cit., pág 90
[7] op.cit., pág 91
[8] cit. por Ayuso Torres, op. cit., pág. 361
[9] Comentario a la Política de Aristóteles, prólogo.
[10] Pío XI: Discurso , 1927
[11] III Politicorum, lec.2, nº 364
[12] Moro, Tomás: “Utopía”, Libro Primero.
[i] Exposición en la Jornada “Familia Católica y los desafíos actuales”, organizada por el Encuentro de Laicos, y realizada en la Parroquia Santísima Trinidad, de la ciudad de Córdoba, el l8-l0-03.
[ii] Cfr. Ratzinger, Joseph. “Verdad, valores, poder”; Rialp, l998.
[iii] op. cit., pgs. 84/92.


Análisis de la Guerra de Malvinas

Invitado por la Agrupación Universitaria P. Castellani, se realizó una conferencia sobre Malvinas, en el Centro Apostólico Santo Domingo, el día 1 de abril de 2010.

martes, 20 de abril de 2010

La montaña parió un ratón


La expresión citada en el título se usa cuando se crean grandes expectativas sobre un acontecimiento y se obtienen magros resultados. Por eso cabe recordarla cuando se acaba de conocer el fallo de la Corte internacional de Justicia de La Haya (CIJ), por el caso Botnia, planteado por la Argentina contra Uruguay.
La Corte decidió hoy que Uruguay incumplió disposiciones internacionales al autorizar la instalación de las pasteras Botnia y ENCE (desactivada) y de un puerto en la ciudad de Fray Bentos. Para la CIJ, era "indispensable" que Montevideo diera cuenta a Buenos Aires y a la Comisión del Río Uruguay. de la autorización para que Botnia comenzara a funcionar, y, al no hacerlo, "no respetó el artículo 7 del Estatuto de 1975", que imponía esa obligación. Pese a ello, la Corte considera suficiente reparación la propia sentencia, es decir, una condena moral; de allí, la expresión utilizada.

La Corte dividió el fallo en tres partes:
-Por 13 votos a 1 consideró que Uruguay "incumplió obligaciones procesales";
-por 11 a 3 que "no hubo incumplimiento de obligaciones de fondo";
-por unanimidad, desestimó el resto de los reclamos centrados en la contaminación que, según la denuncia argentina, provocó la puesta en marcha de Botnia.

Contaminación

El juez Tomka, a cargo de la lectura del fallo, sostuvo que La Haya "no ve nada que pueda sustentar las demandas" de la Argentina en materia de contaminación visual y ambiental.

El mismo criterio aplicó respecto de los malos olores que, según la presentación argentina, produjó la puesta en marcha de la pastera finlandesa. "Ningún artículo del estatuto de 1975 aborda los malos olores que alega la Argentina. Por estas razones, la demanda relativa a los malos olores y a su impacto sobre el turismo argentino no es de competencia de esta Corte", plantea la sentencia.
Sobre este punto dijo además no contar con pruebas respecto de que la pastera utilice procesos contaminantes. "La Corte desestima, en base a la documentación presentada, que la tecnología utilizada por la pastera no cumpla con la utilización de las mejores técnicas para el tratamiento de efluentes", se señala en el fallo.

También en alusión a la supuesta contaminación ambiental indicó: "No hay relación directa entre el uso de Uruguay del suelo y de los cambios que se han producido en las aguas que la Argentina atribuye a las plantas de celulosa. No se puede atribuir a Uruguay el cambio de las aguas". Y añadió: "No hay elementos suficientes para decir que Uruguay violó sus obligaciones con respecto a la protección de la fauna y la flora".

No obstante, el tribunal ordenó a los gobiernos argentino y uruguayo realizar un monitoreo conjunto para medir el impacto ambiental de la producción de pasta de celulosa que Botnia realiza desde noviembre de 2009. "La Corte coloca a las partes bajo la condición de cooperar a fin de asegurar la cooperación en ese sentido", dice la sentencia.

Hacia el final, la Corte se detuvo en si correspondía o no ordenar el desmantelamiento de Botnia. "No hay motivos para ordenar el cese. Ordenar el desmantelamiento de la planta no sería adecuado", sentenciaron los jueces.
El veredicto de la CIJ es inapelable y vinculante, es decir, debe ser acatado por ambas países, sin recurso posible.

De esta manera, termina un conflicto internacional generado por nuestro país, sin ninguna justificación que no sea someterse el gobierno nacional a las presiones de los grupos ecologistas que batieron el parche de una contaminación que podría provocar daños enormes, y arrastraron a la población de la ciudad de Gualeguaychú a una actitud de fanatismo irracional. Tres años lleva cortado el puente internacional que une la provincia de Entre Ríos con la ciudad uruguaya de Fray Bentos, en clara violación de normas constitucionales y legales.

Era previsible desde el comienzo cuál sería la sentencia de la Corte, así como la falta de fundamentos para alegar contaminación. Sobre esto publicamos en Bitácorapi dos artículos (21-11-06 y 30-1-07), a los cuales remitimos a quien desee conocer los detalles técnicos del problema (1). Ahora sólo resta, como lo ha señalado el ex presidente uruguayo, Tabaré Vázquez, que ambos países cumplan con lo dispuesto en el fallo, y reanuden las tradicionales relaciones de amistad entre ambos pueblos, dañadas por la increíble torpeza de un gobierno autoritario que no respeta nada ni a nadie.

Córdoba, 20-4-10

(Fuentes: La Nación, y Página 12, 20-4-10)

1)
www.mario-meneghini.blogspot.com/search/label/Ecolog%C3%ADa