El Dr. Terragno acaba de publicar un artículo dedicado
a mostrar como modelo imitar a Singapur (1). Se concentra el autor en el
sistema educativo del citado país, destacando que “los chicos de Singapur son,
en el mundo, primeros en matemáticas y primeros en ciencias”. Lamenta asimismo
el estado deplorable de la educación argentina, situación indiscutible, e inconcebible
para un país como el nuestro donde se había logrado un nivel de excelencia que
se mantuvo durante casi un siglo.
Lo que nos interesa resaltar es que, sin negar la
importancia de las matemáticas y de las ciencias, la educación, como lo
reconoce el mismo autor “es un abanico que comprende desde las ciencias
sociales hasta las artes. También la moral y los derechos humanos”.
Por lo
tanto, hacer hincapié en el modelo de Singapur no nos parece apropiado.
Repasemos algunos datos concretos sobre dicha República:
* Sólo el 61 % de los habitantes son ciudadanos; el 39
% extranjeros.
* Los habitantes practican diversas religiones: budistas,
taoistas, musulmanes y cristianos.
* Existen cuatro idiomas oficiales: inglés, malayo,
mandarín, tamil.
* Los tres parámetros anteriores permiten deducir que
es un país sin identidad nacional, ni una cultura homogénea.
* La educación primaria es obligatoria, en escuelas
estatales, a su vez administradas por el Partido Acción del Pueblo
(oficialista).
*El régimen político es considerado autoritario, por
la limitación de las libertades civiles y de expresión, y la frecuente
violación de derechos humanos.
* Desde hace 59 años, gobierna el mismo partido; Lee
Kuan Yeu, gobernó hasta su muerte, entre 1959 y 2005 (46 años), ahora lo sucede
el hijo, Lee Hsien Loong.
En resumen, pese a la calidad alcanzada en la
enseñanza de algunas asignaturas, y el alto producto bruto per cápita de que
goza la población, consideramos que no constituye Singapur un país que pueda
tomarse como modelo, ni siquiera en lo atinente a la educación.
(1) “¿Por qué mirar hacia Singapur?”; Clarín, 8-7-2018.