viernes, 13 de octubre de 2017

PROYECTO NACIONAL: CONCEPTO Y DISEÑO



 1. Introducción

   Desde hace varias décadas se menciona frecuentemente el tema del proyecto nacional, aludido como un elemento imprescindible para superar la crisis argentina, y se alega que la carencia del mismo es uno de los factores de dicha crisis. Sin embargo, son escasas las propuestas  realizadas en orden a la elaboración de un proyecto concreto. Es posible que haya algunos trabajos que no conozcamos, pero los que han trascendido, son únicamente los once que detallamos en el Anexo.
Ahora bien, lo más grave; que ni siquiera desde la sociedad -academias, universidades, colegios profesionales, partidos políticos, etcétera- haya habido interés en el estudio del tema que nos ocupa. La situación descripta explica la confusión conceptual en que se incurre al abordar la cuestión del proyecto nacional. Por eso, nos interesa tratar de desbrozar los aspectos de fondo que implica encarar la elaboración de un proyecto.

 Podemos definir la expresión proyecto nacional como un esquema concreto y coherente de valores, fines, políticas públicas y distribución de responsabilidades, conocido y consentido por la mayoría de la población de una sociedad. Si analizamos los antecedentes argentinos, comprobamos que existen notables coincidencias en todos los documentos citados; en especial, en los dos que fueron impulsados desde el Estado. En efecto, tanto el  generado desde el Ministerio de Planeamiento (l977), como el que fuera leído por el Presidente Perón ante la Asamblea Legislativa, tres años antes, parten de una cosmovisión  similar. Aluden a una cultura "cuyos valores fundamentales reconocen como fuente el acervo religioso y moral del Cristianismo, el saber filosófico de la Grecia clásica y la tradición político-jurídica de la antigua Roma".

   Los principios básicos sostienen que:
    -El hombre es una persona, creada por Dios, dotada de cuerpo y alma, y poseedora de un destino trascendente.

    -El hombre no se basta a sí mismo, sino que necesita de la sociedad. Esta es una pluralidad de personas unidas moralmente de manera estable para la consecución de un bien común. La sociedad humana es una sociedad de sociedades.

    -La primera de esas sociedades naturales es la familia. Su constitución y su desarrollo responden -como los derechos humanos- a leyes naturales anteriores a toda organización social.

    -Más allá de la familia, las necesidades, intereses y aspiraciones de tipo económico, social, cultural o religioso impulsan al hombre a agruparse en sociedades intermedias, con el fin de defender y promover bienes comunes particulares.

    -La historia y la geografía crean, sobre la base de las familias asentadas en un territorio, una comunidad étnica y ética, la Nación, fundada en la lengua, la historia, la cultura, las costumbres y las aspiraciones comunes. Es una comunidad de destino en lo universal.

    -Sin confundirse con la Nación, la sociedad,  territorialmente delimitada, crea un órgano especializado en el mando que es el Estado, destinado a regir dicha sociedad.

 2. El proyecto de la generación del ochenta

   No podemos dejar de señalar una contradicción notoria, en que incurren algunos de esos trabajos cuando, al par de sostener los principios detallados, se manifiesta que el único proyecto nacional que tuvo la Argentina fue el de la generación de l880.
En primer lugar, el supuesto "agotamiento" de dicho proyecto no fue otra cosa que la cronológica verificación de una política errónea, que podríamos analogar con lo ocurrido en la última década con la "convertibilidad". Nadie puede negar que se lograron progresos materiales, "pero no hacer de la Argentina una gran nación. Y no porque sus planes fracasaron, sino porque sus propósitos no apuntaban tanto a la grandeza política como a la perfección sociológica e institucional". No faltaron sin embargo advertencias de lo que ocurriría, como la de Vicente Fidel López, que escribió en la Revista del Río de la Plata: "Somos dependientes del comercio extranjero y de las comisiones que lo agilitan: nuestra producción, es decir nuestra materia prima, que es lo único que la constituye, depende necesariamente de la demanda de los mercados extranjeros. Ellos nos fijan la línea a que puede llegar. Ellos nos tienen bajo su tutela despótica".

   Pero, además, y esto es mucho más grave, los fundamentos ideológicos de la generación del 80 son opuestos a los principios antes expuestos, e impulsaron un intento deliberado de reemplazo de nuestra raíz cultural cristiana por otra basada en el positivismo y el utilitarismo. En efecto, se sancionaron, entre otras, leyes de registro civil, de matrimonio y de educación laica. Esta última -Nº 1420-, provocó la oposición del Nuncio Apostólico, Mons. Matera,  que fue expulsado del país por el gobierno de Roca.

3. Análisis teórico

   Hecha esta introducción, debemos profundizar en cuestiones teóricas, bastante áridas, para determinar si es posible, estrictamente hablando, elaborar un proyecto nacional como anticipación del futuro, y que no sea, por lo tanto, una simple utopía.

   Debemos plantearnos este interrogante sobre la posibilidad misma de planificar, antes de iniciar la primera etapa que es la confección del modelo. Se trata, entonces, como suelen decir los juristas, de una cuestión de previo y especial pronunciamiento, analizar la factibilidad de anticipar el futuro, que se nos presenta como esperanza, como temor o como incógnita.
   La primera afirmación sobre el futuro es negar que se identifique con la nada;  algo, para ser, basta con que posea capacidad de existir -aunque no exista actualmente.

En cada circunstancia, son muchos los futuros posibles -futuribles- existen algunos pocos probables -futurables. El riesgo de elegir el escenario que tenga más chance de concretarse y resultar conveniente, depende, especialmente, del procedimiento utilizado.

Como afirma Bertrand de Jouvenel: sobre el mañana, sólo se puede conjeturar y nunca alcanzar certeza. Por eso en el planeamiento interviene, además de la razón, la voluntad humana que trata de alcanzar lo que considera deseable.

4. Los riesgos de predecir
Es necesario evitar la tentación de hacer futurología, aplicando métodos cuantitativos a los aspectos cualitativos de la vida social, como si se pudiera adivinar el porvenir mediante la computación; considerando el futuro como una etapa aún no concretada de una evolución inevitable. De allí que algunos soñaran, por ejemplo, con la paz perpetua, o un imperio milenario, o la sociedad sin clases.

Evitaremos el intento de hacer futurología y su consecuencia más dañina, la ingeniería social, si reconocemos que la sociedad no es una cosa susceptible de manipular, ni el porvenir un destino asequible por medio de los dudosos oráculos de una nueva ciencia ficción. La realidad y la historia desmienten el determinismo y confirman la libertad como facultad propia del hombre.


5. El planeamiento

   Conociendo ya las limitaciones del conocimiento humano, y evitados los riesgos de la voluntad desbocada, resulta posible encauzar la acción sistemática mediante el planeamiento. En primer lugar, aunque dispongamos de la mejor información y el sistema más sofisticado para procesarla, siempre  tendremos que elegir entre opciones posibles. En segundo término, los instrumentos técnicos pueden facilitar dichas decisiones, pero no reemplazar la virtud de la prudencia. De allí las limitaciones de la tecnocracia, puesto que el gobernante siempre tiende a ejercer su derecho a la conducción,  y los gobernantes a reclamar su derecho a la participación en las decisiones políticas.

   Santo Tomás enseña que, por imprevisible que sea la conducta humana nada es tan contingente que no tenga en sí alguna parte de necesidad. De manera que no sólo es posible sino muy útil al bien común la planificación. Pero siempre, que los planes cuenten con el apoyo de sus protagonistas, quienes deben participar en su elaboración, ejecución y modificación.

  6. Hacia un proyecto nacional argentino

   Habiendo desbrozado el camino de las dudas teóricas, podemos retomar la exposición sobre la forma de determinar un proyecto nacional argentino. Los antecedentes existentes, especialmente los dos surgidos desde el ámbito oficial, son precedentes valiosos, como asimismo, las denominadas "Políticas Nacionales", aprobadas en 1970, por Decreto Nº 46 de ese año. No obstante al haber transcurrido más de cuatro décadas y haber variado el contexto, es imprescindible una actualización y, sobre todo, hacerlos operativos, puesto que nunca tuvieron incidencia en la realidad.

   En otra aclaración conceptual, debemos acotar que lo que denominamos proyecto nacional, equivale a un plan de largo plazo (entre 30 y 100 años) donde se especifiquen los criterios y pautas sobre la manera de procurar el desarrollo de un país. Es, en realidad, un modelo, que contiene una cosmovisión o concepción doctrinaria, y un conjunto de hipótesis -futurables- sobre lo que puede y conviene ser realizado para lograr el tipo de desarrollo elegido.

   En todo proceso de planeamiento, la elaboración de un modelo, surge de la primera etapa que es la confección del diagnóstico, y que contiene premisas y restricciones. Sobre la base del diagnóstico, serán fijados los objetivos, diseñadas las políticas y estrategias, y recién entonces podrá iniciarse la programación concreta de acciones a ejecutar. Así descripto el proceso, fue el Consejo Nacional de Postguerra, creado en agosto de 1944, el primer antecedente de un organismo argentino dedicado a la planificación. Dos años después, la Secretaría Técnica de la Presidencia, que había asumido las funciones del Consejo citado, presentó el Primer Plan Quinquenal, y, con mayor o menor énfasis, se utilizó el planeamiento hasta 1970, fecha en que dejó de funcionar el Estado argentino.

   El cese del Estado, fue concomitante con la aprobación del Plan Trienal 1974/77, y la presentación pública del Modelo Argentino, por parte del General Perón, el 1-5-1974. En agosto de 1973, en un mensaje a los Gobernadores, Perón explicaba que la crisis argentina comenzó "por lo más grave que puede producirse: la destrucción del hombre; ha seguido por lo más grave que puede haber después de eso, que es la destrucción del Estado." El llamado Plan Trienal, que en realidad comprendía cuatro años, fue elaborado en poco más de dos meses, y no era más que un conjunto de programas sin consistencia. Perón no se privó de señalar: "He quedado en cierta medida admirado de que ustedes hayan podido elaborar un plan que a nosotros nos costó dos años de trabajo, y la tarea de 300 o 400 personas que actuaron en el Consejo Nacional de Postguerra...". Tres días antes, hablando en la CGT, había afirmado: "Pero en seis meses no hay plan que se pueda concebir ni realizar...".

  7. Acerca del Estado

No existe soberanía, pues no existe el Estado

Desde hace un tiempo se ha extendido la preocupación por la supuesta pérdida o disminución de la soberanía de los Estados nacionales. Se parte de un error conceptual, pues la soberanía no es otra cosa que la cualidad del poder estatal que consiste en ser supremo en un territorio determinado y no depender de otra normatividad superior. No es susceptible de grados; existe o no. Por lo tanto, carece de sentido mencionar la “disminución” de soberanía de los Estados contemporáneos. Lo que puede disminuir o incrementarse es el poder propiamente dicho, es decir, la capacidad efectiva de hacer cosas, de resolver problemas e influir en la realidad. Entonces, lo que nos debe interesar es si existe el Estado argentino, pues, si no es así, obviamente resulta superfluo pretender “defender” o “recuperar” la soberanía.

El Dr. Marcelo Sánchez Sorondo ha estudiado el tema, y conviene conocer su argumentación. Sostiene este autor, que todo Estado incluye un gobierno, pero no todo gobierno implica que existe un Estado. El Estado es una entidad jurídico-política, que surge recién en una etapa de la civilización, como complejo de organismos, al servicio del bien común. Supone una delimitación explícita del poder discrecional; si un  gobernante puede afirmar “el Estado soy yo”, queda demostrada la inexistencia de un Estado. Pues la hipertrofia del poder personal, sin frenos, es un síntoma de la ausencia de un Estado.

En toda institución -y el Estado es la de mayor envergadura en un territorio determinado-, el dirigente se subordina a la finalidad perseguida y a las normas establecidas. “No hay Estado si el contexto político y el orden jurídico que lo encuadran son una ficción y por momentos una superchería. Cuando el poder no se emplaza en la órbita de las instituciones sino que se adscribe a una tipología grupal o meramente personal, entonces no se alcanza ese nivel de civilización política que implica la existencia en plenitud, la plenipotencia del Estado” . El gobierno no encuadrado en un Estado, es errático y caprichoso; sirve únicamente para el enriquecimiento e influencia individual de los gobernantes, que no pueden lograr el funcionamiento eficaz de la estructura gubernamental. De allí la paradoja de culpar al Estado de todos los problemas, cuando el origen de los problemas es la ausencia del Estado.

En síntesis, la Argentina no tiene Estado, sólo gobiernos. Pero, para intentar demostrar esta tesis, es necesario profundizar en las notas características que distinguen a un Estado contemporáneo, más allá de las formalidades constitucionales y del tipo de gobierno establecido. Para ello, utilizaremos el esquema del Profesor de Mahieu quien define al Estado como el órgano de síntesis, previsión y mando, de una  sociedad territorialmente delimitada, que procura el bien común. Es decir, que sólo puede calificarse de Estado, aquel que cumple las tres funciones básicas señaladas.

1. La función de síntesis. La unidad social es el resultado de la interacción de las diversas fuerzas sociales constitutivas, síntesis en constante elaboración por los cambios que se producen en los grupos y en el entorno. La superación de los antagonismos internos no surge espontáneamente; es el resultado de un esfuerzo consciente por afianzar la solidaridad sinérgica a cargo del Estado. A semejanza del director de orquesta, es el Estado el que logra crear “una melodía social unitaria y armoniosa”. El poder estatal tendrá legitimidad en la medida en que cumpla dicha función, garantizando la concordia política.

2. La función de planeamiento. El Estado centraliza la información que le llega de los grupos sociales; recopila sus problemas, necesidades y demandas. Los datos son procesados y extrapolados en función de los fines comunes, fijados en la Constitución Nacional y en otros documentos, que señalan los objetivos políticos y los valores que identifican a un pueblo. Con mayor o menor intensidad, según el modelo gubernamental elegido, es en el marco del Estado donde debe realizarse el planeamiento global que establezca las metas y las prioridades en el proceso de desarrollo integral de la sociedad, en procura del Bien Común. Por cierto que, en una concepción jusnaturalista, el planeamiento estatal sólo será vinculante para el propio Estado, y meramente indicativo para el sector privado. La autoridad pública no debe realizar ni decidir por sí misma “lo que puedan hacer y procurar las comunidades menores e inferiores”, en palabras de Pío XI. Pero, debido a la complejidad de los problemas modernos, el principio de subsidiariedad resulta insuficiente para resolverlos sin la orientación del Estado, que mediante el planeamiento se dedique a “animar, estimular, coordinar, suplir e integrar la acción de los individuos y de los cuerpos intermedios”.

3. La función de conducción. La esencia de la misión del Estado es el ejercicio de la autoridad pública. La facultad de tomar decisiones definitivas e inapelables, está sustentada en el monopolio del uso de la fuerza, y se condensa en el concepto de soberanía. El gobernante posee una potestad suprema, en su orden, pero no indeterminada ni absoluta. El poder se justifica en razón del fin para el que está establecido y se define por este fin: el Bien Común temporal.

Si un Estado no posee, en acto, estas tres funciones, ha dejado de existir como tal o ha efectuado una transferencia de poder en beneficio de organismos supraestatales, o de actores privados, o de otro Estado; esta es, precisamente, la situación argentina.
Como hipótesis, nos animamos a decir que el Estado argentino dejó de funcionar como tal a partir de junio de 1970, con la caída del Gral. Onganía. Aplicando, sintéticamente, el esquema teórico expuesto, podemos advertir que en  la fecha indicada resultaron afectadas las tres funciones básicas:

Síntesis: a fines de la década del 60 comienzan enfrentamientos y disturbios sociales graves, que culminan en una guerra civil. En mayo de 1969 se produce el Cordobazo, y un año más tarde, el secuestro y asesinato del Gral. Aramburu. Del presente, baste citar: 900.000 jóvenes que no estudian ni trabajan; 11 millones de pobres y 2,5 millones de indigentes; promedio de condenas por delitos cometidos en la última década, 3,2%.

Planeamiento: En 1966 se aprobó el Sistema Nacional de Planeamiento, que demostró su eficacia al fijar, por primera vez en el país, las Políticas  Nacionales (Decreto 46/70). Desde el 8 de junio de 1970, con el desplazamiento de Onganía, dejó de aplicarse el planeamiento como instrumento de gobierno, hasta el presente.

Conducción: Al aceptarse la renuncia del Gral. Onganía, el 8 de junio de 1970 asume el poder político la Junta de Comandantes en Jefe. El Proceso de Reorganización Nacional formalizó a la Junta Militar como órgano supremo, con lo que, durante 7 años la jefatura del Estado dejó de ser individual y se convirtió en triunvirato. De estos antecedentes, en que el poder ejecutivo, pese a tratarse de gobiernos de facto, no estaba centralizado  -lo que explica muchas de las situaciones vividas en esos años-, se pasó a una creciente personalización del poder.
El anterior gobierno nacional, ha debilitado todas las instituciones, impedido el federalismo, y exacerbado la concentración del poder en una sóla persona.

En conclusión, si es correcto el análisis, la prioridad absoluta consiste en restaurar el Estado, y procurar que actúe eficazmente al servicio del bien común. Ello no ocurrirá como consecuencia necesaria de elaborar un buen diagnóstico. Por eso, decía Don Ricardo Curutchet: “No basta con denunciar que se pierde la Argentina, es necesario actuar para contribuir a salvarla”.
Es insensato confiar en que, precisamente en el momento más difícil de la historia nacional, podrá producirse espontáneamente un cambio positivo. Sólo podrá lograrse si un número suficiente de argentinos con vocación patriótica, se decide a actuar en la vida pública buscando la manera efectiva de influir en ella.
Un dirigente político no puede limitarse a exponer los principios de un orden  social abstracto. La doctrina tiene que estar encarnada en hombres que cuenten con el apoyo de muchos, formando una corriente de opinión favorable a la aplicación de la doctrina. Debe encararse con seriedad la preparación de un Proyecto Nacional y la constitución de equipos aptos para aplicarlo.


   Es obvio que si no funciona el Estado, es imposible que se cumpla una función tan compleja como es el planeamiento, que exige el trabajo interdisciplinario de un equipo de especialistas. Por eso, estimamos que hoy la tarea prioritaria consiste en el esclarecimiento conceptual, pues en el mismo campo nacional han proliferado ideas que provienen de otras ideologías y han contribuido a la confusión y a dificultar la búsqueda de soluciones. Por ejemplo, se identifican frecuentemente los conceptos de nación y estado, y se repite la definición liberal de estado: nación jurídicamente organizada. En realidad, al ser la nación una realidad cultural, no puede nunca organizarse, ni modificarse sus componentes, por una decisión voluntarista; surge y se perfecciona espontáneamente, a lo largo de siglos de vida en común. Lo que sí puede organizarse es la sociedad, entendida como conjunto de personas y grupos que conviven en un territorio determinado. Precisamente, el Estado es el órgano de síntesis, planeamiento y conducción de una sociedad determinada, destinado a lograr el bien común.

   El ejercicio de las tres funciones señaladas en la definición, es requisito indispensable para la existencia de un Estado; cuando dejan de cumplirse, el Estado desaparece, aunque se mantengan las formalidades constitucionales, y un gobierno. Esto es lo que ha ocurrido en la Argentina.

   En cuanto a la función de síntesis, o de integración social, Perón propuso lo que denominó comunidad organizada; un sistema social y político con una conducción centralizada en el gobierno, una ejecución descentralizada, a cargo de los distintos organismos del Estado, y un pueblo libremente organizado. La solidaridad social es una fuerza poderosa de cohesión, que sólo un pueblo maduro puede hacer germinar. Únicamente el pueblo libremente organizado en sociedad es actor de las decisiones, pues las organizaciones libres del pueblo -las entidades intermedias- son factores concurrentes con los órganos públicos, de modo que no sean absorbidas por el Estado, y lograr un equilibrio entre el derecho personal y el comunitario.

   La función de planeamiento, siempre es un instrumento importante de gobierno, y se torna crucial para un país en decadencia como el nuestro. Siempre, quien accede al gobierno tiene dos opciones: o gobierna por aproximaciones sucesivas, en forma errática según la presión de las demandas y de las circunstancias, o gobierna según un plan. Pero la Argentina actual ya no tiene opciones si no quiere desaparecer o convertirse en una factoría; necesita planificar, lo que significa que el diseño tiene que ser anterior a la decisión. Se planifica para procurar lo óptimo, se decide para tratar de alcanzarlo. El modelo o planeamiento de largo plazo, requiere definir los Objetivos Nacionales que deben ser consensuados. Para ello, debería implementarse una entidad como el Consejo para el Proyecto Nacional, integrado por las entidades representativas de los grupos sociales. El plan de mediano plazo, coincidente con el período presidencial, debe estar a cargo del Poder Ejecutivo, con participación del Congreso. Y el plan de corto plazo, corresponde al equipo ministerial.

   A las dos funciones anteriores, se agrega la de conducción, que corresponde al gobierno, con las siguientes modalidades:

    -Centralizar la conducción y descentralizar la ejecución.

    -Actuar con planificación.

    -Posibilitar la participación de todos los actores sociales.

    -Concebir al gobierno como un instrumento al servicio de la sociedad, para lo cual deberá lograr la máxima eficiencia posible.

    -Contar con funcionarios estables, que accedan a la función pública por el sistema  mérito, y  que permanezcan ajenos a los cambios políticos.

  El Estado no debe constituir una estructura institucional aislada dentro del país, como ocurre con las concepciones oligárquicas -marxistas y liberales. Se justifica únicamente si actúa en beneficio de la sociedad. Para ello, el aparato estatal debe procurar un perfeccionamiento continuo, de modo de aumentar su eficiencia y lograr las metas que fije el gobierno. Su actividad, como regulador de los grupos sociales, es esencial para lograr el máximo nivel de desarrollo económico, compatible con una redistribución equitativa de la riqueza que es producida por el conjunto de la población. Dicha regulación se efectuará en el marco de una concertación con los representantes de las organizaciones libres del pueblo.

   En resumen, el papel del Estado en esta nueva etapa institucional, se ajustará a las siguientes pautas:

    -El comportamiento del Estado -y su política económica y social- será regido por las directivas del Gobierno, que traducirá en decisiones concretas las líneas estratégicas fijadas en el Plan de Mediano Plazo, según los Objetivos consensuados con todos los sectores de la sociedad.

    -El Estado podrá hacerse cargo nuevamente de actividades productivas y de servicios públicos, que se consideren esenciales para el interés nacional. Pero, simultáneamente, acentuará el papel de los entes reguladores de los servicios privatizados y tercerizados, que deberán ejercer un control riguroso de las empresas concesionarias, en cuanto al monto de las tarifas y a la calidad del servicio brindado. Se dará prioridad en la concesión de empresas y servicios, al sector público no estatal, que evite en este campo el fin de lucro, y la intromisión de capitales extranjeros.

    -El federalismo, entendido como coordinación armónica de los tres niveles de gobierno, será fortalecido con una nueva metodología de distribución de los ingresos públicos entre el gobierno federal, los gobiernos de las 23 provincias, el Gobierno Autónomo de la Ciudad de Buenos Aires, y los gobiernos de los 2.156 municipios. De esa manera, el gobierno federal podrá concentrarse en las cuestiones prioritarias: Justicia, Defensa, Relaciones Exteriores, Salud, Educación y Desarrollo Económico, pudiendo asumir plenamente las demás funciones los niveles provinciales y locales, tal como establece el esquema constitucional, distorsionado durante muchos años. En las últimas décadas, pese al drástico retraimiento en la producción de bienes y prestación de servicios, por parte del gobierno federal, continuaron concentradas las decisiones gubernamentales más importantes en ese nivel, siendo condicionados los gobiernos locales por las dificultades financieras crónicas, que hacen ilusoria la autonomía política.

    -El funcionamiento óptimo del sector público sólo será posible, si paralelamente, se modifica el sistema político, actualmente monopolizado indebidamente por los partidos, a tenor del artículo 38 de la Constitución Nacional. Es cierto que el ciudadano es representado como tal por dichas instituciones, pero la configuración política de una comunidad organizada implica la creación de un sistema de participación efectiva de los ciudadanos en la elaboración de las decisiones y en el control del cumplimiento de las mismas. Las personas deben poder participar también en su condición de trabajadores, empresarios, profesionales, etc., a través, por ejemplo, de un Consejo para el Proyecto Nacional. La concepción liberal no acepta más representación que la de los partidos; la comunidad organizada estimula la participación de los grupos sociales, garantizando una representación integral.

  8. Conclusión

   Luego de este pantallazo general sobre el tema, podemos concluir que en torno al concepto de proyecto nacional, deberíamos reflexionar seriamente sobre nuestra responsabilidad de ciudadanos de la República Argentina, en un momento verdaderamente dramático de su historia, en que hasta se está desdibujando el entramado de la nacionalidad y se está resquebrajando la concordia cívica. El general Perón en el Modelo Argentino, indicó el camino: "Nuestra Patria tiene todo lo necesario para que sus hijos sientan el gozo infinito de la vida. Dios nos ha brindado riquezas incalculables, sólo falta que asumamos la decisión irrevocable de realizar la empresa que nos aguarda".

Mario Meneghini

*Exposición efectuada en el Ateneo de Estudios Nacionales (Córdoba) el 12 de octubre de 2017.

Bibliografía:

Monti, Ángel. "Proyecto nacional; razón y diseño"; Buenos Aires, Paidos, 1972.

Moreno, Antonio Federico. "El planeamiento y nuestra Argentina"; Buenos Aires, Corregidor, 1978.

Ministerio de Planeamiento de la Nación. "Proyecto Nacional"; Documento de Trabajo aprobado por la Junta Militar el 2 de agosto de 1977.

Perón, Juan. "Modelo Argentino" (El proyecto nacional, 1974); Buenos Aires,  El Cid Editor,  6ta. edición, 1986.

Irazusta, Julio. "La generación del 80; profecías y realizaciones"; Buenos Aires, Docencia, 1981.

Martinotti, Héctor Julio. "Prospectiva y planeamiento" (www.ucalp.edu.ar).

Perón, Juan. 17-12-1973.

Perón, Juan. 14-12-1973.

Perón, op. cit., pgs. 65/66.

Sánchez Sorondo, Marcelo. “La Argentina no tiene Estado, solo gobiernos”; Revista Militar, N° 728, 1993, pp. 13 a 17.

Mahieu, Jaime María de. “El Estado comunitario”; Buenos Aires, Arayú, 1962, pp. 181.


Anexo

ANTECEDENTES ARGENTINOS SOBRE  “PROYECTO NACIONAL”
Ordenados por fecha de publicación

1) Villegas, Osiris. “Políticas y estrategias para el Desarrollo y la Seguridad Nacional”; Buenos Aires, De. Pleamar, 1969, 285 pp.
2) Villegas, Osiris. “El Proyecto Nacional”; Separata, Revista Militar nº 691 (s/f)..
3) Junta de Comandantes en Jefe. “Políticas Nacionales”, Decreto Nacional Nº 46/70.
4) Monti, Ángel. “Proyecto Nacional”;  Buenos Aires, Ed. Paidos, l972, 293 pp.
5) Fundación Argentina Año 2000 -Centros de Estudios Prospectivos. “Proyecto Nacional. Síntesis”; Buenos Aires, 1974, l6 pp.
6) Guevara, Francisco. “Proyecto XXI”; Buenos Aires, Edit. Ancora, l975, 238 pp.
7) Ministerio de Planeamiento de la Nación. “Proyecto Nacional”; Buenos Aires, l977, 83 pp. (síntesis).
8) Arguindegui, Jorge Hugo. “La nueva República. Pautas para un Proyecto Nacional”; Buenos  Aires, l986, 36 pp.
9) Perón, Juan Domingo. “El Proyecto Nacional” (Modelo Argentino); Buenos Aires, Ed. El Cid, l986, 150 pp.
10) Seineldin, Mohamed Alí. “Bases para un Proyecto Nacional”; Buenos Aires, 1990, 32 pp.
11) Calcagno, Alfredo – Calcagno, Eric. “Argentina. Derrumbe neoliberal y proyecto nacional”; Buenos Aires, Capital Intelectual, 2003, 91 pp.