1. Introducción
Desde hace varias décadas se menciona
frecuentemente el tema del proyecto nacional, aludido como un elemento
imprescindible para superar la crisis argentina, y se alega que la carencia del
mismo es uno de los factores de dicha crisis. Sin embargo, son escasas las
propuestas realizadas en orden a la
elaboración de un proyecto concreto. Es posible que haya algunos trabajos que
no conozcamos, pero los que han trascendido, son únicamente los once que
detallamos en el Anexo.
Ahora
bien, lo más grave; que ni siquiera desde la sociedad -academias,
universidades, colegios profesionales, partidos políticos, etcétera- haya
habido interés en el estudio del tema que nos ocupa. La situación descripta
explica la confusión conceptual en que se incurre al abordar la cuestión del
proyecto nacional. Por eso, nos interesa tratar de desbrozar los aspectos de
fondo que implica encarar la elaboración de un proyecto.
Podemos definir la expresión proyecto nacional
como un esquema concreto y coherente de valores, fines, políticas públicas y
distribución de responsabilidades, conocido y consentido por la mayoría de la
población de una sociedad. Si analizamos los antecedentes argentinos,
comprobamos que existen notables coincidencias en todos los documentos citados;
en especial, en los dos que fueron impulsados desde el Estado. En efecto, tanto
el generado desde el Ministerio de
Planeamiento (l977), como el que fuera leído por el Presidente Perón ante la
Asamblea Legislativa, tres años antes, parten de una cosmovisión similar. Aluden a una cultura "cuyos
valores fundamentales reconocen como fuente el acervo religioso y moral del
Cristianismo, el saber filosófico de la Grecia clásica y la tradición
político-jurídica de la antigua Roma".
Los principios básicos sostienen que:
-El hombre es una persona, creada por Dios,
dotada de cuerpo y alma, y poseedora de un destino trascendente.
-El hombre no se basta a sí mismo, sino que
necesita de la sociedad. Esta es una pluralidad de personas unidas moralmente
de manera estable para la consecución de un bien común. La sociedad humana es
una sociedad de sociedades.
-La primera de esas sociedades naturales es
la familia. Su constitución y su desarrollo responden -como los derechos
humanos- a leyes naturales anteriores a toda organización social.
-Más
allá de la familia, las necesidades, intereses y aspiraciones de tipo
económico, social, cultural o religioso impulsan al hombre a agruparse en
sociedades intermedias, con el fin de defender y promover bienes comunes
particulares.
-La historia y la geografía crean, sobre la
base de las familias asentadas en un territorio, una comunidad étnica y ética,
la Nación, fundada en la lengua, la historia, la cultura, las costumbres y las
aspiraciones comunes. Es una comunidad de destino en lo universal.
-Sin confundirse con la Nación, la
sociedad, territorialmente delimitada,
crea un órgano especializado en el mando que es el Estado, destinado a regir
dicha sociedad.
2. El proyecto de la generación del ochenta
No podemos dejar de señalar una contradicción
notoria, en que incurren algunos de esos trabajos cuando, al par de sostener
los principios detallados, se manifiesta que el único proyecto nacional que
tuvo la Argentina fue el de la generación de l880.
En
primer lugar, el supuesto "agotamiento" de dicho proyecto no fue otra
cosa que la cronológica verificación de una política errónea, que podríamos
analogar con lo ocurrido en la última década con la
"convertibilidad". Nadie puede negar que se lograron progresos
materiales, "pero no hacer de la Argentina una gran nación. Y no porque
sus planes fracasaron, sino porque sus propósitos no apuntaban tanto a la
grandeza política como a la perfección sociológica e institucional". No
faltaron sin embargo advertencias de lo que ocurriría, como la de Vicente Fidel
López, que escribió en la Revista del Río de la Plata: "Somos dependientes
del comercio extranjero y de las comisiones que lo agilitan: nuestra
producción, es decir nuestra materia prima, que es lo único que la constituye,
depende necesariamente de la demanda de los mercados extranjeros. Ellos nos
fijan la línea a que puede llegar. Ellos nos tienen bajo su tutela
despótica".
Pero, además, y esto es mucho más grave, los
fundamentos ideológicos de la generación del 80 son opuestos a los principios
antes expuestos, e impulsaron un intento deliberado de reemplazo de nuestra
raíz cultural cristiana por otra basada en el positivismo y el utilitarismo. En
efecto, se sancionaron, entre otras, leyes de registro civil, de matrimonio y
de educación laica. Esta última -Nº 1420-, provocó la oposición del Nuncio
Apostólico, Mons. Matera, que fue
expulsado del país por el gobierno de Roca.
3.
Análisis teórico
Hecha esta introducción, debemos profundizar
en cuestiones teóricas, bastante áridas, para determinar si es posible,
estrictamente hablando, elaborar un proyecto nacional como anticipación del
futuro, y que no sea, por lo tanto, una simple utopía.
Debemos plantearnos este interrogante sobre
la posibilidad misma de planificar, antes de iniciar la primera etapa que es la
confección del modelo. Se trata, entonces, como suelen decir los juristas, de
una cuestión de previo y especial pronunciamiento, analizar la factibilidad de
anticipar el futuro, que se nos presenta como esperanza, como temor o como
incógnita.
La primera afirmación sobre el futuro es
negar que se identifique con la nada;
algo, para ser, basta con que posea capacidad de existir -aunque no
exista actualmente.
En
cada circunstancia, son muchos los futuros posibles -futuribles- existen
algunos pocos probables -futurables. El riesgo de elegir el escenario que tenga
más chance de concretarse y resultar conveniente, depende, especialmente, del
procedimiento utilizado.
Como
afirma Bertrand de Jouvenel: sobre el mañana, sólo se puede conjeturar y nunca
alcanzar certeza. Por eso en el planeamiento interviene, además de la razón, la
voluntad humana que trata de alcanzar lo que considera deseable.
4.
Los riesgos de predecir
Es
necesario evitar la tentación de hacer futurología, aplicando métodos
cuantitativos a los aspectos cualitativos de la vida social, como si se pudiera
adivinar el porvenir mediante la computación; considerando el futuro como una
etapa aún no concretada de una evolución inevitable. De allí que algunos
soñaran, por ejemplo, con la paz perpetua, o un imperio milenario, o la
sociedad sin clases.
Evitaremos
el intento de hacer futurología y su consecuencia más dañina, la ingeniería
social, si reconocemos que la sociedad no es una cosa susceptible de manipular,
ni el porvenir un destino asequible por medio de los dudosos oráculos de una
nueva ciencia ficción. La realidad y la historia desmienten el determinismo y
confirman la libertad como facultad propia del hombre.
5.
El planeamiento
Conociendo ya las limitaciones del
conocimiento humano, y evitados los riesgos de la voluntad desbocada, resulta
posible encauzar la acción sistemática mediante el planeamiento. En primer
lugar, aunque dispongamos de la mejor información y el sistema más sofisticado
para procesarla, siempre tendremos que
elegir entre opciones posibles. En segundo término, los instrumentos técnicos
pueden facilitar dichas decisiones, pero no reemplazar la virtud de la
prudencia. De allí las limitaciones de la tecnocracia, puesto que el gobernante
siempre tiende a ejercer su derecho a la conducción, y los gobernantes a reclamar su derecho a la
participación en las decisiones políticas.
Santo Tomás enseña que, por imprevisible que
sea la conducta humana nada es tan contingente que no tenga en sí alguna parte
de necesidad. De manera que no sólo es posible sino muy útil al bien común la
planificación. Pero siempre, que los planes cuenten con el apoyo de sus
protagonistas, quienes deben participar en su elaboración, ejecución y
modificación.
6. Hacia un proyecto nacional argentino
Habiendo desbrozado el camino de las dudas
teóricas, podemos retomar la exposición sobre la forma de determinar un
proyecto nacional argentino. Los antecedentes existentes, especialmente los dos
surgidos desde el ámbito oficial, son precedentes valiosos, como asimismo, las
denominadas "Políticas Nacionales", aprobadas en 1970, por Decreto Nº
46 de ese año. No obstante al haber transcurrido más de cuatro décadas y haber
variado el contexto, es imprescindible una actualización y, sobre todo,
hacerlos operativos, puesto que nunca tuvieron incidencia en la realidad.
En otra aclaración conceptual, debemos
acotar que lo que denominamos proyecto nacional, equivale a un plan de largo
plazo (entre 30 y 100 años) donde se especifiquen los criterios y pautas sobre
la manera de procurar el desarrollo de un país. Es, en realidad, un modelo, que
contiene una cosmovisión o concepción doctrinaria, y un conjunto de hipótesis
-futurables- sobre lo que puede y conviene ser realizado para lograr el tipo de
desarrollo elegido.
En todo proceso de planeamiento, la
elaboración de un modelo, surge de la primera etapa que es la confección del
diagnóstico, y que contiene premisas y restricciones. Sobre la base del
diagnóstico, serán fijados los objetivos, diseñadas las políticas y
estrategias, y recién entonces podrá iniciarse la programación concreta de acciones
a ejecutar. Así descripto el proceso, fue el Consejo Nacional de Postguerra,
creado en agosto de 1944, el primer antecedente de un organismo argentino
dedicado a la planificación. Dos años después, la Secretaría Técnica de la
Presidencia, que había asumido las funciones del Consejo citado, presentó el
Primer Plan Quinquenal, y, con mayor o menor énfasis, se utilizó el
planeamiento hasta 1970, fecha en que dejó de funcionar el Estado argentino.
El cese del Estado, fue concomitante con la
aprobación del Plan Trienal 1974/77, y la presentación pública del Modelo
Argentino, por parte del General Perón, el 1-5-1974. En agosto de 1973, en un
mensaje a los Gobernadores, Perón explicaba que la crisis argentina comenzó
"por lo más grave que puede producirse: la destrucción del hombre; ha
seguido por lo más grave que puede haber después de eso, que es la destrucción
del Estado." El llamado Plan Trienal, que en realidad comprendía cuatro
años, fue elaborado en poco más de dos meses, y no era más que un conjunto de
programas sin consistencia. Perón no se privó de señalar: "He quedado en
cierta medida admirado de que ustedes hayan podido elaborar un plan que a
nosotros nos costó dos años de trabajo, y la tarea de 300 o 400 personas que
actuaron en el Consejo Nacional de Postguerra...". Tres días antes,
hablando en la CGT, había afirmado: "Pero en seis meses no hay plan que se
pueda concebir ni realizar...".
7. Acerca del Estado
No existe soberanía, pues no existe el Estado
Desde hace un tiempo se ha extendido la preocupación
por la supuesta pérdida o disminución de la soberanía de los Estados nacionales.
Se parte de un error conceptual, pues la soberanía no es otra cosa que la
cualidad del poder estatal que consiste en ser supremo en un territorio
determinado y no depender de otra normatividad superior. No es susceptible de
grados; existe o no. Por lo tanto, carece de sentido mencionar la “disminución”
de soberanía de los Estados contemporáneos. Lo que puede disminuir o
incrementarse es el poder propiamente dicho, es decir, la capacidad efectiva de
hacer cosas, de resolver problemas e influir en la realidad. Entonces, lo que
nos debe interesar es si existe el Estado argentino, pues, si no es así,
obviamente resulta superfluo pretender “defender” o “recuperar” la soberanía.
El Dr. Marcelo Sánchez Sorondo ha estudiado el tema, y
conviene conocer su argumentación. Sostiene este autor, que todo Estado incluye
un gobierno, pero no todo gobierno implica que existe un Estado. El Estado es
una entidad jurídico-política, que surge recién en una etapa de la
civilización, como complejo de organismos, al servicio del bien común. Supone
una delimitación explícita del poder discrecional; si un gobernante puede afirmar “el Estado soy yo”,
queda demostrada la inexistencia de un Estado. Pues la hipertrofia del poder
personal, sin frenos, es un síntoma de la ausencia de un Estado.
En toda institución -y el Estado es la de mayor
envergadura en un territorio determinado-, el dirigente se subordina a la
finalidad perseguida y a las normas establecidas. “No hay Estado si el contexto
político y el orden jurídico que lo encuadran son una ficción y por momentos
una superchería. Cuando el poder no se emplaza en la órbita de las
instituciones sino que se adscribe a una tipología grupal o meramente personal,
entonces no se alcanza ese nivel de civilización política que implica la
existencia en plenitud, la plenipotencia del Estado” . El gobierno no
encuadrado en un Estado, es errático y caprichoso; sirve únicamente para el
enriquecimiento e influencia individual de los gobernantes, que no pueden
lograr el funcionamiento eficaz de la estructura gubernamental. De allí la
paradoja de culpar al Estado de todos los problemas, cuando el origen de los
problemas es la ausencia del Estado.
En síntesis, la Argentina no tiene Estado, sólo
gobiernos. Pero, para intentar demostrar esta tesis, es necesario profundizar
en las notas características que distinguen a un Estado contemporáneo, más allá
de las formalidades constitucionales y del tipo de gobierno establecido. Para
ello, utilizaremos el esquema del Profesor de Mahieu quien define al Estado
como el órgano de síntesis, previsión y mando, de una sociedad territorialmente delimitada, que
procura el bien común. Es decir, que sólo puede calificarse de Estado, aquel
que cumple las tres funciones básicas señaladas.
1. La función de síntesis. La unidad social es el
resultado de la interacción de las diversas fuerzas sociales constitutivas,
síntesis en constante elaboración por los cambios que se producen en los grupos
y en el entorno. La superación de los antagonismos internos no surge
espontáneamente; es el resultado de un esfuerzo consciente por afianzar la
solidaridad sinérgica a cargo del Estado. A semejanza del director de orquesta,
es el Estado el que logra crear “una melodía social unitaria y armoniosa”. El
poder estatal tendrá legitimidad en la medida en que cumpla dicha función,
garantizando la concordia política.
2. La función de planeamiento. El Estado centraliza la
información que le llega de los grupos sociales; recopila sus problemas,
necesidades y demandas. Los datos son procesados y extrapolados en función de
los fines comunes, fijados en la Constitución Nacional y en otros documentos,
que señalan los objetivos políticos y los valores que identifican a un pueblo.
Con mayor o menor intensidad, según el modelo gubernamental elegido, es en el
marco del Estado donde debe realizarse el planeamiento global que establezca
las metas y las prioridades en el proceso de desarrollo integral de la
sociedad, en procura del Bien Común. Por cierto que, en una concepción
jusnaturalista, el planeamiento estatal sólo será vinculante para el propio
Estado, y meramente indicativo para el sector privado. La autoridad pública no
debe realizar ni decidir por sí misma “lo que puedan hacer y procurar las
comunidades menores e inferiores”, en palabras de Pío XI. Pero, debido a la
complejidad de los problemas modernos, el principio de subsidiariedad resulta
insuficiente para resolverlos sin la orientación del Estado, que mediante el
planeamiento se dedique a “animar, estimular, coordinar, suplir e integrar la
acción de los individuos y de los cuerpos intermedios”.
3. La función de conducción. La esencia de la misión
del Estado es el ejercicio de la autoridad pública. La facultad de tomar
decisiones definitivas e inapelables, está sustentada en el monopolio del uso
de la fuerza, y se condensa en el concepto de soberanía. El gobernante posee
una potestad suprema, en su orden, pero no indeterminada ni absoluta. El poder
se justifica en razón del fin para el que está establecido y se define por este
fin: el Bien Común temporal.
Si un Estado no posee, en acto, estas tres funciones,
ha dejado de existir como tal o ha efectuado una transferencia de poder en
beneficio de organismos supraestatales, o de actores privados, o de otro
Estado; esta es, precisamente, la situación argentina.
Como hipótesis, nos animamos a decir que el Estado
argentino dejó de funcionar como tal a partir de junio de 1970, con la caída
del Gral. Onganía. Aplicando, sintéticamente, el esquema teórico expuesto,
podemos advertir que en la fecha
indicada resultaron afectadas las tres funciones básicas:
Síntesis: a fines de la década del 60 comienzan enfrentamientos
y disturbios sociales graves, que culminan en una guerra civil. En mayo de 1969
se produce el Cordobazo, y un año más tarde, el secuestro y asesinato del Gral.
Aramburu. Del presente, baste citar: 900.000 jóvenes que no estudian ni
trabajan; 11 millones de pobres y 2,5 millones de indigentes; promedio de
condenas por delitos cometidos en la última década, 3,2%.
Planeamiento: En 1966 se aprobó el Sistema Nacional de
Planeamiento, que demostró su eficacia al fijar, por primera vez en el país, las
Políticas Nacionales (Decreto 46/70).
Desde el 8 de junio de 1970, con el desplazamiento de Onganía, dejó de
aplicarse el planeamiento como instrumento de gobierno, hasta el presente.
Conducción: Al aceptarse la renuncia del Gral.
Onganía, el 8 de junio de 1970 asume el poder político la Junta de Comandantes
en Jefe. El Proceso de Reorganización Nacional formalizó a la Junta Militar
como órgano supremo, con lo que, durante 7 años la jefatura del Estado dejó de
ser individual y se convirtió en triunvirato. De estos antecedentes, en que el
poder ejecutivo, pese a tratarse de gobiernos de facto, no estaba
centralizado -lo que explica muchas de
las situaciones vividas en esos años-, se pasó a una creciente personalización
del poder.
El anterior gobierno nacional, ha debilitado todas las
instituciones, impedido el federalismo, y exacerbado la concentración del poder
en una sóla persona.
En conclusión, si es correcto el análisis, la
prioridad absoluta consiste en restaurar el Estado, y procurar que actúe eficazmente
al servicio del bien común. Ello no ocurrirá como consecuencia necesaria de
elaborar un buen diagnóstico. Por eso, decía Don Ricardo Curutchet: “No basta
con denunciar que se pierde la Argentina, es necesario actuar para contribuir a
salvarla”.
Es insensato confiar en que, precisamente en el
momento más difícil de la historia nacional, podrá producirse espontáneamente
un cambio positivo. Sólo podrá lograrse si un número suficiente de argentinos
con vocación patriótica, se decide a actuar en la vida pública buscando la
manera efectiva de influir en ella.
Un dirigente político no puede limitarse a exponer los
principios de un orden social abstracto.
La doctrina tiene que estar encarnada en hombres que cuenten con el apoyo de
muchos, formando una corriente de opinión favorable a la aplicación de la
doctrina. Debe encararse con seriedad la preparación de un Proyecto Nacional y
la constitución de equipos aptos para aplicarlo.
Es obvio que si no funciona el Estado, es
imposible que se cumpla una función tan compleja como es el planeamiento, que
exige el trabajo interdisciplinario de un equipo de especialistas. Por eso,
estimamos que hoy la tarea prioritaria consiste en el esclarecimiento
conceptual, pues en el mismo campo nacional han proliferado ideas que provienen
de otras ideologías y han contribuido a la confusión y a dificultar la búsqueda
de soluciones. Por ejemplo, se identifican frecuentemente los conceptos de
nación y estado, y se repite la definición liberal de estado: nación
jurídicamente organizada. En realidad, al ser la nación una realidad cultural,
no puede nunca organizarse, ni modificarse sus componentes, por una decisión
voluntarista; surge y se perfecciona espontáneamente, a lo largo de siglos de
vida en común. Lo que sí puede organizarse es la sociedad, entendida como
conjunto de personas y grupos que conviven en un territorio determinado.
Precisamente, el Estado es el órgano de síntesis, planeamiento y conducción de
una sociedad determinada, destinado a lograr el bien común.
El ejercicio de las tres funciones señaladas
en la definición, es requisito indispensable para la existencia de un Estado;
cuando dejan de cumplirse, el Estado desaparece, aunque se mantengan las
formalidades constitucionales, y un gobierno. Esto es lo que ha ocurrido en la
Argentina.
En cuanto a la función de síntesis, o de
integración social, Perón propuso lo que denominó comunidad organizada; un
sistema social y político con una conducción centralizada en el gobierno, una
ejecución descentralizada, a cargo de los distintos organismos del Estado, y un
pueblo libremente organizado. La solidaridad social es una fuerza poderosa de
cohesión, que sólo un pueblo maduro puede hacer germinar. Únicamente el pueblo
libremente organizado en sociedad es actor de las decisiones, pues las
organizaciones libres del pueblo -las entidades intermedias- son factores
concurrentes con los órganos públicos, de modo que no sean absorbidas por el
Estado, y lograr un equilibrio entre el derecho personal y el comunitario.
La función de planeamiento, siempre es un
instrumento importante de gobierno, y se torna crucial para un país en
decadencia como el nuestro. Siempre, quien accede al gobierno tiene dos
opciones: o gobierna por aproximaciones sucesivas, en forma errática según la presión
de las demandas y de las circunstancias, o gobierna según un plan. Pero la
Argentina actual ya no tiene opciones si no quiere desaparecer o convertirse en
una factoría; necesita planificar, lo que significa que el diseño tiene que ser
anterior a la decisión. Se planifica para procurar lo óptimo, se decide para
tratar de alcanzarlo. El modelo o planeamiento de largo plazo, requiere definir
los Objetivos Nacionales que deben ser consensuados. Para ello, debería
implementarse una entidad como el Consejo para el Proyecto Nacional, integrado
por las entidades representativas de los grupos sociales. El plan de mediano
plazo, coincidente con el período presidencial, debe estar a cargo del Poder
Ejecutivo, con participación del Congreso. Y el plan de corto plazo,
corresponde al equipo ministerial.
A las dos funciones anteriores, se agrega la
de conducción, que corresponde al gobierno, con las siguientes modalidades:
-Centralizar la conducción y descentralizar
la ejecución.
-Actuar con planificación.
-Posibilitar la participación de todos los
actores sociales.
-Concebir al gobierno como un instrumento
al servicio de la sociedad, para lo cual deberá lograr la máxima eficiencia
posible.
-Contar con funcionarios estables, que
accedan a la función pública por el sistema
mérito, y que permanezcan ajenos
a los cambios políticos.
El Estado no debe constituir una estructura
institucional aislada dentro del país, como ocurre con las concepciones
oligárquicas -marxistas y liberales. Se justifica únicamente si actúa en
beneficio de la sociedad. Para ello, el aparato estatal debe procurar un
perfeccionamiento continuo, de modo de aumentar su eficiencia y lograr las
metas que fije el gobierno. Su actividad, como regulador de los grupos
sociales, es esencial para lograr el máximo nivel de desarrollo económico,
compatible con una redistribución equitativa de la riqueza que es producida por
el conjunto de la población. Dicha regulación se efectuará en el marco de una concertación
con los representantes de las organizaciones libres del pueblo.
En resumen, el papel del Estado en esta
nueva etapa institucional, se ajustará a las siguientes pautas:
-El comportamiento del Estado -y su
política económica y social- será regido por las directivas del Gobierno, que
traducirá en decisiones concretas las líneas estratégicas fijadas en el Plan de
Mediano Plazo, según los Objetivos consensuados con todos los sectores de la
sociedad.
-El Estado podrá hacerse cargo nuevamente
de actividades productivas y de servicios públicos, que se consideren
esenciales para el interés nacional. Pero, simultáneamente, acentuará el papel
de los entes reguladores de los servicios privatizados y tercerizados, que
deberán ejercer un control riguroso de las empresas concesionarias, en cuanto
al monto de las tarifas y a la calidad del servicio brindado. Se dará prioridad
en la concesión de empresas y servicios, al sector público no estatal, que
evite en este campo el fin de lucro, y la intromisión de capitales extranjeros.
-El federalismo, entendido como
coordinación armónica de los tres niveles de gobierno, será fortalecido con una
nueva metodología de distribución de los ingresos públicos entre el gobierno
federal, los gobiernos de las 23 provincias, el Gobierno Autónomo de la Ciudad
de Buenos Aires, y los gobiernos de los 2.156 municipios. De esa manera, el
gobierno federal podrá concentrarse en las cuestiones prioritarias: Justicia,
Defensa, Relaciones Exteriores, Salud, Educación y Desarrollo Económico,
pudiendo asumir plenamente las demás funciones los niveles provinciales y
locales, tal como establece el esquema constitucional, distorsionado durante
muchos años. En las últimas décadas, pese al drástico retraimiento en la
producción de bienes y prestación de servicios, por parte del gobierno federal,
continuaron concentradas las decisiones gubernamentales más importantes en ese
nivel, siendo condicionados los gobiernos locales por las dificultades
financieras crónicas, que hacen ilusoria la autonomía política.
-El funcionamiento óptimo del sector
público sólo será posible, si paralelamente, se modifica el sistema político,
actualmente monopolizado indebidamente por los partidos, a tenor del artículo
38 de la Constitución Nacional. Es cierto que el ciudadano es representado como
tal por dichas instituciones, pero la configuración política de una comunidad
organizada implica la creación de un sistema de participación efectiva de los
ciudadanos en la elaboración de las decisiones y en el control del cumplimiento
de las mismas. Las personas deben poder participar también en su condición de
trabajadores, empresarios, profesionales, etc., a través, por ejemplo, de un
Consejo para el Proyecto Nacional. La concepción liberal no acepta más representación
que la de los partidos; la comunidad organizada estimula la participación de
los grupos sociales, garantizando una representación integral.
8. Conclusión
Luego de este pantallazo general sobre el
tema, podemos concluir que en torno al concepto de proyecto nacional,
deberíamos reflexionar seriamente sobre nuestra responsabilidad de ciudadanos
de la República Argentina, en un momento verdaderamente dramático de su
historia, en que hasta se está desdibujando el entramado de la nacionalidad y se
está resquebrajando la concordia cívica. El general Perón en el Modelo
Argentino, indicó el camino: "Nuestra Patria tiene todo lo necesario para
que sus hijos sientan el gozo infinito de la vida. Dios nos ha brindado
riquezas incalculables, sólo falta que asumamos la decisión irrevocable de
realizar la empresa que nos aguarda".
Mario Meneghini
*Exposición
efectuada en el Ateneo de Estudios Nacionales (Córdoba) el 12 de octubre de
2017.
Bibliografía:
Monti,
Ángel. "Proyecto nacional; razón y diseño"; Buenos Aires, Paidos,
1972.
Moreno,
Antonio Federico. "El planeamiento y nuestra Argentina"; Buenos Aires,
Corregidor, 1978.
Ministerio
de Planeamiento de la Nación. "Proyecto Nacional"; Documento de
Trabajo aprobado por la Junta Militar el 2 de agosto de 1977.
Perón,
Juan. "Modelo Argentino" (El proyecto nacional, 1974); Buenos
Aires, El Cid Editor, 6ta. edición, 1986.
Irazusta,
Julio. "La generación del 80; profecías y realizaciones"; Buenos
Aires, Docencia, 1981.
Martinotti,
Héctor Julio. "Prospectiva y planeamiento" (www.ucalp.edu.ar).
Perón,
Juan. 17-12-1973.
Perón,
Juan. 14-12-1973.
Perón,
op. cit., pgs. 65/66.
Sánchez
Sorondo, Marcelo. “La Argentina no tiene Estado, solo gobiernos”; Revista
Militar, N° 728, 1993, pp. 13 a 17.
Mahieu,
Jaime María de. “El Estado comunitario”; Buenos Aires, Arayú, 1962, pp. 181.
Anexo
ANTECEDENTES ARGENTINOS SOBRE “PROYECTO NACIONAL”
Ordenados
por fecha de publicación
1) Villegas,
Osiris. “Políticas y estrategias para el Desarrollo y la Seguridad Nacional”;
Buenos Aires, De. Pleamar, 1969, 285 pp.
2) Villegas,
Osiris. “El Proyecto Nacional”; Separata, Revista Militar nº 691 (s/f)..
3) Junta de
Comandantes en Jefe. “Políticas Nacionales”, Decreto Nacional Nº 46/70.
4) Monti,
Ángel. “Proyecto Nacional”; Buenos
Aires, Ed. Paidos, l972, 293 pp.
5) Fundación
Argentina Año 2000 -Centros de Estudios Prospectivos. “Proyecto Nacional.
Síntesis”; Buenos Aires, 1974, l6 pp.
6) Guevara,
Francisco. “Proyecto XXI”; Buenos Aires, Edit. Ancora, l975, 238 pp.
7)
Ministerio de Planeamiento de la Nación. “Proyecto Nacional”; Buenos Aires,
l977, 83 pp. (síntesis).
8)
Arguindegui, Jorge Hugo. “La nueva República. Pautas para un Proyecto
Nacional”; Buenos Aires, l986, 36 pp.
9) Perón,
Juan Domingo. “El Proyecto Nacional” (Modelo Argentino); Buenos Aires, Ed. El
Cid, l986, 150 pp.
10)
Seineldin, Mohamed Alí. “Bases para un Proyecto Nacional”; Buenos Aires, 1990,
32 pp.
11)
Calcagno, Alfredo – Calcagno, Eric. “Argentina. Derrumbe neoliberal y proyecto
nacional”; Buenos Aires, Capital Intelectual, 2003, 91 pp.