SU TRÁGICO FIN EN CÓRDOBA (*)
Resumen:
La muerte de
Liniers constituye un triste episodio de la historia de la patria. Consideramos
a este antepasado, un héroe cristiano, que contribuyó a la consolidación de la
nación Argentina. Se repasan las circunstancias en que vivió y la forma en que
murió, siempre consecuente con su sentido del deber y de la disciplina. Se
analizan varios antecedentes que confirman su cosmovisión católica, y la
complejidad de las decisiones políticas en tiempos de cambio del régimen de
gobierno.
I.Introducción
En el marco de este Congreso, nos parece oportuno
recordar a Santiago de Liniers, a quien podemos considerar un héroe cristiano, y
cuya actuación fue decisiva para la configuración de la nación Argentina. Su
relación con la patria, resulta evidente; se ha dicho incluso que: “sin la fe
de su alma, sin la entereza de su carácter, a esta hora hablaríamos inglés en
vez de español”[1].
Explica el Dr. Cresto que los vecinos de Buenos Aires,
“conducidos por un genuino caudillo militar, francés de origen, español por su
voluntad, valiente, bondadoso y desprolijo, estaban dando origen a una nación,
la nuestra”[2].
Procuraremos sistematizar datos y reflexiones sobre el
tema, a modo de modesto homenaje.
Consideramos que, si se toma la expresión nación argentina en su sentido sociológico -como conjunto de
personas que conviven en un mismo territorio, poseen características comunes y
manifiestan el deseo de continuar viviendo juntas- ya existía antes del 25 de
mayo[3].
A partir del 29 de junio de 1550, con la fundación de la ciudad de Barco
-actual Santiago del Estero- comienza la lenta formación de nuestra nación.
Consideramos que en ocasión de las invasiones inglesas, quedó en evidencia que
la Argentina, como nación, estaba ya consolidada. Apuntemos al respecto varios
elementos.
1º)
Existía ya en el territorio del Virreinato del Río de la Plata, mayoría de
criollos, algunos de los cuales, como Saavedra y Belgrano -integrantes de la
primera Junta-, desempeñaban funciones públicas de importancia.
2º)
Existía, como lo afirma el sociólogo Guillermo Terrera, una cultura criolla
argentina que, para 1750, tenía características propias y definidas[4].
3º)
No existían tropas profesionales en número suficiente, para repeler el ataque
extranjero, de modo que la resistencia estuvo a cargo de las milicias criollas
y de los vecinos que se sumaron voluntariamente a la lucha. Sería impensable
que esto ocurriera en una sociedad cuyos integrantes se conformaran con ser una
colonia. Precisamente, la decisión masiva de los criollos de combatir, revela a
un pueblo con identidad propia que asume la defensa de su tierra, pese a la
ausencia del Virrey Sobre Monte, que se había replegado a Córdoba.
Por
lo señalado, si queremos fijar en una fecha la vigencia plena de la
nacionalidad argentina, la que corresponde es la del 12 de agosto de 1806,
cuando se produce la Reconquista de Buenos Aires, cuya conducción estuvo a
cargo, precisamente, de Liniers.
Con
respecto a definirlo como un héroe cristiano, recordemos que fue miembro de la
tercera orden Dominica desde 1790[5],
y como afirma el P. Saguier: “los mismos documentos y crónicas consultados nos
muestran que el sólido fundamento de su integridad estaba en su sincero
espíritu religioso”[6].
Por eso no resulta llamativo que, cuando ocurre la invasión inglesa de 1806, y
mientras estuvo rezando en la Catedral de Buenos Aires, hiciera el propósito de
consagrarse a la reconquista de la ciudad. Esa iniciativa se convierte en voto
solemne, el 1 de julio, en la Iglesia de Santo Domingo, ante el altar de la
Virgen del Rosario, ofreciéndole las banderas que tomase a los ingleses; así
consta en el libro de actas con fecha 25 de agosto de 1806[7].
Su
concepción de la vida, de profunda raíz cristiana, se refleja en la arenga a las
tropas, antes del combate:
Si llegamos a vencer, como lo
espero, (a) los enemigos de la patria, acordaos, soldados, que los vínculos de
la nación española son de reñir con intrepidez, como triunfar con humanidad: el
enemigo y vencido es nuestro hermano, y la religión y la generosidad de todo
buen español le hace como tan natural estos principios, que tendrán rubor de
encarecerlos[8].
El
Virrey, luego de la reconquista de Buenos Aires, cumplió su promesa entregando
al convento dominico de esa ciudad, cuatro de las banderas tomadas a los
ingleses, dos del regimiento 71 y dos de marina. El 24 de agosto en una solemne
celebración, la más fastuosa de las que
ha sido espectador el pueblo de Buenos Aires, con la concurrencia de la
Real Audiencia y el Cabildo, entregó al prior de Santo Domingo las banderas
para que fueran colocadas en las cuatro ochavas de la cornisa o media naranja
del altar mayor, habiendo predicado fray Ignacio Grela. El orador destacó que
junto con Liniers los diferentes cuerpos rendían
a la misma Soberana sus corazones, sus armas, sus triunfos[9].
También
el reconquistador decide obsequiar otras dos banderas inglesas al convento de
Córdoba para que sirvan de trofeos a la augusta Madre de Dios Nuestra Sra. del
Rosario, en reconocimiento de la protección recibida. Las remitió el 27 de
julio a su apoderado Letamendi, aunque, por haberse extraviado el oficio con
que se las remitía, recién fueron recibidas oficialmente por la Cofradía del
Rosario el 19 de setiembre, según consta en el acta respectiva[10],
reproducida parcialmente en Anexo I. Ellas están en el camarín de la Virgen de
la Basílica de Santo Domingo; una de ellas es naval, con el Jack azul en la
esquina, y la otra roja, con la cruz de San Andrés en el centro y dos cráneos
de seda negra. Según una nota del Coronel Juan Beverina, el primer paño medía
4,40 metros de largo por 2,50 de ancho, y el segundo, 2,10 metros de largo por
1,90 de ancho[11].
El Virrey
entregó además su bastón de mando. Este elemento es de carey, muy fino y con
empuñadura de plata. Se lo utiliza para la fiesta de la Virgen en el mes de
octubre cuando sale en procesión por las calles de Córdoba[12].
El resto del año permanece guardado. Con respecto
al bastón, existe una leyenda que relata que al pasar por la ciudad de Córdoba,
al enfrentar el atrio de Santo Domingo, Liniers obtuvo permiso del jefe de la
escolta para ingresar al templo. Allí, depositó su bastón de Virrey, en manos
de la Virgen, como recuerdo al pueblo cordobés. Aclara el P. Bruno que, en realidad,
no volvieron los prisioneros por la ciudad; pasaron por el lugar de los
Ranchos, distante 20 leguas de Córdoba[13].
No ha quedado documentado el modo y la fecha en que
dicho bastón llegó al Convento, aunque en la Crónica Histórica Argentina, se indica, al pié de una imagen de la
Virgen del Rosario del Milagro, que el Virrey se lo ofrendó el 24 de octubre de
1809. No se indica la fuente, pero como el asesor de dicha colección fue el
profesor Pérez Amuchástegui, el dato merece ser tenido en cuenta.
Para el 23 de setiembre de 1807 se estableció que
Córdoba celebraría la victoria de los criollos en el templo de Santo Domingo;
después del Evangelio, el Deán Funes pronunció la homilía desde el púlpito,
incluyendo un panegírico de Liniers:
si la sabia Providencia distribuye sus
dones entre los hombres según los altos fines a que los destina, es preciso
confesar que empieza a verse su mano dotando al bravo reconquistador con todas
las cualidades de héroe (…) ved aquí,
señores, el retrato del hombre, que destinó el cielo para oponerlo a las
empresas atrevidas del poder británico en esta parte del globo[14].
II. Comienza el
drama
Liniers fue separado de su cargo de Virrey el día 11
de febrero de l809, asumiendo en su reemplazo Baltasar Hidalgo de Cisneros, el
20 de julio. Podría haber evitado el desplazamiento, que era, en gran medida,
resultado de intrigas y desconfianzas infundadas por su origen francés, pues
los jefes militares lo apoyaban y gran parte del pueblo también. Primó su
acendrado sentido del deber y de la disciplina. “Renunció a ser el conductor de
un pueblo cuya adoración iba hasta el delirio, de manera extraña, como si el
alma colectiva hubiese captado de improviso en toda su magnitud lo más íntimo
de aquella personalidad. Al olfato de la multitud no pasan inadvertidas ciertas
cualidades.” [15]
El ex Virrey debía regresar a España para rendir
cuentas de su gobierno; luego de varias gestiones para evitarlo obtuvo de parte
del Virrey la suspensión temporal del traslado, permitiéndole que se retire a
Mendoza o a cualquier otro pueblo del interior. El 14 de agosto Cisneros le
intimó a que viajara a Mendoza sin demora, lugar al que nunca llegó,
prefiriendo quedarse en Córdoba.
III. Su vida en
Córdoba
A los 56 años, cuando le restaba sólo uno de vida, don
Santiago estaba en la ciudad mediterránea; las primeras cartas enviadas desde
esta ciudad son de setiembre de 1809. El destino quiso que se afincara en una
estancia de Alta Gracia, donde estuvieron detenidos algunos ingleses luego de
ser vencidos por él mismo; este lugar lo adquirió el 3 de febrero de 1810, de
su anterior propietario Victorino Rodríguez, quien luego sería uno de sus
compañeros de infortunio. El padre de Victorino, don José, había comprado la
estancia en un remate de la Junta de Temporalidades. El objetivo de Liniers de
instalarse en dicho lugar, era lograr
allí el mantenimiento de su numerosa familia de una manera honorable y
apacible: “que más puede desear el navegante que un puerto después de la
tempestad”[16].
Esta casa hoy lleva su nombre y fue declarada en el año 2000 Patrimonio de la
Humanidad.
La ciudad de
Córdoba, hacia fines del siglo XVIII, había cambiado su régimen político y
administrativo con la creación de las Intendencias. Antes del arribo del nuevo
gobernador intendente, el marqués de Sobremonte, su prestigio lo precedía, por
su gestión como secretario del Virrey Vértiz. La ciudad se convertía en capital en reemplazo
de Salta[17];
Sobremonte es el principal artífice de
su transformación de aldea en ciudad: consigue el empedrado y arbolado de sus
calles de tierra; termina las obras del Cabildo y de las defensas de la Cañada;
perfecciona el alumbrado público; edifica el paseo que hoy lleva su nombre y el
estanque central que servirá para regadío, inaugurando asimismo el primer
sistema de aguas corrientes.
Además, este gran
calumniado, cumplió un rol en las invasiones inglesas que facilitó la
posterior actuación de Liniers. En efecto, aunque haya sido duramente criticado
porque, siendo el Virrey, decidió replegarse a Córdoba, evitó así la triste
actitud de muchos funcionarios –con excepción de Belgrano y Liniers- de jurar
fidelidad al rey de Inglaterra, lo que hubiera impedido cualquier intento de
resistencia. El 11 de julio, declara a Córdoba Capital del Virreinato, y
preparó en sólo 20 días un ejército de 3.000 hombres, que no alcanzó a luchar
en Buenos Aires, pero sí lo hizo en Montevideo. Esa tropa era comandada por
Santiago de Allende, otro de los fusilados con Liniers.
A menudo se omite relatar que el sumario al que se
sometió Sobre Monte en España culminó con su absolución, siendo ascendido a
Mariscal de Campo y recibiendo la condecoración de Gran Cruz de San
Hermenegildo, que se otorgaba únicamente a quienes se destacaban por su valor y
servicios[18].
Una vinculación curiosa tuvo Liniers con la
Universidad de Córdoba[19],
desde que, al asumir su cargo de Virrey en 1807, tuvo como una de sus
atribuciones el vicepatronato de la misma por delegación del Rey de España a
los virreyes. Un tema que estaba pendiente era la aplicación efectiva de la
Real Cédula de 1-12-1800, suscripta por Carlos IV, que disponía separar a los
franciscanos del gobierno universitario para ser entregado al clero secular. La conducción de la universidad, desde la
expulsión de los jesuitas, había provocado una separación en dos bandos. Los hermanos Funes pugnaban por alcanzar el
gobierno de la casa de estudios para el clero, confrontando con los
franciscanos que contaban con el apoyo de Sobre Monte[20].
A raíz de la
expulsión de la Compañía de Jesús, en 1767, fue prohibida, por Cédula Real del
año siguiente, la difusión de la doctrina de sus maestros. Por ejemplo, en la
Universidad de Córdoba, donde la enseñanza quedó a cargo de los franciscanos,
éstos “rectificaron lo que se llamaba doctrina jesuítica, sobre todo en lo que
se refiere a la Teoría del Poder”. Hasta se incluyó en el juramento de los
doctores, esta curiosa frase: “juro también, que yo detesto y detestaré
mientras viva...la doctrina acerca del Tiranicidio...”[21].
Con fecha 29 de noviembre de ese año ordenó el Virrey que
se aplicara dicha resolución disponiendo con la fórmula de rigor: guárdese,
cúmplase y ejecútese inmediatamente. Este hecho contribuyó al ambiente
favorable hacia Liniers en Córdoba y al apoyo a su actitud ante el nuevo
gobierno.
Estando ya radicado en la provincia, tuvo oportunidad
de participar en un acto de la universidad, en diciembre de 1809, en que se
tomaron exámenes de matemáticas. Uno de los estudiantes, que competían por
algunos premios asignados, era su hijo, José Atanasio Liniers. El primer
premio, que era un anteojo de largavista, donado por el ex virrey, fue ganado por
el estudiante José María Paz, el futuro general.
IV. Ante la
revolución de mayo
A
los pocos días del 25 de mayo de 1810, la noticia de lo ocurrido motivó que en
Córdoba comenzaran a reunirse personas expectables en la casa del gobernador
Gutiérrez de la Concha, para analizar la situación; en dichas reuniones
prevaleció la decisión de resistir a las nuevas autoridades; el prestigio de
Liniers influyó en la misma, pese a la opinión contraria del Deán Funes. Este
grupo de notables, orientó tanto al gobierno como al Cabildo, donde la mayoría
pertenecía al sector sobremontista.
La comunicación formal de lo sucedido en Buenos Aires, llegó a Córdoba el 4 de
junio, notificando el envío de una expedición destinada a hacer conservar el
orden. En la reunión convocada por el gobernador, los asistentes se
manifestaron por el rechazo de las nuevas autoridades, excepto el Deán Funes
quien alegó: “No son las leyes ni los derechos los que deben salvar esta
República, sino las fuerzas reales”[22].
Varios
amigos intentaron convencer a Liniers que desistiera de enfrentarse con las
nuevas autoridades. Conviene recordar que este oficial, aunque francés de
nacimiento, ingresó al servicio del Rey de España, cuando las casas reales de
Francia y España, se hallaban unidas por los llamados Pactos de Familia. A su suegro, Martín de Sarratea, le explicó por
qué no podía permanecer neutral:
¿Cómo yo un general, un oficial quien en treinta y seis años he
acreditado mi fidelidad y amor al soberano, quisiera Ud. que en el último
tercio de mi vida me cubriese de ignominia quedando indiferente en una causa
que es la de mi Rey, que por esta infidencia dejase a mis hijos un nombre que
hasta el presente intachable con la nota de traidor? (…) el que nutre a las
aves, a los reptiles, a las fieras y a los insectos proveerá a la subsistencia
de mis hijos, los que podrán presentarse en todas partes sin avergonzarse de
deber la vida a un padre que fuese capaz por ningún título de quebrantar los
sagrados vínculos del honor, de la lealtad y del patriotismo, y que si no le
deja caudal, les deja a lo menos un buen nombre y buenos ejemplos que imitar.[23]
La
decisión de las autoridades cordobesas motivaron, aparentemente, que los 500
efectivos que se había dispuesto enviar se incrementaran a 1.150, al mando del
general Francisco Ortiz de Ocampo, cuyas instrucciones originales consistían en
llevar detenidos a los jefes rebeldes hasta Buenos Aires. La posterior decisión de la Junta fue
drástica: “que sean arcabuceados … en el momento que todos o cada uno de ellos
sean pillados, sean cuales fueren las circunstancias se ejecutará esta
resolución sin dar lugar a minutos que proporcionasen ruegos y relaciones
capaces de comprometer el cumplimiento de esta orden”[24].
Afirma José María Rosa que esta fue la primera manifestación de la política de
lograr la revolución por la fuerza y no por el apoyo popular, tendencia
expresada en el Plano (o plan) de
operaciones que el gobierno provisional de las Provincias Unidas del Río de la
Plata debe poner en práctica para consolidar la grande obra de nuestra libertad
e independencia, cuya redacción fue encargada a Moreno, el 18 de julio; en
efecto, el día 28 convenció a los demás miembros de la Junta el fusilamiento de
Liniers. El decreto fue firmado por
todos, excepto por Alberti, quien además se retiró de la sesión; Saavedra y Belgrano se opusieron. Se cree que
Larrea logró que se excluyera del fusilamiento al obispo Orellana.
Cuesta
entender, dice el P. Furlong, “que hombres que decían sostener los derechos de
Fernando VII fusilaran a otros precisamente porque sostenían los derechos de
Fernando VII”[25].
Destaca, asimismo, Ortega la paradoja de que “los abogados –Moreno y Castelli-
factores decisivos en la ejecución de Liniers, no procedieron en tal emergencia
de acuerdo a derecho, pues aquél fue fusilado sin formación de causa ni
sentencia legal”[26].
Algo parecido afirma Vicente Sierra: “Es indudable que la Junta se arrogó
funciones judiciales que ningún funcionario del antiguo régimen tenía, al
condenar sin forma alguna de juicio previo”[27].
El
27 de julio, Liniers de común acuerdo con Gutiérrez de la Concha, el coronel
Santiago Alejo de Allende, el doctor Victorino Rodríguez, el tesorero de la
Real Hacienda, Joaquín Moreno y el Obispo Dr. Antonio de Orellana, ante la
continua deserción de los casi 1.000 hombres que habían logrado reunir –quedándoles
en ese momento unos 400- resolvieron marchar al Perú, para reunirse con las
tropas que debía enviarles el gobernador de Potosí. El día 31 salieron las
tropas de la ciudad de Córdoba, en donde ingresa el general Ortiz de Ocampo los
primeros días de agosto, destacando al Teniente Coronel Antonio Balcarce para
perseguir a los prófugos. Se ha señalado que la importancia de Córdoba, en lo
cultural y religioso, no bastó para compensar la escasez de tropas y equipos,
lo que “en definitiva, sellaron la suerte del héroe de la Reconquista”[28].
Ocampo
solicita al Cabildo un empréstito de 12.000 pesos, y que convoque para el día
16 a la parte más sana y principal de este vecindario para elegir un diputado ante
la Junta Gubernativa. Al cabildo abierto respectivo asistió el coronel Juan
Martín de Pueyrredón, que acababa de asumir como Gobernador interino, por
designación de la junta. Fue elegido el Deán de la Catedral, Dr. Gregorio
Funes.
Ante
esta situación, habiendo llegado el contingente a la parroquia de Arroyo Seco
el 4 de agosto, con sus efectivos reducidos, decidieron continuar la marcha
hacia Potosí divididos en tres grupos, dejando a los oficiales y tropa que les
restaban en libertad, permaneciendo unos pocos que no quisieron abandonarlos.
Liniers
continuó la marcha con su ayudante don Melchor Lavin y su capellán el canónico
Gregorio Tadeo Llanos, quien ya lo había acompañado en la reconquista de Buenos
Aires y tres esclavos. Al día siguiente de la separación de los jefes de las
fuerzas de Córdoba, llegó al lugar el destacamento comendado por Balcarce, que
averiguó por donde habían marchado y envió tres partidas en su seguimiento,
disponiendo un punto de reunión luego de que alcanzaran y detuvieran a los
perseguidos. El día 5 a la medianoche, Liniers y sus acompañantes fueron
encontrados durmiendo en una choza, siendo detenidos por una partida que mandaba
el teniente José María Urien, joven de mala conducta que los trató en forma
grosera y desvalijó sus pertenencias. La partida que perseguía al obispo, al
mando del oficial Manuel Rojas, lo encontró en la casa del cura Allende. Los
cuatro restantes –Concha, Allende, Rodríguez y Moreno- viajaron juntos hasta
Ambargasta, donde los encontró la partida que dirigía el teniente Domingo
Albariño.
Al
saberse en Córdoba que los detenidos pasarían por el lugar de los Ranchos
distante 20 leguas de la ciudad, el teniente coronel Manuel Derqui, secretario
del gobernador Concha, obtuvo permiso del general Ocampo para llevar una
carretilla con provisiones y ropa proporcionada por las esposas y familiares de
los presos, entregando todo cuando llegaron al destino fijado, el dia 10. Allí
permanecieron hasta el 19 en que los prisioneros y sus custodios continuaron
viaje a Buenos Aires. Urien fue relevado, a pedido de la tropa, y lo reemplazó
el capitán de Dragones Manuel Garayo, quien les dispensó un trato decoroso. Continuaron
el viaje hasta la posta de Gutiérrez, donde arribaron el día 25.
Antes
de llegar a Córdoba, Ocampo había recibido la resolución que se dictara contra
los rebeldes, considerándola impolítica la somete a consideración de la junta de comisión integrada por él y
Vieytes, al no haberse incorporado aún Chiclana; decidieron no aplicarla y
enviar los prisioneros a Buenos Aires.
Se
ha sostenido que el prestigio que mantenía Liniers hizo que se tomara esta
drástica decisión. Si se resolvía que fuera embarcado y trasladado a España,
como a Cisneros, implicaba el riesgo de que continuara actuando desde
Montevideo. La prisión en Buenos Aires, tampoco estaba exenta de riesgos, pues
las tropas podrían liberarlo[29].
Se
produjo, sin embargo, lo que se temía, surgieron gestiones apoyadas por los
mismos hermanos Funes para suspender la sentencia. No obstante, la Junta
recriminó a Ocampo la demora en concretar la sentencia, excluyendo únicamente
de la pena de muerte al Obispo, dada su investidura. El doctor Juan José Castelli designado para
reemplazar a Ocampo, arribó a Cruz Alta, el 26 de agosto. Disponía de un pelotón de cincuenta fusileros,
todos ellos ingleses que había quedado después de las invasiones, detalle
también previsto por Moreno para evitar eventuales escenas de patetismo por
parte de la tropa. Se dirigió el contingente al monte llamado de los Papagayos
o Chañarcito de los Loros, a dos leguas de la posta Cabeza de Tigre.
V.
El fusilamiento
Castelli
hizo la notificación a los condenados de que la ejecución se cumpliría de
inmediato; concediéndoles cuatro horas para prepararse. Liniers pidió al obispo que le sacara el
rosario, con el que rezó preparándose
para la confesión.
A las tres de la tarde, se formó el pelotón
dirigido por Balcarce; luego de la descarga, Liniers y Gutiérrez quedaron sólo
heridos, correspondiéndole al coronel French ultimarlos con revólver; era el
mismo oficial que unas semanas antes estuvo repartiendo escarapelas frente al
Cabildo. Poco después fueron sepultados en una zanja en Cruz Alta, junto a la
iglesia, de donde al día siguiente los retiró el teniente de cura de la
Parroquia para darles cristiana sepultura, permaneciendo allí hasta 1861 en
que, por orden del gobierno de la Confederación, se los exhumó y fueron
remitidos las cenizas a la ciudad de Paraná, a donde llegaron, confundidas en
una urna, el 17 de abril (Anexo II).
La Legislatura de Córdoba, por Ley N° 9.777
del 21-4-2010, declaró como Lugares Históricos Provinciales, al paraje Chañarcito de los loros, y al antiguo
cementerio de Cruz Alta. En la sesión legislativa se dejó constancia de que cuando se realizaron las excavaciones en el viejo cementerio, fueron
encontrados dos botones de oro pertenecientes a la chaqueta de Santiago de
Liniers, de la entonces Marina Real Española, que hoy están
depositados en el Museo y Archivo Histórico de Cruz Alta.
En
1864, los restos del héroe de la Reconquista –y de Gutiérrez de la Concha- fueron
trasladados a Cádiz, España, donde fueron sepultados en el Panteón de los
Marinos Ilustres de San Carlos[30].
Allí existe un monumento donde figura la siguiente inscripción:
“Aquí
reposan las cenizas del Exmo. S.D. Santiago de Liniers Jefe de Escuadra y
Virrey que fue de Buenos Aires y del S.D. Juan Gutiérrez de la Concha Brigadier
de la Armada y Gobernador Intendente de la Provincia de Córdoba del Tucumán”[31].
VI. La visión de Sor Lucía
No
podemos terminar este relato sintético del último tramo de la vida de nuestro
héroe, sin mencionar un hecho sorprendente: la visión que tuvo Sor Lucía del
Santísimo Sacramento, que en la época y lugar que estamos comentando, “vivía en
olor de santidad en el monasterio de las Teresas
de Córdoba”[32].
Ésta monja se llamó en el mundo María Lucía Alvarez. En el mismo convento de
Carmelitas Descalzas, vivía una hermana de Victorino Rodríguez, Sor Marcelina
de los Dolores; tal vez por eso el Dr. Luque Colombres agregó como anexo a su
biografía del citado profesor, una parte de las memorias de Sor Lucía. Con el
título de Amores de Dios con el alma,
la monja escribió su autobiografía, por mandato de su confesor, que obviamente
consideró necesario hacer conocer, pese a tratarse de una revelación privada,
lo que se refiere a los sucesos de 1810[33].
Comienza
la hermana Lucía, relatando la consternación que reinaba en el convento por la
presencia en la ciudad de la tropa que había llegado para detener a los que
consideraban legítimos funcionarios, respetables por sus virtudes y
considerando que la justicia les pertenecía en el conflicto desatado. Procuraba
ayudar en la emergencia con la oración continua, rezando en una ermita ubicada
en la torre; al cabo de tres días dedicada a este menester, se encontraba en el
coro con la comunidad, cuando tuvo una visión a modo de sueño. Pero ella
percibía que no se trataba de un sueño, pues ya en el pasado le había ocurrido
algo similar. En esta oportunidad, vio que las personas que estaban siendo
buscadas habían muerto. Menciona quienes eran: “el Sr. Dn. Santiago Liniers, el
Sr. Gobernador Concha, el Sr. Coronel Dn. Santiago Allende, el Sr. Teniente Dn.
Victorino Rodríguez, el Sr. Tesorero no se su nombre y apellido…”.
Movida
por la compasión, y sabiendo que es Dios quien le notifica este suceso, le dijo
que los descendientes de estos señores quedaban huérfanos, recibiendo la
respuesta de que Él cuidaría de ellos. Se preocupó también por sus mujeres,
destacando que quedarían en situación de riesgo ya que era jóvenes, pero el
Señor le aseguró que las guardaría, agregando que los muertos eran mártires.
Sor Lucía, sorprendida, preguntó cómo podían ser mártires si no morían por la
fe, escuchando que eran mártires de la justicia, así se llamarán pues lo son de
verdad.
La
hermana quedó con una sensación de paz y de certidumbre con respecto a lo había
visto, aprovechó un momento de descanso para comunicar a sus compañeras lo que
había visto y escuchado el día 6 de agosto. Ellas consideraron que era un desvarío
suyo y que lo relatado, no había ocurrido; sin embargo, el día 26 de dicho mes
se supo de la muerte.
En otra
comunicación con Dios, le mostró parte de la gloria de que gozaban las almas de
los mártires fallecidos, explicándole por qué cada uno se había hecho merecedor
de esa corona. De una de esas almas a quien veía con tres coronas, quiso saber
la causa, recibiendo como respuesta que una era por la perfección de su vida,
otra por la perfección con que había cumplido los cargos que había detentado y
que le había confiado su Divina Majestad[34].
VII. A modo de conclusión
Es
necesario interrogarnos sobre la causa de fondo que condujo a un acto tan cruel
y drástico como el fusilamiento de cinco personalidades ilustres que, no
solamente habían prestado valiosos servicios en el pasado, sino que no habían
ocasionado ningún daño hasta el momento de la sentencia; sólo pretendían
restaurar la autoridad que acababa de deponerse, y que consideraban legítima.
Por cierto que al afianzarse un gobierno que se impone de hecho, logrando
mantener el orden, alcanza la legitimidad de ejercicio, y puede exigir ser
obedecido por la necesidad del bien común[35],
pero la autoridad política puede disponer de sanciones incruentas, siempre
respetando las formas jurídicas y con derecho a defensa de los imputados.
El
trágico fin de nuestro héroe, fue consecuencia, especialmente, del rol que jugó
en el primer gobierno patrio Mariano Moreno, donde se desempeñó como Secretario
de Gobierno y Guerra. Era un hombre de gabinete, de quienes pretenden que la
realidad se adapte a sus ideas, y helado
hasta el extremo, según Saavedra.
Sostiene Ernesto
Palacio que es falsa la imputación a Moreno de ser un jacobino exaltado, que su
ideal era una república moderada, evitando ser un ideólogo revolucionario –a la
manera de Castelli- por su ortodoxia católica[36].
Sorprende esta última afirmación, considerando que el P. Bruno que dedicó tres
tomos al ocaso cristiano de los próceres[37]
no incluyó a Moreno y sí a Castelli, quien no fue un modelo de virtudes
evangélicas pero “rindió contrito el alma, con todos los sacramentos de la
Iglesia”. Explica este sacerdote, que seleccionó para su obra a las personas
“de alguna figuración que sensatamente buscaron y hallaron a Dios en vida o,
por lo menos, en el último trance”[38];
por eso incluye a Saavedra, quien procuró un cambio gradual en el régimen
político, sin violencias ni choques, no
el terror sino la justicia y la razón. “Moreno, por su parte, pretendía un
cambio radical e inmediato bajo un régimen de terror, con el ejemplo de la
revolución francesa. Este criterio inspiró las ejecuciones de Liniers y sus
compañeros…”[39].
Coincide
con Bruno el historiador José María Rosa[40],
que describe a Moreno como “un político de biblioteca”, “la forma más cruel y
deshumanizada del revolucionario”. Tal vez la opinión de Palacio se deba a que
Moreno creció en un hogar religioso, y viajó a Charcas con la intención de
ordenarse de sacerdote, pero, dice Rosa, “tropezó con Rousseau en la nutrida
biblioteca del canónico Terrazas” y prefirió dedicarse a la abogacía y a la política.
La
actitud de Moreno con los rebeldes de Córdoba no fue casual, era la que estaba
prevista en el citado Plan: “Debe observarse la conducta más cruel y
sanguinaria con los enemigos de la causa…la menor semiprueba de hechos,
palabras, etc., contra la causa debe castigarse con la pena capital,
principalmente si se trata de sujetos de talento, riqueza, carácter y alguna
opinión…[41].
Recordemos
que la Revolución Francesa fue enemiga de la religión católica, reemplazando de
los altares a Jesucristo por la diosa Razón; en cambio la Revolución de Mayo
tuvo una impronta católica, y a los pocos días de asumida la Junta Gubernativa
asiste a una misa de acción de gracias por la instalación del nuevo gobierno. Por
eso sostiene Furlong que “no hubo en los pródomos de la Revolución [de Mayo],
ni en los dos primeros años de ésta, o sea en 1810 y 1811, ideología alguna
liberal o disolvente del espíritu nacional, sino netamente ortodoxa y católica”[42].
Saavedra, en carta a Chiclana le comentaba, en enero
de 1811: “El sistema robesperriano que se quería adoptar en ésta, a imitación
de la Revolución Francesa que intentaba tener por modelo, gracias a Dios que ha
desaparecido”[43].
Por su parte el Cabildo en su reunión del 5 de febrero de 1811 resolvió “que la
parte reimpresa del Contrato Social de Rouseau no era de utilidad a la juventud
y antes bien pudiera ser perjudicial…y en vista de todo creyeron inútil,
superflua y perjudicial la compra que se ha hecho de los doscientos ejemplares
de dicha obra”[44].
En realidad, la independencia argentina se produjo como una consecuencia lógica
de los sucesos de España, y no por influencias ideológicas. Por eso, concluye Saavedra en carta a
O’Higgins: “La obra de nuestra libertad fue puramente nuestra, en su origen lo
ha sido, en progresos y lo será en su fin y terminación”[45].
Lo señalado no impide reconocer que en la tragedia de
Liniers, intervinieron pasiones políticas y personales de influyentes
ciudadanos, de tendencia liberal, que desconfiaban del francés no sólo por su actuación pública sino por su ortodoxia en
materia de religión. Eso se manifiesta en unos versos de autor anónimo[46]
que circulaban a fines del siglo XVIII:
Ese Liniers que amas más,
y te parece ser fiel,
pienso, sea el más infiel
con su mucha hipocresía:
pues no sale noche y día
de Dios, ni de su dosel.
Para finalizar, recordamos una frase del Episcopado
Argentino, que destaca la esencia de nuestra nacionalidad, que contribuyó a
forjar don Santiago de Liniers:
Desde los inicios de nuestra comunidad nacional, aun
antes de la emancipación, los valores cristianos impregnaron la vida pública.
Esos valores se unieron a la sabiduría de los pueblos originarios y se
enriquecieron con las sucesivas inmigraciones. Así se formó la compleja cultura
que nos caracteriza. Es necesario respetar y honrar esos orígenes, no para
quedarnos anclados en el pasado, sino para valorar el presente y construir el
futuro. No se puede mirar hacia adelante sin tener en cuenta el camino recorrido
y honrar lo bueno de la propia historia[47].
(*) Ponencia presentada en las IX Jornadas de Historia
de la Iglesia en la Argentina (10 y 11 de junio de 2016); organizadas por la
Junta de Historia Eclesiástica Argentina.
BIBLIOGRAFÍA
*Aspell, Marcela, [e. a.] Sobre Monte. El gobernador olvidado;
Córdoba, Junta Provincial de Historia de Córdoba, 2001.
*Altamira, Luis Roberto. El Deán
de Córdoba; Córdoba, Imprenta de la Universidad, 1949.
*Archivo General de la Nación, IX-26, 7, 7.
*Bruno sdb, Cayetano. Creo en la vida eterna; Rosario, Ediciones Didascalia, 1ra. Parte:
1988, 3ra. Parte: 1994.
*Bruno sdb, Cayetano. La Virgen
Madre de Dios en la historia argentina; Córdoba, 1997.
*Bruno sdb, Cayetano. La Virgen Generala; Rosario, Ediciones Didascalia, 2da. Edición,
1994.
*Celis,
Cristian Walter. Jaque al virrey;
Rosario12, 2-10-2011.
*Cresto, Juan José. Reflexiones sobre la invasión de Inglaterra, en: Academia Argentina
de la Historia, “La invasión de Inglaterra doscientos años después”; Buenos
Aires, 2007, pg. 101.
*Crónica Histórica Argentina, Buenos Aires, Ed. Codex, 1968, p. LX.
*Díaz Araujo, Enrique. Mayo revisado; Buenos Aires, Santiago Apóstol, 2005, T. I, pgs.
258-259.
*Estrada,
Santiago. Liniers: estudio biográfico;
Buenos Aires, 1886.
*Furlong
sj, Guillermo. Cornelio Saavedra. Padre
de la patria Argentina; Buenos Aires, Club de Lectores, 1960.
* La
Voz del Interior, Dos tesoros olvidados,
28-5-2010.
*Lozier Almazán, Bernardo. Liniers
y su tiempo; Buenos
Aires, Emecé, 1990, p. 201.
*Luque Colombres, Carlos. El doctor Victorino Rodríguez. Primer
Catedrático de Instituta en la Universidad de Córdoba; Córdoba, Imprenta de
la Universidad, 1947, Anexo N° 7:
Fragmento de la Vida de Sor Lucía del
Santísimo Sacramento, del monasterio de Carmelitas Descalzas de Córdoba,
relacionado con los sucesos de 1810, obrante en el Archivo del Monasterio.
*Luque Colombres, Carlos. Para
la historia de Córdoba; Córdoba, Biffignandi Ediciones, T. II, 1973, ps.
403
*Martínez Paz, Enrique. La formación histórica de Córdoba; Córdoba, 1941, p. 28.
*Massot, Vicente. Revolución.
Mayo 1810; Buenos Aires, Ed. El Ateneo, 2010, p. 20.
*Meneghini, Mario Albino. Cuestiones
políticas controvertidas en el proceso de la independencia Argentina;
Córdoba, Centro de Estudios Cívicos, 2010, pgs. 4-5.
*Ortega, Exequiel. Liniers. Una vida frente a la gloria y a la adversidad; Buenos
Aires, Claridad, 1944, pg. 327.
*Palacio, Ernesto. Historia de la Argentina; Buenos Aires, Peña Lillo editor, 1965, t.
I, pg. 187.
*Peña, Roberto. Conclusiones jurídicas. Defendidas en la Universidad de Córdoba a fines
del siglo XVIII; Universidad Nacional de Córdoba, 1952, pgs. 3, 9 y 18.
*Pozzi Albornoz, Ismael. En la génesis de la Revolución de Mayo. El ataque británico al Plata
indiano; Buenos Aires, Nueva Militaria Argentina, 2009, p. 154.
*Rosa, José María. Historia Argentina; Buenos Aires, Editor Juan Granda, 1965, T. II,
pgs. 201
*Saguier
Fonrouge, Alberto OP. El perfil espiritual
de don Santiago de Liniers, en: Heredia, Edmundo Aníbal [e .a.]. “Santiago
de Liniers y las invasiones inglesas”; Córdoba, Hugo Báez Editor, 2006, p. 279.
*Sierra, Vicente. Historia de la
Argentina; Buenos Aires, Ed. Científica Argentina, 1973.
*Terrera, Guillermo Alfredo. El ser nacional; Buenos Aires, Instituto de Ciencias del Hombre,
1974, págs. 41/43. Juan Pablo II: “Existe una soberanía fundamental de la
sociedad que se manifiesta en la cultura de la nación”, discurso ante la
UNESCO, 2-6-1980.
*Torres, Félix. Santiago de Liniers y la Universidad de Córdoba; en: Heredia, Edmundo Aníbal [e. a.] “Santiago de Liniers
y las invasiones inglesas”; Córdoba, Hugo Báez Editor, 2006, p. 279.
-----------------------------------------------
ANEXO I
Oficio
del Mayordomo de la Cofradía de españoles del Rosario, sobre la Misa que ha
dispuesto, se cante todos los años por el Sr. Liniers, y sobre las banderas que
se han colocado en la Capilla de N. Señora. Córdoba 27-9-1807
“La
Junta celebrada en este día con el oficio de V.P R del 21 del corriente q se
sirvió acompañar el 19 del mismo del hermano Don Francisco Letamendi quien como
apoderado del Exmo Sor Don Santiago de Liniers y Bremond, Gobor. Capitán Gral
de este Virreynato y Presidente de la Rl Audiencia Pretorial le incluyó el del
27 de julio de su propia letra, por el cual le ordena entregue a este Convento
dos banderas de las q tomó al Enemigo Británico en la célebre victoria del 5 de
julio último, para q sirvan de trofeos a la Augta Madre de Dios Ntra Sra del
Rosario, en reconocimiento de su especial protección en esta generosa acción…
Esta Cofradía…comunicando con su V P…ha acordado testificar su reconocimiento
deliberando q todos los años se celebre
una Misa solemne a la gloria de Dios y de su Santísima Madre… “.
[Archivo
del Convento Santo Domingo de Córdoba, Documentación Histórica, vol. 1, n°
165.]
------------------------------------------------------------
ANEXO II
Actas publicadas por Claudio Poyet, en el Diario
"La Acción", Paraná, 11 de mayo de 1912.
(consultado: el
27-3-2016)
ACTA
"El
comandante militar del pueblo y fuerte de Cruz Alta.
"Habiendo dispuesto S. E. el señor presidente de
la República la exhumación de los restos de los señores ex-virrey don Santiago
Liniers, ex-gobernador de Córdoba don Juan Concha, ex-oidor fiscal doctor don
Victorino Rodríguez, coronel don Santiago Allende, y ex tesorero don Moreno,
fusilados y sepultados a inmediaciones de este pueblo, fue llamado el vecino don Pascual Almirón, de
edad de setenta y dos años y que presenció la ejecución, residente actualmente
en esta villa, que asistió a la inhumación de dichos S. S. quien dijo: no podía
determinar con exactitud dónde fueron sepultados sino aproximadamente como lo
hizo: que la fosa no pudo contener en su superficie los cinco cadáveres, y sí
sólo tres encima de los cuales se colocaron dos atravesados; y que no conocía a
ninguno de ellos. Habiéndose hecho varias excavaciones, en distintas
direcciones, por medio de las cuales se encontró el grupo de los cinco
cadáveres, con la misma colocación indicada por el expresado Almirón. Los
esqueletos no se pudieron mover sin deshacerse. Se encontraron en la fosa diez
suelas de botas o zapatos, y dos botones, en uno de los cuales se percibe bien
una o corona en relieve. Estos esqueletos, como los demás objetos encontrados,
han sido depositados en una caja sellada y lacrada en sus cuatro costados con
el sello que va al margen, y cuya llave se entregó al Sr. mayor don Felipe
Salas, comisionado por S. E-. para conducirlo a la capital provisoria de la
república. En fe de todo ello firmamos la presente acta en este pueblo y fuerte
de la Cruz Alta, a veinte y cinco de marzo de mil ochocientos sesenta y uno. -
Lorenzo Rivarola, Octavio de la Barra, Urbano Virto, A ruego de Pascual Almirón
el R. P. Fray Isidro Anselmi, cura vicario interino del Curato Unión; Felipe
Araya, Reyes Araya, Felipe Salas."
------------------------------------------------------------------------------------------------
ACTA
“Con fecha treinta uno de julio de mil ochocientos
sesenta y dos, se constituyó en el cementerio público de esta ciudad S. S. el
señor canónigo don José María Velasco, gobernador eclesiástico de la misma. y
con la asistencia de los señores canónigos, prebendados y cura. párroco de esta
iglesia catedral practicadas las ceremonias del Ritual Romano, y cantado un
solemne responso, hizo formal entrega de la urna cineraria que contenía los
restos mortales de los señores Liniers, Concha, Rodríguez, Allende y Moreno, al
señor encargado "ad hoc" por el gobierno de su M. C. don Joaquín
Fillol, quien, después de cerciorarse que aquella y no otra era la que los
contenía, se recibió de ella, poniéndola bajo su inmediata responsabilidad, y
conduciéndola, con el aparato religioso conveniente, al puerto de Paraná, en el
cual se embarcó la referida urna cineraria por disposición del señor encargado
"ad hóc", en un vapor preparado al efecto. Fueron presentes a este
acto muchas personas, entre otras y como testigos los señores coronel don
Gerónimo Espejo, don Manuel Martínez .Fontes, secretario de la jefatura
política, y don Felipe Baucis; con lo que, mandando S. S. el señor gobernador
eclesiástico se estampase el acta en el !ibro de defunciones para que extraigan
de ella los testimonios convenientes, se terminó el acto que firma S. S.
canónigo el notario mayor eclesiástico, de que doy fe.
José M. Velasco Gobernador Ecco.
Ante mí: Domingo
Baluquera. Notario Mayor Ecco."
[1] Estrada,
Liniers…, 1886, p. 4.
[2] Cresto, Reflexiones…,
2007, p. 101.
[3] Meneghini, Cuestiones…,
2010, ps. 4-5.
[4] Terrera, El ser…, 1974, ps. 41/43. Juan Pablo II:
“Existe una soberanía fundamental de la sociedad que se manifiesta en la
cultura de la nación”, discurso ante la UNESCO, 2-6-1980.
[5]
Saguier Fonrouge, El perfil…, 2006, p. 279.
[6]
Ibidem, p. 273.
[7]
Bruno, La Virgen Madre…,1997, ps. 126-127.
[8]
Archivo General de la Nación, IX-26, 7, 7.
[9] Pozzi Albornoz, En la génesis…, 2009, p.
154.
[10]
Saguier, ibidem, p. 278.
[11]
Celis, “Jaque al virrey”; Rosario12, 2-10-2011.
[12] La Voz…, 2010.
[13]
Bruno, La Virgen Generala, 1994, p. 183.
[14]
Altamira, El Deán…, 1949, p. 153.
[15]
Ortega, Liniers…, 1944, p. 327.
[16]
Lozier Almazán, Liniers…, 1990, p. 201.
[17]
Luque Colombres, Para la historia…, T. II, 1973, ps. 403
[18]
Aspell, Sobre Monte…, 2001, Presentación, p. 15.
[19]
Torres, Félix. Santiago de Liniers…, 2006, ps. 285-298.
[20] Luque Colombres, Para
la historia…, 1973, T. II, ps. 403.
[21] Peña, Conclusiones
jurídicas…, 1952, ps.
3, 9 y 18.
[22]
Martínez Paz, La formación…, 1941, p. 28.
[23]
Lozier, ibídem, p. 243.
[24]
Rosa, ibídem, p. 232.
[25]
Furlong, Cornelio Saavedra…, 1960, ps.
97-101.
[26]
Ortega, ibídem, p. 369.
[27]
Sierra, Historia…, 1973, T. V, p. 107.
[28]
Massot,, Revolución…, 2010, p. 20.
[29]
Crónica…, p. LX.
[30]
Ver dos Actas, en Anexo II.
[31]
Crónica, p. 185.
[32]
Bruno, La Virgen Generala, ps.
188-189.
[33] Luque Colombres, El doctor Victorino…, 1947, Anexo N° 7.
[34] Fragmento de la Vida
de Sor Lucía del Santísimo Sacramento, del monasterio de Carmelitas Descalzas
de Córdoba, relacionado con los sucesos de 1810, obrante en el Archivo del
Monasterio.
[35]
León XIII. Encíclica Au milieu des solicitudes, 1890, p. 12.
[36]
Palacio, Historia…, t. I, pg. 187.
[37] Bruno, Creo…, 1ra. Parte, ps. 23-24.
[38]
Bruno, Creo…, 3ra. Parte, p. 9.
[39]
Bruno, Creo…, 1ra.Parte, p. 48.
[40]
Rosa, Historia…,1965, T. II, p. 201
[41]
Rosa, ibídem, p. 206.
[42]
Furlong, ibidem, p. 38.
[43] Díaz Araujo, Mayo…, 2005, T. I, ps.
258-259.
[44]
Díaz Araujo, ibidem, ps. 259-260.
[45]
Furlong, ibídem, ps. 60-61.
[46]
Crónica…, p. 181.
[47]
Hacia un bicentenario en justicia y solidaridad (2010-2016).