lunes, 11 de julio de 2016

SAN MARTÍN Y LA INDEPENDENCIA *



En estas fechas suelen aparecer comentarios que confunden y crean dudas sobre nuestro pasado, por eso, no está demás hacer una breve reflexión basada en las fuentes históricas confiables.

Hace pocos días se publicó un artículo periodístico en el que se afirmó que: los próceres argentinos se guiaron por: el iluminismo, la Revolución Francesa y el Contrato Social de Rousseau[1]; nada más alejado de la verdad histórica.
El congreso de Tucuman comenzó el 24 de marzo de 1816, con una misa del Espiritu Santo celebrada en San Francisco, y el juramento de los diputados, que por Dios nuestro Señor, se comprometían, entre otras cosas, a defender la religión católica, apostólica y romana. El 10 de julio, otra misa de acción de gracias en San Francisco, con oración patriótica de Castro Barros.

En realidad, la guerra de la independencia fue una guerra civil, entre dos concepciones. Por eso, en los dos bandos enfrentados hubo españoles, y  el ejército realista que enfrentó en el norte a los patriotas del Río de la Plata, estuvo integrado en un 90 % por criollos e indios.

Los reyes borbónicos se habían apartado de la tradición hispánica; influidos por el racionalismo, aplicaban el llamado despotismo ilustrado. Desde el Pacto de Familia de 1761, España dejó de interesarse en América. Además, Napoleón quiebra la unidad imperial, y los americanos temían ser negociados por la Junta Central.

San Martín peleó contra el invasor francés, pero no se ilusionaba con la victoria de Bailen. Napoleón entró con 250.000 hombres y repuso en el trono a su hermano José. Suponiendo que triunfara España con ayuda de Inglaterra, sería la victoria de unos reyes ineptos; a las miserias de la Corte borbónica,  Napoleón las resumía así: la madre era adúltera, el padre consentido, el hijo traidor. Por eso, decidió combatir por la independencia y salvar la verdadera España, en América.

No fue una decisión personal, sino compartida por muchos nativos de este continente que vivían en España. Lo explica San Martín: “En una reunión de americanos en Cádiz, resolvimos regresar cada uno al país de nuestro nacimiento, a fin de prestarle nuestros servicios en la lucha (carta a Castilla, 11-9-1848).

Con respecto al sistema de gobierno, tuvo una posición pragmática, no tenía predilección por ningún sistema teórico. En ocasión del Congreso de Tucumán, dijo que sea cualquiera con tal que no vaya contra la religión, es decir que no sea malo en sí mismo. Tuvo en una primera etapa simpatía por la república, dada la experiencia de la corte española, pero en América, siempre postuló la monarquía, desde que llegó hasta que se fue. También lo hizo en Chile y en Perú.

De lo que no tenía dudas es de la necesidad imperiosa de proclamar la independencia, sobre lo cual insistía en sus cartas al representante de San Juan, Godoy Cruz. No todos compartían esa visión. Alvear, siendo Director, en 1815, escribió dos pliegos a las autoridades británicas, que se conservan en el Archivo Nacional, afirmando que estas provincias desean pertenecer a Gran Bretaña. Cuando se concreta la declaración, el 9 de julio, no queda satisfecho el general pues conocía las gestiones que se realizaban para subordinar este territorio a Inglaterra o a Portugal, y el acta solo se refería a Fernando VII, sus sucesores y metrópoli. Por eso siguió presionando hasta que el 19 en reunión secreta, presidida por Medrano, se agregó: y de toda otra dominación extranjera.

La propuesta de Belgrano de coronar a un descendiente de los incas, formulada en sesión especial el día 6 de julio, ha motivado algunas dudas. Algunos han creído identificar al candidato en Dionisio Inca Yupanqui, educado en el Seminario de Nobles de Madrid, que llegó a ser Coronel de Dragones en el Ejército español. Por cierto que la conjetura es un recurso válido en la investigación histórica, siempre que haya alguna evidencia concreta, que este caso no existe. 
En cambio, se conoce bien la existencia de Juan Bautista Tupac Amaru, hermano menor de Gabriel Tupac Amaru, que encabezó la última rebelión indígena contra los españoles, y que fue cruelmente ajusticiado junta a toda su familia. El único que sobrevivió fue Juan Bautista, pues fue confundido con un reo común, pero mantenido en prisión muchos años en distintas cárceles, hasta llegar a Ceuta, en África. Allí lo encontró un sacerdote peruano, el P. Durán, quien  lo ayudó a obtener la libertad y lo embarcó rumbo a Buenos Aires, a donde llegó en 1812.

Las autoridades le concedieron una pensión, y le encargaron que escribiera sus memorias que fueron publicadas en 1824, en la Imprenta de Niños Expósitos. Este curioso personaje falleció a los 88  años, y fue enterrado en el cementerio de la Recoleta. Consta en las memorias que conoció a San Martín y Belgrano, de modo que la propuesta del prócer mencionado no fue una fantasía romántica, como creyeron algunos. Mitre, por ejemplo en su biografía del creador de la bandera, lo critica duramente por estas ideas. Sin embargo, era opinión general que habiendo reasumido su trono Fernando, y constituida la Santa Alianza, no había seguridad de que fuese aceptado un gobierno republicano. 
De allí que promover una monarquía constitucional, encabezada por un descendiente de los incas, era una idea sensata, y por eso la apoyó San Martín; sabemos lo que costó en luchas fratricidas, optar por otra forma institucional.

En la actualidad, sólo podrán sobrevivir como pueblos con identidad propia, aquellos que se afiancen en sus propias raíces, descartando los cantos de sirena de modas y costumbres ajenas, que se impulsan en el mundo globalizado. El alejamiento de Gran Bretaña de la Unión Europea, debería ayudarnos a meditar sobre los riesgos de un multiculturalismo que arrasa con las tradiciones para imponer con más facilidad los intereses de grupos de poder concentrados.


*Discurso en el Club de las Fuerzas Armadas Córdoba, el 9-7-2016, con motivo de celebrarse el Bicentenario de la Independencia.





[1] “Francia, en el origen de nuestra independencia”; La Nación, 22-6-2016.