En estas fechas suelen aparecer comentarios que
confunden y crean dudas sobre nuestro pasado, por eso, no está demás hacer una
breve reflexión basada en las fuentes históricas confiables.
Hace pocos días
se publicó un artículo periodístico en el que se afirmó que: los próceres argentinos
se guiaron por: el iluminismo, la Revolución Francesa y el Contrato Social de
Rousseau[1];
nada más alejado de la verdad histórica.
El congreso de
Tucuman comenzó el 24 de marzo de 1816, con una misa del Espiritu Santo
celebrada en San Francisco, y el juramento de los diputados, que por Dios nuestro Señor, se comprometían,
entre otras cosas, a defender la religión católica, apostólica y romana. El 10 de julio,
otra misa de acción de gracias en San Francisco, con oración patriótica de
Castro Barros.
En realidad, la
guerra de la independencia fue una guerra civil, entre dos concepciones. Por
eso, en los dos bandos enfrentados hubo españoles, y el ejército realista que enfrentó en el norte
a los patriotas del Río de la Plata, estuvo integrado en un 90 % por criollos e
indios.
Los reyes
borbónicos se habían apartado de la tradición hispánica; influidos por el
racionalismo, aplicaban el llamado despotismo
ilustrado. Desde el Pacto de Familia de 1761, España dejó de interesarse en
América. Además, Napoleón quiebra la unidad imperial, y los americanos temían
ser negociados por la Junta Central.
San Martín peleó
contra el invasor francés, pero no se ilusionaba con la victoria de Bailen.
Napoleón entró con 250.000 hombres y repuso en el trono a su hermano José.
Suponiendo que triunfara España con ayuda de Inglaterra, sería la victoria de
unos reyes ineptos; a las miserias de la Corte borbónica, Napoleón las resumía así: la madre era adúltera, el padre consentido, el hijo traidor. Por
eso, decidió combatir por la independencia y salvar la verdadera España, en
América.
No fue una
decisión personal, sino compartida por muchos nativos de este continente que
vivían en España. Lo explica San Martín: “En una reunión de americanos en
Cádiz, resolvimos regresar cada uno al país de nuestro nacimiento, a fin de
prestarle nuestros servicios en la lucha (carta a Castilla, 11-9-1848).
Con respecto al
sistema de gobierno, tuvo una posición pragmática, no tenía predilección por
ningún sistema teórico. En ocasión del Congreso de Tucumán, dijo que sea
cualquiera con tal que no vaya contra la religión, es decir que no sea malo en
sí mismo. Tuvo en una primera etapa simpatía por la república, dada la
experiencia de la corte española, pero en América, siempre postuló la
monarquía, desde que llegó hasta que se fue. También lo hizo en Chile y en
Perú.
De lo que no tenía dudas es de la necesidad imperiosa de proclamar la independencia,
sobre lo cual insistía en sus cartas al representante de San Juan, Godoy Cruz. No
todos compartían esa visión. Alvear, siendo Director, en 1815, escribió dos
pliegos a las autoridades británicas, que se conservan en el Archivo Nacional, afirmando
que estas provincias desean pertenecer a Gran Bretaña. Cuando se concreta la
declaración, el 9 de julio, no queda satisfecho el general pues conocía las
gestiones que se realizaban para subordinar este territorio a Inglaterra o a
Portugal, y el acta solo se refería a Fernando VII, sus sucesores y metrópoli.
Por eso siguió presionando hasta que el 19 en reunión secreta, presidida por
Medrano, se agregó: y de toda otra
dominación extranjera.
La propuesta de
Belgrano de coronar a un descendiente de los incas, formulada en sesión
especial el día 6 de julio, ha motivado algunas dudas. Algunos han creído
identificar al candidato en Dionisio Inca
Yupanqui, educado en el Seminario de Nobles de Madrid, que llegó a ser
Coronel de Dragones en el Ejército español. Por cierto que la conjetura es un
recurso válido en la investigación histórica, siempre que haya alguna evidencia
concreta, que este caso no existe.
En cambio, se conoce bien la existencia de Juan Bautista Tupac Amaru, hermano menor
de Gabriel Tupac Amaru, que encabezó la última rebelión indígena contra los
españoles, y que fue cruelmente ajusticiado junta a toda su familia. El único
que sobrevivió fue Juan Bautista, pues fue confundido con un reo común, pero
mantenido en prisión muchos años en distintas cárceles, hasta llegar a Ceuta,
en África. Allí lo encontró un sacerdote peruano, el P. Durán, quien lo ayudó a obtener la libertad y lo embarcó
rumbo a Buenos Aires, a donde llegó en 1812.
Las autoridades
le concedieron una pensión, y le encargaron que escribiera sus memorias que
fueron publicadas en 1824, en la Imprenta de Niños Expósitos. Este curioso
personaje falleció a los 88 años, y fue
enterrado en el cementerio de la Recoleta. Consta en las memorias que conoció a
San Martín y Belgrano, de modo que la propuesta del prócer mencionado no fue
una fantasía romántica, como creyeron algunos. Mitre, por ejemplo en su
biografía del creador de la bandera, lo critica duramente por estas ideas. Sin
embargo, era opinión general que habiendo reasumido su trono Fernando, y
constituida la Santa Alianza, no había seguridad de que fuese aceptado un
gobierno republicano.
De allí que promover una monarquía constitucional,
encabezada por un descendiente de los incas, era una idea sensata, y por eso la
apoyó San Martín; sabemos lo que costó en luchas fratricidas, optar por otra
forma institucional.
En la actualidad,
sólo podrán sobrevivir como pueblos con identidad propia, aquellos que se
afiancen en sus propias raíces, descartando los cantos de sirena de modas y
costumbres ajenas, que se impulsan en el mundo globalizado. El alejamiento de
Gran Bretaña de la Unión Europea, debería ayudarnos a meditar sobre los riesgos
de un multiculturalismo que arrasa con las tradiciones para imponer con más
facilidad los intereses de grupos de poder concentrados.
*Discurso en el
Club de las Fuerzas Armadas Córdoba, el 9-7-2016, con motivo de celebrarse el
Bicentenario de la Independencia.