Ante la elección de
un nuevo Papa, los laicos podemos haber tenido
dudas o preferencias entre los cardenales en condiciones de ser
elegidos, y hasta sentir preocupación sobre
la forma en que continuará la vida de la Iglesia. De allí la importancia
de recordar que ella tiene 2.000 años y no puede desaparecer ni abandonar su
misión.
Con respecto a los
Papas, ellos son seres humanos con las mismas debilidades de cualquier hombre.
La historia muestra que no todos los pontífices fueron irreprochables; pero
incluso aquellos acusados de nepotismo y graves inconductas privadas como
Alejandro VI (Rodrigo de Borgia), que accedió al trono de Pedro en 1492, no se
apartaron de la fe en cuestiones esenciales.
En palabras de Pastor, hay que separar entre los actos personales de
Alejandro VI y lo referido a la propia Iglesia Católica:
"No afecta el
valor intrínseco de una joya, ni la moneda de oro pierde su valor cuando pasa
por unas manos sucias. Del sacerdote, como funcionario de una Iglesia santa, se
espera una vida inmaculada, tanto porque por oficio él debe ser un modelo de
virtud al que los laicos deben ver como ejemplo, como porque con su vida
virtuosa puede inspirar a otros a respetar la sociedad de la cual él es un
adorno. Pero los tesoros de la Iglesia, su carácter divino, su santidad, la
revelación divina, la gracia de Dios, la autoridad espiritual, como bien se
sabe, no dependen del carácter moral de los funcionarios de la Iglesia. Aún el
más elevado de los sacerdotes no puede disminuir en nada el valor intrínseco de los tesoros
espirituales que se le han confiado".
(Pastor, Ludwig von.
Historia de los Papas desde fines de la Edad Media, 1924, vol. III, p. 475)
La indefectibilidad
de la Iglesia
La afirmación de que
la Iglesia es indefectible -que no puede faltar- expresa una triple certeza:
1) que no
desaparecerá a lo largo de la historia;
2) que seguirá
existiendo tal como Cristo la ha querido, sin sufrir cambios sustanciales que
equivaldrían prácticamente a su destrucción;
3) que se mantendrá
fiel a Cristo.
La indefectibilidad
de la Iglesia descansa en la promesa del Señor de permanecer siempre con ella y
de defenderla de los ataques del Mal. El Vaticano II ha expresado esto en un
texto muy denso, que excluye interpretaciones simplistas:
“Caminando, pues, la
Iglesia en medio de tentaciones y tribulaciones, se ve confortada con el poder
de la gracia de Dios, que le ha sido prometida para que no desfallezca de la
fidelidad perfecta por la debilidad de la carne, antes, al contrario, persevere
como esposa digna de su Señor y, bajo la acción del Espíritu Santo, no cese de
renovarse hasta que por la cruz llegue a aquella luz que no conoce ocaso”
(Lumen Gentium, 9).
Entonces, la
confianza de la Iglesia en su fidelidad no es fruto de la soberbia humana, sino
de la confianza en la gracia de Dios. Por otra parte, ningún miembro de la
Iglesia, en particular, tiene garantía de perseverar en la fe. Incluso los
grupos como tales, pueden apartarse de la fe, dando origen a sectas heréticas.
La garantía se le da a la Iglesia en su totalidad, por lo que es imposible que
toda la Iglesia pueda caer en un error que la ponga en contra del evangelio de
Jesucristo. Dice el Concilio:
“La totalidad de los
fieles, que tienen la unción del Espíritu Santo, no puede equivocarse cuando
cree, y esta prerrogativa peculiar suya la manifiesta mediante el sentido
sobrenatural de la fe de todo el pueblo cuando desde los obispos hasta los
últimos laicos presta su consentimiento universal en las cosas de fe y
costumbres” (Lumen Gentium, l2).
Lo que se describe
así es el llamado sensus fidei, o sentido común de la fe, que es uno de los
filones de la tradición. El magisterio de Pío IX, al definir el dogma de la inmaculada
concepción de María (1854), y el de Pío XII, al definir el dogma de la asunción
corporal al cielo de la Virgen (1950), se apoyaron en el sensus fidei. En
efecto, ambos papas pidieron a los obispos que informaran sobre la vivencia al
respecto, del clero y de los fieles, antes de proclamar el dogma.
Características
del Magisterio de la Iglesia
Podemos clasificar
las formas del magisterio, con el siguiente cuadro:
AUTENTICO:
-De los obispos en su
Diócesis respectiva
-De las Conferencias
Episcopales
-Del Papa, en su
Magisterio Ordinario
INFALIBLE:
-De todos los
Obispos, con el Papa, en consenso unánime
-De los Concilios
Ecuménicos, cuando definen
-Del Papa, cuando
habla “ex Cathedra” (desde la cátedra), con la intención de definir una verdad.
El Código de Derecho
Canónico (Cánon 749,1 ) establece:
“En virtud de su
oficio, el Sumo Pontífice goza de infalibilidad en el magisterio, cuando, como
supremo pastor y doctor de todos los fieles, a quien compete confirmar en la fe
a sus hermanos, proclama por un acto definitivo la doctrina que debe sostenerse
en materia de fe y costumbres.”
El Concilio Vaticano
I fijó las condiciones que se requieren para que el magisterio del papa sea
infalible:
l. El Papa enseña
como pastor y doctor universal; no como doctor privado ni como Obispo de Roma.
2. El Papa define, es
decir, pronuncia un juicio definitivo e irrevocable en el futuro, ni por el
mismo papa, ni por otro, ni por un Concilio.
3. El Papa ejerce su
suprema autoridad apostólica, lo cual implica que obre con entera libertad y no
por coacción.
4. El Papa define una
doctrina sobre fe y costumbres; no está limitada a la Revelación.
5. Debe ser sostenida
por la Iglesia universal: obliga a toda la Iglesia, no a una parte, y a un asentimiento
absoluto e irrevocable.
Cuando se dan estas
cinco condiciones, el papa habla ex cátedra, y su enseñanza es infalible.
(Lumen Gentium, 25)
Fuentes:
Collantes, Julio. “El
Magisterio de la Iglesia”; Madrid, Cuadernos BAC, 1978.
Ardusso, Franco. “Magisterio
Eclesial”; Madrid, San Pablo, 1998.