domingo, 5 de junio de 2011

La contumacia del P. Aguirre

Transcribimos a continuación el último artículo del P. Aguirre, intercalando algunos comentarios:



Sarmiento en los colegios católicos

José Amado Aguirre (Presbítero)

Algunas notas sobre la originalidad sorprendente del máximo educador argentino nos manifiestan el contenido de sus contundentes ideas y audaces prácticas en todos los órdenes de la vida.
Si vio la luz el 15 de febrero de 1811, significa que comenzó su existencia con los gritos de libertad del 25 de mayo de 1810. Aprende a borbotones y ya es capaz de dirigir su primera escuelita a los 15 años. Su inmensa actividad no cabe ni en los 52 tomos escritos por su nieto Augusto Belín.
Quiero destacar algunos datos registrados en sus últimas horas.


“Yo les he respetado sus creencias, sin violentarlas jamás. Devuélvanme ahora ese respeto. Que no haya sacerdotes junto a mi lecho de muerte (...)”. ¿Cómo se puede comprender ahora ese mensaje? Conociendo la historia de la lucha frontal de la Iglesia Católica contra sus ideas de libertad, democracia popular, educación laica, matrimonio civil, cementerios laicos. La nefasta doctrina de Pío IX, condensada en Syllabus Errorum (1864), ya se había difundido en el país. ¡Cuánto hubiera querido intuir la postura antitética del “papa bueno” Juan XXIII, un auténtico servidor de Cristo y de la humanidad!


Sarmiento, un leal masón, sabía que en ese tiempo la masonería estaba condenada con todas las penas eclesiásticas, incluso con la negación de la sepultura en los cementerios en manos de la Iglesia. ¿Abdicaría de su credo ideológico y político por miedo al escarnio sobre su cadáver? Veamos: “¿Estoy acaso libre de que me niegue la sepultura el cura del cementerio? Ya tomaré mis precauciones testamentarias para que, si la cremación no se practica, se lleve mi cadáver a Chile, donde no hay hombre ni mujer de 50 años que no haya aprendido a leer con la Conciencia de un niño y Vida de JesucristoSDRq. Y ya había escrito: “Era y soy el único propagador del cristianismo en las escuelas”.

Penalidades. En la actualidad, la Iglesia Católica ha eliminado del Código de Derecho Canónico las nefastas penalidades que había para los inscriptos en la masonería.
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Comentario: El P. Aguirre, que es Dr. en Derecho Canónico, no puede desconocer que el nuevo Código de D. Canónico, promulgado en 1983 expresa en el canon 1374: Quien se inscribe en una asociación que maquina contra la Iglesia debe ser castigado con una pena justa; quien promueve o dirige esa asociación ha de ser castigado con entredicho.


La expresión “maquina contra la Iglesia”, figuraba en el anterior canon 2335 que condenaba a la masonería, y la expresión “entredicho” significa censura eclesiástica por la cual se prohíbe el uso de los divinos oficios, la administración y recepción de algunos sacramentos y la sepultura eclesiástica.


Más aún, tres días antes de la promulgación del nuevo Código, el 26-11-1983, la Congregación para la Doctrina de la Fe, emitió una declaración aprobada por el Papa, aclarando que “no ha cambiado el juicio negativo de la Iglesia respecto de las asociaciones masónicas, porque sus principios han sido considarados inconciliables con la doctrina de la Iglesia”, y que quienes las integren “se hallan en estado de pecado grave y no pueden acercarse a la Santa Comunión”
[1].
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Al fin y al cabo, ¿cómo se pueden entender las acusaciones contra Sarmiento por su leal adhesión a esa institución “secreta” –la única forma de evitar las persecuciones del poder político y eclesiástico– y se silencia que nuestro máximo libertador, el General José de San Martín, también lo era, hasta el punto de ordenar en su testamento que no se lo pasara por el templo para los oficios fúnebres?
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Comentario: Lo que escribió, de puño y letra, San Martín en su testamento fue: “Prohibo que se me haga ningún género de funeral y, desde el lugar en que fallezca, se me conduzca directamente al Cementerio, sin ningún acompañamiento”.


Explica el P. Furlong: “que esa prohibición era lógica en San Martín, ya que siempre fue, como lo recuerdan sus biógrafos, enemigo de todo boato y ostentación, en pro de su persona”
[2]. Los familares, respetando sus deseos, prescindieron de todo funeral público y de toda pompa externa, pero como no dijo “que no se lo pasara por el templo” –como escribe Aguirre-, el coche fúnebre se detuvo al pasar por la Iglesia de San Nicolás, donde los sacerdotes rezaron responsos. Posteriormente, el cortejo continuó hasta la Iglesia Nuestra Señora de Boulogne (catedral), en cuya cripta fue depositado el ataúd[3].


A diferencia de Sarmiento, que ocupó el cargo de Gran Maestre de la Masonería Argentina, ostentando el grado 33, está demostrado que San Martín nunca perteneció a dicha asociación
[4].
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¿Acaso historiadores de la talla de Enrique de Gandía no han publicado ya los méritos de esa asociación secreta a favor de la independencia continental, desde el célebre patriota venezolano Francisco de Miranda hasta nuestros máximos líderes en la lucha por la libertad? ¡Y sin libertad, no hablemos de cristianismo!
“Ya siento que me flaquean las fuerzas, pero estoy preparado, llevo el último pasaporte admisible, porque está escrito en todas las lenguas: servir a la humanidad”. He aquí el lema de la masonería, que es el mismo de todo auténtico creyente cristiano. A su modo, el testamento se inicia así: “En el nombre de Dios Todopoderoso, yo, Domingo Faustino Sarmiento...”. “Su hija hizo llamar al sacerdote. Sarmiento pidió que lo dieran vuelta del lado izquierdo y así expiró. Eran las 2.15 del naciente 11 de septiembre de 1888. Con los primeros rayos de la luz de la aurora, entró un sacerdote vicentino y comenzó a decir sus oraciones, que todos los presentes, de rodillas, escuchaban y acompañaban con rezos”.
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Comentario: El P. Scarella acudió a un llamado para asistir al agonizante Sarmiento, siéndole impedido el paso hasta que falleció: “Es evidente que han querido dificultar mi acción”. No obstante, 14 años antes, en carta a su amigo José Posse, le había escrito: “Hubiera deseado que a la hora de la muerte estuvieses por aquí, para verme morir sacramentado y reconciliado con la Iglesia”
[5].
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Llegará el día en que la imagen del gran maestro presidirá aulas y colegios no sólo estatales, sino también los privados católicos. ¡Y será justicia!

La Voz del Interior, 4-6-11


[1] Caturelli, Alberto. “La Iglesia Católica y la masonería”; Buenos Aires, Nuevo Orden, 1987, pp. 31/32.
[2] Furlong SJ, Guillermo. “El general San Martín, ¿masón-católico-deísta?; Buenos Aires, Theoria, 1963, p.129.
[3] Id., pp. 129/131.
[4] San Martín no fue masón: www.forosanmartiniano.blogspot.com/2008/01/san-martn-no-fue-masn.html
[5] Bruno, P. Cayetano. “Creo en la vida eterna, el ocaso cristiano de los próceres”; Rosario, Didascalia, 1988, pp. 128/129.