Según el diccionario de la
lengua, editorial es: “artículo no firmado que expresa la opinión de un medio
de comunicación sobre un determinado asunto”; por lo tanto, lo publicado en La
Voz del Interior y que reproducimos a continuación, indica que dicho periódico
adhiere a la ideología de género.
-La citada Dra. Isha Escribano, periodista
y médica según su relato, fue la feliz receptora del DNI número 9.000 de
quienes han obtenido un cambio de género, modificando el sexo con el que fueron
inscriptas en el Registro Civil al nacer.
No se aclaran, sin embargo,
algunas dudas que surgen de la lectura:
-Si Alejandro pasa a ser
Alejandra, la persona que existió durante 15 o 20 años, ¿se disuelve en el
éter, como si nunca hubiese existido?
-Si el género es algo que se
autopercibe, ¿qué ocurre cuando una persona, en uso de sus derechos humanos,
autopercibe que ya no se identifica con el género que había autopercibido
poseer y que lo llevó a solicitar un nuevo documento de identidad? La ley 26.743
no prevé que pueda solicitar otro cambio de documento, para que exista una
coherencia con el nuevo género autopercibido.
No puede encontrarse una
solución lógica, pues se parte de un caprichoso desconocimiento de la
antropología. “La construcción autónoma
y sin límites de la feminidad y masculinidad, al margen del hecho biológico de
tener todas y cada una de las células de sexo femenino o masculino, nunca jamás
ha sido constatado empíricamente. No existe ningún caso concreto –persona con
nombre y apellido- en que haya sucedido tal cosa”.
“…como hay dos modos de ser
humanos –varón y mujer- los caracteres esenciales se dan en dos versiones
diferentes. Por ello, la composición de los cromosomas del código genético
masculino (xy), difiere del femenino (xx), lo mismo que hay diferencias
anatómicas y fisiológicas en los cuerpos de varón y mujer”.
En resumen, “el
género es una ideología” (*).
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Políticas que se consolidan
La Voz del Interior,
editorial, 17 de febrero de 2020
En un acto de alto valor
simbólico en la Casa Rosada, el presidente Alberto Fernández le entregó su
nuevo documento a una médica y periodista con la información de género de
acuerdo con su identidad autopercibida, en consonancia con una ley vigente en
el país desde 2012.
Según las cifras oficiales,
en Argentina ya hay nueve mil personas bajo el amparo de la ley de identidad de
género. Eso significa, como sostuvo el Presidente, que un promedio de más de
mil personas por año hicieron valer sus derechos, más allá del gobierno de
turno.
Por su parte, La profesional
trans subrayó, con buen criterio, la importancia de esta ley, ya que le asegura
a cualquier habitante del país la posibilidad de vivir con la misma dignidad
que los demás y en la más absoluta legalidad, con todo lo que ello implica.
La persona transgénero que no
cuenta con un documento acorde con su condición se expone a múltiples
discriminaciones. En el mercado laboral, en los sistemas educativo y sanitario,
en el registro de sus bienes. En realidad, se les complica hasta la acción más
cotidiana e intrascendente de la vida, como puede ser el pago de una pequeña
compra en un comercio. Pensemos que el uso de tarjetas de débito o de crédito
implica la presentación de un documento de identidad.
Como es lógico, la solución
no puede ser la adquisición de un documento falso. Sin duda, hay un mercado
ilegal para estos menesteres. Pero esos arreglos no sólo abren las puertas a
nuevos problemas, ya que acarrean situaciones de riesgo, sino que en la
práctica significa asociar a las personas trans con las actividades delictivas.
La ley de identidad de
género garantiza que cualquier persona sea tratada de acuerdo con su identidad
autopercibida. En función de ello, obliga al Estado a entregar documentos
personales con el nombre y el género vivenciado a quien solicite la corrección
de sus documentos originales.
Esa es la verdadera y única
solución posible a un problema que, si bien se lo mira, no está provocado por
las personas trans, sino por esa sociedad que no admite la igualdad de derechos
y que, en los hechos, adopta una perspectiva supuestamente biologicista para
discriminarlas.
El género, o la identidad
sexual, como se lo quiera denominar, no son cuestiones que están determinadas
exclusivamente por el cuerpo en el que nacemos. Y no hay géneros que nos hacen
buenos y géneros que nos hacen malos, o identidades sexuales normales e identidades
sexuales perversas.
Por eso, y porque todos
tenemos derecho a tener los mismos derechos, es que el reconocimiento legal de
las personas trans es un gran avance en el campo de los derechos humanos.
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(*) Scala, Jorge. Recrear la cultura de la vida; Córdoba,
Encuentro, 2006, pp. 223, 233, 241.