viernes, 31 de mayo de 2019

TEOLOGÍA DEL PUEBLO



En la Universidad Católica de Córdoba, se ha organizado un curso sobre “Teología del Pueblo. Raíz teológica del Papa Francisco”; considerando que “la Teología del pueblo, surgida en Argentina en el humus teológico pastoral del Concilio Vaticano II y Medellín, es el contexto teológico pastoral más inmediato donde hunde sus raíces el ministerio teológico pastoral del Papa Francisco proyectado sobre el nuevo milenio”. Se procura “recuperar el aporte original de los iniciadores: Lucio Gera, Rafael Tello y Juan Carlos Scannone”.
Nos parece oportuno, entonces, reproducir algunos párrafos de un libro (*) de uno de los teólogos citados, para conocer las líneas fundamentales de este movimiento teológico, que el P. Scannone incluye entre las “teologías de la liberación, en plural, para hacer notar las diferenciaciones internas que se dan dentro de la teología de la liberación”. A tal efecto, enumera “cuatro vertientes de la teología de la liberación, como se notaban ya, al menos, desde 1972”:
1. Teología desde la praxis pastoral de la Iglesia
2. Teología desde la praxis de grupos revolucionarios
3. Teología desde la praxis histórica
4. Teología desde la praxis de los pueblos latinoamericanos
En esta cuarta corriente cita a Lucio Gera, como el “más conspicuo representante de una línea teológica que, al menos en sus comienzos, pudo llamarse con propiedad teología de la liberación”. “A esta cuarta variante –según entonces se estaba dando en la Argentina- se refiere J. L. Segundo con la designación de Teología del Pueblo…”.
“Mientras que las corrientes analizadas en segundo y tercer lugar entienden el pueblo, ante todo –aunque no exclusivamente-, como clase (las clases oprimidas en la estructura socioeconómica capitalista), usando para ello de los aportes del marxismo, esta otra corriente –sin negarle valor analítico a la categoría de clase (no necesariamente comprendida según su interpretación marxista)- concibe al pueblo, ante todo, desde una perspectiva histórico-cultural.” 
“Por todo ello se explica que esta corriente estime que las categorías sacadas de la historia y la cultura latinoamericanas (como son las pueblo, anti-pueblo, mestizaje cultural, etc.) son más apropiadas que las marxistas para interpretar nuestra realidad. No por ello juzga que deban desecharse ciertos aportes de la tradición marxista, con tal que sean asumidos críticamente desde el horizonte dado por la fe cristiana y la cultura latinoamericana”.
Cabe mencionar, entre los antecedentes, que Lucio Gera firmó la adhesión al Mensaje de los 18 obispos del Tercer Mundo, el 31 de diciembre de 1967, que marca el comienzo de  la organización en la Argentina del Movimiento  de Sacerdotes para el Tercer Mundo. La Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Argentina, emitió una declaración el 12 de agosto de 1970, en la que alude a la posición asumida por dicho Movimiento:
Adherir a un proceso revolucionario…haciendo opción por un socialismo latinoamericano que implique necesariamente la socialización del poder económico y político y de la cultura (**) no corresponde, ni es lícito a ningún grupo de sacerdotes, ni por su carácter sacerdotal, ni por la doctrina social de la Iglesia a la cual se opone, ni por el carácter de revolución social que implica la aceptación de la violencia como medio para lograr cuanto antes la liberación de los oprimidos.”
Por su parte, la Congregación para la Doctrina de la Fe, presidida entonces por el Card. Joseph Ratzinger, publicó (6-8-1984) la Instrucción sobre algunos aspectos de la Teología de la Liberación (***), aprobada por el Santo Padre Juan Pablo II. Conviene repasar algunas de las orientaciones de dicho documento:
“La liberación es ante todo y principalmente liberación de la esclavitud radical del pecado. (…) ante la urgencia de los problemas, algunos se sienten tentados a poner el acento de modo unilateral sobre la liberación de las esclavitudes de orden terrenal y temporal, de tal manera que parecen hacer pasar a un segundo plano la liberación del pecado, y por ello no se le atribuye prácticamente la importancia primaria que le es propia. La presentación que proponen de los problemas resulta así confusa y ambigua. Además, con la intención de adquirir un conocimiento más exacto de las causas de las esclavitudes que quieren suprimir, se sirven, sin suficiente precaución crítica, de instrumentos de pensamiento que es difícil, e incluso imposible, purificar de una inspiración ideológica incompatible con la fe cristiana y con las exigencias éticas que de ella derivan” (Introd.).
“De este modo con frecuencia la aspiración a la justicia se encuentra acaparada por ideologías que ocultan o pervierten el sentido de la misma, proponiendo a la lucha de los pueblos para su liberación fines opuestos a la verdadera finalidad de la vida humana, y predicando caminos de acción que implican el recurso sistemático a la violencia, contrarios a una ética respetuosa de las personas” (II, 3).
“No se puede tampoco localizar el mal principal y únicamente en las « estructuras » económicas, sociales o políticas malas, como si todos los otros males se derivasen, como de su causa, de estas estructuras, de suerte que la creación de un « hombre nuevo » dependiera de la instauración de estructuras económicas y sociopolíticas diferentes” (IV, 15).
“Pero las « teologías de la liberación », de las que hablamos, entienden por Iglesia del pueblo una Iglesia de clase, la Iglesia del pueblo oprimido que hay que « concientizar » en vista de la lucha liberadora organizada. El pueblo así entendido llega a ser también para algunos, objeto de la fe” (IX, 12).
“En esta perspectiva, se substituye la ortodoxia como recta regla de la fe, por la idea de ortopraxis como criterio de verdad” (X, 3).
“La doctrina social de la Iglesia es rechazada con desdén. Se dice que procede de la ilusión de un posible compromiso, propio de las clases medias que no tienen destino histórico” (X, 4).
“La llamada de atención contra las graves desviaciones de ciertas « teologías de la liberación » de ninguna manera debe ser interpretada como una aprobación, aun indirecta, dada a quienes contribuyen al mantenimiento de la miseria de los pueblos, a quienes se aprovechan de ella, a quienes se resignan o a quienes deja indiferentes esta miseria” (XI, 1).
“La urgencia de reformas radicales de las estructuras que producen la miseria y constituyen ellas mismas formas de violencia no puede hacer perder de vista que la fuente de las injusticias está en el corazón de los hombres.” “La inversión entre moralidad y estructuras conlleva una antropología materialista incompatible con la verdad del hombre” (XI, 8).

(*) Scannone, SJ, Juan Carlos. “Teología de la Liberación y Doctrina Social de la Iglesia”; Madrid-Buenos Aires, Ediciones Cristiandad  y Editorial Guadalupe, 1987, pp. 53, 54, 61, 62, 63, 66.
(**) Declaración del tercer encuentro nacional del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo; Santa Fe, 2 de mayo de 1970.
(***) Congregación para la Doctrina de la Fe. “Libertatis nuntius”; 1984.