En la
Universidad Católica de Córdoba, se ha organizado un curso sobre “Teología del Pueblo. Raíz teológica del
Papa Francisco”; considerando que “la Teología del pueblo, surgida en
Argentina en el humus teológico pastoral del Concilio Vaticano II y Medellín,
es el contexto teológico pastoral más inmediato donde hunde sus raíces el
ministerio teológico pastoral del Papa Francisco proyectado sobre el nuevo milenio”.
Se procura “recuperar el aporte original de los iniciadores: Lucio Gera, Rafael
Tello y Juan Carlos Scannone”.
Nos parece
oportuno, entonces, reproducir algunos párrafos de un libro (*) de uno de los
teólogos citados, para conocer las líneas fundamentales de este movimiento teológico, que el P. Scannone
incluye entre las “teologías de la liberación, en plural, para hacer notar las
diferenciaciones internas que se dan dentro de la teología de la liberación”. A
tal efecto, enumera “cuatro vertientes de la teología de la liberación, como se
notaban ya, al menos, desde 1972”:
1. Teología
desde la praxis pastoral de la Iglesia
2. Teología
desde la praxis de grupos revolucionarios
3. Teología
desde la praxis histórica
4. Teología
desde la praxis de los pueblos latinoamericanos
En esta cuarta
corriente cita a Lucio Gera, como el “más conspicuo representante de una línea
teológica que, al menos en sus comienzos, pudo llamarse con propiedad teología
de la liberación”. “A esta cuarta variante –según entonces se estaba dando en
la Argentina- se refiere J. L. Segundo con la designación de Teología
del Pueblo…”.
“Mientras que
las corrientes analizadas en segundo y tercer lugar entienden el pueblo, ante
todo –aunque no exclusivamente-, como clase
(las clases oprimidas en la estructura socioeconómica capitalista), usando
para ello de los aportes del marxismo, esta otra corriente –sin negarle valor
analítico a la categoría de clase (no necesariamente comprendida según su
interpretación marxista)- concibe al pueblo, ante todo, desde una perspectiva histórico-cultural.”
“Por todo ello se
explica que esta corriente estime que las categorías sacadas de la historia y
la cultura latinoamericanas (como son las pueblo,
anti-pueblo, mestizaje cultural, etc.) son más apropiadas que las marxistas para
interpretar nuestra realidad. No por ello juzga que deban desecharse ciertos
aportes de la tradición marxista, con tal que sean asumidos críticamente desde
el horizonte dado por la fe cristiana y la cultura latinoamericana”.
Cabe mencionar,
entre los antecedentes, que Lucio Gera firmó la adhesión al Mensaje de los 18
obispos del Tercer Mundo, el 31 de diciembre de 1967, que marca el comienzo
de la organización en la Argentina del
Movimiento de Sacerdotes para el Tercer
Mundo. La Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Argentina, emitió una
declaración el 12 de agosto de 1970, en la que alude a la posición asumida por
dicho Movimiento:
“Adherir a un proceso revolucionario…haciendo
opción por un socialismo latinoamericano que implique necesariamente la
socialización del poder económico y político y de la cultura (**) no
corresponde, ni es lícito a ningún grupo de sacerdotes, ni por su carácter
sacerdotal, ni por la doctrina social de la Iglesia a la cual se opone, ni por
el carácter de revolución social que implica la aceptación de la violencia como
medio para lograr cuanto antes la liberación de los oprimidos.”
Por su parte, la
Congregación para la Doctrina de la Fe, presidida entonces por el Card. Joseph
Ratzinger, publicó (6-8-1984) la Instrucción sobre algunos aspectos de la
Teología de la Liberación (***), aprobada por el Santo Padre Juan Pablo
II. Conviene repasar algunas de las orientaciones de dicho documento:
“La liberación
es ante todo y principalmente liberación de la esclavitud radical del pecado. (…)
ante la urgencia de los problemas, algunos se sienten tentados a poner el
acento de modo unilateral sobre la liberación de las esclavitudes de orden
terrenal y temporal, de tal manera que parecen hacer pasar a un segundo plano
la liberación del pecado, y por ello no se le atribuye prácticamente la
importancia primaria que le es propia. La presentación que proponen de los
problemas resulta así confusa y ambigua. Además, con la intención de adquirir
un conocimiento más exacto de las causas de las esclavitudes que quieren
suprimir, se sirven, sin suficiente precaución crítica, de instrumentos de
pensamiento que es difícil, e incluso imposible, purificar de una inspiración
ideológica incompatible con la fe cristiana y con las exigencias éticas que de
ella derivan” (Introd.).
“De este modo
con frecuencia la aspiración a la justicia se encuentra acaparada por
ideologías que ocultan o pervierten el sentido de la misma, proponiendo a la
lucha de los pueblos para su liberación fines opuestos a la verdadera finalidad
de la vida humana, y predicando caminos de acción que implican el recurso
sistemático a la violencia, contrarios a una ética respetuosa de las personas”
(II, 3).
“No se puede
tampoco localizar el mal principal y únicamente en las « estructuras »
económicas, sociales o políticas malas, como si todos los otros males se
derivasen, como de su causa, de estas estructuras, de suerte que la creación de
un « hombre nuevo » dependiera de la instauración de estructuras económicas y
sociopolíticas diferentes” (IV, 15).
“Pero las «
teologías de la liberación », de las que hablamos, entienden por Iglesia del
pueblo una Iglesia de clase, la Iglesia del pueblo oprimido que hay que «
concientizar » en vista de la lucha liberadora organizada. El pueblo así
entendido llega a ser también para algunos, objeto de la fe” (IX, 12).
“En esta
perspectiva, se substituye la ortodoxia como recta regla de la fe, por la idea
de ortopraxis como criterio de verdad” (X, 3).
“La doctrina
social de la Iglesia es rechazada con desdén. Se dice que procede de la ilusión
de un posible compromiso, propio de las clases medias que no tienen destino
histórico” (X, 4).
“La llamada de
atención contra las graves desviaciones de ciertas « teologías de la liberación
» de ninguna manera debe ser interpretada como una aprobación, aun indirecta,
dada a quienes contribuyen al mantenimiento de la miseria de los pueblos, a
quienes se aprovechan de ella, a quienes se resignan o a quienes deja indiferentes
esta miseria” (XI, 1).
“La urgencia de
reformas radicales de las estructuras que producen la miseria y constituyen
ellas mismas formas de violencia no puede hacer perder de vista que la fuente
de las injusticias está en el corazón de los hombres.” “La inversión entre
moralidad y estructuras conlleva una antropología materialista incompatible con
la verdad del hombre” (XI, 8).
(*) Scannone,
SJ, Juan Carlos. “Teología de la Liberación y Doctrina Social de la Iglesia”;
Madrid-Buenos Aires, Ediciones Cristiandad
y Editorial Guadalupe, 1987, pp. 53, 54, 61, 62, 63, 66.
(**) Declaración
del tercer encuentro nacional del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer
Mundo; Santa Fe, 2 de mayo de 1970.
(***)
Congregación para la Doctrina de la Fe. “Libertatis nuntius”; 1984.