Recordamos hoy el combate de la Vuelta de
Obligado que se produjo el 20 de noviembre de 1845, en aguas del río Paraná.
Recordemos que la Confederación Argentina se enfrentó con la escuadra
anglo-francesa cuyos buques poseían la tecnología más avanzada, impulsados
tanto a vela como con motores a vapor. Una parte de ellos estaban parcialmente
blindados, y todos dotados de grandes piezas de artillería forjadas en hierro,
de rápida recarga y cohetes a la Congrève, que nunca se habían utilizado en
esta región. Este combate — pese a ser una derrota táctica — dio como resultado
la victoria diplomática y política de la Confederación Argentina; la
resistencia opuesta por el gobierno argentino obligó a los invasores a aceptar
la soberanía argentina sobre los ríos interiores.
A pedido del historiador José María Rosa, se
promulgó la ley 20.770 que declara el 20 de noviembre "Día de la Soberanía
Nacional", a modo de homenaje permanente a quienes defendieron con
valentía y eficiencia los derechos argentinos.
Si bien el general Rosas, debió sostener un
conflicto bélico en condiciones muy difíciles, las circunstancias de la época
le permitieron utilizar la diplomacia para compensar su debilidad material. Hoy
sería mucho más difícil, dadas las herramientas técnicas abrumadoras de que
disponen las grandes potencias. Valga mencionar el manejo de la información:
El sistema
Echelon es considerada la mayor red de espionaje y análisis para interceptar
comunicaciones electrónicas de la historia, Controlada por la comunidad
anglosajona (Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda), puede capturar comunicaciones por radio y
satélite, llamadas de teléfono, faxes y correos electrónicos en casi todo el
mundo e incluye análisis automático y clasificación de las interceptaciones. Se
estima que intercepta más de tres mil
millones de comunicaciones cada día.
El sistema está
bajo la administración de la NSA (National Security Agency). Esta organización
cuenta con 100.000 empleados tan sólo en Maryland (Estados Unidos)
Las señales
capturadas son luego procesadas por una serie de superordenadores, conocidas
como diccionarios, las cuales han sido programadas para buscar patrones
específicos en cada comunicación, ya sean direcciones, palabras, frases o
incluso voces específicas. el sistema dispone de 120 estaciones fijas y
satélites geoestacionarios. Se recogen los mensajes aleatoriamente y se
procesan mediante los diversos filtros buscando palabras clave.
PRISM es un
programa del Gobierno estadounidense, que puede ser considerado como parte de
la red ECHELON. Es divulgada su existencia por los medios de comunicación en
junio de 2013 (The Guardian y The Washington Post ), y se caracteriza por
capturar los datos de compañías como Google, Apple, Microsoft o Facebook.
La seguridad
cibernética fue uno de los temas tratados en la reunión cumbre entre Obama y Xi
Jinping en Washington en setiembre (23-26), pues la transmisión digital es uno
de los principales desafíos al ser hoy virtualmente libre, tanto en
comunicaciones como en contenido. Por Internet se envían por año 90 billones de
e-mails y conducen dos billones de transacciones.
Julian Assange,
creador de Wikileaks marcó el comienzo de una época, demostrando que los
kackers son prácticamente invulnerables, hasta para las mayores potencias.
El diario Perfil
publicó un informe sobre el virus “troyano” que se encontró en el teléfono del
fallecido fiscal Nisman. El mismo, fue analizado por el laboratorio de
Seguridad de las Comunicaciones de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN).
Según el experto a cargo, el virus fue probablemente desarrollado en la
National Security Agency (NSA) y ellos o la CIA eran los que estaban detrás de
la filtración al teléfono (Seprin, 23-9-15).
Es importante reflexionar hoy sobre el tema
de la soberanía, en un momento de profunda crisis en el país. Hoy existe en la
Argentina, como nunca antes, un desaliento generalizado sobre su destino; cunde
un clima de descontento, de protesta, una especie de atomización social. Estos
síntomas evidencian que está debilitada la concordia, factor imprescindible
para que exista una nación en plenitud.
Un tópico a considerar es el peligro que
creen advertir muchos de que, en esta época signada por la globalización, el
estado sufra una disminución o pérdida total de su soberanía. Para ello,
debemos precisar el concepto mismo de soberanía, que es la cualidad del poder
estatal que consiste en ser supremo en un territorio determinado, y no depender
de otra normatividad superior. No es susceptible de grados; existe o no. Por lo
tanto, carece de sentido mencionar la "disminución de soberanía" de
los Estados contemporáneos.
Lo que puede disminuir o incrementarse es el
poder propiamente dicho, es decir, la capacidad efectiva de hacer cosas, de
resolver problemas e influir en la realidad. El hecho de que un Estado acepte,
por ejemplo, delegar atribuciones propias en un organismo supraestatal -como el
Mercosur-, no afecta su soberanía, pues, precisamente, adopta dichas decisiones
en virtud de su carácter de ente soberano.
No cabe duda que la globalización implica un
riesgo muy concreto de que disminuya en forma alarmante el grado de
independencia que puede exhibir un país en vías de desarrollo. Ningún país es
hoy enteramente libre para definir sus políticas, ni siquiera las de orden
interno, a diferencia de otras épocas históricas en que los países podían
desenvolverse con un grado considerable de independencia. Entendiendo por
independencia la capacidad de un Estado de decidir y obrar por sí mismo, sin
subordinación a otro Estado o actor externo; la posibilidad de dicha
independencia variará según las características del país respectivo y de la
capacidad y energía que demuestre su gobierno. Pues, más allá de las
pretensiones de los ideólogos de la globalización, lo cierto es que el Estado
continúa manteniendo su rol en nuestros días. En varios países europeos el
Estado maneja más de la mitad del gasto nacional, y no es consistente, por lo
tanto, afirmar que los políticos son simples agentes del mercado. Es claro que
ello exige fortalecer el Estado, que sigue siendo el único instrumento de que
dispone la sociedad para su ordenamiento interno y su defensa exterior.
Pese a todos los
condicionamientos que impone la globalización, el Estado sigue siendo el mejor
órgano de que dispone una sociedad para su ordenamiento interno y su defensa
exterior. Desde nuestra perspectiva, no deben ser motivo de preocupación los
cambios de tamaño, forma y roles del Estado, mientras cumpla su finalidad
esencial de gerente del bien común. De modo que conviene no proclamar
apresuradamente la desaparición del Estado, que sigue siendo una sociedad
perfecta, por ser la única institución temporal que protege adecuadamente el
bien común de cada sociedad territorialmente delimitada. Como enseña Benedicto
XVI en su encíclica Caritas in veritate: “parece más realista una renovada
valoración de su papel y de su poder, que han de ser sabiamente reexaminados y
revalorizados, de modo que sean capaces de afrontar los desafíos del mundo
actual, incluso con nuevas modalidades de ejercerlos”.
La situación internacional, vista sin
anteojeras ideológicas ofrece, - en especial desde 1989- posibilidades de
actuación autonómica aún a los países pequeños y medianos. Por cierto, que para
poder aprovechar las circunstancias, es necesario que los gobernantes sepan
distinguir los factores condicionantes de la realidad, de los llamados
"factores determinantes" de la política exterior; estos son los
hombres concretos que deciden en los Estados, procurando mantener su
independencia.
El economista Aldo Ferrer ha aportado un
concepto interesante, el de "densidad nacional", que expresa el
conjunto de circunstancias que determinan la calidad de las respuestas de cada
nación a los desafíos y oportunidades de la globalización. Atribuye dicho autor
a la baja densidad nacional, la causa de los problemas argentinos.
Entonces, la primera decisión política a
adoptar es la de fortalecer el rol del Estado para procurar su máxima eficacia.
Desde nuestra perspectiva no deben ser motivo de preocupación los cambios de
tamaño, forma y funciones del Estado, mientras cumpla su finalidad esencial de
gerente del Bien Común.
Ahora bien, el grave problema argentino, es
que no existe soberanía pues no existe el Estado. Como explica Marcelo Sánchez Sorondo: todo Estado
incluye un gobierno, pero no todo gobierno implica que exista un Estado.
El Estado es una
entidad jurídico-política que surge recién en una etapa de la civilización,
como complejo de organismos, al servicio del bien común. Supone una
delimitación explícita del poder discrecional. Si un gobernante puede afirmar
“el Estado soy yo”, queda demostrada la inexistencia del Estado. Pues la
hipertrofia del poder personal, sin frenos, es un síntoma de la ausencia de un
Estado.
El gobierno no
encuadrado en un Estado es errático y caprichoso; sirve únicamente para el
enriquecimiento y la influencia individual de los gobernantes, que no pueden
lograr el funcionamiento eficaz de la estructura gubernamental.
De allí la
paradoja de culpar al Estado de todos los problemas, cuando el origen de los
problemas es la ausencia del Estado.
En esto seguimos al Prof. de Mahieu, que define al Estado como el órgano de
síntesis, planeamiento y conducción, de una sociedad determinada, destinado a
lograr el bien común. El ejercicio de las tres funciones señaladas es requisito
indispensable para la existencia de un Estado; cuando dejan de cumplirse, el
Estado desaparece, aunque se mantengan las formalidades constitucionales. Eso
es lo que ocurrió en la Argentina, hace 45 años.
1º) La función de síntesis. La unidad social
es el resultado de la síntesis de las diversas fuerzas sociales constitutivas,
síntesis en constante elaboración por los cambios que se producen en los grupos
y en el entorno. La superación de los antagonismos internos no surge
espontáneamente; es el resultado de un esfuerzo consciente por afianzar la
solidaridad sinérgica, a cargo del Estado.
El poder estatal tendrá legitimidad en la
medida en que cumpla dicha función, garantizando la concordia política.
2º) La función de planeamiento. El Estado
centraliza la información que le llega de los grupos sociales; recopila sus
problemas, necesidades y demandas. Los datos son procesados y extrapolados en
función de los fines comunes, fijados en la Constitución Nacional y en otros
documentos, que señalan los objetivos políticos y los valores que identifican a
un pueblo. Con mayor o menor intensidad, según el modelo gubernamental elegido,
es en el marco del Estado donde debe realizarse el planeamiento global que
establezca las metas y las prioridades en el proceso de desarrollo integral de
la sociedad, en procura del Bien Común. Por cierto que, en una concepción no
totalitaria el planeamiento estatal sólo será vinculante para el propio Estado,
y meramente indicativo para el sector privado. La autoridad pública no debe
realizar ni decidir por sí misma "lo que puedan hacer y procurar
comunidades menores e inferiores", en palabras de Pío XI. Pero, debido a
la complejidad de los problemas modernos, el principio de subsidiariedad
resulta insuficiente para resolverlos sin la orientación del Estado, que mediante
el planeamiento se dedique a "animar, estimular, coordinar, suplir e
integrar la acción de los individuos y de los cuerpos intermedios".
3º) La función de conducción. La esencia de
la misión del Estado es el ejercicio de la autoridad pública. La facultad de
tomar decisiones definitivas e inapelables, está sustentada en el monopolio del
uso de la fuerza, y se condensa en el concepto de soberanía. El gobernante
posee una potestad suprema en su orden, pero no indeterminada ni absoluta. El
poder se justifica en razón del fin para el que está establecido y se define
por este fin: el Bien Común temporal.
Si un Estado no posee, en acto, estas tres
funciones, ha dejado de funcionar como tal o ha efectuado una trasferencia de
poder en beneficio de organismos supraestatales, o de actores privados, o de
otro Estado.
Podemos visualizar el esquema indicado,
centrando el análisis en uno de los problemas actuales y del futuro inmediato,
de mayor gravedad para la estabilidad y progreso de la sociedad argentina: el
narcotráfico. Desde hace una década el Estado ha descuidado el poder punitivo
como respuesta legítima a la actividad criminal. A esto se suma la idea
peregrina, sostenida incluso por la OEA y varios ex presidentes de la región,
de que la única forma de evitar el narcotráfico es legalizar la
comercialización de las drogas.
Desde hace una
década los especialistas vienen alertando sobre esta cuestión, que se agrava
por las normas de las leyes de Defensa Nacional (23.554) y de Seguridad
Interior (24.059), que han debilitado orgánicamente a las Fuerzas Armadas al
impedir que actúen en el ámbito interno, incluso en el rubro inteligencia. Sólo
como excepción, previa declaración del estado de sitio, podrían intervenir,
pero sin la preparación adecuada. El Instituto de Estudios Estratégicos de
Buenos Aires, que dirige el general Heriberto Auel, ha advertido con crudeza lo
que señala como riesgo estratégico prioritario.
Esto se debe a
que las graves
consecuencias del tráfico de drogas pueden poner en peligro la integridad y estabilidad
de los gobiernos. Para neutralizar el carácter encubierto del tráfico de drogas
y la logística de que dispone, se hace indispensable la coordinación y
cooperación internacionales. En la actualidad, la dirección de la guerra contra
este flagelo está a cargo de las Naciones Unidas.
Pese
a todas las presiones e intereses en
juego, el organismo internacional mantiene un criterio firme en la materia. En
diciembre de 2000 la NU celebró la Convención contra la criminalidad
organizada, en la ciudad de Palermo, elegida como símbolo de la lucha contra la
mafia. En esa ocasión, los delegados de 121 Estados firmaron el primer tratado
políticamente vinculante para enfrentar el crimen organizado, con la finalidad
de armonizar la legislación de todos los países.
Debe
destacarse, como lo muestra la experiencia mundial, que no bastan los medios
que pueden utilizar las fuerzas de seguridad para este tipo de guerra. Por el
contrario, es necesaria una estrategia de defensa nacional, que incluya todos
los recursos del Estado.
El presidente de México, Calderón,
explicó (Clarín, 13-11-10), que debido a
la guerra que están librando su país y Colombia, algunos grupos están emigrando
a otros países con Estados más débiles, a este fenómeno lo denominó efecto
cucaracha.
Lo más preocupante es que los grupos que
están migrando configuran lo que se llama narcoterrorismo, por sus métodos
feroces y el armamento que utilizan. Una muestra de lo que implica este peligro
se ha podido observar en Río de Janeiro,
donde los delincuentes se han enfrentado con la policía militar y hasta con
tanques. En México se ha constituido una banda (los Zetas) integrada por
desertores de las tropas especiales de las fuerzas armadas, que combaten con
tácticas de comando a sus antiguos camaradas. Por eso, para detener al famoso
Chapo Guzmán (Cartel de Sinaloa), debió intervenir la infantería de marina.
Al no funcionar el Estado argentino, nuestro
país está indefenso ante el problema descrito. Cientos de vuelos aterrizan
diariamente con droga en unas 1.500 pistas clandestinas, lo que resulta posible
por la carencia de radarización y la presumible complicidad de funcionarios.
También funcionan laboratorios donde se elabora el clorhidrato de cocaína, a
partir de la pasta base importada, destinándose los restos al paco, consumido
por los más pobres.
Resumiendo lo expresado, consideramos que el
mundo contemporáneo permite conservar cuotas significativas de independencia,
siempre que exista una estrategia que seleccione el método de análisis y de
elaboración de planes, apto para resolver los problemas gubernamentales.
Si es correcto el análisis, la prioridad
absoluta consiste en restaurar el Estado, y procurar que actúe eficazmente al
servicio del bien común.
Sin embargo, la restauración del Estado
argentino no ocurrirá como consecuencia necesaria de elaborar un buen
diagnóstico. Es insensato confiar en que, precisamente en el momento más
difícil de la historia nacional, podrá producirse espontáneamente un cambio
positivo. Sólo podrá lograrse si un número suficiente de argentinos con
vocación patriótica, se decide a actuar en la vida pública buscando la manera
efectiva de influir en ella. La acción política no puede limitarse a exponer
los principios de un orden social abstracto. La doctrina tiene que encarnarse
en hombres que cuenten con el apoyo de muchos, formando una corriente de
opinión favorable a la aplicación de la doctrina.
Lamentablemente, tropezamos con un
generalizado abstencionismo cívico. Nos parece que, si a la política se la
sigue considerando la cenicienta del espíritu –en expresión de Irazusta-,
seguirá careciendo el país de suficientes políticos aptos en el servicio a la
comunidad. No puede extrañar que esta actividad genere recelos, pues es la
función social más susceptible a la miseria humana, la que exacerba en mayor
medida las pasiones y debilidades. Pero la situación actual en nuestro país es,
y desde hace mucho tiempo, verdaderamente patológica; la mayoría de los buenos
ciudadanos, comenzando por los más inteligentes y preparados, abandonan
deliberadamente la acción política a los menos aptos y más corruptos de la
sociedad, salvo honrosas excepciones.
Una
manifestación clara del desinterés por la vida pública, se refiere al tema del
proyecto nacional, frecuentemente mencionado como un elemento imprescindible
para superar la crisis argentina, y se alega que la carencia del mismo es uno
de los factores de dicha crisis. Tal vez por ese motivo son escasas las
propuestas realizadas en orden a la
elaboración de un proyecto concreto; las
que han sido publicadas, son
únicamente las once detalladas en el
Anexo, a lo largo de medio siglo. Por eso, nos interesa tratar de desbrozar los
aspectos de fondo que implica encarar la elaboración de un proyecto.
Podemos definir
la expresión proyecto nacional como un
esquema concreto y coherente de valores, fines, políticas públicas y
distribución de responsabilidades, conocido y consentido por la mayoría de la
población de una sociedad.
Existe el riesgo
de hacer futurología, aplicando métodos cuantitativos a los aspectos
cualitativos de la vida social, como si se pudiera revelar el porvenir por
computación. Evitaremos el intento de hacer futurología y su consecuencia más
dañina, la ingeniería social, si reconocemos que la sociedad no es una cosa
susceptible de manipular, ni el porvenir un destino asequible por medio de los
dudosos oráculos de una nueva ciencia ficción. Creemos, no obstante, que es
injusto confundir el planeamiento con el utopismo; Santo Tomás aclara que, por
muy imprevisible que en esencia sea la conducta humana, nada es tan contingente
que no tenga en sí una parte de necesidad (S. Th. 1, 86,3).
Un plan de la nación no aparece, pues, como una
fórmula mágica, sino como una combinación perfectible de realismo y voluntad.
Un proyecto
nacional puede contribuir, en ésta época signada por el fenómeno de la
globalización, a compatibilizar la inevitable integración del país con los
demás países, con la preservación de la propia identidad cultural.
Si analizamos
los antecedentes argentinos, comprobamos que existen notables coincidencias en
todos los documentos citados; en especial, en los dos que fueron impulsados
desde el Estado.
En efecto, tanto
el generado desde el Ministerio de
Planeamiento (l977), como el que fuera leído por el Presidente Perón ante la
Asamblea Legislativa, tres años antes, parten de una cosmovisión similar. Aluden a una cultura cuyos valores fundamentales reconocen como
fuente el acervo religioso y moral del Cristianismo, el saber filosófico de la
Grecia clásica y la tradición político-jurídica de la antigua Roma.
Los Principios
básicos sostienen que:
-El hombre es
una persona, creada por Dios, dotada de cuerpo y alma, y poseedora de un
destino trascendente.
-El hombre no se
basta a sí mismo, sino que necesita de la sociedad. Esta es una pluralidad de
personas unidas moralmente de manera estable para la consecución de un bien
común. La sociedad humana es una sociedad de sociedades.
-La primera de
esas sociedades naturales es la familia. Su constitución y su desarrollo
responden -como los derechos humanos- a leyes naturales anteriores a toda
organización social.
-Más allá de la
familia, las necesidades, intereses y aspiraciones de tipo económico, social,
cultural o religioso impulsan al hombre a agruparse en sociedades intermedias,
con el fin de defender y promover bienes comunes particulares.
-La historia y
la geografía crean, sobre la base de las familias asentadas en un territorio,
una comunidad étnica y ética, la Nación, fundada en la lengua, la historia, la
cultura, las costumbres y las aspiraciones comunes. Es una comunidad de destino
en lo universal.
-Sin confundirse
con la Nación, la sociedad,
territorialmente delimitada, crea un órgano especializado en el mando
que es el Estado, destinado a regir dicha sociedad.
Estos conceptos
sintetizan la identidad argentina.
Resumiendo lo
expuesto: Se ha dicho que: al ocurrir la vacancia del Estado por
el divorcio entre al Poder y los
mejores, en la confusión aprovechan para colarse al Poder muchos aventureros
que siempre andan por la vecindad de la
política, como andan los mercaderes junto al Templo.
Se ha llegado a esta situación por un
progresivo y generalizado aburguesamiento de los ciudadanos, de acuerdo a la
definición hegeliana del burgués, como el hombre que no quiere abandonar la
esfera sin riesgos de la vida privada apolítica.
Por eso, conviene recordar
la advertencia del historiador Toynbee: el mayor castigo para quienes no se
interesan por la política, es que serán gobernados por quienes sí se interesan.
Conferencia dictada el 20-11-2015, en la
Legislatura de Córdoba, en acto de homenaje al Día de la Soberanía.
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Bibliografía:
Auel, Heriberto. “La Argentina en sus
posguerras”, en AAVV.: Geopolítica Tridimensional Argentina; Buenos Aires,
Eudeba, 1999.
Díaz Araujo, Enrique -Pithod, Abelardo -
Randle, Patricio H. “Planeamiento y Nación”; OIKOS, Buenos Aires, l979, 191 pgs.
Mahieu, Jaime de. “El Estado comunitario”;
Buenos Aires, Arayú, 1962.
Marinotti, Héctor Julio. “Prospectiva y
planeamiento” (www.ucalp.edu.ar)
Massé, Pierre. “El Plan o el antiazar”;
Barcelona, Edit. Labor, l968, l72
pgs.
Ministerio de Planeamiento de la Nación.
“Proyecto Nacional”; Documento de Trabajo aprobado por la Junta Militar el 2 de
agosto de 1977; pg. 7-9/10.
Monti, Ángel. “Proyecto nacional; razón y
diseño”; Buenos Aires, Paidos, 1972.
Ministerio de Planeamiento de la Nación.
“Proyecto Nacional”; Documento de Trabajo aprobado por la Junta Militar el 2 de
agosto de 1977; pg. 7-9/10.
Moreno, Antonio Federico. “El planeamiento y
nuestra Argentina”; Buenos Aires, Corregidor, 1978.
Perón,
Juan. “Modelo Argentino” (El proyecto nacional, 1974); Buenos Aires, El Cid
Editor, 6ta. edición, 1986, pgs. 72/92 - 135/136.
Sánchez Sorondo, Marcelo. “La Argentina no
tiene Estado, sólo gobiernos”; Revista Militar, N° 728, 1993, pgs. 13/17.
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Anexo
ANTECEDENTES
ARGENTINOS SOBRE “PROYECTO NACIONAL”
Ordenados por fecha de publicación
1) Villegas, Osiris. “Políticas y estrategias para
el Desarrollo y la Seguridad Nacional”; Buenos Aires, De. Pleamar, 1969, 285
pgs.
2) Villegas, Osiris. “El Proyecto Nacional”;
Separata, Revista Militar nº 691 (s/f), pgs. l45/l60.
3) Junta de Comandantes en Jefe. “Políticas
Nacionales”, Decreto Nacional Nº 46/70.
4) Monti, Ángel. “Proyecto Nacional”; Buenos Aires, Ed. Paidos, l972, 293 pgs.
5) Perón, Juan Domingo. “El Proyecto Nacional”
(Modelo Argentino); Buenos Aires, Ed. El Cid, l986, 150 pgs.
6) Fundación Argentina Año 2000 -Centros de Estudios
Prospectivos. “Proyecto Nacional. Síntesis”; Buenos Aires, 1974, l6 pgs.
7) Guevara, Francisco. “Proyecto XXI”; Buenos Aires,
Edit. Ancora, l975, 238 pgs.
8) Ministerio de Planeamiento de la Nación.
“Proyecto Nacional”; Buenos Aires, l977, 83 pgs. (síntesis).
9) Arguindegui, Jorge Hugo. “La nueva República.
Pautas para un Proyecto Nacional”; Buenos
Aires, l986, 36 pgs.
10) Seineldin, Mohamed Alí. “Bases para un Proyecto
Nacional”; Buenos Aires,1990, 32 pgs.
11) Calcagno, Alfredo – Calcagno, Eric. “Argentina.
Derrumbre neoliberal y proyecto nacional”; Buenos Aires, Capital Intelectual,
2003, 91 pgs.
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Boletín Acción, N° 154 -Noviembre 20 de 2015