domingo, 22 de noviembre de 2015

ANÁLISIS DE LA SOBERANÍA NACIONAL, EN LA ACTUALIDAD











Recordamos hoy el combate de la Vuelta de Obligado que se produjo el 20 de noviembre de 1845, en aguas del río Paraná. Recordemos que la Confederación Argentina se enfrentó con la escuadra anglo-francesa cuyos buques poseían la tecnología más avanzada, impulsados tanto a vela como con motores a vapor. Una parte de ellos estaban parcialmente blindados, y todos dotados de grandes piezas de artillería forjadas en hierro, de rápida recarga y cohetes a la Congrève, que nunca se habían utilizado en esta región. Este combate — pese a ser una derrota táctica — dio como resultado la victoria diplomática y política de la Confederación Argentina; la resistencia opuesta por el gobierno argentino obligó a los invasores a aceptar la soberanía argentina sobre los ríos interiores.

A pedido del historiador José María Rosa, se promulgó la ley 20.770 que declara el 20 de noviembre "Día de la Soberanía Nacional", a modo de homenaje permanente a quienes defendieron con valentía y eficiencia los derechos argentinos.

Si bien el general Rosas, debió sostener un conflicto bélico en condiciones muy difíciles, las circunstancias de la época le permitieron utilizar la diplomacia para compensar su debilidad material. Hoy sería mucho más difícil, dadas las herramientas técnicas abrumadoras de que disponen las grandes potencias. Valga mencionar el manejo de la información:
El sistema 
Echelon es considerada la mayor red de espionaje y análisis para interceptar comunicaciones electrónicas de la historia, Controlada por la comunidad anglosajona (Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda),  puede capturar comunicaciones por radio y satélite, llamadas de teléfono, faxes y correos electrónicos en casi todo el mundo e incluye análisis automático y clasificación de las interceptaciones. Se estima que  intercepta más de tres mil millones de comunicaciones cada día.
El sistema está bajo la administración de la NSA (National Security Agency). Esta organización cuenta con 100.000 empleados tan sólo en Maryland (Estados Unidos)
Las señales capturadas son luego procesadas por una serie de superordenadores, conocidas como diccionarios, las cuales han sido programadas para buscar patrones específicos en cada comunicación, ya sean direcciones, palabras, frases o incluso voces específicas. el sistema dispone de 120 estaciones fijas y satélites geoestacionarios. Se recogen los mensajes aleatoriamente y se procesan mediante los diversos filtros buscando palabras clave.

PRISM es un programa del Gobierno estadounidense, que puede ser considerado como parte de la red ECHELON. Es divulgada su existencia por los medios de comunicación en junio de 2013 (The Guardian y The Washington Post ), y se caracteriza por capturar los datos de compañías como Google, Apple, Microsoft o Facebook.

La seguridad cibernética fue uno de los temas tratados en la reunión cumbre entre Obama y Xi Jinping en Washington en setiembre (23-26), pues la transmisión digital es uno de los principales desafíos al ser hoy virtualmente libre, tanto en comunicaciones como en contenido. Por Internet se envían por año 90 billones de e-mails y conducen dos billones de transacciones.
Julian Assange, creador de Wikileaks marcó el comienzo de una época, demostrando que los kackers son prácticamente invulnerables, hasta para las mayores potencias.

El diario Perfil publicó un informe sobre el virus “troyano” que se encontró en el teléfono del fallecido fiscal Nisman. El mismo, fue analizado por el laboratorio de Seguridad de las Comunicaciones de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN). Según el experto a cargo, el virus fue probablemente desarrollado en la National Security Agency (NSA) y ellos o la CIA eran los que estaban detrás de la filtración al teléfono (Seprin, 23-9-15).

Es importante reflexionar hoy sobre el tema de la soberanía, en un momento de profunda crisis en el país. Hoy existe en la Argentina, como nunca antes, un desaliento generalizado sobre su destino; cunde un clima de descontento, de protesta, una especie de atomización social. Estos síntomas evidencian que está debilitada la concordia, factor imprescindible para que exista una nación en plenitud.
Un tópico a considerar es el peligro que creen advertir muchos de que, en esta época signada por la globalización, el estado sufra una disminución o pérdida total de su soberanía. Para ello, debemos precisar el concepto mismo de soberanía, que es la cualidad del poder estatal que consiste en ser supremo en un territorio determinado, y no depender de otra normatividad superior. No es susceptible de grados; existe o no. Por lo tanto, carece de sentido mencionar la "disminución de soberanía" de los Estados contemporáneos.
Lo que puede disminuir o incrementarse es el poder propiamente dicho, es decir, la capacidad efectiva de hacer cosas, de resolver problemas e influir en la realidad. El hecho de que un Estado acepte, por ejemplo, delegar atribuciones propias en un organismo supraestatal -como el Mercosur-, no afecta su soberanía, pues, precisamente, adopta dichas decisiones en virtud de su carácter de ente soberano.

No cabe duda que la globalización implica un riesgo muy concreto de que disminuya en forma alarmante el grado de independencia que puede exhibir un país en vías de desarrollo. Ningún país es hoy enteramente libre para definir sus políticas, ni siquiera las de orden interno, a diferencia de otras épocas históricas en que los países podían desenvolverse con un grado considerable de independencia. Entendiendo por independencia la capacidad de un Estado de decidir y obrar por sí mismo, sin subordinación a otro Estado o actor externo; la posibilidad de dicha independencia variará según las características del país respectivo y de la capacidad y energía que demuestre su gobierno. Pues, más allá de las pretensiones de los ideólogos de la globalización, lo cierto es que el Estado continúa manteniendo su rol en nuestros días. En varios países europeos el Estado maneja más de la mitad del gasto nacional, y no es consistente, por lo tanto, afirmar que los políticos son simples agentes del mercado. Es claro que ello exige fortalecer el Estado, que sigue siendo el único instrumento de que dispone la sociedad para su ordenamiento interno y su defensa exterior.

Pese a todos los condicionamientos que impone la globalización, el Estado sigue siendo el mejor órgano de que dispone una sociedad para su ordenamiento interno y su defensa exterior. Desde nuestra perspectiva, no deben ser motivo de preocupación los cambios de tamaño, forma y roles del Estado, mientras cumpla su finalidad esencial de gerente del bien común. De modo que conviene no proclamar apresuradamente la desaparición del Estado, que sigue siendo una sociedad perfecta, por ser la única institución temporal que protege adecuadamente el bien común de cada sociedad territorialmente delimitada. Como enseña Benedicto XVI en su encíclica Caritas in veritate: “parece más realista una renovada valoración de su papel y de su poder, que han de ser sabiamente reexaminados y revalorizados, de modo que sean capaces de afrontar los desafíos del mundo actual, incluso con nuevas modalidades de ejercerlos”.
La situación internacional, vista sin anteojeras ideológicas ofrece, - en especial desde 1989- posibilidades de actuación autonómica aún a los países pequeños y medianos. Por cierto, que para poder aprovechar las circunstancias, es necesario que los gobernantes sepan distinguir los factores condicionantes de la realidad, de los llamados "factores determinantes" de la política exterior; estos son los hombres concretos que deciden en los Estados, procurando mantener su independencia.

El economista Aldo Ferrer ha aportado un concepto interesante, el de "densidad nacional", que expresa el conjunto de circunstancias que determinan la calidad de las respuestas de cada nación a los desafíos y oportunidades de la globalización. Atribuye dicho autor a la baja densidad nacional, la causa de los problemas argentinos.
Entonces, la primera decisión política a adoptar es la de fortalecer el rol del Estado para procurar su máxima eficacia. Desde nuestra perspectiva no deben ser motivo de preocupación los cambios de tamaño, forma y funciones del Estado, mientras cumpla su finalidad esencial de gerente del Bien Común.

Ahora bien, el grave problema argentino, es que no existe soberanía pues no existe el Estado. Como explica Marcelo Sánchez Sorondo: todo Estado incluye un gobierno, pero no todo gobierno implica que exista un Estado.
El Estado es una entidad jurídico-política que surge recién en una etapa de la civilización, como complejo de organismos, al servicio del bien común. Supone una delimitación explícita del poder discrecional. Si un gobernante puede afirmar “el Estado soy yo”, queda demostrada la inexistencia del Estado. Pues la hipertrofia del poder personal, sin frenos, es un síntoma de la ausencia de un Estado.
El gobierno no encuadrado en un Estado es errático y caprichoso; sirve únicamente para el enriquecimiento y la influencia individual de los gobernantes, que no pueden lograr el funcionamiento eficaz de la estructura gubernamental.
De allí la paradoja de culpar al Estado de todos los problemas, cuando el origen de los problemas es la ausencia del Estado.
En esto seguimos al Prof. de Mahieu,  que define al Estado como el órgano de síntesis, planeamiento y conducción, de una sociedad determinada, destinado a lograr el bien común. El ejercicio de las tres funciones señaladas es requisito indispensable para la existencia de un Estado; cuando dejan de cumplirse, el Estado desaparece, aunque se mantengan las formalidades constitucionales. Eso es lo que ocurrió en la Argentina, hace 45 años.

1º) La función de síntesis. La unidad social es el resultado de la síntesis de las diversas fuerzas sociales constitutivas, síntesis en constante elaboración por los cambios que se producen en los grupos y en el entorno. La superación de los antagonismos internos no surge espontáneamente; es el resultado de un esfuerzo consciente por afianzar la solidaridad sinérgica, a cargo del Estado.
El poder estatal tendrá legitimidad en la medida en que cumpla dicha función, garantizando la concordia política.

2º) La función de planeamiento. El Estado centraliza la información que le llega de los grupos sociales; recopila sus problemas, necesidades y demandas. Los datos son procesados y extrapolados en función de los fines comunes, fijados en la Constitución Nacional y en otros documentos, que señalan los objetivos políticos y los valores que identifican a un pueblo. Con mayor o menor intensidad, según el modelo gubernamental elegido, es en el marco del Estado donde debe realizarse el planeamiento global que establezca las metas y las prioridades en el proceso de desarrollo integral de la sociedad, en procura del Bien Común. Por cierto que, en una concepción no totalitaria el planeamiento estatal sólo será vinculante para el propio Estado, y meramente indicativo para el sector privado. La autoridad pública no debe realizar ni decidir por sí misma "lo que puedan hacer y procurar comunidades menores e inferiores", en palabras de Pío XI. Pero, debido a la complejidad de los problemas modernos, el principio de subsidiariedad resulta insuficiente para resolverlos sin la orientación del Estado, que mediante el planeamiento se dedique a "animar, estimular, coordinar, suplir e integrar la acción de los individuos y de los cuerpos intermedios".

3º) La función de conducción. La esencia de la misión del Estado es el ejercicio de la autoridad pública. La facultad de tomar decisiones definitivas e inapelables, está sustentada en el monopolio del uso de la fuerza, y se condensa en el concepto de soberanía. El gobernante posee una potestad suprema en su orden, pero no indeterminada ni absoluta. El poder se justifica en razón del fin para el que está establecido y se define por este fin: el Bien Común temporal.
Si un Estado no posee, en acto, estas tres funciones, ha dejado de funcionar como tal o ha efectuado una trasferencia de poder en beneficio de organismos supraestatales, o de actores privados, o de otro Estado.

Podemos visualizar el esquema indicado, centrando el análisis en uno de los problemas actuales y del futuro inmediato, de mayor gravedad para la estabilidad y progreso de la sociedad argentina: el narcotráfico. Desde hace una década el Estado ha descuidado el poder punitivo como respuesta legítima a la actividad criminal. A esto se suma la idea peregrina, sostenida incluso por la OEA y varios ex presidentes de la región, de que la única forma de evitar el narcotráfico es legalizar la comercialización de las drogas.
Desde hace una década los especialistas vienen alertando sobre esta cuestión, que se agrava por las normas de las leyes de Defensa Nacional (23.554) y de Seguridad Interior (24.059), que han debilitado orgánicamente a las Fuerzas Armadas al impedir que actúen en el ámbito interno, incluso en el rubro inteligencia. Sólo como excepción, previa declaración del estado de sitio, podrían intervenir, pero sin la preparación adecuada. El Instituto de Estudios Estratégicos de Buenos Aires, que dirige el general Heriberto Auel, ha advertido con crudeza lo que señala como riesgo estratégico prioritario.
Esto se debe a que las graves consecuencias del tráfico de drogas pueden poner en peligro la integridad y estabilidad de los gobiernos. Para neutralizar el carácter encubierto del tráfico de drogas y la logística de que dispone, se hace indispensable la coordinación y cooperación internacionales. En la actualidad, la dirección de la guerra contra este flagelo está a cargo de las Naciones Unidas.
Pese a todas las presiones e  intereses en juego, el organismo internacional mantiene un criterio firme en la materia. En diciembre de 2000 la NU celebró la Convención contra la criminalidad organizada, en la ciudad de Palermo, elegida como símbolo de la lucha contra la mafia. En esa ocasión, los delegados de 121 Estados firmaron el primer tratado políticamente vinculante para enfrentar el crimen organizado, con la finalidad de armonizar la legislación de todos los países.

Debe destacarse, como lo muestra la experiencia mundial, que no bastan los medios que pueden utilizar las fuerzas de seguridad para este tipo de guerra. Por el contrario, es necesaria una estrategia de defensa nacional, que incluya todos los recursos del Estado.
El presidente de México, Calderón, explicó  (Clarín, 13-11-10), que debido a la guerra que están librando su país y Colombia, algunos grupos están emigrando a otros países con Estados más débiles, a este fenómeno lo  denominó efecto cucaracha.

Lo más preocupante es que los grupos que están migrando configuran lo que se llama narcoterrorismo, por sus métodos feroces y el armamento que utilizan. Una muestra de lo que implica este peligro se ha podido observar  en Río de Janeiro, donde los delincuentes se han enfrentado con la policía militar y hasta con tanques. En México se ha constituido una banda (los Zetas) integrada por desertores de las tropas especiales de las fuerzas armadas, que combaten con tácticas de comando a sus antiguos camaradas. Por eso, para detener al famoso Chapo Guzmán (Cartel de Sinaloa), debió intervenir la infantería de marina.

Al no funcionar el Estado argentino, nuestro país está indefenso ante el problema descrito. Cientos de vuelos aterrizan diariamente con droga en unas 1.500 pistas clandestinas, lo que resulta posible por la carencia de radarización y la presumible complicidad de funcionarios. También funcionan laboratorios donde se elabora el clorhidrato de cocaína, a partir de la pasta base importada, destinándose los restos al paco, consumido por los más pobres.

Resumiendo lo expresado, consideramos que el mundo contemporáneo permite conservar cuotas significativas de independencia, siempre que exista una estrategia que seleccione el método de análisis y de elaboración de planes, apto para resolver los problemas gubernamentales.
Si es correcto el análisis, la prioridad absoluta consiste en restaurar el Estado, y procurar que actúe eficazmente al servicio del bien común.
Sin embargo, la restauración del Estado argentino no ocurrirá como consecuencia necesaria de elaborar un buen diagnóstico. Es insensato confiar en que, precisamente en el momento más difícil de la historia nacional, podrá producirse espontáneamente un cambio positivo. Sólo podrá lograrse si un número suficiente de argentinos con vocación patriótica, se decide a actuar en la vida pública buscando la manera efectiva de influir en ella. La acción política no puede limitarse a exponer los principios de un orden social abstracto. La doctrina tiene que encarnarse en hombres que cuenten con el apoyo de muchos, formando una corriente de opinión favorable a la aplicación de la doctrina.

Lamentablemente, tropezamos con un generalizado abstencionismo cívico. Nos parece que, si a la política se la sigue considerando la cenicienta del espíritu –en expresión de Irazusta-, seguirá careciendo el país de suficientes políticos aptos en el servicio a la comunidad. No puede extrañar que esta actividad genere recelos, pues es la función social más susceptible a la miseria humana, la que exacerba en mayor medida las pasiones y debilidades. Pero la situación actual en nuestro país es, y desde hace mucho tiempo, verdaderamente patológica; la mayoría de los buenos ciudadanos, comenzando por los más inteligentes y preparados, abandonan deliberadamente la acción política a los menos aptos y más corruptos de la sociedad, salvo honrosas excepciones.

Una manifestación clara del desinterés por la vida pública, se refiere al tema del proyecto nacional, frecuentemente mencionado como un elemento imprescindible para superar la crisis argentina, y se alega que la carencia del mismo es uno de los factores de dicha crisis. Tal vez por ese motivo son escasas las propuestas  realizadas en orden a la elaboración de un proyecto concreto;  las que han sido publicadas,  son únicamente  las once detalladas en el Anexo, a lo largo de medio siglo. Por eso, nos interesa tratar de desbrozar los aspectos de fondo que implica encarar la elaboración de un proyecto.

Podemos definir la expresión proyecto nacional como un esquema concreto y coherente de valores, fines, políticas públicas y distribución de responsabilidades, conocido y consentido por la mayoría de la población de una sociedad.
Existe el riesgo de hacer futurología, aplicando métodos cuantitativos a los aspectos cualitativos de la vida social, como si se pudiera revelar el porvenir por computación. Evitaremos el intento de hacer futurología y su consecuencia más dañina, la ingeniería social, si reconocemos que la sociedad no es una cosa susceptible de manipular, ni el porvenir un destino asequible por medio de los dudosos oráculos de una nueva ciencia ficción. Creemos, no obstante, que es injusto confundir el planeamiento con el utopismo; Santo Tomás aclara que, por muy imprevisible que en esencia sea la conducta humana, nada es tan contingente que no tenga en sí una parte de necesidad (S. Th. 1, 86,3).
Un plan de la nación no aparece, pues, como una fórmula mágica, sino como una combinación perfectible de realismo y voluntad.

Un proyecto nacional puede contribuir, en ésta época signada por el fenómeno de la globalización, a compatibilizar la inevitable integración del país con los demás países, con la preservación de la propia identidad cultural.
Si analizamos los antecedentes argentinos, comprobamos que existen notables coincidencias en todos los documentos citados; en especial, en los dos que fueron impulsados desde el Estado.

En efecto, tanto el  generado desde el Ministerio de Planeamiento (l977), como el que fuera leído por el Presidente Perón ante la Asamblea Legislativa, tres años antes, parten de una cosmovisión  similar. Aluden a una cultura cuyos valores fundamentales reconocen como fuente el acervo religioso y moral del Cristianismo, el saber filosófico de la Grecia clásica y la tradición político-jurídica de la antigua Roma.
Los Principios básicos sostienen que:

-El hombre es una persona, creada por Dios, dotada de cuerpo y alma, y poseedora de un destino trascendente.
-El hombre no se basta a sí mismo, sino que necesita de la sociedad. Esta es una pluralidad de personas unidas moralmente de manera estable para la consecución de un bien común. La sociedad humana es una sociedad de sociedades.
-La primera de esas sociedades naturales es la familia. Su constitución y su desarrollo responden -como los derechos humanos- a leyes naturales anteriores a toda organización social.
-Más allá de la familia, las necesidades, intereses y aspiraciones de tipo económico, social, cultural o religioso impulsan al hombre a agruparse en sociedades intermedias, con el fin de defender y promover bienes comunes particulares.
-La historia y la geografía crean, sobre la base de las familias asentadas en un territorio, una comunidad étnica y ética, la Nación, fundada en la lengua, la historia, la cultura, las costumbres y las aspiraciones comunes. Es una comunidad de destino en lo universal.
-Sin confundirse con la Nación, la sociedad,  territorialmente delimitada, crea un órgano especializado en el mando que es el Estado, destinado a regir dicha sociedad.
Estos conceptos sintetizan la identidad argentina.

Resumiendo lo expuesto: Se ha dicho que: al ocurrir la vacancia del Estado por el  divorcio entre al Poder y los mejores, en la confusión aprovechan para colarse al Poder muchos aventureros que  siempre andan por la vecindad de la política, como andan los mercaderes junto al Templo.
Se ha llegado a esta situación por un progresivo y generalizado aburguesamiento de los ciudadanos, de acuerdo a la definición hegeliana del burgués, como el hombre que no quiere abandonar la esfera sin riesgos de la vida privada apolítica.
Por eso, conviene recordar la advertencia del historiador Toynbee: el mayor castigo para quienes no se interesan por la política, es que serán gobernados por quienes sí se interesan.

Conferencia dictada el 20-11-2015, en la Legislatura de Córdoba, en acto de homenaje al Día de la Soberanía.
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Bibliografía:

Auel, Heriberto. “La Argentina en sus posguerras”, en AAVV.: Geopolítica Tridimensional Argentina; Buenos Aires, Eudeba, 1999.
Díaz Araujo, Enrique -Pithod, Abelardo - Randle, Patricio H. “Planeamiento y Nación”; OIKOS, Buenos Aires, l979, 191 pgs.
Mahieu, Jaime de. “El Estado comunitario”; Buenos Aires, Arayú, 1962.
Marinotti, Héctor Julio. “Prospectiva y planeamiento”  (www.ucalp.edu.ar)
Massé, Pierre. “El Plan o el antiazar”; Barcelona, Edit. Labor, l968, l72 pgs.
Ministerio de Planeamiento de la Nación. “Proyecto Nacional”; Documento de Trabajo aprobado por la Junta Militar el 2 de agosto de 1977; pg. 7-9/10.
Monti, Ángel. “Proyecto nacional; razón y diseño”; Buenos Aires, Paidos, 1972.
Ministerio de Planeamiento de la Nación. “Proyecto Nacional”; Documento de Trabajo aprobado por la Junta Militar el 2 de agosto de 1977; pg. 7-9/10.
Moreno, Antonio Federico. “El planeamiento y nuestra Argentina”; Buenos Aires, Corregidor, 1978.
 Perón, Juan. “Modelo Argentino” (El proyecto nacional, 1974); Buenos Aires, El Cid Editor, 6ta. edición, 1986, pgs. 72/92 - 135/136.
Sánchez Sorondo, Marcelo. “La Argentina no tiene Estado, sólo gobiernos”; Revista Militar, N° 728, 1993, pgs. 13/17.
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Anexo
ANTECEDENTES ARGENTINOS SOBRE  “PROYECTO NACIONAL”
Ordenados por fecha de publicación

1) Villegas, Osiris. “Políticas y estrategias para el Desarrollo y la Seguridad Nacional”; Buenos Aires, De. Pleamar, 1969, 285 pgs.
2) Villegas, Osiris. “El Proyecto Nacional”; Separata, Revista Militar nº 691 (s/f), pgs. l45/l60.
3) Junta de Comandantes en Jefe. “Políticas Nacionales”, Decreto Nacional Nº 46/70.
4) Monti, Ángel. “Proyecto Nacional”;  Buenos Aires, Ed. Paidos, l972, 293 pgs.
5) Perón, Juan Domingo. “El Proyecto Nacional” (Modelo Argentino); Buenos Aires, Ed. El Cid, l986, 150 pgs.
6) Fundación Argentina Año 2000 -Centros de Estudios Prospectivos. “Proyecto Nacional. Síntesis”; Buenos Aires, 1974, l6 pgs.
7) Guevara, Francisco. “Proyecto XXI”; Buenos Aires, Edit. Ancora, l975, 238 pgs.
8) Ministerio de Planeamiento de la Nación. “Proyecto Nacional”; Buenos Aires, l977, 83 pgs. (síntesis).
9) Arguindegui, Jorge Hugo. “La nueva República. Pautas para un Proyecto Nacional”; Buenos  Aires, l986, 36 pgs.
10) Seineldin, Mohamed Alí. “Bases para un Proyecto Nacional”; Buenos Aires,1990, 32 pgs.
11) Calcagno, Alfredo – Calcagno, Eric. “Argentina. Derrumbre neoliberal y proyecto nacional”; Buenos Aires, Capital Intelectual, 2003, 91 pgs.
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Boletín Acción, N° 154 -Noviembre 20 de 2015