El gobierno nacional, por
Decreto 292/11, dispuso dedicar el año 2012 como homenaje al creador de la
bandera argentina, a quien se menciona como el Dr. Manuel Belgrano, omitiendo
su condición de militar. En realidad, nunca tuvo el grado académico de doctor,
en cambio fue mayor de patricios, luego coronel, general y finalmente capitán
general. Por eso, nos parece necesario hacer breves comentarios sobre el rol
militar de nuestro héroe.
No pretendo analizar la
eficiencia técnica, sino exponer aquellos perfiles espirituales que nos
permiten identificarlo como comandante de tropas, a través de las crónicas de
la época y de sus propios escritos. El bautismo militar de Belgrano fue
simultáneo con el de la patria. Cuenta en sus memorias: "hacía 10 años que era
yo capitán de milicias urbanas, y me sentí avergonzado de ignorar hasta los
rudimentos más triviales de la milicia".
Luego de la primera invasión
inglesa, Belgrano se dirige a Montevideo, para no jurar lealtad al rey de
Inglaterra. En preparación de la reconquista, dice: “Resolví tener una parte
activa en defensa de la patria, por lo que tomé un maestro que me diese alguna
noción de las evoluciones más precisas y me enseñase por principios el manejo
del arma. (comprendí) con el desengaño que había tenido en la primera operación
militar, de que no era lo mismo vestir el uniforme de tal que serlo”.
La apetencia del
conocimiento técnico que asegurase su eficacia militar de comandante, habrá de
ser siempre distintiva de su conducta de soldado. Ello sería el complemento
indispensable de la aptitud innata de conductor de hombres en campaña, que
resultaba de su fría inteligencia y su corazón ardiente.
Cuando el gobierno dispuso
enviar una expedición al Paraguay, aceptó ser representante de la Junta y
general en jefe de la misma, pese a que era consciente de los riesgos: “sin
embargo de que mis conocimientos militares eran pocos, deseaba hallarme en un
servicio activo”. Ejemplo de responsabilidad, primera condición del que manda,
y de valor moral. Demostró clara finalidad de objetivos, coherencia en las
disposiciones del mando y férrea voluntad para superar los obstáculos. Incluso
demostró habilidad en lo que en lenguaje moderno se denominaría operaciones
psicológicas, ejecutadas con proclamas y oficios dirigidos al adversario y al
propio gobierno.
El epílogo de la acción en
Tacuarí, es digno de destacar. Relata Mitre que el parlamentario se presentó a
Belgrano y lo intimó tres veces que se rindiera a discreción, pues de lo
contrario sería pasado a cuchillo él y toda la poca fuerza que le quedaba. El
patriota contestó que “las armas no se rinden en nuestras manos, dígale usted a
su jefe que avance a quitarlas cuando guste”. Sólo esa determinación hizo
posible a las diezmadas huestes de Buenos Aires, el armisticio con honor.
La decisión de crear una
bandera que identificara a los ejércitos patriotas, revela el claro propósito
de lograr un símbolo de unión entre los hombres.
En un momento difícil, en
junio de 1812, emite un bando en Jujuy afirmando que: “cuando el interés general
exige las atenciones de la sociedad, deben callar los intereses particulares,
sean cuales fuesen los perjuicios que experimentasen”. Se refiere a la grave
decisión de retirada y tierra arrasada que impone la epopeya titánica del éxodo
jujeño. Sobre esto, comenta el General Paz: “estas providencias, aunque
parezcan algo crueles, nos hicieron conocer que era una cuestión de vida o
muerte la que se agitaba, y que era preciso resolverse a perecer o triunfar”.
Al respecto de este episodio
de nuestra historia, quisiera mencionar una noticia que ha pasado
desapercibida: la ley nacional 27.134 (4-6-15) que reconoce como símbolo patrio
histórico a la llamada Bandera nacional de la Libertad Civil, creada por
Belgrano y entregada al Cabildo de Jujuy el 25-5-1813 como gratificación por
los sacrificios de su población en la lucha por la independencia.
La tradición militar
nacional nos señala que el mando en la guerra exige personalidades capaces de
sobrellevar sin agobios el peso de las responsabilidades sobre su corazón y su
conciencia, en la soledad del mando. La decisión de interrumpir la retirada en
Tucumán y librar batalla, desobedeciendo las instrucciones del gobierno,
responsable de la conducción política, constituye por su naturaleza quizá la
más grave de las determinaciones que pueda tomar un militar.
Tampoco el eclipse de su
estrella en los campos de Vilcapugio y Ayohuma empañó la entereza de su ánimo.
De su fuerza moral saca siempre energía y acierto para salvar lo fundamental y
reparar, aún lo casi irreparable. Esto queda en evidencia en el parte de
Vilcapugio: “Las armas de la patria que están a mi mando, han sufrido hoy en la
pampa de Vilcapugio un contraste. Según creo el ejército enemigo está derrotado
a pesar de haber quedado el campo como suyo. Mediante Dios, con las divisiones
de Cochabamba y Chayanta y el ejército que mando, espero que sufra su
destrucción total”.
Al día siguiente de la
declaración de la Independencia, el Director Supremo designa al general
Belgrano Comandante del Ejército del Norte, quien asume el mando y procede a la
separación de sus cargos de los conspiradores y agitadores. Este hecho resultó
decisivo para la consolidación de la autoridad del nuevo gobierno.
El Ejército del Norte no era
ya el de las jornadas de Tucumán y Salta, sino sólo el que vivió la angustia de
las retiradas, enfermo de molicie y deserciones. De este conjunto anarquizado,
hará Belgrano un ejército que será bajo su mando el instrumento fundamental de
disuasión en el norte argentino.
Esta etapa de la vida de
Belgrano y su ejército no posee el brillo de los días de Salta y Tucumán, pero
es lícito afirmar que allí, con el anónimo y cotidiano deber de servicio,
también se luchaba por las victorias de Chacabuco y de Maipú, que consumarían
la gigantesca tarea de la emancipación americana.
Expresa el prócer: “sé que
estoy en peligro de muerte, pero la conservación del ejército pende de mi
presencia. Aquí hay una capilla donde se entierran los soldados; también puede
enterrarse en ella el general”.
Se ha señalado, que la cultura
general del comandante es fundamental ya que es escuela y crisol del mando
superior, y fue base indudable de la eficiencia militar de Belgrano. Por ella,
el pensamiento se pone en condiciones de ejercitarse con orden; de discernir
con disciplina y lógica lo esencial de lo accesorio; de elevarse a esa altura
en que el conjunto aparece sin perjuicio del detalle y los matices.
Por eso decía el general De
Gaulle, que en el fondo de las victorias
de Alejandro Magno, encontraremos siempre a Aristóteles. La prueba suprema
para un conductor de hombres, es la desgracia en la suerte adversa a las armas.
Sólo un recio carácter y una personalidad excepcional será capaz de absorber
estos rudos golpes del destino en la guerra, en la que prevalecen, por eso, la
cualidades morales sobre las otras.
Belgrano tuvo una actuación
múltiple: economista, educador, político. Puede decirse, sin embargo, que su
fisonomía militar es la que integra todas las otras en una definida
personalidad de soldado.
El balance sobre
el Belgrano militar, está resumido en una carta de San Martín a Godoy Cruz
(12-3-1816). Cuando Rondeau, que había asumido la jefatura del Ejército del
Norte, fue relevado por el desastre de Sipe Sipe, San Martín propuso a
Belgrano, que ya había regresado de Europa, argumentando: “éste es el más
metódico de los que conozco en nuestra América; lleno de integridad y talento
natural, no tendrá los conocimientos de un Moreau o Bonaparte en punto a
milicia, pero créame Ud. que es el mejor que tenemos en América del Sur”.
El legado de su
memoria es el de una conducta de desinterés y grandeza personales al servicio
de la patria. De heroica fe en la empresa del destino nacional. Cayetano
Rodríguez, resume sus cualidades: “Aprended de Belgrano a unir la política con
la virtud, la cautela con la sencillez, la reserva con la verdad, la humanidad
con la justicia, la severidad con el agrado, la integridad con la
condescendencia, la prudencia con el valor, y el amor a la patria en todas las
virtudes”.
Fuentes:
General Tomás
Sánchez de Bustamante. “Vocación y estilo militar de Manuel Belgrano”.
P. Guillermo
Furlong. “Belgrano, el santo de la espada y de la pluma”.