sábado, 1 de noviembre de 2025

DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

 

ENCUENTROS DE DIFUSIÓN

 

Queremos también alentar diversas iniciativas para difundir la doctrina social de la Iglesia, centrada en la dignidad del ser humano, la opción por los pobres y la justicia social.


Obispos de Córdoba, julio de 2025

 

Programa:

1.  Contenido de la DSI. Persona y sociedad

2.  Propiedad y trabajo. Orden económico

3.  Autoridad y poder. Organización política

4.  Desviaciones de la recta doctrina

 

Se harán dos encuentros, con entrada libre

Lugar: Iglesia del Carmen

Fechas: jueves 13 y 20 de noviembre, de 18 a 20 hs.

Organiza: Centro de Estudios Cívicos    

Expositor: Dr. Mario Meneghini

miércoles, 29 de octubre de 2025

VERDADERO RESULTADO ELECTORAL


del 26-10-2025

 

 %

 36,7       Sin voto

26,1        Avanza Libertad

22,5        Fuerza Patria - P. Justicialista

  3,7         Provincias unidas

  3,7         Otros

 

 

miércoles, 8 de octubre de 2025

MAL DESEMPENO

 

 la causal abierta que resguarda la Constitución

 

Por Gabriel Boragina ©

Informador Público, 6-10-2025

 

El artículo 53 de la Constitución Nacional establece que la Cámara de Diputados es la única con facultad de acusar al presidente, vicepresidente, jefe de gabinete, ministros y jueces de la Corte Suprema “por mal desempeño o por delito en el ejercicio de sus funciones, o por crímenes comunes”.

 

De esta cláusula surge una figura clave: el mal desempeño. No es delito, no es falta administrativa, sino una categoría política destinada a preservar la idoneidad y la dignidad de quienes ejercen las máximas funciones del Estado. Se trata de una garantía para la sociedad, más que de un castigo para el funcionario.

 

Como ya adelantáramos anteriormente, consideramos que se dan los recaudos para que se abra el juicio político en las actuales circunstancias por esta causal al jefe del partido gobernante.

 

Una causal deliberadamente abierta

Los constituyentes de 1853 no definieron el alcance del mal desempeño. Como señala Bidart Campos, se trata de un “concepto jurídico indeterminado” que debe completarse en cada caso, según las circunstancias históricas y la gravedad institucional de los hechos.

 

Mario Midón, en la misma línea, afirma que abarca la falta de idoneidad, la lesión grave al servicio público, la indignidad moral, la negligencia inexcusable o la desidia en el ejercicio de funciones. En palabras del constitucionalista, “no exige dolo, sino que basta la imprudencia o incapacidad que impidan un adecuado cumplimiento del cargo”.

 

Esta amplitud no es un defecto, sino una virtud. Permite que el Congreso reaccione frente a situaciones que, sin configurar delito penal, comprometen la institucionalidad republicana.

 

Ejemplos históricos de aplicación

La historia argentina reciente ofrece ilustraciones claras.

 

En 2003, el Senado destituyó al juez de la Corte Suprema Eduardo Moliné O’Connor. La acusación de Diputados giró en torno a su voto en el caso Meller, donde se entendió que su actuación favoreció injustificadamente a una empresa en perjuicio del Estado. El Senado, con mayoría agravada, lo halló responsable de mal desempeño.

 

Dos años más tarde, el juez Antonio Boggiano corrió la misma suerte. La Cámara de Diputados lo acusó por conductas análogas, principalmente relacionadas con su intervención en decisiones que beneficiaban intereses privados frente al Estado. El Senado entendió que esos fallos configuraban un ejercicio irregular de sus funciones y lo destituyó.

 

El caso $LIBRA, conocido como «Criptogate», es un escándalo por la promoción de una memecoin fraudulenta por el titular de la LLA el 14 de febrero de 2025, que atrajo a 40.000 inversores y colapsó un 89% en horas, generando pérdidas de US$250 millones, que guarda importantes analogías con los casos Moliné y Boggiano, pero agravados por tratarse de nada menos que el titular del poder ejecutivo.

 

También existen ejemplos a nivel de jurados de enjuiciamiento. El caso del juez federal Faggionato Márquez en 2009 demostró que el mal desempeño puede fundarse en conductas de parcialidad, manejos autoritarios de expedientes y connivencia indebida con actores externos.

 

Estos antecedentes evidencian que la causal no se reduce a delitos penales, sino que cubre un espectro de conductas que lesionan la confianza pública.

 

La gravedad institucional como parámetro del mal desempeño

El criterio decisivo para que prospere una acusación por mal desempeño es la gravedad institucional de la conducta imputada. No basta un error técnico ni un desacierto político: debe tratarse de actos u omisiones que pongan en riesgo el funcionamiento del sistema republicano o lesionen de modo severo la confianza pública.

 

Algunos ejemplos ilustrativos de situaciones que configuran esta gravedad son:

Compromiso de la independencia judicial o administrativa: cuando un juez o funcionario se somete a presiones indebidas del poder político o de intereses privados, afectando la imparcialidad de sus decisiones.

Uso del cargo para beneficio propio o de terceros: no necesariamente constitutivo de delito de corrupción, pero sí configurativo de un ejercicio indigno de la función pública (por ejemplo, direccionar resoluciones o políticas para favorecer allegados).

Desconocimiento reiterado de garantías constitucionales: decisiones sistemáticas que vulneran derechos fundamentales, como el derecho de defensa, el debido proceso o la libertad de expresión.

Inacción frente a deberes esenciales del cargo: un funcionario que omite cumplir funciones básicas —por ejemplo, no reglamentar leyes, no convocar a órganos constitucionales, o paralizar servicios públicos esenciales— incurre en una falta grave que afecta a la ciudadanía.

Conductas personales incompatibles con la investidura: aun fuera del ámbito estrictamente funcional, conductas públicas que deshonran el cargo —como manifestaciones de odio, discriminación o desprecio por las instituciones— pueden constituir mal desempeño.

Estos ejemplos muestran que el mal desempeño debe evaluarse siempre desde una perspectiva institucional: lo que se protege no es el prestigio individual del funcionario, sino la estabilidad, eficacia y credibilidad de la República.

 

Conclusión

El mal desempeño no es un concepto débil ni un vacío normativo. Es, por el contrario, un resorte de la Constitución pensado para situaciones donde la conducta de los más altos funcionarios erosiona la confianza pública sin llegar necesariamente al delito penal.

 

Aplicarlo con prudencia, respetando la gravedad institucional y las garantías de defensa, es el camino para que cumpla su función republicana: asegurar que nadie pueda ejercer el poder público sin responsabilidad.

 

En tiempos donde la sociedad exige más transparencia y control, esta causal del artículo 53 sigue siendo un instrumento indispensable para preservar la República.

 

Bibliografía sugerida

Bidart Campos, Germán J.,Manual de la Constitución Reformada.

Midón, Mario A., Derecho Constitucional Argentino.

Fallos: Senado de la Nación, Juicio Político a Eduardo Moliné O’Connor (2003); Juicio Político a Antonio Boggiano (2005).

CIDH, Caso Moliné O’Connor vs. Argentina, Informe de fondo, 2024.

Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados, “Caso Brusa”.

lunes, 6 de octubre de 2025

LOS MITOS DEL FASCISMO


 y del antisemitismo

 

Por Ignacio M. Cloppet *

La Prensa, 05.10.2025

 

Alberto Ezcurra Uriburu, fundador y jefe del Movimiento Nacionalista Tacuara (1957-1964) y quien se ordenó sacerdote en 1971, partió demasiado pronto -como consecuencia de una dura enfermedad- estando en San Rafael, Mendoza, el 26 de mayo de 1993.

Está entrando a imprimir una reimpresión de mi libro, hecho que expresa sin lugar a dudas, el interés que continúa despertando la figura y la obra de este prohombre. De ese tiempo a esta parte, se publicaron diversas antologías de sus escritos y merecidos homenajes en su memoria. En este marco, dos propósitos guiaron la realización de mi libro. El primero, completar la labor de difusión de su obra dando a conocer un copioso conjunto de escritos inéditos de su etapa juvenil. Expresivo de su cosmovisión del nacionalismo como afirmación y defensa de los valores materiales y espirituales del país amenazados y expoliados por intereses e ideologías foráneas.

 

CUERPO DOCTRINARIO

Se trata de un cuerpo doctrinario sumamente relevante, que a la luz del análisis de los males ocasionados por el liberalismo –en su versión capitalista británica/norteamericana y/o comunista soviético–, fue desplegando soluciones concretas para la emancipación nacional, hermanadas en términos históricos con las banderas clásicas que supo sintetizar en la política concreta el Justicialismo –independencia económica, recuperación de la conciencia histórica, soberanía política y justicia social–, como fruto del valiosísimo aporte que hicieron las diferentes vertientes nacionalistas al acervo común que estructura fuendo el ideario dinámico del nacionalismo argentino.

 

El segundo propósito, tuvo como objeto intervenir en el debate historiográfico ligado a la significación de la figura de Ezcurra Uriburu en particular y de Tacuara en general. Múltiples ensayos y tesis doctorales se han escrito al respecto con un vicio de origen: el descrédito liso y llano del nacionalismo, al que se caracteriza en bloque a través de motas descalificatorias que desatienden el examen objetivo de un movimiento rico en variantes, diverso en sus opciones prácticas e intelectualmente brillante en sus mejores plumas. Con este punto de partida, difícilmente pueda llegar a conclusiones efectivas porque más que análisis interpretativos derivados de un examen serio de documentos y de hechos efectivos de la realidad histórica, resultan ser un puro despliegue de juicios de valor de sus autores.

 

Me refiero a dos lugares comunes esgrimidos a diestra y siniestra: el pretendido “fascismo” y el quimérico “antisemitismo” de Ezcurra Uriburu y de Tacuara. Está claro que la caracterización particular que se les imputa responde a la burda generalización que recae sobre el nacionalismo en sentido amplio. Allí está el corazón del problema: en las interpretaciones cultivadas desde perspectivas ideológicas adversas. Tanto es así que la casi totalidad de estudios sobre el fenómeno, lo someten a diversas taxonomías que condicionan de entrada la relación con el objeto de estudio. ¿Puede examinarse objetivamente el nacionalismo a través de categorías tales como “de derecha”, “oligárquico”, “fascista”, etc.? Difícilmente. Se trata de determinantes a priori cargados de sentido negativo que más que aclaran, oscurecen de largada. Y que además no responde a la realidad.

 

“EL MEJOR DE SU GENERACIÓN”

Pongamos blanco sobre negro. Ezcurra Uriburu fue un hombre de acción y un pensador católico de fuste. El mejor de su generación. Como jefe de Tacuara, sintetizó valores trascendentes: un profundo humanismo, su ínsito patriotismo, nobleza y valentía, generosidad y ausencia de sectarismo.

 

Congregaba a la unidad de las distintas tendencias existentes, promovía acuerdos y evitaba rupturas infecundas que tanto costaron al movimiento nacional a lo largo de su historia. Virtudes que mantuvieron durante toda su vida y que caracterizaron también al sacerdote, cuyas reflexiones encarnaron una honda preocupación teológica y la defensa de la verdad de la patria de los argentinos, cuyos dramas comprendió como pocos hombres de su tiempo.

 

MOVIMIENTO NACIONALISTA TACUARA

Por su parte, el Movimiento Nacionalista Tacuara nació en 1957, en el emblemático bar “La Perla del Once”, auspiciado por Ezcurra Uriburu, y otras camaradas. Se trató de una expresión de nacionalismo juvenil, heredera de la Unión Nacionalista de Estudiantes Secundarios y de la vieja Alianza Libertadora Nacionalista.

A su identidad católica –forjada al calor de la obra de los sacerdotes Leonardo Castellani y Julio Meinvielle, entre los principales–, le anexó la impronta de pensadores de fuste como fueron Raúl Scalabrini Ortiz, Manuel Gálvez, Julio y Rodolfo Irazusta, Atilio García Mellid y Jacques de Mahieu, entre otros, y el aporte doctrinario de José Antonio Primo de Rivera. Brotó como una firme reacción de autodefensa de la argentinidad, víctima desde la derrota en Caseros, de la agresión del liberalismo, ahondada tras el golpe de Estado de 1955.

 

DERRIBANDO MITOS: TACUARA FASCISTA

Si bien en su tiempo histórico, la crítica al régimen soviético fue compartida por parte mayoritaria del arco político nacional –a excepción por supuesto del comunismo argentino, satélite de aquel–, para diversos sectores del liberalismo, la no admisión del modelo soviético equivalió –y aunque parezca mentira: equivale hoy en día– al “fascismo”.

 

Del mismo modo, se circunscribió sin la menor rigurosidad histórica, el antiliberalismo al elitismo y al desprecio por las masas, o se discurrió en el afán simplista de acusar de “fascistas” a todas las organizaciones que durante las décadas del treinta al setenta combatieron al régimen de entrega al extranjero, o bien, sostuvieron el neutralismo en el marco de las guerras mundiales.

 

TACUARA ANTISEMITA

Si bien constituye a esta altura del partido todo un anacronismo y una falacia, aún hoy hay que aclarar que Alberto Ezcurra no fue antisemita ni otorgó al aparente “problema judío” –ni en la época de Tacuara ni en la etapa sacerdotal– el lugar que se le enrostra.

Al respecto, en una entrevista del año 1962, explicó: "No nazis. Hay diferencias entre somos nosotros y los nazis. Podemos tener enemigos comunes pero nuestro concepto de las necesidades de la nación difiere profundamente del concepto nazi. Por ejemplo, nosotros no creemos en la superioridad racial, porque en la Argentina no existe la unidad racial. Tenemos gente de todas las razas y colores. (...) No somos antisemitas. Nada tenemos contra los judíos en la Argentina. Las acusaciones que nos hacen de antisemitas son falsas".

 

Tanto es así que el prestigioso historiador del judaísmo, Leonardo Senkman, reconoció en un reportaje realizado por Raanan Rein en el año 2020, el error que significó vincular a Tacuara con el antisemitismo. Señaló al respecto: "Considerábamos que Tacuara era un movimiento que representaba una reencarnación de grupos nazis de los años treinta y cuarenta en Europa. Craso error cultural de nuestra parte, por el cual cometimos muchos yerros en nuestro actuar. No entendimos su profundo carácter cristiano y no conocíamos o no habíamos leído sobre la Falange en España. La idea era que todos eran nazis. Los emisarios que venían de Israel hablaban de esto todo el tiempo. El error o el sesgo cultural en el caso de ellos era más claro, al estar desconectados del contexto argentino. Pero influyó en la percepción de los jóvenes argentinos-judíos. (...) Teníamos una cultura antifascista, que no supo distinguir matices entre Hitler y el padre Meinvielle teníamos una idea imaginada del enemigo y de la amenaza que nos planteaba (…) El mensaje que ellos transmitían es que no hay solución para los judíos en Argentina y cada tanto sacaban a flote ideas sobre la necesidad de una evacuación. el espíritu de abba Kovner, y que había que combatir por nuestra propia cuenta y emigrar a Israel”.

 

La tesis del “antisemitismo” de Tacuara se montó sobre el denominado “Caso Sirota”. En ajustada síntesis: el 21 de junio de 1962, fue denunciado el presunto secuestro de una joven estudiante de Medicina, Graciela Narcisa Sirota, militante de la Federación Juvenil Comunista y de la FUBA, en circunstancias poco claras. La DAIA en su denuncia expresó que se había tratado de “un ataque brutal antisemita”. La declaración se reprodujo hasta el día de hoy como un lugar común en los estudios sobre Tacuara. Resulta curioso que ningún investigador examinó el suceso, ni revisó documentos, ni se preguntó sobre la autenticidad de lo sucedido. Ni refirió a un documento de enorme relevancia que fuera publicado poco después de la denuncia de la DAIA, en el mes de octubre. Se trata de “El caso Sirota y el problema judío en la Argentina”, donde Tacuara a través de su Secretaría de Prensa y Propaganda, en voluminosas treinta y dos páginas no sólo probó la falsedad de lo denunciado, sino que explicitó con suma claridad su posición sobre la cuestión judía y el ilusorio antisemitismo que se le enrostraba.

 

El pensamiento de Ezcurra Uriburu goza de una tremenda actualidad que se ha intentado opacar con este tipo de imputaciones. Su crítica al liberalismo, su defensa de la Tradición y de los valores cristianos, su postulación de la necesaria restauración de un principio de autoridad y de un orden moral justo como elementos unificadores de la vida comunitaria, dan respuesta a los grandes hombres de nuestro tiempo. En una Argentina intelectualmente desarmada y materialmente ocupada, la historia no es puro cuento.

 

* Historiador. Autor del libro "Tacuara y el nacionalismo. Escritos inéditos de Alberto Ezcurra Uriburu" (Katejon, reimpresión, 2025).

sábado, 6 de septiembre de 2025

SEMINARIO

FORO SOCIAL

CARLOS SACHERI

 

Queremos también alentar diversas iniciativas para difundir la doctrina social de la Iglesia, centrada en la dignidad del ser humano, la opción por los pobres y la justicia social.

Obispos de Córdoba, julio 2025

 

ENCUENTRO DE REFLEXIÓN


Objetivo: analizar temas de la realidad, desde la perspectiva de la Doctrina social católica.

 

Ponencias:

*Andrés Torres:  Ingreso universal

*Mario Meneghini:  Partidos políticos

*Fabiana Heredia: Cura Brochero: santo social

*Gustavo Restivo:  Guerra de Ucrania

*Helena Chaldari:  Educación en la Argentina

 

Cada expositor dispondrá de 20/30 minutos; al finalizar todos los disertantes, se abrirá el diálogo con los asistentes.

Fecha: viernes 10 de octubre 2025.


Consultas: cecivicos@gmail.com

 

 

martes, 26 de agosto de 2025

SAN MARTÍN Y BUSTOS


Con motivo de cumplirse el aniversario del nacimiento del General de Brigada Bustos (29 de agosto) nos parece interesante, hacer un breve análisis sobre la colaboración brindada por el caudillo de Córdoba al General San Martín, que haremos en base a fragmentos de la correspondencia entre los patriotas, que se conserva en los archivos.

 

La ocupación de Lima por SM (4-5-1821), no puso término a la guerra del Perú; los realistas retirados a las sierras, ocupaban allí posiciones y todo indicaba una resistencia tenaz y una campaña prolongada. SM concibe entonces un plan para acelerar el término de la guerra. El Ejército Unido Libertador debía organizarse en dos grupos fuertes. El primero, al mando de Arenales, amenazaría a los realistas acantonados en Huancayo; el segundo, al mando de Alvarado, ocuparía la zona de Puertos Intermedios, desembarcaría en Arica y se dirigiría sobre Cuzco.

 

Para concretar lo planificado, se necesitaba la participación de las provincias, cuyas tropas formarían un ejército que marcharía hacia el Alto Perú a través del frente salteño. Con esa finalidad, SM envió un comisionado con instrucciones; la persona seleccionada para esa misión fue un oficial peruano, el Comandante de Escuadrón Antonio Gutiérrez de la Fuente. En mayo de 1822, el Protector del Perú firmó la credencial respectiva; en las instrucciones, SM se dirige a las “autoridades de los pueblos trasandinos”, y no a Buenos Aires, lo que evidencia que el Libertador comprendía la realidad federal que la capital se negaba aceptar.

 

En realidad, hacia 1819, la lucha entre las provincias litorales y las fuerzas que respondían a Buenos Aires, era tan abierta como la que enfrentaban las fuerzas realistas con los patriotas. La situación política era cada vez más desfavorable a Buenos Aires que quedaba aislada. Debe considerarse también la amenaza de una expedición española, que los informes daban como destino a Buenos Aires.

 

El gobierno porteño, había sostenido que solo podía enfrentarse el peligro de aquella amenaza, con la unidad. Este había sido el argumento esgrimido desde la caída de la Junta Grande en 1811, caída producida por el golpe dado por el Cabildo porteño a la Junta Conservadora, que era la Junta Grande constituida en el Congreso Legislativo.

 

Los diputados de la Junta Grande habían sido elegidos por las Provincias, mientras que el Cabildo solo era representante de los intereses de Buenos Aires.

 

La unidad era indispensable para la lucha por la independencia, pero no era menos importante la defensa de los particularismos forjados en 200 años de vida local, desarrollada en las ciudades y pueblos del interior. Belgrano explica así las diferencias, cuando el gobierno central, respondiendo al pedido de munición y caballada, le indica que recurra a cualquier medio:

 “no es el terrorismo quien puede convenir al gobierno que se desea” y que no puede permitir “que el ejército auxiliar del Perú, siga matando, saqueando, incendiando, arrebatando los ganados”. “Si se me obligara a hacer eso, renunciaría al mando por creerme incapaz de ejecutarlo”.

 

Este era el contexto motivacional de aquella sociedad rioplatense en la segunda década del siglo 19.   Los miembros del ejército no podían estar ajenos a esa polémica. Soldados reclutados en su gran mayoría por levas forzosas; suboficiales levados antes y ascendidos; en ambos casos se habían habituado al ejército, y se identificaban con él y sus misiones. Todos tenían familia, amigos, testigos de la realidad social. ¿Cómo no tomar partido?

 

Cuando en 1819 se sancionó una Constitución que establece el régimen unitario, el país estalló. Pueyrredón fue reemplazado por el general Rondeau, quien decidió concentrar las tropas nacionales en Buenos Aires para defender a la ciudad de la amenaza provincial. San Martín desobedeció la orden de regresar y salvó al Ejército de los Andes para la empresa libertadora.

Belgrano, ya muy enfermo, entrega el mando del Ejército del Norte al general Fernández de la Cruz, quien ordena la marcha hacia la capital.

 

Al llegar a la posta de Arequito se manifiesta el descontento de gran parte de la tropa; en la madrugada del 8 de enero de 1820, los amotinados en número de 1.600 hombres a las órdenes del general Bustos, forman en línea de batalla frente a los leales al comandante en jefe. En reunión de estado mayor, se resuelve continuar la marcha con las unidades disponibles, permitiendo a Bustos retirarse con los sulevados.

 

A raíz del levantamiento de Arequito, le imputaron a Bustos el ánimo de refugiarse en Córdoba, a modo de un señor feudal para cuidar de sus propios intereses, siendo que permitió salvar al ejército del norte, que habría sido diezmado por las fuerzas superiores de las montoneras, como lo hicieron con el propio Rondeau poco después en Cepeda, vencido por Ramírez y López que llegan a acampar en la plaza de Mayo.

 

La desobediencia de Bustos, no fue otra cosa que una imitación oportuna de la conducta de San Martín.   Arequito fue el resultado del desajuste que se venía arrastrando penosamente, entre el país real y el modelo artificial que la élite porteña quería imponerle al país. Para los dirigentes de Buenos Aires las provincias no contaban, el estado debía reducirse al territorio que pudiera controlarse desde la capital; la campaña sanmartiniana era un compromiso molesto y caro.

 

Bustos asume el mando de los sublevados, por tener el mayor rango, Coronel Mayor, secundario por: José María Paz, Alejandro Heredia y Felipe Ibarra, consumando el motín en forma incruenta y ordenada. Eran cuatro oficiales de grandes cualidades. Bustos, ilustrado y sereno, como lo demostró su gobierno en Córdoba; Paz, de talento indiscutido, que cambio la toga universitaria por la espada; Heredia, doctor en filosofía y derecho; Ibarra, ex interno del convictorio de Monserrat.

 

Retornando en este relato al plan urdido por el Libertador para acelerar el proceso de la independencia, digamos que dos militares fueron tenidos en cuenta por SM para esta operación: el gobernador de Córdoba, Bustos, y, en su defecto, el gobernador de San Juan, Cnel. José María Pérez de Urdininea. SM le indica a su comisionado que ante cualquier problema que surgiera, tomará consejo de ambos oficiales.

 

Luego de cruzar los Andes, el comandante Gutiérrez se dirige a Córdoba, tomando contacto con Bustos. En la nota de SM, que le entrega, le pide al gobernador que fuera el comandante en jefe de la expedición que había diseñado:

"El comandante Gutiérrez de la Fuente es el conductor de quien me valgo para proponer a UD. la terminación de la guerra; él es la voz viva mía y por consiguiente impondrá a usted de todos mis aviones. ¡Y qué campo, mi apreciable paisano, se le abre a usted para concluir esta guerra ruinosa y cubrirse de gloria! Sí, mi amigo, póngase usted a la cabeza del ejército que debe operar sobre Salta; la campaña es segura si usted me apoya los movimientos que cuatro mil quinientos hombres van a hacer por Intermedios al mando de Alvarado (…)

La cooperación de esta división va a decidir enteramente la suerte de la América del Sur”

 

Gutiérrez le informó a SM que encontró a Bustos con la mejor disposición; éste escribió al Gral. López destacando que para dicha empresa faltan recursos que es indispensable pedir al gobierno de Buenos aires:

“Creo superfluo persuadir a UD. de la necesidad de este paso en que debe interesarse todo americano y en especial los que nos encontramos a la cabeza de los negocios públicos”.

 

Por su parte, López le comenta a SM:

“La fina política de VE previó los inconvenientes de realizarlo y de dónde deben emanar los recursos de su logro”.

 

 Para colaborar en la gestión ante BA manda su secretario, y pese a las dificultades de su provincia, ofrece 300 hombres de caballería seleccionados, siempre que BA los provea de armamentos de lo que carece Santa Fe.

Bustos, fiel al llamado de SM, no sólo hace que su secretario también acompañe a Gutiérrez a BA, sino que escribe al gobierno de Martín Rodríguez:

“no temo proponer que dé la última mano a la obra que le ha sido tan cara, tomando sobre sí proporcionar la suma suficiente para los gastos de la marcha de la fuerza y ​​para su caja militar hasta que se franquee la comunicación del interior.”

 

SM le señala al gobierno porteño, que el Perú devolverá totalmente los gastos que ocasióne esta campaña.

El gobierno de BA era conducido en realidad por Rivadavia, que escuchó al enviado de SM y terminó diciéndole que a las guerras de la independencia las terminaría él por negociaciones diplomáticas. También calificó de criminal a Bustos, desmesura que se explica por sucesos anteriores:

Durante la revolución de mayo Bustos formó parte de la Junta militar de seguridad, que dispuso la expulsión del país de Rivadavia por sospechoso de actuar a favor de los españoles. Ya había accionado con resentimiento, al frustrar el Congreso Constituyente reunido en Córdoba en 1821, convocado por Bustos.

 

Rivadavia pasó el pedido sanmartiniano a la Junta de Representantes, donde sólo el diputado Gazcón defendió la propuesta del Libertador; el diputado Manuel García llegó a expresar que al país le era útil que permaneciesen los enemigos en el Perú.

 

SM al conocer la oposición de las autoridades bonaerenses, le escribe a Gutiérrez:

"Todas (las provincias) desean la expedición, todas la claman. En ellas se encuentran todos los materiales necesarios para emprenderla, menos dinero; esto es lo único que falta".

Con lo resuelto por la Junta, se hacía imposible organizar la expedición.

 

Bustos, decepcionado, le confesará a López:

"Por más que he aplicado todos mis esfuerzos para realizar la expedición contra el enemigo común, proyectada por el Exmo. Señor Protector del Perú, sus resultados no han correspondido a mis anhelos".

 

Decide renunciar a la jefatura de la expedición, a favor de su segundo jefe, el Cnel. Urdininea, que con la pequeña fuerza que lograron formar Bustos y él, penetró por el Alto Perú, pero de manera insuficiente y tardía. Culmina este triste episodio de nuestra historia, con la conocida renuncia al mando de SM.

Únicamente Urdininea, que marchó con la pequeña fuerza auxiliar, tuvo el honor de participar luego en el triunfo de Ayacucho.

 

José Pacífico Otero destaca que el tiempo vino a demostrar –y Ayacucho lo prueba- que San Martín tenía razón, y que, si la diplomacia podría servir para firmar armisticios y atar temporalmente la mano al enemigo, ella no servía para desarmarlo y vencerlo.

Recién en Ayacucho, como lo diría Enrique Rodó:

“catorce generales de España entregaron, al alargar la empuñadura de sus espadas rendidas, los títulos de aquella fabulosa propiedad, que Colón pusiera, trescientos años antes, en manos de Isabel y Fernando”.

 

Córdoba puede enorgullecerse de haber sido la provincia en cuyo gobernante el Libertador confió para la empresa que hemos reseñado. Un militar a quien ya en 1807 había elogiado una poesía popular [1], por su actuación en las invasiones inglesas. Para terminar, recordemos una estrofa de esa poesía:


El valiente capitán don Juan Bustos, de arribeños,

Con diez y ocho de su gente,

Carga con valor sobre ellos,

Y se rinden los británicos

Misericordia pidiendo.

 

[1] “La gloriosa defensa”, de Pantaleón Rivarola.

 


Fuentes:

Hillar Puxeddu, Leo. “El gobernador Juan Bautista Bustos y el Plan de Acción al Alto Perú del Gral. Dn. José de San Martín”; Santa Fe, 2010.

Conles Tizado, Denís. “Juan Bautista Bustos: federalismo y nación”; Córdoba, Cuadernos para la Emancipación.

Denovi, Óscar. “Arequito: el Ejército se identifica con el pueblo”.