Ante un nuevo aniversario de la guerra de Malvinas, conviene rechazar las acusaciones de insensatez o de haber provocado el conflicto, los militares, al sólo efecto de permanecer en el poder.
Por ejemplo, el General Martín Balza, quien, pese a haber combatido en la guerra de Malvinas, y haber ocupado durante una década la Jefatura del Estado Mayor del Ejército Argentino, sostiene que el enfrentamiento fue una decisión equivocada, basada en “análisis y asesoramiento efectuados por incompetentes...” (2003, p. 22).
En cambio, el General británico Jeremy Moore, comandante de las tropas inglesas en ese conflicto bélico, recordó en una entrevista el miedo que sintió el 14 de junio de 1982, de que la Argentina no firmara la rendición, y que, por eso, le permitió al Gobernador argentino, General Menéndez, tachar la palabra incondicional, antes de firmar. Manifestó que: “Era muy consciente de que los argentinos son un pueblo orgulloso y que el honor militar tiene mucha importancia para ellos, por lo que temía que ese término hiciera que se rehusaran a firmar el documento”.
La preocupación de Moore se fundaba en que el Alte. Woodward, jefe de la flota, le había dicho que, si no llegaba a Puerto Argentino para el día 14 de junio, lo iban a sacar de la isla; por eso, fue a conversar con Menéndez “como quien va a jugar al póker con una mano pobre de naipes” (La Prensa, 4-1-86).
Conociendo estos detalles, resulta difícil aceptar que algunos argentinos descalifiquen tajantemente el hecho en sí de haber aceptado la guerra. El ex presidente Alfonsín, sostuvo que era una aventura incalificable (2-1-83); Mientras el también ex presidente Menem aludió a un conflicto que nunca debió haber ocurrido y que lamentaba profundamente (24-10-98).
En realidad, la documentación es abundante, comenzando con el Informe Franks, elaborado por disposición del Parlamento británico, al finalizar la guerra. Esa documentación permite reconstruir lo sucedido, y es una obligación moral hacerlo, con la mayor objetividad posible. Si así se lo hace, podemos verificar que, como en toda acción humana, hubo errores, pero no una incompetencia generalizada, y también, como expresó la Sra. De Giachino - nos deja la certidumbre de que la guerra no fue buscada, de que la incomprensión, la soberbia, la tozudez del enemigo nos arrastraron a ella; de que la Argentina la necesitaba para redescubrirse en esta heroica gesta, continuación de la hazaña sanmartiniana.
Decisión
La decisión de combatir no fue irracional, se adoptó pues la Argentina fue agredida, como lo reconoció la Cámara Federal que juzgó a los jefes militares. La Argentina negoció de buena fe, con paciencia, durante muchos años en el marco de las Naciones Unidas, y la única ocasión de solucionar el conflicto se dio en junio de 1974, cuando el gobierno laborista inglés efectuó una propuesta de condominio, que había sido aceptada por el presidente Perón; al fallar éste quedó trunca esa opción, y todos los esfuerzos posteriores se estrellaron con la intransigencia británica. Por eso, cuando se produjo el incidente de las Georgias, la Argentina se vio obligada a ejercer el derecho a la legítima defensa, previsto en la Carta de las Naciones Unidas (Art. 51) en caso de ataque armado.
En el fallo de la Cámara Federal, en noviembre de 1988, se afirma: “La necesidad política de responder a las agresiones que afectan la subsistencia del Estado, pasa por el imperioso deber de asegurar la respuesta al avance del enemigo”. La misma representante permanente de EEUU en las Naciones Unidas, Jane Kirkpatrick, declaró ante la televisión: Yo no creo que, a la Argentina, dado el hecho de su permanente reclamo de soberanía sobre las islas Malvinas, se le pueda decir que por ocuparlas estaba cometiendo agresión. Tengamos en cuenta que recién el 30-3-82, ante el ataque inminente, el gobierno argentino fijó el 2 de abril como Día D; Mientras que para los ingleses la guerra comenzó antes.
En efecto, el Alte. Woodward, cuenta en sus Memorias: Mi guerra había durado exactamente cien días...desde que dije adiós...en el puerto de Gibraltar la noche del 26 de marzo . Dada la situación planteada, la única forma de evitar la guerra hubiera sido el sometimiento completo ante Inglaterra. Por eso, el Dr. Alberto Caturelli, demuestra que en Malvinas la Argentina se ha reunido y puede invocar todos los títulos legítimos de una guerra justa.
Consecuencias
No es exacto que la guerra haya perjudicado los derechos argentinos a reclamar la soberanía sobre Malvinas. La mejor evidencia es que la Asamblea General de las Naciones Unidas, sancionó, desde el fin de la guerra, siete resoluciones favorables a la Argentina, siendo la primera de ellas, la Nº 37/9 de noviembre de 1982, aprobada con el voto de Estados Unidos, inclusive. En la misma se reitera que la situación colonial en las Malvinas es incompatible con los ideales de las NU. También el informe Kershaw, elaborado por iniciativa del Parlamento británico, reconoce que el peso de la evidencia es más favorable al título argentino. Asimismo, el informe advierte que el conflicto comenzará hasta que se logre un acuerdo negociado de la disputa con la República Argentina.
De manera que el debilitamiento de la posición argentina no es consecuencia de la guerra, sino de una actitud política y cultural de una parte considerable de la dirigencia argentina, que no ha vacilado, incluso, en efectuar propuestas de solución incompatibles con la Constitución Nacional. Recordemos que, en la reforma de 1994, la ley fundamental, en su Primera Disposición Transitoria, ratifica para la Argentina su legítima e imprescriptible soberanía sobre las islas, y que la recuperación de las mismas es un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino.
La verdadera rendición incondicional, como la calificó el profesor Baquero Lazcano, se concretó en dos tratados celebrados con Gran Bretaña: el de Madrid (febrero de 1990) y el de Nueva York (septiembre de 1995). Ninguno de ellos fue aprobado por el Congreso, mediante el ardid de denominarlos Declaraciones, pese a que contienen todos los elementos de un tratado, y en ellos se efectuaron concesiones inconcebibles.
Situación actual
El mayor riesgo es que Gran Bretaña se convierta a las Malvinas en un Estado independiente incorporado al Commonwealth, puesto que es una tendencia muy marcada. Advertía el ex senador Terragno, que los pocos casos que están sometidos al Comité de Descolonización de la NU, no van a terminar ni en el mantenimiento de las colonias ni en independencias verdaderas. Van a terminar en mini Estados que le confiarán la defensa a la antigua metrópoli oa una potencia regional. Son países con patrocinadores (Clarín, Zona, 4-1-07).
Y es un error creer que las Malvinas no se pueden independizar por su dimensión. Comparemos con los siguientes Estados reconocidos por las NU: República de Palau, 458 km2; República de Túvalu, 26 km2; República de Nauru, 21 km2. Malvinas tiene una superficie de 12.173 km2, y una renta per cápita de US$ 52.781, superior a la de Argentina y de Gran Bretaña. La posibilidad mencionada ya fue expuesta por Richard Davies, miembro del Consejo Legislativo de las islas, en el seno del Comité de Descolonización, en la reunión de 2006. Andrés Cisneros, ex vicecanciller estima que los malvinenses empujaron la idea de la independencia con el aval del Foreign Office saben porque en la ONU hay un clima a favor de llegar a algún tipo de arreglo (La Nación, 22-10-06).
Un procedimiento que recomiendan los expertos es solicitar a la Corte Internacional de Justicia una opinión consultiva sobre la obligación del Reino Unido de negociar la controversia por la soberanía, cumpliendo la reiterada exhortación efectuada por la Asamblea General de las Naciones Unidas. Teniendo en cuenta los errores cometidos y la tradicional habilidad diplomática inglesa, sería insensato permanecer inactivos en este tema fundamental para la recuperación de nuestra soberanía plena.
Para concluir, recordamos una reflexión poética de la Sra. de Giachino, madre del primer caído en la recuperación de las islas: "La Guerra de las Malvinas tan discutida, tan amada, tan vapuleada, tan elevada, tan cruel, tan santa, tan triste, tan dulce, es el exponente histórico más acabado de cómo la justicia de la causa puede transformar a los hombres. Hacer de casi niños, verdaderos varones. De cobardes, valientes, y de valientes, héroes y de héroes, mártires. Cómo la justicia de la causa basta para asombrar al mundo, para mover flotas invencibles, para suscitar odios y venganzas, para descubrir traidores.”
(Publicado en: Informador Público, 28-3-25)
Bibliografía consultada:
Balza, Martín. “Malvinas, gesta e incompetencia”; Atlántico, 2003.
Caturelli, Alberto. “Recuperación de las Malvinas Argentinas, noción de guerra justa”; Secretaría General del Ejército, 1982.
Díaz Araujo, Enrique. “Malvinas 1982, lo que no fue”; Ediciones El Testigo, 2001, pág. 25.
Franks, Honorable Señor. “El servicio secreto británico y la guerra de las Malvinas”; Mar Dulce, 1985.
Giachino, María Delicia Rearte de. En prólogo a: Seineldín, Mohamed Alí. “Malvinas, un sentimiento”; Sudamericana, 1999, pág. 9, 10.