En la jornada
“Encuentro del Encuentro”, realizada el 4 de noviembre, nos tocó hablar sobre
los principios del orden social cristiano. En el momento de las preguntas, se
planteó la duda sobre la doctrina católica respecto a la libertad.
Nos parece
conveniente resumir la enseñanza del Magisterio, comenzando por lo expuesto en
el Catecismo:
1730 Dios ha
creado al hombre racional confiriéndole la dignidad de una persona dotada de la
iniciativa y del dominio de sus actos. “Quiso Dios dejar al hombre en manos de
su propia decisión (Si 15,14), de modo que busque a su Creador sin coacciones
y, adhiriéndose a Él, llegue libremente a la plena y feliz perfección” (Gs 17):
El hombre es
racional, y por ello semejante a Dios; fue creado libre y dueño de sus actos
(S. Ireneo, haer. 4, 4, 3).
1733 En la medida
en que el hombre hace más el bien, se va haciendo también más libre. No hay libertad verdadera más que en el
servicio del bien y de la justicia. La elección de la desobediencia y del
mal es un abuso de la libertad y conduce a "la esclavitud del pecado"
(cf Rom 6,17).
1734 La libertad
hace al hombre responsable de sus actos en la medida en que estos son
voluntarios. El progreso en la virtud, el conocimiento del bien, y la ascesis
acrecientan el dominio de la voluntad sobre los propios actos
1736 Todo acto
directamente querido es imputable a su autor: Así el Señor pregunta a Adán tras
el pecado en el paraíso: "¿Qué has hecho?" (Gn 3,13). Igualmente, a
Caín (cf Gn 4,10). Así también el profeta Natán al rey David, tras el adulterio
con la mujer de Urías y la muerte de éste (cf 2 S 12,7-15).
1738 La libertad se
ejerce en las relaciones entre los seres humanos. Toda persona humana, creada a
imagen de Dios, tiene el derecho natural de ser reconocida como un ser libre y
responsable. Todos están obligados a no conculcar el derecho que cada uno tiene
a ser perfecto. El derecho al ejercicio de la libertad es una exigencia
inseparable de la dignidad de la persona humana, especialmente en materia moral
y religiosa (cf DH 2). Este derecho debe ser reconocido y protegido civilmente
dentro de los límites del bien común y del orden público (cf DH 7).
1740 Amenazas para
la libertad. El ejercicio de la libertad no implica el derecho a decir y hacer
todo. Es falso concebir al hombre
"sujeto de esa libertad como un individuo autosuficiente que busca la
satisfacción de su interés propio en el goce de los bienes terrenales"
(CDF, instr. "Libertatis Conscientia", 13).
Por otra parte,
las condiciones de orden económico y social, político y cultural requeridas
para un justo ejercicio de la libertad son, con mucha frecuencia, desconocidas
y violadas. Estas situaciones de ceguera y de injusticia gravan la vida moral y
colocan tanto a los fuertes como a los débiles en la tentación de pecar contra
la caridad.
Apartándose de la
ley moral, el hombre atenta contra su propia libertad, se encadena a sí mismo,
rompe la fraternidad de sus semejantes y se rebela contra la verdad divina.
Con respecto a las ideologías modernas, expresamos que todas ellas han sido
condenadas por la Iglesia; la primera de ellas, el Liberalismo, por la
encíclica Libertas, de León XIII, en 1888.
A quienes consideran que la doctrina ha sido modificada con el tiempo,
debemos mencionarles que ningún documento posterior ha alterado dicho rechazo.
Más cerca, en 1971, Pablo VI, en Octogesima adveniens, advierte:
“El cristiano que quiere vivir su fe en una acción política, concebida
como servicio, tampoco puede adherirse sin contradicción a sistemas ideológicos
que se oponen radicalmente o en los puntos sustanciales a su fe y a su
concepción del hombre, ni a la ideología marxista, a su materialismo ateo, a su
dialéctica de violencia y a la manera como ella entiende la libertad individual
dentro de la colectividad, negando al mismo tiempo toda trascendencia al hombre
y a su historia personal y colectiva: ni a la ideología liberal, que cree
exaltar la libertad individual substrayéndola a toda limitación, estimulándola
con la búsqueda exclusiva del interés y del poder, y considerando las
solidaridades sociales como consecuencias más o menos automáticas de
iniciativas individuales y no ya como un fin y un criterio más elevado del
valor de la organización social.” (P. 26)
León XIII, distinguió tres grados de liberalismo (1)
El primero, supone la plena soberanía de la razón que “se hace a sí
propia sumo principio y fuente, y juez de la verdad”; este liberalismo pretende
que “en el ejercicio de la vida ninguna potestad divina hay que obedecer, sino
que cada uno es ley para sí”; admitido que no existe autoridad sobre el hombre,
“síguese no estar fuera de él y sobre él la causa eficiente de la comunidad y
sociedad civil, sino en la libre voluntad de los individuos, tener la potestad
pública su primer origen en la multitud”; cada uno es la propia norma y de ahí
que “el poder sea proporcional al número, y la mayoría del pueblo sea la autora
de todo derecho y obligación”. (2)
El segundo: como se ha visto en los textos de los padres del liberalismo
moderno, muchos de ellos (desde Locke) aceptan los límites de la razón y aún la
existencia de la ley eterna; “más juzgando –sostiene León XIII- que no se ha de
pasar más adelante, niegan que esta sujeción del hombre libre a las leyes, que
Dios quiere imponerle, haya de hacerse por otra vía que la razón natural”. (3)
Este racionalismo naturalista, pero deísta..., es más contradictorio que
el liberalismo ateo.
El tercero: el liberalismo muy moderado, propio de aquellos que no
quieren renunciar a su fe cristiana y que rechazan (o así lo creen) todo cuanto
es contrario a la Revelación, sostienen, dice el Papa que, “se han de regir
según las leyes divinas la vida y las costumbres de los particulares, pero no
las del Estado. Porque en las cosas públicas es permitido apartarse de los
preceptos de Dios, y no tenerlos en cuenta al establecer las leyes. De donde
sale aquella perniciosa consecuencia: que es necesario separar la Iglesia del
Estado”. (4)
Tanto el liberalismo extremo (ateo), como el liberalismo moderado
(deísta), como el liberalismo muy moderado (cristiano),
admiten una zona (el orden temporal) de autosuficiencia del hombre: el primero
porque niega la existencia de un orden trascendente al temporal; el
segundo porque lo ignora y el tercero porque lo separa.
En el orden práctico, viene a resultar lo mismo.
1) Utilizamos el análisis del Prof. Caturelli; “Examen
crítico del liberalismo como
concepción del mundo”;
Gladius, 2008, pp. 48-50.
2) Libertas, n° 11.
3) Libertas, n° 12.
4) Libertas, n° 13.