A los pocos días de conocerse que el consumo de cocaína adulterada provocó la muerte de 24 personas y la internación de otras 80, se presentó un proyecto para legalizar el uso de la marihuana. Sobre esta cuestión opinamos hace un año en el blog (*).
El periódico Perfil (6-2-22) consultó sobre este tema al Dr. Gigena Parker, secretario de Prevención y Asistencia de las adicciones, de la Provincia de Córdoba. El citado especialista pidió manejar con prudencia dicha posibilidad:
"La legalización en
marihuana generó en Uruguay un aumento en el consumo. La gente considera que si es legal no es malo y
eso se reflejó en un aumento en el consumo, por lo que debe ser un tema
debatido profundamente."
En cambio, el P. Mariano Oberlín, párroco de una zona donde la droga afecta seriamente, contestó: "No tengo una postura respecto a si conviene o no. Lo que sí puedo decir es que así como estamos no se puede seguir. Hay que tomar cartas en el asunto, hacer algo de manera urgente. Creo que la legalización es un planteo más que tiene que estar en esa discusión. La guerra contra la droga no está teniendo un efecto positivo."
Sorprende la posición de este sacerdote, habida cuenta de la contundencia con que acaban de rechazar la legalización, los sacerdotes de la Región Buenos Aires. Pero, especialmente por la doctrina oficial de la Santa Sede al respecto (**).
La presentación del problema ha mostrado que es preciso refutar totalmente el uso de la droga desde el punto de vista moral. En efecto, se trata de una práctica completamente incompatible con la moral cristiana. (p. 42)
Por eso el Papa Juan Pablo II, es terminante al respecto (7-9-1984):
La droga no se vence con la droga. La droga es un mal, y al mal no le van bien las cesiones. La legalización de la droga, incluso parcial, además de ser, por lo menos, discutible con relación a la índole de la ley, no produce los efectos que se habían prefijado.
(p. 47)
"... la aprobación de las drogas blandas sólo lleva a preparar el acceso a las drogas duras. Además, se trata de un proceso irreversible, que no eliminará el mercado negro de las drogas blandas ni disminuirá en absoluto la violencia ni la criminalidad.
La distinción entre drogas duras y drogas blandas lleva a un callejón sin salida, pues la toxicodependencia no tiene su origen en la droga sino en lo que lleva a un individuo a drogarse. (p. 49)
(*) http://www.mario-meneghini.blogspot.com/2021/02/ahora-la-marihuana.html
(**) Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud. "Iglesia, droga y toxicomanía"; 1-11-2001.