Sobre la economía y los bienes materiales
No podemos dejar de comentar, brevemente, un artículo publicado por un conocido economista, en un sitio web dedicado a difundir las ideas liberales. Reproduce Benegas Lynch una frase de San Juan Pablo II, de la encíclica Centesimus Annus, considerado laudatorio para el sistema capitalista:
"Si por capitalismo se entiende...la respuesta ciertamente es positiva." Se trata de un verdadero fraude intelectual, pues coloca un punto, donde el documento, después de una coma, continúa: "aunque quizá sería más apropiado hablar de economía de empresa, economía de mercado, o simplemente de economía libre."
Además, el mismo párrafo 42, continúa con otra frase, que el autor omite: "Pero si por capitalismo se entiende un sistema en el cual la libertad, en el ámbito económico, no está encuadrada en un sólido contexto jurídico que la ponga al servicio de la libertad humana integral y la considere como una particular dimensión de la misma, cuyo centro es ético y religioso, entonces la respuesta es absolutamente negativa."
Estando en vísperas de cumplirse 29 años de la aprobación, por el mismo pontífice, del Catecismo de la Iglesia Católica, conviene recordar un párrafo del mismo, que Juan Pablo reconoció "como un instrumento válido y autorizado al servicio de la comunión eclesial y como norma segura para la enseñanza de la fe". (Constitución Apostólica Fidei depositum, 11-10-1992)
El párrafo 2425: "La Iglesia ha rechazado las ideologías totalitarias asociadas a los tiempos modernos al comunismo o socialismo. Por otra parte, ha rechazado en la práctica del capitalismo el individualismo y la primacía absoluta de la ley de mercado sobre el trabajo humano. (...) Es preciso promover una regulación razonable del mercado y de las iniciativas económicas, según una justa jerarquía de valores y con vistas al bien común."
Otro párrafo demuestra que la enseñanza de San Juan Crisóstomo, que el citado autor se atreve a descalificar, es considerada la doctrina oficial de la Iglesia.
2446: San Juan Crisóstomo lo recuerda vigorosamente: "No hacer participar a los pobres de los propios bienes es robarles y quitarles la vida. Lo que poseemos no son bienes nuestros sino los suyos" (Laz. 1, 6).
Para completar este análisis, recordemos la Carta apostólica Octogesima adveniens, de San Pablo VI, p. 26:
"El cristiano que quiere vivir su fe en una acción política, concebida como servicio, tampoco puede adherirse sin contradicción a sistemas ideológicos que se oponen radicalmente o en los puntos sustanciales a su fe y a su concepción del hombre (...) ni a la ideología liberal que cree exaltar la libertad individual substrayéndola a toda limitación...".
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Vuelve el colectivismo en la cabeza de la Iglesia
Alberto Benegas
Lynch (h)
Presidente del
Consejo Académico en Libertad y Progreso
Doctor en Economia
y Doctor en Ciencias de Dirección, miembro de las Academias Nacionales de
Ciencias Económicas y de Ciencias.
Libertad y
Progreso, septiembre 14, 2021
LA PRENSA –
Originalmente hubo un problema serio en la Iglesia: la versión de Santiago el
Mayor estaba colocándola al borde de la liquidación terrenal si no fuera por la
vigorosa reacción de San Pablo. Así se lee por un lado, el mensaje central de
Santiago: “Ahora bien, vosotros, ricos, llorad y dad alaridos por las
desgracias que están para caer sobre vosotro”. (Epístola de Santiago, 5: 1).
También en
Epístola de Santiago (2: 5-6): “Escuchen, hermanos muy queridos, ¿Acaso Dios no
ha elegido a los pobres de este mundo para enriquecerlos en la fe y hacerlos
herederos del Reino que ha prometido a los que aman? Y sin embargo, ¡ustedes
desprecian al pobre! ¿No son acaso los ricos los que oprimen a ustedes y los
hacen comparecer ante los tribunales?”.
Más aun, la línea
de Santiago expone la receta en cuanto a que “todos los creyentes vivían unidos
y tenían todo en común; vendían sus posesiones y sus bienes y repartían el
precio entre todos, según la necesidad de cada uno” (Los Hechos de los
Apóstoles, 2:44/45).
Esto en la ciencia
moderna se denomina “la tragedia de los comunes”, es decir, lo que es de todos
no es de nadie y los incentivos operan en dirección a la debacle. Y esto es
precisamente lo que ocurrió en la iglesia primitiva paupérrima y como una carga
insoportable para la Iglesia madre, de allí el mensaje contundente de Pablo de
Tarso que afortunadamente predominó en cuanto a que “día y noche con fatiga y
cansancio trabajamos para no ser una carga a ninguno de vosotros (…) Si alguno
no quiere trabajar, que tampoco coma. Porque nos hemos enterado que hay entre
vosotros algunos que viven desconcertados, sin trabajar nada, pero metiéndose
en todo. A estos les mandamos y les exhortamos en el Señor Jesucristo a que
trabajen con sosiego para comer su propio pan” (Segunda Epístola a los
Tesalonicences, 3: 8/10, 11 y 12).
Sin la pretensión
de una recopilación exhaustiva, a titulo de ejemplo a continuación hemos
seleccionado pasajes de la tendencia inaugurada por Pablo que fue la que, como
queda dicho, predominó al efecto de rescatar el espíritu cristiano,
especialmente a partir de Constantino, aunque la Iglesia posconciliar a partir
de Medellín, Puebla, el tercermundismo, los desvíos de la llamada teología de
la liberación y más notoriamente a partir de Francisco ha vuelto en gran medida
a la línea de Santiago que acabamos de resumir.
CONTRACORRIENTE
A contracorriente
de estos desvíos que vuelven a asomar con fuerza y en concordancia con los
Mandamientos de no robar y no codiciar los bienes ajenos que hacen referencia a
la trascendencia de la propiedad privada, en Deuteronomio (viii-18) “acuérdate
que Yahveh tu Dios, es quien te da fuerza para que te proveas de riqueza”. En 1
Timoteo (v-8) “si alguno no provee para los que son suyos, y especialmente para
los que son miembros de su casa, ha repudiado la fe y es peor que una persona
sin fe”. En Mateo (v-3).
“Bienaventurados
los pobres de espíritu porque de ellos es el reino de los cielos””, fustigando
al que anteponga lo material al amor a Dios (amor a la Perfección), en otras
palabras al que “no es rico a los ojos de Dios” (Lucas xii-21), lo cual aclara
la Enciclopedia de la Biblia (con la dirección técnica de R. P. Sebastián
Bartina y R. P. Alejandro Díaz Macho bajo la supervisión del Arzobispo de
Barcelona): “Fuerzan a interpretar las bienaventuranzas de los pobres de
espíritu, en sentido moral de renuncia y desprendimiento”, y que la “clara
fórmula de Mateo -bienaventurados los pobres de espíritu- da a entender que
ricos o pobres, lo que han de hacer es despojarse interiormente de toda
riqueza” (tomo vi, págs. 240/241). En Proverbios (11-18) “quien confía en su
riqueza, ese caerá”. En Salmos (62-11) “a las riquezas, cuando aumenten, no
apeguéis el corazón”. Este es también el sentido de la parábola del joven rico
(Marcos x, 24-25) ya que “nadie puede servir a dos señores” (Mateo vi-24) y en
la parábola del viñatero se concluye: “¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que
quiero?” (Mateo, xx: 15).
En cuanto a los
textos papales, aunque en no pocas ocasiones ambivalentes y contradictorios es
de interés destacar a León XIII en Rerum Novarum en el siguiente pasaje:
“Quede, pues, sentado que cuando se busca el modo de aliviar a los pueblos, lo
que principalmente, y como fundamento de todo se ha de tener es esto: que se ha
de guardar intacta la propiedad privada. Sea, pues, el primer principio y como
base de todo que no hay más remedio que acomodarse a la condición humana; que
en la sociedad civil no pueden todos ser iguales, los altos y los bajos.
Afánense en verdad, los socialistas; pero vano es este afán, y contra la
naturaleza misma de las cosas. Porque ha puesto en los hombres la naturaleza
misma grandísimas y muchísimas desigualdades. No son iguales los talentos de
todos, ni igual el ingenio, ni la salud ni la fuerza; y a la necesaria
desigualdad de estas cosas le sigue espontáneamente la desigualdad en la
fortuna, lo cual es por cierto conveniente a la utilidad, así de los
particulares como de la comunidad; porque necesitan para su gobierno la vida
común de facultades diversas y oficios diversos; y lo que a ejercitar otros
oficios diversos principalmente mueve a los hombres, es la diversidad de la
fortuna de cada uno”.
SOCIALISMO
RELIGIOSO
Por su parte Pio
XI ha señalado en Quadragesimo Anno : “Socialismo religioso y socialismo
cristiano son términos contradictorios; nadie puede al mismo tiempo ser buen
católico y socialista verdadero”. Y Juan Pablo II -el Papa de los pedidos de
perdones por mayúsculas barrabasadas oficiales en la Iglesia y el formidable
ecumenismo- ha puesto de manifiesto en Centesimus Annus: “Cuando una empresa da
beneficios significa que los factores productivos han sido utilizados
adecuadamente y que las correspondientes necesidades humanas han sido
satisfechas debidamente (…) Si por capitalismo se entiende un sistema
económico que reconoce el papel fundamental y positivo de la empresa, del
mercado, de la propiedad privada y de la consiguiente responsabilidad para con
los medios de producción, de la libre creatividad humana en el sector de la
economía, la respuesta ciertamente es positiva”.
Respecto al Papa
Francisco, sin perjuicio de sus alabanzas a sacerdotes tercermundistas y sus
reiteradas declaraciones en Cuba, Bolivia, Paraguay, Chile y en el Vaticano
sobre lo males del capitalismo y las virtudes del intervencionismo de los
aparatos estatales en las vidas y haciendas del prójimo, a título de
ilustración decimos que en el segundo capítulo de Evangelii Gaudium se lee que
la economía abierta “mata” y donde “todo entra dentro del juego de la
competitividad”, y “como consecuencia de esta situación, grandes masas de la
población se ven excluidas y marginadas sin trabajo, sin horizontes, sin
salida”. También ha dicho que “el dinero es el estiércol del diablo” sin hacer
referencia al reiteradamente corrupto banco en su jurisdicción que de modo
insolente se lo ha denominado el banco de Dios, ni a las abundantes riquezas
del Vaticano.
En verdad, las
reflexiones del Papa resultan sorprendentes. En primer lugar y antes que nada,
debe precisarse que el mundo está muy lejos de vivir sistemas de competencia y
mercados abiertos sino que en menor o mayor medida ha adoptado las recetas del
estatismo más extremo en cuyo contexto el Leviatán es cada vez más adiposo y
cada vez atropella con mayor vehemencia los derechos de las personas a través
de múltiples regulaciones absurdas, gastos y deudas públicas colosales,
impuestos insoportables e interferencias gubernamentales cada vez más
agresivas, todo lo cual no es siquiera mencionado por el Papa en su documento.
Si no somos
racistas y nos damos cuenta que las causas no residen en el clima imperante ni
en los recursos naturales (recordemos que Africa es el continente que exhibe la
mayor dosis y que Japón es un cascote donde solo el veinte por ciento es
habitable), podremos concluir que dichas tasas permiten incrementar salarios e
ingresos en términos reales.
En resumen, los
valores y principios de una sociedad abierta no matan, lo que aniquila es el
estatismo de hace ya mucho tiempo. En este sentido, estimo de una
peligrosidad inusual el consejo papal basado en una cita de San Juan Crisóstomo
cuando escribe en el documento referido: “Aanimo a los expertos financieros y a
los gobernantes de los países a considerar las palabras de un sabio de la
antigüedad: “No compartir con los pobres los propios bienes es robarles y
quitarles la vida. No son nuestros los bienes que tenemos, sino suyos”. San
Juan Crisóstomo el antisemita rabioso que con el título de Adversus Judaeos
escribió que los judíos “son bestias salvajes”, que son “el domicilio del
demonio” y que “las sinagogas son depósitos del mal” para quienes “no hay
indulgencia ni perdón.
PENSAR COMO
COMUNISTAS
Cuando le
preguntaron al Papa Francisco si es comunista respondió que “son los comunistas
los que piensan como los cristianos” (La Reppublica, noviembre 11 de 2016), lo
cual subraya una vez más su simpatía original por el colectivismo impregnado de
muy joven por la marxista doctora Esther Balestrino y luego por Monseñor Enrique
Angelelli que celebraba misa bajo la insignia de los terroristas Montoneros. Es
sumamente curioso que por un lado se condena la pobreza y, por otro, se hace
alarde de pobrismo, con lo cual -como expresé mucho antes de este papado,
cuando pronuncié el discurso inaugural en el congreso del Celam en Tegucigalpa,
el 30 de junio de 1998 invitado por Monseñor Cristian Trecht Bañados- la
Iglesia debería rechazar la mismísima caridad puesto que mitiga la pobreza del
receptor y también dedicarse solo a los ricos pues los pobres ya estarían
salvados.
Este lamentable
derrumbe no es aceptado por los fanáticos de siempre que se niegan a ver una de
los muy pocos temas con los que puede concordarse con el Papa actual y es su
repetida manifestación en cuanto a que “los cortesanos son la lepra de la
Iglesia”. Afortunadamente hay obispos, sacerdotes y laicos que perciben este
problema grave, es de esperar que se esté a tiempo de revertir la situación
para no caer en lo que advertía el sacerdote polaco -doctor en teología, doctor
en derecho y doctor en sociología- Miguel Poradowski en su libro El marxismo en
la Iglesia: “No todos se dan cuenta hasta donde llega hoy día la nefasta
influencia del marxismo en la Iglesia (…) tarde o temprano vamos a encontrarnos
con una Iglesia ya marxistizada, es decir en una anti-Iglesia”