Apenas finalizada la aprobación de la ley que autoriza el
aborto, ya se prepara otro frente de tormenta en el horizonte: la regulación de
la industria medicinal de cannabis y la legalización del cáñamo. Las
diputadas Carolina Gallard y Mara Brawer han presentado sendos proyectos, que
serán tratados en marzo por iniciativa del Poder Ejecutivo.
Recordemos que hace un par de meses el gobierno habilitó la
venta de aceite medicinal en las farmacias. Este panorama ha despertado el
interés de varios empresarios, que han decidido intervenir en este novedoso
mercado. Por ejemplo, Facundo Garretón, ex diputado del Pro, y Claudio
Belocopitt dueño de Swiss Medical Group, invitiendo en Blueberries con sede en
Canadá.
En Jujuy, Gastón Morales, hijo del gobernador, es
presidente de Cannava, empresa estatal que creó el primer emprendimiento
cannábico en Argentina. (Noticias, 13-2-21)
La experiencia de
otros países muestra que, al uso de la marihuana medicinal, le sigue en poco
tiempo, el uso recreativo de la droga. En este tema, se mezclan los legítimos reclamos de los
pacientes y sus familiares, con el deseo de quienes buscan que se libere el uso
recreativo de la droga. El ejemplo de Estados Unidos, donde varios Estados
comenzaron autorizando el uso medicinal de la marihuana, y continuaron
legalizando el cultivo y uso de la planta, basta para comprender cuál es el
objetivo final de esta campaña.
Uno de los
componentes de la planta de marihuana, el cannabidiol (CBD), ha demostrado su
utilidad para el tratamiento de ciertas afecciones como epilepsia infantil—una
enfermedad que ocasiona convulsiones violentas en los niños. Por esta razón,
los científicos han cultivado plantas de marihuana y creado aceite de CBD
exclusivamente para uso terapéutico.
Esta droga no
tiene propiedades embriagadoras, por lo tanto no resulta deseable para aquellos
que usan marihuana recreacionalmente. Lo que a ellos interesa son las
substancias químicas relacionadas al componente delta‐9‐tetrahydrocannabinol
(THC), la sustancia sicoactiva principal de la marihuana, que altera la mente (National
Institute on Drug Abuse, julio 2015).
La puerta que se
abre ahora es realmente grave; si se despenaliza –legalmente o de hecho- el uso
de la marihuana, se incrementaría la situación ya existente en nuestro país. Un informe muestra que se sitúa
por delante del resto de países de Latinoamérica en cuanto a la tendencia al
consumo de drogas, alcohol, tabaco y la afición al juego, según una lista por
países elaborada por Bloomberg sobre la propensión a los vicios.
La
presencia social de las drogas en Argentina, que incluye el consumo de
anfetaminas, cannabis, éxtasis, opiáceos y cocaína, promedia un 11,09 por
ciento, con el cannabis (7,2 %) y la cocaína (2,6 %) en cabeza. (La Voz del
Interior, 27-6-13)
La
despenalización del consumo de drogas, para quienes la postulan, se basa en el Art.
l9 de
La propia Corte Suprema de
El
25-8-09, en el fallo Arriola,
Recordemos el concepto de droga: toda sustancia natural o sintética con capacidad de generar
un efecto sobre el sistema nervioso central; generar una dependencia física o
psíquica; y constituir un peligro sanitario y social. No puede negarse que el
adicto es un enfermo, pero debe destacarse que la drogadicción también es un
vicio- hábito negativo- y para los creyentes, un pecado; así lo establece el
Catecismo de
Legalizar el consumo de drogas, sosteniendo que cada
persona tiene derecho a decidir sobre su propia vida, implica ignorar que el
adicto -palabra que proviene de “esclavo”
- “no es consciente de sus actitudes
autodestructivas y carece de la capacidad de actuar por el libre albedrío. Todo
lo contrario, está enajenado y hasta que no se lo desintoxique no podremos
contar con una parte suya capaz de colaborar con nosotros en su propio
tratamiento.” “La drogadicción es un
fenómeno humano contra natura”[2].
Es importante señalar, para concluir, que en
En
un tema tan complejo, conviene tener en cuenta la experiencia de quienes han
enfrentado el problema mucho antes que los argentinos. Jaime Bermúdez, ex
ministro de Relaciones Exteriores de Colombia, y ex embajador en Buenos Aires,
asegura que despenalizar la droga no ayuda a combatir el narcotráfico, sino
todo lo contrario[3]. Hay que analizar,
sostiene, “en qué medida la despenalización
de la droga es utilizada como mecanismo de distribución”. Se refiere a que,
“en estos casos, se vende por acumulación. No se vende el kilogramo de droga,
se vende de a gramo. A usted lo dejan tener una pequeña cantidad y entonces
vende rápidamente esa cantidad. Después lo hace con otra pequeña porción,
después con otra, y así."
Esto
explica el fenómeno actual de multitud de bandas que sólo atienden una zona
determinada, o sea, la descentralización de los carteles, que dificulta la
respuesta del poder público. Mientras haya demanda de drogas, habrá proveedores
de la misma. Las dificultades y peligros que enfrentan en la actualidad los
farmacéuticos, con la venta de drogas legales (asaltos, adulteración de
recetas, etc.), se multiplicarían en el caso de que se autorizara en las
farmacias el expendio libre de las drogas hoy ilegales. Además, siempre el
Estado deberá establecer restricciones al consumo –edad mínima, cantidad máxima
de dosis, identificación del usuario-, lo que hace prever que, aún con la
despenalización, continuaría la distribución por medios no autorizados.
Considerando que el narcotráfico mueve 700.000 millones de dólares anuales, es
ilusorio creer que estará dispuesto a perder ese negocio lucrativo,
abandonándolo pacíficamente. No está de más recordar, que la captura del Chapo
Guzmán, fue posible por un operativo que incluyó a infantes de marina
mexicanos.