Acabamos de conocer la
integración del gabinete presidencial que gobernará en la Argentina desde el
próximo 10 de diciembre; uno de los organismos que se agregan es el Consejo
Federal de Políticas Sociales, que estará a cargo del programa Argentina contra
el Hambre. Estrechamente vinculada a esta noticia, está la difusión de los
nuevos índices estimados por el Observatorio de la Deuda Social, de la
Universidad Católica Argentina.
La pobreza afecta al 40,8 %
de los argentinos (16 millones de personas); la indigencia al 8,9 % (3,6
millones de personas).
Mientras no se logre un
verdadero desarrollo integral, que, para serlo, debe incluir una redistribución
de la riqueza, no desaparecerá el flagelo de la pobreza, que ya se ha
convertido en un mal estructural. Ahora bien, procurar el desarrollo es una
función del Estado, y por lo tanto, depende de la competencia y honestidad de
los gobernantes. Mientras no se produzca un cambio positivo en la gestión de
cosa pública, no se logrará la erradicación de la pobreza.
Lo señalado no nos exime de
responsabilidad a los católicos argentinos que sabemos, por nuestra doctrina,
que somos meros administradores de los bienes que poseemos, y que, sobre toda
propiedad privada grava una hipoteca social. La grave situación actual debería
incentivarnos a participar activamente con nuestro aporte solidario.
Consideramos que no bastan las dos colectas anuales que se realizan en el seno
de nuestra Iglesia.
En este año, la colecta de
Cáritas recaudó $ 116.194.026 y la colecta Más por Menos $ 63.000.000; en
total: $ 179.194.026.
Debemos analizar este dato,
a la luz de la situación actual del catolicismo nacional (1). De los 44.938.712
habitantes del país, el 62,9 % se consideran católicos (28.266.450), de los
cuales son practicantes el 11,2 % (3.165.842).
El
promedio de aporte, por persona al año, resulta de $ 56,60.
Las colectas mencionadas son
dignas de elogio, pero no bastan para situaciones de crisis profunda como la
que muestran los indicadores señalados. En las colectas anuales el aporte de
los fieles queda librado a su criterio, y el resultado detallado muestra que se
toma como una ayuda un poco mayor a la limosna dominical.
Recordemos que en la
Iglesia rigió durante muchos siglos la institución del diezmo, que implicaba la
entrega del diez por ciento de los ingresos de cada fiel, institución que se
mantiene en otros cultos.
El Arzobispado de
Corrientes, realiza una colecta anual denominada Ñemuasai, y en este caso se
fija un objetivo modesto pero muy preciso: que cada fiel done el 1% de su
ingreso mensual, por única vez en el año.
Para cumplir con esta
obligación, en cada país las conferencias episcopales están dando normas
precisas al respecto. En México, el llamado diezmo anual corresponde a lo que
uno gana en un día de trabajo. En Chile, se ha fijado el uno por ciento mensual
de lo que cada uno gana.
Consideramos, entonces, que
los fieles argentinos deberíamos
procurar la aplicación práctica del principio
del destino universal de los bienes (2), promoviendo una modalidad concreta
de ayuda permanente al prójimo necesitado. En una primera etapa, hasta que se
logre recuperar el ideal del diezmo, se debería adoptar alguno de los modelos
utilizados en países americanos. Podemos estimar que ello bastaría para
eliminar la indigencia en el país, suprimir el hambre, y aliviar notablemente
la pobreza.
(1) Segunda
encuesta nacional sobre creencias y actitudes religiosas en Argentina. Programa
Sociedad, Cultura y Religión, Ceil-Conicet, 2019.
(2) “Dios
ha dado la tierra a todo el género humano para que ella sustente a todos sus
habitantes, sin excluir a nadie ni privilegiar a ninguno. He ahí, pues, la raíz
primera del destino universal de los bienes de la tierra”. (Juan Pablo II. Centesimus annus, p. 31)
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Después de publicado el comentario anterior, se conoció el Mensaje Episcopal con motivo de la colecta del Diezmo, suscrita por el Arzobispo de Yucatán (México), Gustavo Rodríguez Vega, el 3 de diciembre de 2019.
En dicho documento, se expresa: "Hoy, entre nosotros, la palabra diezmo es más simbólica que real, pues lo que nuestra Iglesia solicita son solo dos días de salario al año, y de ahí en más, que cada uno colabore según sus posibilidades y la generosidad que el Señor le dicte en su corazón".
(www.arquidiocesisdeyucatan.org.mx )
Para que se advierta la diferencia con el resultado de las colectas argentinas ($ 56,50 por persona al año); recordemos que el salario mínimo es de $ 15.625, por lo tanto, el aporte de dos días de salario al año, representaría $ 1.042 por persona.