Es la que realiza la carta de lector que reproducimos a continuación, a la pública opinión del Arzobispo de La Plata. Aunque no se podría decir que su contenido resulte sorprendente, dados los antecedentes intelectuales del autor de "Sáname con tu boca: el arte de besar", Ed. Lumen, 1995.
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Encuentro de mujeres
Alberto Solanet
La Nación, 3-10-19
Con verdadero estupor leí la
nota firmada por el arzobispo de La Plata, monseñor Víctor Fernández, titulada
"Encuentro Nacional de Mujeres", publicada el martes pasado. De sus
términos se infiere que ignora los antecedentes de estos encuentros y la
perversa ideología que los moviliza, que se pone de manifiesto en cada
oportunidad, en donde arremeten contra los templos católicos, apuntando
generalmente a la Catedral.
Aparecen como hordas
violentas, profiriendo toda clase de injurias de la peor especie, muchas con
atuendos estrafalarios o semidesnudas. En la nota hace una referencia sesgada
de la historia cuando pone el acento en la "leyenda negra" en alusión
a la conquista y evangelización de América.
Cita a Santa Catalina de Siena como
si su lucha tuviese alguna similitud con la emprendida por estas manifestantes,
cuando si hoy viviese esa gran santa, con seguridad estaría, con todo vigor, a
la cabeza de la defensa de los valores de la Iglesia y de sus templos,
contrariamente a lo que hoy dispone el arzobispo.
Por último, cuando se
refiere a la lucha por la igualdad, incluye la "orientación sexual",
quebrando de este modo la recta moral que la Iglesia ha sostenido desde
siempre.
Encuentro
Nacional de Mujeres
Artículo de monseñor Víctor
Manuel Fernández, arzobispo de La Plata, publicado en diario La Nación (1 de
octubre de 2019)
Fuente: Aica
Se acerca el Encuentro
Nacional de Mujeres autoconvocadas en La Plata. Hay gente con miedo, incluidos
miembros de las fuerzas de seguridad, políticos y vecinos, como si viniera una
horda sedienta de venganza y destrucción. Pero son mujeres, de muchos colores,
con diversas formas de defender sus derechos, y también con diferencias entre
ellas. Las une el sueño de una verdadera igualdad, y la ira se entiende cuando
se recuerda la historia, siglos de opresión, de humillación, de dominio
machista, de violencia.
A veces la bronca se
concentra contra la Iglesia, que necesita una autocrítica en este tema, como en
tantos otros. Durante siglos toleró la esclavitud aun cuando su fe le decía que
cada ser humano -mujer o varón- tiene una dignidad inalienable. Pero hubo
santos que se dedicaron a comprar esclavos para dejarlos libres. Del mismo
modo, en la conquista de América hubo curas que toleraban los excesos y decían
que los aborígenes no tenían alma. Sin embargo, el cura Bartolomé de las Casas
se desangraba por defenderlos. De él dijo Pablo Neruda: "Pocas vidas da el
hombre como la tuya... Eras la eternidad de la ternura".
Además, hubo mujeres
cristianas que supieron tomar las riendas en épocas oscuras. Santa Catalina de
Siena era capaz de hacerle frente a cualquier autoridad eclesiástica, y la
mexicana Juana Inés de la Cruz escribía: "Hombres necios que acusáis a la
mujer sin razón". Desde Santiago del Estero, la Mama Antula salía a
caminar miles de kilómetros porque se sentía capaz de reemplazar a los jesuitas
expulsados. Por no mencionar a algunas abadesas que en la Edad Media hacían
temblar a los obispos. Otras muchas sufrían de parte de los eclesiásticos el
desprecio y el aprovechamiento.
Durante tres días, miles de
mujeres se reunirán para reflexionar sobre sus derechos y expresar su punto de
vista. ¿Están todas de acuerdo acerca de las prioridades? Sé que algunas que
participarán no están a favor del aborto y prefieren representar a las que son
forzadas a abortar por sus patrones o por sus novios. O insisten en alcanzar
una verdadera paridad laboral. O quieren ser la voz de las que sueñan con ser
madres, pero mueren en el parto, desnutridas. O luchan con uñas y dientes
contra la trata de mujeres. Pero hay una serie de reclamos urgentes que las
unen a todas.
Corre por las redes que
prometen quemar y destruir. Estoy seguro de que la mayor parte desea hacerse
oír pacíficamente, reivindicando un legítimo derecho a protestar. Las que
quieren dañar y destruir no las representan a ellas ni a la inmensa mayoría de
la sociedad. De todos modos, quienes no hemos sabido asumir como propios los
legítimos reclamos de las mujeres simplemente tendremos que abrir el oído.
Bienvenidas las que vienen a enriquecer el debate público.
Ruego a todos los católicos
que eviten cualquier forma de agresión verbal y toda iniciativa que termine siendo
provocativa. Las mujeres católicas podrán dar su opinión en los talleres, o
bien orar en sus casas. Pero no caben en esos días acciones que, con la excusa
de proteger iglesias, puedan interpretarse como una "resistencia"
cristiana. Quienes cuiden las iglesias y otros lugares serán las estructuras
dependientes del Estado que se organizan para preservar el orden público. Como
arzobispo de La Plata, me comprometí a procurar evitar todo acto, movilización
o expresión que se manifieste como una contraofensiva, lo cual sería inútil,
ineficaz e imprudente.
Al mismo tiempo, más allá de
que pueda comprender la bronca de muchas, apelo a las mismas participantes para
que colaboren en la contención de quienes buscan dañar lugares que son del
pueblo. Aun las iglesias son anclajes para muchas mujeres pobres, que las viven
como espacios donde recuperan las fuerzas para seguir luchando. A tantas de
ellas no les importan los curas ni los obispos, pero aman los lugares sagrados
que les permiten casarse, bautizar a sus hijos, llorar o gritar sus penas y
esperanzas. En una época tan dura, mejor gastemos para los pobres lo que
tendríamos que invertir en reparar daños.
No pretendo con estas líneas
conformar a nadie, pero ofrezco mi humilde oración y mi pobre capacidad para que
sigamos caminando hacia una sociedad más inclusiva. El sueño es que brille cada
vez mejor la igualdad entre todos los seres humanos y el inmenso valor de cada
persona más allá de su color, origen, ideas, desarrollo y orientación sexual.
Mons. Víctor Manuel
Fernández, arzobispo de La Plata