sábado, 7 de febrero de 2015

ANALIZANDO EL ACUERDO ARGENTINA - IRÁN


 Un artículo publicado en la fecha y que reproducimos a continuación, profundiza en el enigma sobre el tema mencionado, que ha desembocado -aparentemente- en un crimen. Sin negar que el motivo alegado en ese artículo haya existido, nos parece inverosímil que un funcionario judicial de vasta experiencia haya presentado una denuncia carente de pruebas, como afirman miembros del gobierno. Por otra parte, pudo haber otro interés mutuo para llegar a un acuerdo con Irán; a eso se refiere una nota que agregamos más adelante.
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Las verdaderas razones del pacto con Irán

Rodolfo Terragno

Clarín, 7-2-15


Muchos creen –y el extinto fiscal Alberto Nisman lo refrendó en su acusación contra la Presidenta y el canciller– que la “comisión de la verdad”, convenida en 2013 por la Argentina e Irán, escondía un acuerdo para intercambiar petróleo por cereales.

No es lógico. Para que un país venda lo que tiene y compre lo que necesita, no hace falta un “memorándum de entendimiento” como el que se firmó. Además, ni nosotros estábamos desesperados por petróleo ni Irán por cereales.

A la Argentina no le hacía falta, para completar su producción, grandes cantidades de crudo; y las que necesitaba podía comprárselas a cualquiera. Por otra parte, el ministro de Producción, Julio de Vido, ha explicado que “la Argentina nunca importó petróleo iraní porque tiene 1,3 % de azufre, lo cual impide su refinación aquí, donde no son tolerables niveles superiores a 0,2 %”.

Irán, a su vez, sabía (como todo el mundo) que la Argentina ya no era hoy ni la sombra del “granero del mundo”. Hay doce países que producen más trigo que nosotros, y seis que exportan más. Ucrania produce el doble. Pakistán también. Peor aun: hasta el propio Irán produce más trigo que la Argentina. Y para comprar un suplemento tiene un supermercado global. Puede comprar hasta trigo norteamericano, y de hecho lo hace, porque las sanciones no comprenden, por razones “humanitarias” la provisión de alimentos.

El gobierno de la señora de Kirchner, sin necesidad de memorándum alguno, había triplicado las exportaciones por todo concepto a Irán, pasando de 319 millones de dólares en 2007 a 1.080 millones en 2011. Y eso mientras el gobierno argentino culpaba a funcionarios iraníes por el atentado contra la AMIA y exigía su extradición, como lo hicieron ante la asamblea de las Naciones Unidas el presidente Néstor Kirchner en 2007 y su esposa en 2008, 2009 y 2010.

El memorándum argentino-iraní de 2013 sólo puede obedecer a dos razones:

1. El gobierno argentino creyó, genuinamente, que una “comisión de la verdad” ayudaría a esclarecer el crimen de la AMIA.

2. Hubo un interés oculto que nada tenía que ver con el petróleo ni con los cereales.

¿Qué pudo querer Irán?

Las potencias estaba empeñadas en frenar el desarrollo atómico iraní, y hacían lo imposible para que Irán no recibiera material nuclear o know how. La Argentina, ha hecho un avance notable en materia nuclear: tiene tres centrales atómicas: Atucha (1974), Embalse (1983) y Atucha 2 (2011), diseñó su propio reactor de potencia y ha exportado (a Australia, Argelia, Egipto y Perú) reactores para la fabricación de radioisótopos.

La presidenta del Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes norteamericana, Ileana Ros-Lehtinen, dijo en julio de 2011 que el presidente venezolano Hugo Chávez “habría intercedido ante la Argentina a favor de Irán para la obtención por medio de Venezuela de tecnología nuclear argentina”.

La denuncia no fue avalada por el Departamento de Estado, para el cual no había “evidencias” de que se hubiese formado un triángulo Irán-Venezuela- Argentina para ayudar a Irán en el desarrollo de su programa nuclear.

Sin embargo, el 27 de ese mes, el instituto Gatestone –un organismo especializado en política internacional—afirmó: “Hay razones para creer que, con la ayuda de Venezuela, la Argentina está cooperando con Irán en asuntos nucleares, como parte de un acuerdo que incluye la disposición de la Argentina a retirar las acusaciones por los atentados de 1994 en Buenos Aires, a cambio de negocios”.

Esa fue la primera vez que se habló de un acuerdo argentino-iraní que incluyera el caso AMIA.

Hubo luego indicios de un acercamiento entre ambos países. El 2 de octubre de 2012, FARS News Agency, la agencia de noticias iraní, informó que, en la Conferencia Ministerial de Seguridad Nuclear, el canciller Héctor Timerman había “defendido el programa nuclear de Irán, uniéndose a Venezuela en una muestra de apoyo al gobierno de Irán”. Era la interpretación exagerada de un párrafo que, de todos modos, resultaba sugestivo: Timerman había enfatizado que la Argentina apoyaba y participaba “activamente” en la “lucha contra el terrorismo nuclear”, a lo cual añadió que esa lucha no debía convertirse en “un medio indirecto de limitar los derechos a la autonomía tecnológica y el uso pacífico de la energía nuclear”. Irán ha sostenido siempre que sólo quiere radiosótopos para medicina nuclear, no para fabricar bombas atómicas.

El memorándum de 2013 produjo sorpresa e irritación en la Argentina. En 2010 la Presidenta había anunciado en Naciones Unidas su decisión de proponer a Irán que el caso AMIA fuera dirimido en “un tercer país”, con la participación de “delegados de las Naciones Unidas” y “observadores internacionales”. El memorándum estableció, en cambio, que el caso sería analizado en Teherán, por una comisión que al término de sus deliberaciones haría simple “recomendaciones” a cada país. Para interrogar a los iraníes acusados, los jueces argentinos debían ir a Irán.

En una de las cláusulas se establecía que el memorándum debía ser remitido por ambos cancilleres a Interpol. Timerman sostiene –y un ex jefe de Interpol ha confirmado– que la Argentina no pidió el levantamiento de las “alertas rojas” que pesaban sobre los sospechosos. En realidad, no hace falta: la “alerta roja” no es más que una comunicación a todo el mundo de que ciertas personas son buscadas por determinado país. Los países donde se los encuentre no tienen obligación de detenerlos. Mucho menos si el que busca y los buscados han entrado en negociaciones.

Timerman jura que “el único compromiso” del gobierno argentino era “con los familiares de las víctimas”, en busca de “hallar en la verdad y obtener de la justicia la reparación debida”. Los familiares de las víctimas no creyeron que la verdad fuera a surgir de la comisión argentino-iraní.

Nunca se analizó seriamente la hipótesis sobre un acuerdo nuclear subrepticio.

Sin embargo, en 2013 la propia Presidenta subrayó ante la Asamblea de Naciones Unidas, a propósito de nada: “Por lo demás, los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, negociarán a partir del 26 de febrero un Acuerdo Nuclear con la República de Irán”.

Se refería al inicio de las negociaciones, aún en marcha, para resolver el conflicto. Ese mismo año Irán concedió una pequeña reducción de su plan nuclear a cambio de un relajamiento de las sanciones. No es seguro, ni tampoco improbable, que la perspectiva de un acuerdo con las potencias hubiera debilitado el interés de Irán en burlarse de la sanciones impuestas por esas potencias.

Eso, y la fuerte reacción de la sociedad argentina –que de hecho bloqueó la constitución de la “comisión de la verdad”– explicarían que Irán haya desistido del acuerdo, negándose a ratificarlo.

Lo que nunca quedó claro fue qué ventajas habría logrado de la Argentina si el pacto hubiese prosperado.

Para Irán, obtener tecnología nuclear, pasar a ser la sede del debate sobre el caso AMIA (sin obligación de acatar los resultados), y tener a sus acusados deambulando libremente por el mundo, eran todos beneficios tan desproporcionados que, sin duda, debió haber ofrecido a cambio algo difícil de imaginar.

Es muy poco verosímil que se fuera a pasar, como no faltó quien sospechara, dinero por debajo de la mesa. No al menos el precio de todo cuanto habría concedido la Argentina: una cantidad de dinero tan desorbitante que no habría pasado debajo de ninguna mesa.

Pero es también inverosímil que el gobierno creyera, realmente, que el caso AMIA iba a esclarecerse en Teherán. La Argentina no habría sido favorecida en el caso de implementarse el acuerdo. Tampoco lo ha sido tras el fracaso.

El país y el propio gobierno lo están comprobando. La desaparición de Nisman –por suicidio o por homicidio— fue un sismo que estremeció las instituciones y tendrá secuelas

Para Irán, obtener tecnología nuclear, pasar a ser la sede del debate sobre el caso AMIA (sin obligación de acatar los resultados), y tener a sus acusados deambulando libremente por el mundo, eran todos beneficios tan desproporcionados que, sin duda, debió haber ofrecido a cambio algo difícil de imaginar.

Es muy poco verosímil que se fuera a pasar, como no faltó quien sospechara, dinero por debajo de la mesa. No al menos el precio de todo cuanto habría concedido la Argentina: una cantidad de dinero tan desorbitante que no habría pasado debajo de ninguna mesa.
Pero es también inverosímil que el gobierno creyera, realmente, que el caso AMIA iba a esclarecerse en Teherán.
La Argentina no habría sido favorecida en el caso de implementarse el acuerdo. Tampoco lo ha sido tras el fracaso.

El país y el propio gobierno lo están comprobando. La desaparición del fiscal Nisman –por suicidio o por homicidio— fue un sismo que estremeció las instituciones y tendrá secuelas.


EL PROYECTO DE UN MISIL LIGA AL PAÍS CON IRÁN


Por Daniel Gallo

La sombra de Irán se proyecta nuevamente sobre el desarrollo de un misil argentino. El Cóndor II, aquel cohete dirigido que fue cancelado en julio de 1990, revivió con fuerza en 2009. El control del proyecto quedó a cargo de Fabricaciones Militares (FM), que pese a su denominación es manejada por Julio De Vido y su Ministerio de Planificación.

A partir de esa decisión, FM interesó en el misil a la Compañía Anónima Venezolana de Industrias Militares (Cavim), sancionada la semana pasada por el Departamento de Estado norteamericano a raíz de la sospecha de operaciones vinculadas con tecnología misilística con Teherán.

Representantes de la empresa venezolana visitaron en septiembre pasado Fabricaciones Militares y firmaron convenios sobre transferencia de tecnología para plantas de compuestos químicos usados en motores de empuje de misiles. Las negociaciones forman parte de un acuerdo estratégico militar firmado entre la Argentina y Venezuela, cuyo socio principal en la materia es Irán.

En julio de 2011 fue la propia presidenta Cristina Kirchner quien terminó con el misterio del nuevo misil argentino.

Ella presentó públicamente durante la cena de camaradería de las Fuerzas Armadas, para que no quedasen dudas de su uso militar, el lanzamiento del prototipo. Esa noche, el seleccionado de fútbol argentino jugaba uno de los partidos de la Copa América, así que pasó inadvertido el mensaje presidencial que rehabilitaba al Cóndor II, denominado ahora Gradicom.

Resultó una confirmación de las sospechas que tenía la embajada norteamericana en Buenos Aires. Desde 2007, esa delegación diplomática estaba interesada en potenciales derivaciones de un proyecto local de cohetes para poner satélites en órbita. De acuerdo con los cables secretos filtrados por WikiLeaks, los norteamericanos preguntaban a funcionarios argentinos sobre los verdaderos objetivos del plan espacial. En 2010, determinaron que De Vido quería hacer un arma balística, oculta bajo un supuesto uso civil.

El proyecto Cóndor II comenzó en 1985 mediante la firma del decreto secreto 604 y fue desactivado en julio de 1990, tras las presiones de Estados Unidos. Naciones árabes estaban detrás de la financiación del plan. Durante 15 años, la Argentina se mostró como un buen alumno internacional, incluso ocupó la presidencia en 2003 del Régimen Internacional de Control de Tecnología Misilística, que vigila la proliferación de cohetes con alcance superior a los 300 kilómetros. Esas armas están prohibidas, aunque los países poderosos tienen miles de vectores similares en sus arsenales.

Irán dominó hace años esa tecnología y posee misiles de muy largo alcance; Venezuela pretende integrarse en ese club militar al que la Argentina se suma paso a paso.

Hasta mediados de 2009, el proyecto oficial tenía que ver con la colocación de satélites en órbita. En ese momento estaba a cargo la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae), cuyos técnicos buscaban resolver los problemas encontrados en el catalizador de hidrocina, el compuesto líquido que debía dar empuje a los motores del cohete Tronador, cuyo primer y secreto lanzamiento fue informado en exclusiva por LA NACION en 2007.

Con la iniciativa civil paralizada por temas técnicos, el entonces interventor de Fabricaciones Militares empezó a visitar en 2009 las instalaciones en las que se desarrollaba el Tronador. El enviado personal de De Vido era Arturo Puricelli, hoy ministro de Defensa. El lugar recorrido varias veces fue Falda del Carmen.

A mitad de camino entre la ciudad de Córdoba y Villa Carlos Paz, bajo tierra, se encuentra esa unidad que era secreta en los años 80 y que se pensó anulada en los 90. Toda la maquinaría estaba en su lugar a la espera de la decisión política de regresar el Cóndor II. A fines de 2009, De Vido y Puricelli obtuvieron la aprobación de Cristina Kirchner. Los cables norteamericanos hacen referencia a la queja del entonces canciller Jorge Taiana, que había defendido públicamente la orientación civil del proyecto de la Conae, orgánicamente dependiente del Ministerio de Relaciones Exteriores.

Puricelli encontró en Falda del Carmen la capacidad esperada, incluso la mezcladora de perclorato de amonio, base del combustible del misil. En Planificación -cancillería paralela en la relación con Caracas- nació el plan de colocar a la Argentina como potencia misilística.

Con esa meta en vista, Puricelli sostiene su puesto en el Ministerio de Defensa, donde en los últimos meses no quedaron espacios para desarrollos faraónicos mientras buques se hunden en sus propios muelles, otros se rompen en navegación y los pocos aviones de combate que vuelan se caen.

Puricelli dejó su lugar en Fabricaciones Militares a un funcionario vinculado con La Cámpora, Santiago Rodríguez, quien firmó los acuerdos con la venezolana Cavim. El gobierno de Estados Unidos prohibió a sus compañías comerciar con Cavim por sus relaciones con el desarrollo misilístico de Irán.

Rodríguez se sumó al impulso por los misiles adoptado por De Vido y Puricelli. En el presupuesto de 2013 figura la construcción de una planta llenado de propulsión de sólidos compuestos para misiles; también la edificación de armado de vectores (la estructura del misil) en Villa María. Las piezas principales llegarán desde Falda del Carmen, ocupada por la Conae con su plan espacial que perdió fuerza frente a la iniciativa de Fabricaciones Militares.

En seminarios de ese organismo, De Vido dijo que debía contarse con esa planta de armado de misiles a nivel industrial dado que se necesitaría abastecer las necesidades argentinas y de la región. La idea en el laboratorio era del Instituto de Investigaciones Científicas y Técnicas para la Defensa (Citedef). El plan de De Vido, expuesto en los mensajes del presupuesto 2013, es independizar a Fabricaciones Militares y a Citedef para convertirlas en empresas con mayoría estatal y participación de otros inversores. Cavim está en primera fila. Pese a su relación con Irán.

EL ARMA SECRETA

 Cristina Kirchner aprobó iniciar el plan misilístico
2009
El inicio del plan
Arturo Puricelli, como jefe de Fabricaciones Militares, empieza a visitar las instalaciones donde se había planificado el proyecto Cóndor II, en los 90

2011
Presentación de Cristina
La Presidenta anunció el lanzamiento del prototipo de cohete, durante la cena de camaradería de las Fuerzas Armadas

2012
Acuerdos con Venezuela
Fabricaciones Militares firmó convenios para el desarrollo misilístico con una firma venezolana sancionada por EE.UU. por su supuesto lazo con Irán.


La Nación, 17-2-13