1. Introducción
Desde hace muchos años
se menciona frecuentemente el tema del proyecto nacional, aludido como un
elemento imprescindible para superar la crisis argentina, y se alega que la
carencia del mismo es uno de los factores de dicha crisis. Sin embargo, son
escasas las propuestas realizadas en orden a la elaboración de un proyecto
concreto. Es posible que haya algunos trabajos que no conozcamos, pero los que
han trascendido, son únicamente los once que detallamos en el Anexo.
Ahora bien, lo que
acotamos al principio es algo más grave; que ni siquiera desde la sociedad
-academias, universidades, colegios profesionales, partidos políticos,
etcétera- haya habido interés en el estudio del tema que nos ocupa. La
situación descripta explica la confusión conceptual en que se incurre al abordar
la cuestión del proyecto nacional. Por eso, nos interesa tratar de desbrozar
los aspectos de fondo que implica encarar la elaboración de un proyecto.
Podemos definir la
expresión proyecto nacional como un esquema concreto y coherente de valores,
fines, políticas públicas y distribución de responsabilidades, conocido y
consentido por la mayoría de la población de una sociedad[1]. Si analizamos los
antecedentes argentinos, comprobamos que existen notables coincidencias en
todos los documentos citados; en especial, en los dos que fueron impulsados
desde el Estado. En efecto, tanto el generado desde el Ministerio de
Planeamiento (l977), como el que fuera leído por el Presidente Perón ante la Asamblea Legislativa ,
tres años antes, parten de una cosmovisión similar.
Aluden a una cultura
“cuyos valores fundamentales reconocen como fuente el acervo religioso y moral
del Cristianismo, el saber filosófico de la Grecia clásica y la tradición político-jurídica
de la antigua Roma”. [2] Los principios básicos sostienen que:[3]
-El hombre es una
persona, creada por Dios, dotada de cuerpo y alma, y poseedora de un destino
trascendente.
-El hombre no se
basta a sí mismo, sino que necesita de la sociedad. Esta es una pluralidad de
personas unidas moralmente de manera estable para la consecución de un bien
común. La sociedad humana es un conjunto de grupos sociales.
-El. primero de estos
grupos es la familia. Su constitución y su desarrollo responden -como los
derechos humanos- a leyes naturales anteriores a toda organización social.
-Más allá de la
familia, las necesidades, intereses y aspiraciones de tipo económico, social,
cultural o religioso impulsan al hombre a agruparse en sociedades intermedias,
con el fin de defender y promover bienes comunes particulares.
-La historia y la
geografía crean, sobre la base de las familias asentadas en un territorio, una
comunidad étnica y ética, la
Nación , fundada en la lengua, la historia, la cultura, las
costumbres y las aspiraciones comunes. Es una comunidad de destino en lo universal.
-Sin confundirse con la Nación , la sociedad,
territorialmente delimitada, crea un órgano especializado en el mando que es el
Estado, destinado a regir dicha sociedad.
2. El proyecto de la generación del ochenta
No podemos dejar de
señalar una contradicción notoria, en que incurren algunos de esos trabajos
cuando, al par de sostener los principios detallados, se manifiesta que el
único proyecto nacional que tuvo la Argentina fue el de la generación de l880. En
primer lugar, el supuesto “agotamiento” de dicho proyecto no fue otra cosa que
la cronológica verificación de una política errónea, que podríamos analogar con
lo ocurrido en la última década con la “convertibilidad”. Nadie puede negar que
se lograron progresos materiales, “pero no hacer de la Argentina una gran
nación. Y no porque sus planes fracasaron, sino porque sus propósitos no
apuntaban tanto a la grandeza política como a la perfección sociológica e
institucional”.[4]
No faltaron sin
embargo advertencias de lo que ocurriría, como la de Vicente Fidel López, que
escribió en la Revista
del Río de la Plata :
“Somos dependientes del comercio extranjero y de las comisiones que lo
agilitan: nuestra producción, es decir nuestra materia prima, que es lo único
que la constituye, depende necesariamente de la demanda de los mercados
extranjeros. Ellos nos fijan la línea a que puede llegar. Ellos nos tienen bajo
su tutela despótica”.[5]
Pero, además, y esto
es mucho más grave, los fundamentos ideológicos de la generación del 80 son
opuestos a los principios antes expuestos, e impulsaron un intento deliberado
de reemplazo de nuestra raíz cultural cristiana por otra basada en el
positivismo y el utilitarismo. En efecto, se sancionaron, entre otras, leyes de
registro civil, de matrimonio y de educación laica. Esta última -Nº l420-,
provocó la oposición del Nuncio Apostólico, Mons. Matera, que fue expulsado del
país por el gobierno de Roca.
3. Análisis teórico [6]
Hecha esta
introducción, debemos profundizar en cuestiones teóricas, bastante áridas, para
determinar si es posible, estrictamente hablando, elaborar un proyecto nacional
como anticipación del futuro, y que no sea, por lo tanto, una simple utopía.
Debemos plantearnos este interrogante sobre la posibilidad misma de planificar,
antes de iniciar la primera etapa que es la confección del modelo. Se trata,
entonces, como suelen decir los juristas, de una cuestión de previo y especial
pronunciamiento, analizar la factibilidad de anticipar el futuro, que se nos
presenta como esperanza, como temor o como incógnita. Pero como necesitamos
salir del presente, de una u otra manera tenemos que anticiparnos al porvenir.
Para eso utilizamos la profecía, la prudencia o el proyecto.
Como no pretendemos
hacer aquí un análisis teológico ni ético, descartamos las dos primeras formas
de predicción para abocarnos al proyecto. La primera afirmación sobre el futuro
es negar que se identifique con la nada. Consideramos que algo, para ser, basta
con que posea capacidad de existir -aunque no exista actualmente- ya sea con
una existencia real, ideal o volitiva. El futuro puede ser considerado como
ente real posible, como ente ideal o como ente volitivo, según sea el enfoque
con que se aborde.
El futuro como
posibilidad (ente real): el pasado dejó de tener entidad actual, mientras el
presente demuestra en acto su posibilidad de existir, y el futuro todavía no la
ha concretado por falta de actualización. Pero si aún no existe y no se sabe
como será, al resultar posible ya es un ente real y, como tal, es lícito pensar
sobre él. En cada circunstancia, son muchos los futuros posibles -futuribles-
existen algunos pocos probables -futurables. El riesgo de elegir el que tenga
más chance de ser logrado y resultar conveniente, depende del procedimiento
utilizado.
El futuro como
conjetura (ente ideal): certidumbre es la convalidación lógica de la veracidad
de un pensamiento. Por lo tanto, compartimos la tesis de Bertrand de Jouvenel:
sólo se puede conjeturar sobre el mañana, y nunca alcanzar certeza. Es decir,
que el análisis predictivo nos aporta un conocimiento de opinión, de manera que
la materia objeto del planeamiento es opinable por naturaleza, sólo es
susceptible de aproximación conjetural. Lo mismo podemos decir sobre lo
político: es pasible de certidumbre en cuanto a sus contenidos pasados o
presentes, pero es sólo opinable en cuanto al futuro.
El futuro como
proyecto (ente volitivo): proyecto es mucho más que extrapolación en el tiempo;
el vocablo se refiere a la intervención necesaria de la voluntad humana en su
configuración. Si bien generalmente se proyecta de acuerdo a lo que se cree
posible, aquí resulta dominante el ámbito de lo deseable. Para lo posible
utilizamos la razón, en lo probable domina la voluntad. Entonces, el porvenir
es para el hombre dominio de la incertidumbre.
4. Los riesgos de predecir (futurología)
a) la aplicación de
recursos cuantitativos a los aspectos cualitativos de la vida social, como si
se pudiera revelar el porvenir por computación
b) identificar el
traslado en el tiempo, como si se tratara de un traslado en el espacio, de modo
que cada etapa de un proceso social sería semejante a las sucesivas estaciones
que recorre un tren, descartando la posibilidad de utilizar otra vía, avanzar a
otra velocidad, u omitir algunas estaciones.
c) considerar el
porvenir como el aspecto aún no concretado de un sistema, del cual conocemos ya
su estructura y comportamiento (imperio milenario, paz perpetua, sociedad sin
clases). Evitaremos el intento de hacer futurología y su consecuencia más
dañina, la ingeniería social, si reconocemos que la sociedad no es una cosa
susceptible de manipular, ni el porvenir un destino asequible por medio de los
dudosos oráculos de una nueva ciencia ficción. No es más que otra aplicación
del racionalismo, que, sobre la base de un supuesto contrato social, pretendió
codificar legalmente todas las conductas humanas posibles, según un modelo de
hombre abstracto y fungible. Ahora se pretende, también, diseñar el futuro.
5. El planeamiento
Conociendo ya las
limitaciones del conocimiento humano, y evitados los riesgos de la voluntad
desbocada, resulta posible encauzar la acción sistemática mediante el
planeamiento. En primer lugar, aunque dispongamos de la mejor información y el
sistema más sofisticado para procesarla, tendremos que elegir entre opciones
posibles. En segundo término, los instrumentos técnicos pueden facilitar dichas
decisiones, pero no reemplazar la virtud de la prudencia. De allí los límites
de la influencia tecnocrática, tan temida por algunos, puesto que el gobernante
siempre tiende a ejercer su derecho a la conducción, y los gobernantes a
reclamar su derecho a la participación en la cosa pública.
Santo Tomás enseña
que, por imprevisible que sea la conducta humana nada es tan contingente que no
tenga en sí alguna parte de necesidad. De manera que no sólo es posible sino
muy útil al bien común la planificación. Pero siempre, respaldando los planes
en el consenso de sus protagonistas, quienes deben participar en su
elaboración, ejecución y modificación.
6. Hacia un proyecto nacional argentino
Habiendo desbrozado
el camino de las dudas teóricas, podemos retomar la exposición sobre la forma
de determinar un proyecto nacional argentino. Los antecedentes existentes,
especialmente los dos surgidos desde el ámbito oficial, son precedentes
valiosos, como asimismo, las denominadas “Políticas Nacionales”, aprobadas en
1970, por Decreto Nº 46 de ese año.
No obstante, al haber
transcurrido más de un cuarto de siglo y haber variado el contexto, es
imprescindible una actualización y, sobre todo, hacerlos operativos, puesto que
nunca tuvieron incidencia en la realidad. En otra aclaración conceptual,
debemos acotar que lo que denominamos proyecto nacional, equivale a un plan de
largo plazo (entre 30 y 100 años) donde se especifiquen los criterios y pautas
sobre la manera de procurar el desarrollo de un país.
Es, en realidad, un
modelo, que contiene una cosmovisión o concepción doctrinaria, y un conjunto de
hipótesis -futurables- sobre lo que puede y conviene ser realizado para lograr
el tipo de desarrollo elegido. En todo proceso de planeamiento, la elaboración
de un modelo, surge de la primera etapa que es la confección del diagnóstico,
que contiene premisas y restricciones. Sobre la base del diagnóstico, serán
fijados los objetivos, diseñadas las políticas y estrategias, y recién enconces
podrá iniciarse la programación concreta de acciones a ejecutar.
Así descripto el
proceso, fue el Consejo Nacional de Postguerra, creado en agosto de 1944, el
primer antecedente de un organismo argentino dedicado a la planificación. Dos
años después, la
Secretaría Técnica de la Presidencia , que había
asumido las funciones del Consejo citado, presentó el Primer Plan Quinquenal,
y, con mayor o menor énfasis, se utilizó el planeamiento hasta 1970, fecha en
que dejó de funcionar el Estado argentino.
El cese del Estado,
fue concomitante con la aprobación del Plan Trienal 1974/77, y la presentación
pública del Modelo Argentino, por parte del General Perón, el 1-5-1974. En
agosto de 1973, en un mensaje a los Gobernadores, Perón explicaba que la crisis
argentina comenzó “por lo más grave que puede producirse: la destrucción del
hombre; ha seguido por lo más grave que puede haber después de eso, que es la
destrucción del Estado.”
El llamado Plan Trienal,
que en realidad comprendía cuatro años, fue elaborado en poco más de dos meses,
y no era más que un conjunto de programas sin consistencia. Perón no se privó
de señalar: “He quedado en cierta medida admirado de que ustedes hayan podido
elaborar un plan que a nosostros nos costó dos años de trabajo, y la tarea de
300 o 400 personas que actuaron en el Consejo Nacional de Postguerra...”[7].
Tres días antes, hablando en la
CGT , había afirmado: “Pero en seis meses no hay plan que se
pueda concebir ni realizar...”[8].
7. Acerca del Estado
Es obvio que si no
funciona el Estado, es imposible que se cumpla una función tan compleja como es
el planeamiento, que exige el trabajo interdisciplinario de un equipo de
especialistas. Por eso, estimamos que hoy la tarea prioritaria consiste en el
esclarecimiento conceptual, pues en el mismo campo nacional han proliferado
ideas que provienen de otras ideologías y han contribuido a la confusión y a
dificultar la búsqueda de soluciones. Por ejemplo, se identifican frecuentemente
los conceptos de nación y estado, y se repite la definición liberal de estado:
nación jurídicamente organizada.
En realidad, al ser
la nación una realidad cultural, no puede nunca organizarse, ni modificarse sus
componentes, por una decisión voluntarista; surge y se perfecciona
espontáneamente, a lo largo de siglos de vida en común. Lo que sí puede
organizarse es la sociedad, entendida como conjunto de personas y grupos que
conviven en un territorio determinado. Precisamente, el Estado es el órgano de
síntesis, planeamiento y conducción de una sociedad determinada, destinado a
lograr el bien común.
El ejercicio de las
tres funciones señaladas en la definición, es requisito indispensable para la
existencia de un Estado; cuando dejan de cumplirse, el Estado desaparece,
aunque se mantengan las formalidades constitucionales, y un gobierno. Esto es
lo que ha ocurrido en la
Argentina.
En cuanto a la
función de síntesis, o de integración social, Perón propuso lo que denominó
comunidad organizada; un sistema social y político con una conducción
centralizada en el gobierno, una ejecución descentralizada, a cargo de los
distintos organismos del Estado, y un pueblo libremente organizado. La
solidaridad social es una fuerza poderosa de cohesión, que sólo un pueblo
maduro puede hacer germinar. Únicamente el pueblo libremente organizado en
sociedad es actor de las decisiones, pues las organizaciones libres del pueblo
-las entidades intermedias- son factores concurrentes con los órganos públicos,
de modo que no sean absorvidas por el Estado, y lograr un equilibrio entre el
derecho personal y el comunitario.
La función de
planeamiento, siempre es un instrumento importante de gobierno, y se torna
crucial para un país en decadencia como el nuestro. Siempre, quien accede al
gobierno tiene dos opciones: o gobierna por aproximaciones sucesivas, en forma
errática según la presión de las demandas y de las circunstancias, o gobierna
según un plan. Pero la
Argentina actual ya no tiene opciones si no quiere
desaparecer o convertirse en una factoría; necesita planificar, lo que
significa que el diseño tiene que ser anterior a la decisión. Se planifica para
procurar lo óptimo, se decide para tratar de alcanzarlo. El modelo o
planeamiento de largo plazo, requiere definir los Objetivos Nacionales que
deben ser consensuados. Para ello, debería implementarse una entidad como el
Consejo para el Proyecto Nacional, integrado por las entidades representativas
de los grupos sociales.
El plan de mediano
plazo, coincidente con el período presidencial, debe estar a cargo del Poder
Ejecutivo, con participación del Congreso. Y el plan de corto plazo,
corresponde al equipo ministerial.
A las dos funciones
anteriores, se agrega la de conducción, que corresponde al gobierno, con las
siguientes modalidades:
-Centralizar la
conducción y descentralizar la ejecución.
-Actuar con
planificación.-Posibilitar la participación de todos los actores sociales.
-Concebir al gobierno
como un instrumento al servicio de la sociedad, para lo cual deberá lograr la
máxima eficiencia posible.
-Contar con
funcionarios estables, que accedan a la función pública por el sistema mérito,
y que permanezcan ajenos a los cambios políticos. El Estado no debe constituir
una estructura institucional aislada dentro del país, como ocurre con las
concepciones oligárquicas -marxistas y liberales. Se justifica únicamente si
actua en beneficio de la sociedad. Para ello, el aparato estatal debe procurar
un perfeccionamiento contínuo, de modo de aumentar su eficiencia y lograr las
metas que fije el gobierno. Su actividad, como regulador de los grupos
sociales, es esencial para lograr el máximo nivel de desarrollo económico,
compatible con una redistribución equitativa de la riqueza que es producida por
el conjunto de la población.
Dicha regulación se
efectuará en el marco de una concertación con los representantes de las
organizaciones libres del pueblo. En resumen, el papel del Estado en esta nueva
etapa institucional, se ajustará a las siguientes pautas:
-El comportamiento
del Estado -y su política económica y social- será regido por las directivas
del Gobierno, que traducirá en decisiones concretas las líneas estratégicas
fijadas en el Plan de Mediano Plazo, según los Objetivos consensuados con todos
los sectores de la sociedad.
-El Estado podrá
hacerse cargo nuevamente de actividades productivas y de servicios públicos,
que se consideren esenciales para el interés nacional. Pero, simultáneamente,
acentuará el papel de los entes reguladores de los servicios privatizados y
tercerizados, que deberán ejercer un control riguroso de las empresas
concesionarias, en cuanto al monto de las tarifas y a la calidad del servicio
brindado. Se dará prioridad en la concesión de empresas y servicios, al sector
público no estatal, que evite en este campo el fin de lucro, y la intromisión
de capitales extranjeros.
-El federalismo,
entendido como coordinación armónica de los tres niveles de gobierno, será
fortalecido con una nueva metodología de distribución de los ingresos públicos
entre el gobierno federal, los gobiernos de las 23 provincias, el Gobierno
Autónomo de la Ciudad
de Buenos Aires, y los gobiernos de los 2.156 municipios. De esa manera, el
gobierno federal podrá concentrarse en las cuestiones prioritarias: Justicia,
Defensa, Relaciones Exteriores, Salud, Educación y Desarrollo Económico,
pudiendo asumir plenamente las demás funciones los niveles provinciales y
locales, tal como establece el esquema constitucional, distorsionado durante
varias década.
En la última década,
pese al drástico retraimiento en la producción de bienes y prestación de
servicios, por parte del gobierno federal, acompañado de la supresión de
800.000 cargos públicos, continuaron concentradas las decisiones
gubernamentales más importantes en ese nivel, siendo condicionados los
gobiernos locales por las dificultades financieras crónicas, que hacen ilusoria
la autonomía política.
-El funcionamiento
óptimo del sector público sólo será posible, si paralelamente, se modifica el
sistema político, actualmente monopolizado indebidamente por los partidos, a
tenor del artículo 38 de la Constitución Nacional. Es cierto que el ciudadano
es representado como tal por dichas instituciones, pero la configuración
política de una comunidad organizada implica la creación de un sistema de
participación efectiva de los ciudadanos en la elaboración de las decisiones y
en el control del cumplimiento de las mismas.
Las personas deben
poder participar también en su condición de trabajadores, empresarios,
profesionales, etc., a través, por ejemplo, de un Consejo para el Proyecto
Nacional. La concepción liberal no acepta más representación que la de los
partidos; la comunidad organizada estimula la participación de los grupos
sociales, garantizando una representación integral.
8. Conclusión
Luego de este
pantallazo general sobre el tema, podemos concluir que en torno al concepto de
proyecto nacional deberíamos reflexionar seriamente sobre nuestra
responsabilidad de ciudadanos de la República Argentina ,
en un momento verdaderamente dramático de su historia, en que hasta se está
desdibujando el entramado de la nacionalidad y se está resquebrajando la
concordia cívica.
Córdoba,
setiembre 21 de 2006.-
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[1] Monti, Ángel.
“Proyecto nacional; razón y diseño”; Buenos Aires, Paidos, 1972, pg. 12.
Moreno, Antonio Federico. “El planeamiento y nuestra Argentina”; Buenos Aires,
Corregidor, 1978, pg. 47.
[2] Ministerio de
Planeamiento de la Nación.
“Proyecto Nacional”; Documento de Trabajo aprobado por la Junta Militar el 2
de agosto de 1977; pg. 7. Perón, Juan. “Modelo Argentino” (El proyecto
nacional, 1974); Buenos Aires, El Cid Editor, 6ta. edición, 1986, pgs. l35/l36.
[3] Ministerio...,
op. cit., pgs. 9/10. Perón, op. cit., pgs. 72/92.
[4] Irazusta, Julio.
“La generación del 80; profecías y realizaciones”; Buenos Aires, Docencia,
1981, pg. 7.
[5] cit. p. Irazusta, op. cit., pg. 37.
[6] En este tema,
seguimos de cerca el artículo de Marinotti, Héctor Julio. “Prospectiva y
planeamiento” (www.ucalp.edu.ar)
[7] Perón, Juan.
17-12-1973.
[8] Perón, Juan.
14-12-1973.
BIBLIOGRAFÍA
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Moreno, Antonio
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1978.
ANTECEDENTES ARGENTINOS SOBRE “PROYECTO NACIONAL
Ordenados por fecha
de publicación
1) Villegas, Osiris.
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2) Junta de
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3) Monti, Ángel.
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4) Perón, Juan
Domingo. “El Proyecto Nacional. Modelo Argentino” (1-5-1974); Buenos Aires, Ed.
El Cid, l986, 150 pgs.
5) Fundación
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Síntesis”; Buenos Aires, 1974, l6 pgs.
6) Guevara,
Francisco. “Proyecto XXI”; Buenos Aires, Edit. Ancora, l975, 238 pgs.
7) Ministerio de
Planeamiento de la Nación.
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8) Arguindegui, Jorge
Hugo. “La nueva República. Pautas para un Proyecto Nacional”; Buenos Aires,
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9) Cirigliano,
Gustavo. “Metodología del Proyecto de País”; Buenos Aires, revista Defensa y
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10) Seineldin,
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11) Calcagno, Eric Alfredo - Calcagno, Eric. “Argentina: derrumbe neoliberal y proyecto nacional”; Buenos Aires, Le
Monde Diplomatique, 2003, 91 pgs.