martes, 10 de marzo de 2009

Malvinas

MALVINAS: ¿GESTA O INCOMPETENCIA?

El título alude a un libro del General Martín Balza, quien, pese a haber combatido en la guerra de Malvinas, y haber ocupado durante una década la Jefatura del Estado Mayor del Ejército Argentino, sostiene que el enfrentamiento fue una decisión equivocada, basada en “análisis y asesoramientos efectuados por incompetentes...” (Balza, 22).
Nos parece necesario volver a ocuparnos del tema[1] con motivo del fallecimiento del General británico Jeremy Moore, comandante de las tropas inglesas en ese conflicto bélico. Moore recordó en una entrevista el miedo que sintió el 14 de junio de 1982, de que la Argentina no firmara la rendición, y que, por eso, le permitió al Gobernador argentino, General Menéndez, tachar la palabra incondicional, antes de firmar[2]. Manifestó que: “Era muy consciente de que los argentinos son un pueblo orgulloso y que el honor militar tiene mucha importancia para ellos, por lo que temía que ese término hiciera que se rehusaran a firmar el documento”. La preocupación de Moore se fundaba en que el Alte. Woodward, jefe de la flota, le había dicho que si no llegaba a Puerto Argentino para el día 14, lo iban a sacar de la isla; por eso, fue a conversar con Menéndez “como quien va a jugar al póker con una mano pobre de naipes” (La Prensa, 1-4-86).

Conociendo estos detalles, resulta difícil aceptar que algunos argentinos descalifiquen tajantemente el hecho en sí de haber aceptado la guerra. El ex presidente Alfonsín, sostiene que fue una aventura incalificable (1-2-83); mientras el también ex presidente Menem alude a un conflicto que nunca debió haber ocurrido y que lamentamos profundamente (24-10-98). Por su parte, el ex diputado Mario Cafiero alega que hubo una emboscada perpetrada por las dos potencias de la OTAN, con el objetivo de legalizar la entrega del patrimonio y la extranjerización de la economía argentina (2-4-07).

Militares patriotas comparten la idea de que Argentina fue inducida a entrar en la guerra, aunque se reconoce que esta tesis se deduce únicamente por análisis lógico, y no se puede demostrar porque no existen documentos y mucho menos testigos de los hechos[3]. En realidad, la documentación es abundante, comenzando con el Informe Franks, elaborado por disposición del Parlamento británico, al finalizar la guerra. Esa documentación permite reconstruir lo sucedido, y es una obligación moral hacerlo, con la mayor objetividad posible. Se así se lo hace, podemos verificar que, como en toda acción humana, hubo errores, pero no una incompetencia generalizada, y también nos deja la certidumbre de que la guerra no fue buscada, de que la incomprensión, la soberbia, la tozudez del enemigo nos arrastraron a ella; de que la Argentina la necesitaba para redescubrirse en esta heroica gesta, continuación de la hazaña sanmartiniana...[4].

Decisión

La decisión de combatir no fue irracional, se adoptó pues la Argentina fue agredida, como lo reconoció la Cámara Federal que juzgó a los jefes militares. La Argentina negoció de buena fe, con paciencia, durante muchos años en el marco de las Naciones Unidas, y la única ocasión de solucionar el conflicto se dio en junio de 1974, cuando el gobierno laborista inglés efectuó una propuesta de condominio, que había sido aceptada por el presidente Perón; al fallecer éste quedó trunca esa opción, y todos los esfuerzos posteriores se estrellaron con la intransigencia británica. Por eso, cuando se produjo el incidente de las Georgias, la Argentina se vio obligada a ejercer el derecho a la legítima defensa, previsto en la Carta de las Naciones Unidas (Art. 51) en caso de ataque armado.

En el fallo de la Cámara Federal, en noviembre de 1988, se afirma: La necesidad política de responder a las agresiones que afectan la subsistencia del Estado, pasa por el imperioso deber de asegurar la respuesta al avance del enemigo. La misma representante permanente de EEUU en las Naciones Unidas, Jane Kirkpatrick declaró ante la televisión: Yo no creo que a la Argentina, dado el hecho de su permanente reclamo de soberanía sobre las islas Malvinas, se le pueda decir que por ocuparlas estaba cometiendo agresión[5]. Tengamos en cuenta que recién el 30-3-82, ante el ataque inminente, el gobierno argentino fijó el 2 de abril como Día D; mientras que para los ingleses la guerra comenzó antes.

En efecto, el Alte. Woodward, cuenta en sus Memorias: Mi guerra había durado exactamente cien días...desde que dije adiós...en el puerto de Gibraltar la noche del 26 de marzo[6]. Dada la situación planteada, la única forma de evitar la guerra hubiera sido el sometimiento completo ante Inglaterra. Por eso, el Dr. Alberto Caturelli, demuestra que en Malvinas la Argentina ha reunido y puede invocar todos los títulos legítimos de una guerra justa[7].

Consecuencias


No es exacto que la guerra haya perjudicado los derechos argentinos a reclamar la soberanía sobre Malvinas. La mejor evidencia es que la Asamblea General de las Naciones Unidas, sancionó, desde el fin de la guerra, siete resoluciones favorables a la Argentina, siendo la primera de ellas, la Nº 37/9 de noviembre de 1982, aprobada con el voto de Estados Unidos, inclusive. En la misma se reitera que la situación colonial en las Malvinas es incompatible con los ideales de las NU. También el informe Kershaw, elaborado por iniciativa del Parlamento británico reconoce que el peso de la evidencia es más favorable al título argentino. Asimismo, el informe advierte que el conflicto continuará hasta que se logre un acuerdo negociado de la disputa con la República Argentina.

De manera que el debilitamiento de la posición argentina no es consecuencia de la guerra, sino de una actitud política y cultural de una parte considerable de la dirigencia argentina, que no ha vacilado, incluso, en efectuar propuestas de solución incompatibles con la Constitución Nacional. Recordemos que en la reforma de 1994, la ley fundamental, en su Primera Disposición Transitoria, ratifica para la Argentina su legítima e imprescriptible soberanía sobre las islas, y que la recuperación de las mismas es un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino.
La verdadera rendición incondicional, como la calificó el profesor Baquero Lazcano, se concretó en dos tratados celebrados con Gran Bretaña: el de Madrid (febrero de 1990) y el de Nueva York (setiembre de 1995). Ninguno de ellos fue aprobado por el Congreso, mediante el ardid de denominarlos Declaraciones, pese a que contienen todos los elementos de un tratado, y en ellos se efectuaron concesiones inconcebibles.

En el tratado de Madrid, se incluyó un mapa de la Zona de Conservación Pesquera, de 150 millas en torno de las islas, fijada unilateralmente por Gran Bretaña, donde aparece un segmento recortado que fija de hecho una delimitación marítima entre Estados colindantes. Esta línea media fue utilizada en el tratado de Nueva York para indicar las dos áreas especiales creadas para la explotación de hidrocarburos, mereciendo entonces la crítica de los especialistas[8] pues configura un stopell -reconocimiento indirecto de derechos.
Considerando que la menor distancia entre el continente y las islas, se mide por la línea imaginaria que une la isla Bird (Gran Malvina) y la isla de los Estados, con una longitud de 186 millas, la línea media equidistante tiene las coordenadas: 52º 30’ S y 63º 19’ 25” O hasta 53º 68’ S y 60 º O, que son las que figuran en el tratado.

Gran Bretaña acaba de iniciar otra maniobra al anunciar que se apresta a registrar un reclamo ante la Comisión de Límites de la Plataforma Continental de las Naciones Unidas, para extender su plataforma continental alrededor de las Malvinas y las Georgias, de 200 millas a 350 millas (Clarín, 23-9-07). Por cierto que la Argentina también prepara su reclamo sobre el límite exterior de nuestra plataforma continental, que incluye a las Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur, presentación que deberá realizar antes de mayo del 2009.

Mientras se mantiene congelado el reclamo argentino por la soberanía de las islas, el gobierno de Malvinas alienta las perforaciones para estudios sísmicos y electromagnéticos en busca del petróleo que hoy resulta rentable extraer pues se cotiza a 80 dólares el barril. Cuatro empresas radicadas en Londres, con accionistas isleños, trabajan en la zona: Rockhopper LTD, Argos, Desire Petroleum y Flakland Oil and Gas. De modo que, el error diplomático de haber incurrido en un stopell, al suscribir los tratados mencionados, puede ser utilizado por Gran Bretaña en su pretensión de mantener a Malvinas bajo su dominio, directo o indirecto, como ocurriría si se constituyera un nuevo Estado asociado a la actual metrópoli.

Actitudes concesivas

Un diplomático, Ortiz de Rozas, que fue embajador en Londres antes de la guerra, sostiene que ella se podría haber evitado, pues el gobierno británico estaba dispuesto a proponer un acuerdo de retroarriendo (leasback) consistente en transferir la soberanía, sujeta a una condición suspensiva por un período de tiempo de administración inglesa, que él estima en 40 o 50 años a lo sumo (La Nación, 1-4-06). Es claro que en ese período, se agotarían los recursos naturales -petróleo, gas, algas, pesca y diamantes- que se sabe que existen en la zona en disputa.

La mentalidad concesiva de diplomáticos que actúan sin referencia a una política exterior destinada a defender el interés nacional, es la tónica general que caracteriza a nuestra Cancillería, desde hace muchos años. De allí surge también el convencimiento de que se debió aceptar alguna de las propuestas de solución para evitar la guerra, como la del Gral. Haig, Secretario de Estado norteamericano, conocida como de tres banderas. Este general no fue un mediador imparcial; la embajadora Kirkpatrick señaló que es un británico disfrazado de americano. El senador Helms, consiguió que el presidente Reagan le pidiera la renuncia, al hacerle llegar el texto de contrapropuestas argentinas que Haig había ocultado.

La propuesta era inaceptable pues significaba para la Argentina dejar de lado todo lo resuelto en Naciones Unidas, que encuadró al caso Malvinas en el Cap. XI de la Carta de ese organismo, relativo a la descolonización. Se pretendía que nuestro país aceptara voluntariamente ser incluido en el sistema de fideicomiso, contemplado en el Cap. XII de la Carta. A su vez, la propuesta del presidente de Perú, Belaunde Terry, era una variante preparada por el mismo Haig en una nueva misión encubierta, como expresó Kirkpatrick.

Un ejemplo poco conocido de la misma actitud concesiva o timorata en la defensa del interés nacional, el de la provincialización del ex Territorio Nacional de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur. Por Ley 23.775 se constituyó la nueva provincia, con igual territorio, pero ampliado pues se dispuso que abarcara toda la superficie marítima en torno a las islas. La ley fue sancionada en abril de 1990, con 91 votos en contra, de legisladores radicales -como el ex Canciller Caputo) que advirtieron sobre los perjuicios diplomáticos que derivarían de haber incluido a las Malvinas. El diputado Vanossi consideró que era un arrebato legítimo pero erróneo: No queremos discutir una provincia conjetural (La Nación, 27-4-90). El presidente Menem, con la firma de su Canciller, Cavallo -Decreto 905/90- vetó el Art. l de la ley, que fijaba la jurisdicción, con el argumento de haberse incluido por error las islas Lawrence y Cole que pertenecen a Chile. El mismo día, 10-5, envió al Congreso un proyecto de modificación , excluyendo a las Malvinas y toda superficie marítima.

Posteriormente (7-2-91), la Cámara de Diputados dio media sanción a otro proyecto del Poder Ejecutivo que incluía, ahora sí, a las Malvinas en la nueva provincia, pero con una particularidad insólita. Establecía un ámbito político al que pertenecerían las islas Grande, Estados, Año Nuevo, y simultáneamente, el gobernador sería Delegado Federal con respecto al sector antártico, Malvinas, Georgias y Sandwich. Afortunadamente, este engendro jurídico no prosperó, pero, como en el ínterin, se sancionó la Constitución de Tierra del Fuego, el Art. 2 de la misma tuvo que declarar que la provincia tendrá los límites que por derecho le correspondan... Es decir, que, como nunca se modificó el Art. l de la ley de creación, la provincia de Tierra del Fuego, carece de territorio definido.

Situación actual

El mayor riesgo es que Gran Bretaña convierta a las Malvinas en un Estado independiente incorporado al Commonwealth, puesto que es una tendencia muy marcada. Advierte el senador Terragno que los pocos casos que están sometidos al Comité de Descolonización de la NU, no van a terminar ni en el mantenimiento de las colonias ni en independencias verdaderas. Van a terminar en mini Estados que le confían la defensa a la antigua metrópoli o a una potencia regional. Son países con sponsors (Clarín, Zona, 1-4-07).

Y es un error creer que las Malvinas no se pueden independizar por su dimensión. Comparemos con los siguientes Estados reconocidos por las NU: República de Palau, 458 km2; República de Túvalu, 26 km2; República de Nauru, 21 km2. Malvinas tiene una superficie de 12.l73 km2, y una renta per capita de US$ 52.781, superior a la de Argentina y de Gran Bretaña. La posiblidad mencionada ya fue expuesta por Richard Davies, miembro del Consejo Legislativo de las islas, en el seno del Comité de Descolonización, en la reunión de 2006. Andrés Cisneros, ex vicecanciller estima que los malvinenses empujan la idea de la independencia con el aval del Foreign Office porque saben que en la ONU hay un clima a favor de llegar a algún tipo de arreglo (La Nación, 22-10-06).

Un procedimiento que recomiendan los expertos es solicitar a la Corte Internacional de Justicia una opinión consultiva sobre la obligación del Reino Unido de negociar la controversia por la soberanía, cumpliendo la reiterada exhortación efectuada por la Asamblea General de las Naciones Unidas. Teniendo en cuenta los errores cometidos y la tradicional habilidad diplomática inglesa, que acaba de dar un nuevo paso, al anunciar la extensión de la superficie marítima pretendida, sería insensato permanecer inactivos en este tema fundamental para la recuperación de nuestra soberanía plena.

Para concluir, recordamos una reflexión poética de la Sra. de Giachino, madre del primer caído en la recuperación de las islas: La Guerra de las Malvinas tan discutida, tan amada, tan vapuleada, tan elevada, tan cruel, tan santa, tan triste, tan dulce, es el exponente histórico más acabado de cómo la justicia de la causa puede transformar a los hombres. Hacer de casi niños, verdaderos varones. De cobardes, valientes, y de valientes, héroes y de héroes, mártires. Cómo la justicia de la causa basta para asombrar al mundo, para mover flotas invencibles, para suscitar odios y venganzas, para descubrir traidores[9].

Córdoba, setiembre 26 de 2007.-

Fuentes

-Balza, Martín. “Malvinas, gesta e incompetencia”; Buenos Aires, Atlántida, 2003, 318 pags.

-Ceron, Sergio. “Malvinas: gesta heroica o derrota vergonzosa?”; Sudamericana, 1984, 344 pags.

-Costa Méndez, Nicanor. “Malvinas: esta es la historia”; Sudamericana, 1993, 334 pags.

-Díaz Araujo. Enrique. “Malvinas, 1982. Lo que no fue”; Mendoza, Ediciones El Testigo, 2001, 73 pags.

-Franks, Honorable Lord. “El servicio secreto británico y la guerra de las Malvinas”; Mar Dulce, 1985, 157 pags.

-Gamba, Virginia. “Estrategia: intervención y crisis”; Sudamericana, 1985, 278 pags.

-Lanus, Archibaldo. “De Chapultepec al Beagle”; Hyspamérica, T. II, 1986, pag. 202.

-Oliveri López, Angel M. “Malvinas, la clave del enigma”; Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1992, 256 pags.

-Pinto, Mónica. “Islas Malvinas/Falkland, Georgias y Sandwich del Sur: algunas consideraciones relativas a los hidrocarburos”; en: Boron-Fandez (comp.). “Malvinas hoy: herencia de un conflicto”; Puntosur, 1989, pag. 138.

-Rizzo Romano, Alfredo. Revista Línea, marzo/1990, pag. 37.

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[1] Publicamos en Bitacorapi: “Malvinas, causas y consecuencias de la guerra”, 30-4-06.

[2] La Mañana de Córdoba, 18-9-07.

[3] Patria Argentina, mayo de 2007, p. 5.

[4] Giachino, María Delicia Rearte de. En Prólogo a: Seineldín, Mohamed Alí. “Malvinas, un sentimiento”; Buenos Aires, Sudamericana, 1999, pág. 10.

[5] Oliveri López, Angel. “Malvinas, la clave del enigma”; Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1992, pág. 179.

[6] Díaz Araujo, Enrique. “Malvinas, 1982 lo que no fue”; Mendoza, Ediciones El Testigo, 2001, pág. 25.

[7] Caturelli, Alberto. “Recuperación de las Malvinas Argentinas, noción de guerra justa”; Buenos Aires, Secretaría General del Ejército, 1982, 15 págs.

[8] Rizzo Romano, Alfredo. Revista Línea, marzo de 1990, pág. 37.

[9] Giachino, op. cit., págs. 9/10.
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MALVINAS: CAUSAS Y CONSECUENCIAS DE LA GUERRA

Con motivo de celebrar este año el vigésimo cuarto aniversario de la gesta de Malvinas, conviene difundir la verdad de lo ocurrido en la guerra y no dejar pasar afirmaciones que inducen a la confusión o a la duda. Los errores y debilidades propias deben ser reconocidos, pero no debe permitirse la diatriba ni la calumnia sobre las reales motivaciones de una guerra que la Argentina no provocó imprudentemente y que una vez desatada supo afrontar con entereza.

El tiempo transcurrido y la multiplicidad de opiniones discordantes produce confusión y lleva al desaliento. De allí la necesidad de un análisis integral, que revise los conceptos vertidos por dirigentes que critican la decisión misma de ir a la guerra:

-Morales Solá: “Galtieri...imaginó que la ocupación militar de las islas Malvinas oxigenaría el régimen y que él mismo podría proyectar una larga duración en el poder”.

-El Gral. Balza: “fue un desatino” (Clarín, 2-4-98.

-Di Tella: “la derrota en las Malvinas produjo la felicidad de la democracia”.

-Angeloz: “la funesta idea de un general borracho” (junio 88, en campaña presidencial).

1) Comienzo de la guerra: el incidente de las islas Georgias

Casi simultáneamente con la asunción del General Galtieri, como Presidente de la República Argentina, el embajador británico autorizó el viaje a las Georgias de Sur del empresario argentino Davidoff, que contrató con la Compañía escocesa Salvensen para desguazar una estación ballenera en esas islas. El contrato molestó al gobernador Hunt, vinculado al Comité de las Islas Malvinas (lobby), pues:

-en junio 82 la Oficina Investigaciones Antárticas británica abandonaría las Georgias (Gritviken)

-el único buque de la marina, rompehielos Endurance, dejaría el área en mayo l982

-los obreros argentinos con contrato hasta el 84 serían la única presencia en las islas.

Davidoff, habiendo notificado a la embajada británica, salió el 16-12-81 en el rompehielos Almirante Irizar para inspeccionar el lugar que debía desmantelar, llegando a puerto Leith el 20-12 (Informe Franks, 161/259); allí inspeccionó las estaciones balleneras, un dique seco abandonado, tanques, calderas, tuberías, todo eso material recuperable para ser vendido como chatarra. El negocio era apetecible; se estimaba que existían alrededor de 35.000 toneladas de hierro y acero que podían arrojar un ingreso de 7 millones de libras, correspondiéndole a Salvenson 115.000 como compensación. Es poco razonable pensar que un comerciante como Davidoff arriesgaría la oportunidad de su vida, por cometer un acto de provocación.

El 31 Hunt recomendó iniciar un procedimiento contra Davidoff; la cancillería (Foreing Office) respondió que no iniciara un procedimiento y si Davidoff solicitaba autorización se le debía conceder. El 9-3 Davidoff informó a la embajada que 41 trabajadores viajarían (11-3) en el Bahía Buen Suceso, que era un transporte de la Marina, dedicado a operaciones comerciales, y en el que no había personal militar ni armas de guerra (llegaron el 19-3).

La segunda cuestión a dilucidar es quién provocó el incidente que originó la guerra. El gobernador de las Malvinas aseguró que los ingleses de la base científica se enteraron de la presencia argentina al escuchar disparos de armas de fuego, utilizadas para cazar renos, y que habían izado una bandera argentina. Si esto fuera cierto, no cabría duda de que la provocación fue argentina. Sin embargo, los obreros atestiguaron que cuando desembarcaron, ya ondeaba la bandera en el lugar. Otra bandera que llevaban ellos, aún se encontraba a bordo del buque. Pero ocurre que, según el diario de la agencia antártica británica, capturado el 3-4 en Grytviken, fueron el día 18 de marzo a “buscar argentinos a Leith”, lo que coincide con el hecho de haber encontrado el Bahía Buen Suceso a tres ingleses, al arribar el buque.

Es evidente entonces, que la bandera fue colocada por ellos. En el mismo diario citado, figura esta frase: “Al fin se va el Isatis (yate francés) que volvió ayer puesto que los helicópteros del Endurance lo sobrevolaron para chequearlo. Los otros franceses se están convirtiendo en una peste, ya están disparando sus rifles en Grytviken y matando ciervos. Estamos disgustados y no podemos expresar la animadversión general que provocan sin recurrir a malas palabras. Digamos que no están actuando con propiedad” (17/3/82).[1]

Fueron, por lo tanto, dichos franceses los que dispararon y no los argentinos, y no existió por parte de las autoridades nacionales intención de comenzar la guerra.Mientras tanto, el 21 zarpó el Endurance, embarcando 21 infantes de marina, y el comandante de la base británica informó a los trabajadores que su presencia era ilegal, pues no habían sellado las tarjetas blancas (Acuerdo de Comunicaciones/71). Desde el día 23 el Endurance estaba anclado en Grytviken, a las espera de órdenes. El Canciller argentino, Dr. Costa Méndez, pidió que la expulsión se revocara si Davidoff ordenaba a sus empleados completar la formalidad de ir hasta Gritviken y hacer sellar las tarjetas. El embajador estuvo de acuerdo, pero Hunt sostuvo que las Georgias no estaban incluidas en el acuerdo de 1971 y que debían sellarse los pasaportes. Costa Méndez respondió al embajador el 28 que los trabajadores deben permanecer en Georgias pues se les ha otorgado la documentación idónea. También insistió en que las Georgias estaban explícitamente comprendidas en el Acuerdo de 1971, cosa que los británicos habían reconocido en la reunión de Nueva York celebrada un mes atrás.
Cabe destacar que la presencia de estos argentinos no representaba ninguna amenaza: primero, porque no eran militares, y la segunda porque en Georgias no había población, sólo estaba en personal de investigaciones antárticas y en otra zona. Fueron los propios británicos quienes convirtieron el asunto de las Georgias en un incidente.

El 29, la primera ministra Margaret Thatcher y decidió el envío de un submarino nuclear a la zona de conflicto. El 30 la situación comienza a descontrolarse; en Londres el ministerio de Defensa decide duplicar el numero de infantes de marina de la guarnición de Malvinas, y confirma la orden de enviar un segundo submarino nuclear. Ese mismo día el embajador recibió un mensaje para el Canciller que procuraba solucionar el conflicto, pero el embajador sugirió que se retuviera el mensaje un par de días esperando la reacción de Estados Unidos, y fue entregado recién a la tarde del 31, esas 24 horas fueron decisivas pues esa misma noche un informe de inteligencia indicaba al gobierno ingles que se había fijado el 2 de abril para iniciar operaciones bélicas. Ante tanta precisión en la información, puede deducirse que ya contaban con los datos satelitales norteamericanos.

2) Causas

Se ha sostenido reiteradamente que las Fuerzas Armadas llevaron al país a la guerra por una necesidad de mejorar su imagen y mantenerse en el poder. Recordemos, sin embargo, que Galtieri asume el 22-12-81, cuando la Multipartidaria ya estaba formada, pues se habían previsto las elecciones y entrega del poder en marzo de 1984. Si hubiera sido una decisión arbitraria, no se explica la reacción de la opinión pública que, según encuesta de Gallup (Clarín, 1-5-82), en un 90 % apoyaba la defensa de Malvinas por la fuerza. También la Multipartidaria manifiesta (10-4) total respaldo al gobierno.

El propio Dr. Angeloz, que más tarde emitió la crítica que señalamos, el mismo 2 de abril afirmaba en un comunicado con su firma: “Hace a su hidalguía en esta oportunidad manifestar su solidaridad y su argentina complacencia por la recuperación de las islas Malvinas y las Georgias del Sur” (La Nación, 29-7-88). Asimismo, la Comisión coordinadora de la colectividad británica apoya al gobierno, “que siempre se ha identificado con buscar una solución pacifica al diferendo sobre las Malvinas”. Por su parte, Ernesto Sábato, declaraba en Radio Nacional de España: “No se engañen en Europa. No es una dictadura la que lucha por Malvinas, es la nación entera” (Busser, 261).

En cambio, en Inglaterra, la situación era la siguiente. El partido Conservador, en el gobierno, tenía 75 % de imagen negativa. La Marina Real, había quedado en situación de inferioridad, pues al obtener de EU el sistema misilítico Trident, en reemplazo al Polaris, era condicionada en la OTAN al combate antisubmarino. Estaba vendido el portaaviones Invencible, y el buque Endurance dejaba el Atlántico sur. Debe computarse, asimismo, la actitud del Gobernador Hunt y del lobby Falklands, que presionaban por una actitud enérgica contra la Argentina.Tengamos en cuenta que el 30 de marzo, el encargado de negocios argentino en Londres, informó que la televisión inglesa dio la noticia del envío de 2 submarinos nucleares clase Hunter Killer; uno de ellos había zarpado el 25 desde Gibraltar (noticia confirmada por el New York Times), y que interpretaba que el gobierno había optado por un endurecimiento frente al caso Georgias. A su vez, en el informe Franks (230), se incluye una evaluación al 30 de marzo, estimando que el desembarco en Georgias no había sido planificado por el Gobierno argentino.

No cabe dudas entonces que la decisión de llegar al enfrentamiento bélico surge de la actitud británica, artificialmente intransigente. El gobierno argentino no podía aceptar las exigencias de desalojar a los obreros de Davidoff que estaban cumpliendo un contrato legalmente formulado, ni obligarlos a presentar sus pasaportes, pues:

-estaban en un territorio en disputa

-se habían cumplido todas las formalidades establecidas

-admitir el uso de pasaportes era aceptar la pretensión británica de soberanía sobre las islas Georgias.

Si nuestro país hubiera tolerado el desalojo por la fuerza, o hubiera accedido a evacuar a los obreros bajo amenaza, o hubiera aceptado el visado de pasaportes, ello habría significado una verdadera abdicación del derecho de soberanía sobre el Atlántico sur, por aplicación de la doctrina conocida como “stopell” (reconocimiento tácito de derechos).Ya no había alternativa válida para la Argentina.

3) Justificación

La decisión de ir a la guerra no fue sorpresiva ni caprichosa, se produjo un agravamiento progresivo que la hizo inevitable. Durante muchos años nuestro país se prestó a las negociaciones; el agosto de 1968 el Reino Unido en un memorandum llegó a afirmar que reconocería la soberanía argentina en fecha a convenir. En 1971 se firma el Convenio de Comunicaciones. En junio de 74 embajador ingles a cancillería manifiesta la disposición a compartir la soberanía, opción que el presidente Peron estaba dispuesto a aceptar.Pero en 1975 se produce un cambio de actitud, debido al informe Grifith que revelaba la existencia de cuencas petrolíferas en el área Malvinas.

En 1976, unilateralmente, Gran Bretaña envía la misión Shackleton de exploración, que provoca la reacción de la Cancillería el 2-1-76 (gobierno constitucional: Sra. de Perón): advirtiendo que “su gobierno, juntamente con las FFAA...actuaran si precipitación, pero con toda la persistencia, la prudencia y la energía que sean necesarias para lograr justicia.” El 13 se produce el retiro de embajadores y el 4-2 el destructor Storni efectúa disparos de advertencia. Ya durante el gobierno militar, y ante la ausencia de avances diplomáticos, el gobierno. propone (1-3-82) reuniones mensuales, advirtiendo que desea una pronta solución y que mantiene el derecho a elegir libremente el procedimiento que mejor consulte a sus intereses.

Por lo tanto, cuando se produce el incidente de las Georgias, la Argentina se vio obligada a ejercer el derecho a la legítima defensa, previsto en la Carta de las NU, art. 51, en caso de ataque armado, hasta tanto el Consejo de Seguridad tome las medidas adecuadas para mantener la paz. El Fiscal de la Cámara Federal, que juzgó a los Comandantes en Jefe, afirmó que: “La Argentina, pues, no agredió, fue agredida”; concepto ratificado por la Cámara en su pronunciamiento.

También el Catecismo de la Iglesia Católica (p. 2308) reconoce que una vez agotados todos los medios de acuerdo pacífico no se podrá negar a los gobiernos el derecho de legítima defensa, si bien detalla varios requisitos. En este caso -como demostrado el filósofo Caturelli- se dieron todos los requisitos para considerarla una guerra justa (CIC 2309).

El plan no fue irracional.

Como es normal en todas las fuerzas armadas, en base a las hipótesis de conflicto, el Estado Mayor prepara planes para el caso de tener que utilizar la fuerza. Por ejemplo GB tenía ya en setiembre/81 su Plan de Contingencia para el caso de la Argentina optara por la vía militar. En ese plan se estimaba que el tiempo de navegación de la flota sería de 20 días, con el inconveniente que el envío de la flota podía provocar o precipitar la acción que se quería disuadir: eso fue exactamente lo que ocurrió. La Junta Militar argentina, el 23-3 analizó los estudios efectuados por una Comisión de Trabajo formada por el General Gracia, Almirante Lombardo y Brigadier Plessl, designada en el mes de enero, aprobando un Plan de Campaña tentativo, aunque no se fijaba ninguna fecha. Recién el 30-3 ante el ataque inminente, se fijó el día D para el 2-4.

El propósito de ocupar las islas no era el de iniciar una escalada bélica, por el contrario, se buscaba forzar a una negociación seria, y en caso de surgir un gesto de buena voluntad antes de la ocupación se anularía la operación. La misma debía ser incruenta, y una vez finalizada, quedaría en las islas una pequeña guarnición.Se preveía que las negociaciones tendrían el apoyo de las Naciones Unidas y de Estados Unidos; esto último no era una suposición ingenua: en la noche misma del 2-4 hubo una cena en la embajada argentina en Washington, a la que asistieron la embajadora Kirkpatrich, la plana mayor de la secretaría de Estado, y jefes militares, a tal punto que el embajador británico dijo que era un agravio para su país.Con respecto a la posibilidad de que las NU exigieran un acuerdo, había varios antecedentes; el más relevante fue la ocupación por Nasser (Egipto) del Canal de Suez, en 1956, presionando el organismo internacional para que Gran Bretaña y Francia no atacaran a Egipto, que desde entonces quedó con el canal.Otro antecedente destacable es que en diciembre de 1976, 6 años antes de la guerra, la marina instaló un observatorio en las islas Thule (Sandwich), y GB sólo envió una nota de protesta, sin tomar ninguna otra medida.

4) Resultado

No era inevitable la derrota. Según el Instituto de Estudios Estratégicos de Londres, hasta el 13 abril, la argentina tuvo posibilidad de triunfo. Cambia el panorama, por la ayuda de EEUU. Aun así, los ingleses sufrieron las pérdidas más grandes desde la 2da. guerra.Debe entenderse que el conflicto era político, y no se pretendía una confrontación total, por eso era posible para la Argentina lograr el objetivo que se había fijado. Además, era una obligación patriótica actuar en defensa de los intereses nacionales.

En el fallo de la Cámara Federal que juzgó a los Comandantes, en noviembre de 1988, se reconoce que: “Asiste razón a las defensas cuando sostiene los mezquino que puede resultar vincular la decisión de participar en un combate evaluando previamente la entidad del contrincante. La necesidad política de responder a las agresiones que afectan la subsistencia del Estado, pasa por el imperioso deber de asegurar la respuesta al avance del enemigo.” La guerra terminó cuando el Gral. Menéndez, gobernador de Malvinas, firma el Acta de Rendición ante el Gral. Moore; antes de firmar, tachó la palabra incondicional que figuraba en el texto, y recién firmó. La verdadera rendición incondicional fue posterior, y decidida por gobiernos constitucionales.

5) Consecuencias

Es falso que la guerra perjudicó los derechos argentinos. En noviembre de 1982, la Asamblea General de NU, por resol. 37/9, declaró:

-el mantenimiento de la situación colonial en Malvinas es incompatible con los ideales de las NU;

-reafirma la necesidad de respetar los intereses de los habitantes (no de los deseos);

-pide reanudación de negociaciones por la soberanía.

Esta resolución fue aprobada con el voto de EEUU y reiterada en 1983. En 1990 (20-10) la Unión Interparlamentaria Mundial, con delegados de 112 piases, consideró a la cuestión Malvinas una situación colonial. En 1996, la cumbre de Presidentes del Mercosur respaldó a la Argentina, y en 1998, también la OEA manifiesta su respaldo en la reunión de Lima. Por su parte, en el informe Kershaw, elaborado por iniciativa del Parlamento británico, en 1983, se reconoce que: “problemas sustanciales diplomáticos, militares, financieros y económicos, seguirán enfrentando a GB y las islas Falklands a menos o hasta que se logre un acuerdo negociado de la disputa con la República Argentina”. El mismo informe reconoce que “el peso de la evidencia es mas favorable al título argentino”.

La Constitución Nacional, en la reforma de 1994, en su Primera disposición transitoria, ratifica para la Argentina su legítima e imprescriptible soberanía sobre las islas, y que la recuperación es un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino.

6) Verdadera rendición

Es debida a una actitud política y cultural de una parte considerable de la dirigencia argentina, que no ha vacilado en efectuar propuestas incompatibles con la Constitución Nacional:

-Escudé: reconocer a los kelpers el derecho de autodeterminación, con soberanía compartida en el mar (Clarín, 2-7-92).

-Menem: soberanía compartida, “que flamee la bandera argentina en las islas, por ejemplo, con la bandera inglesa, ya es un paso adelante” (Nac, 30-12-96).

-Di Tella: conviene adoptar el modelo Hong Kong (Nac, 22-9-89).

-Vanossi: Estado confederado a la Argentina con derecho a secesión (Nac, 27-7-93).

La rendición diplomática se instrumentó con dos tratados, aceptados por el gobierno del presidente Carlos Menem, sobre la base de la fórmula del paraguas, consistente en postergar indefinidamente el debate sobre la soberanía de las islas, mientras se acuerdan cuestiones económicas, que sólo benefician a Gran Bretaña. Por ello afirmaba el profesor Ricardo Paz, que el paraguas es un instrumento aceptado por las autoridades argentinas para facilitar a los ingleses el goce pacífico de la usurpación.

Por el primer tratado, de febrero de 1990, celebrado en Madrid, ambos países decidieron restablecer relaciones diplomáticas. Gran Bretaña dispuso cancelar la llamada Zona de Protección militar, en torno a las islas, pero reemplazarla por un sistema de información entre las Fuerzas Armadas, en un área similar a la anterior, y pese a declararse haber cesado las hostilidades. Como única explicación para tamaña concesión, el entonces canciller, Dr. Cavallo, declaró en la Cámara de Diputados (29-3--90): “hubo una guerra y la Argentina la perdió”. El profesor Baquero Lazcano calificó, por eso, a este tratado de rendición incondicional.

El segundo tratado, fue celebrado en setiembre de 1995, en Nueva York, y es un acuerdo sobre hidrocarburos en la zona de Malvinas. Establece una zona de 21.000 km2, donde las regalías petroleras serían a partes iguales (6 % para cada país); en la superficie restante (40.000 km2), el beneficio no será equitativo: 3 % para Argentina, 9 % para Gran Bretaña. Estos datos no están consignados con claridad, sino que surgen de la interpretación efectuada por los especialistas, ya que el Canciller Di Tella manifestó cripticamente que el tratado incluía: cosas escritas, cosas no escritas, y cosas deseadas. Lo escrito es un tratado, al igual que el de Madrid, aunque en ambos casos se los haya denominado declaraciones, para eludir la aprobación del Congreso.

El acuerdo petrolero contiene una trampa, iniciada en el tratado de Madrid, donde se incluyó un mapa de la Zona de Conservación Pesquera, de 150 millas en torno de las islas, fijada unilateralmente por Gran Bretaña. En ese mapa aparece un segmento recortado que fija de hecho una delimitación marítima entre Estados colindantes. En el segundo tratado, esta línea media indica las dos áreas especiales creadas para la explotación de hidrocarburos, configurando un stopell -reconocimiento indirecto de derechos-, que implica cerrar el paraguas y admitir tácitamente la soberanía británica sobre las islas, limitándose la Argentina a aceptar una parte de los beneficios económicos derivados de la explotación del petróleo en el Atlántico sur.

7) Situación actual

La mejora en lo que respecta a Malvinas dependerá de dos factores: patriotismo y eficiencia. El patriotismo no es un simple sentimiento, es una actitud racional y moral de defensa integral de lo propio. Es preciso, también, el estudio sistemático y profundo de los problemas nacionales, desde una actitud patriótica. Lamentablemente, en la política exterior argentina, han estado ausente en las últimas décadas, tanto la eficiencia profesional como el patriotismo. Una de las acciones pacíficas que recomiendan los expertos es solicitar a la Corte Internacional de Justicia una opinión consultiva sobre la obligación del Reino Unido de negociar la controversia por la soberanía, cumpliendo la reiterada exhortación efectuada por la Asamblea General de las Naciones Unidas.

En última instancia, siempre es cierto lo que afirmaba Juan Pablo II: “Un pueblo es débil si acepta su derrota y si olvida el mandato de estar despierto cuando llegue su hora”.

30-4-06 [Boletín Acción, 90]

Bibliografía

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-Ceron, Sergio. “Malvinas: gesta heróica o derrota vergonzosa?”; Sudamericana, 1984, 344 pgs.

-Gamba, Virginia. “El peón de la Reina”; Sudamericana, 1984, 207 pgs.

-Busser, Carlos. “Malvinas, la guerra inconclusa”; Fernandez Reguera, 1987, 462 pgs.

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-De Vita, Alberto. “Malvinas/82, cómo y por qué”; Instituto de Publicaciones Navales, 1994, 271 pgs.

-Mayorga, Horacio. “No vencidos”; Planeta, 1998, 382 pgs.-Silenzi de Stagni, Adolfo. “Política petrolera y la cuenca Marina Austral”; Centro de Estudios Gral. Mosconi, 1981, pgs. 2/3.

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-Pinto, Mónica. “Islas Malvinas/Falkland, Georgias y Sandwich del Sur: algunas consideraciones relativas a los hidrocarburos”; en: Boron-Fandez (comp.). “Malvinas hoy: herencia de un conflicto”; Puntosur, 1989, pg. 138.

-Rizzo Romano, Alfredo. Revista Línea, marzo/1990, pg. 37.

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[1] Virginia Gamba: “El Peón de la Reina”, Buenos Aires, Sudamericana, 1984, pág. 124-133.