miércoles, 12 de agosto de 2009

La última encíclica social

ANÁLISIS DE “CARITAS IN VERITATE”[1]

La reciente publicación de esta encíclica, nos da la ocasión de reflexionar sobre la Doctrina Social de la Iglesia (DSI), que es, según el Cardenal Martino, “el secreto mejor guardado de la Iglesia Católica”. El Papa nos entrega un documento que contribuirá, sin duda, a la difusión de esta disciplina, hoy más útil que nunca para enfrentar los acuciantes problemas de la época. Recordemos que Juan Pablo II pidió a la Comisión Justicia y Paz, que preparara una síntesis de la enseñanza social del Magisterio; el organismo de la Santa Sede, publicó primero, sobre esta rama de la teología moral, la Agenda Social, y luego el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia.

1. La Encíclica Caritas in Veritate consta de una introducción, seis capítulos y una conclusión. Fue firmada por el Papa, el 29 de junio, día de San Pedro y San Pablo.
El contenido de este documento está destinado, como es habitual, a los obispos, presbíteros y diáconos, a los consagrados, a los fieles laicos, y a todos los hombres de buena voluntad. Esta última expresión se agrega a las encíclicas, desde la Pacem in Terris, de Juan XXIII, pues la enseñanza social de la Iglesia puede ser útil aún a quienes carecen de fe o profesan otras creencias. Pero, para los católicos es obligatoria.

2. Creemos que Benedicto, luego de escribir 27 libros, 50 notas doctrinales y numerosos artículos y discursos, ha procurado condensar en esta encíclica su enseñanza doctrinaria. Sabemos que Juan Pablo lo designó en 1981 Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, donde permaneció 24 años hasta ser elegido papa; simultáneamente se desempeñó como presidente de la Pontificia Comisión Bíblica, de la Comisión Teológica Internacional, y de la Comisión para la preparación del Catecismo. De modo que, ha sido el principal guardián de la pureza doctrinaria. Su preocupación queda reflejada en el lema de su escudo episcopal: “cooperador de la verdad”.
En la preparación de la encíclica, como es habitual, han participado varias personas. Se conoce el nombre de dos de ellas: Stefano Zamagni, economista, y Mario Toso, profesor de Filosofía Social y Rector de la Pontificia Universidad Salesiana. No hace falta aclarar que el hilo conductor del documento, así como el estilo, pertenecen al propio Papa.

3. En uno de sus libros –”Verdad, valores, poder”- comenta que el relativismo actual duda que pueda conocerse la verdad, y recuerda el proceso contra Jesús, cuando Pilato le pregunta “¿Qué es la verdad?”, no espera respuesta pues cree que la verdad es inalcanzable, y somete el problema a lo que prefiera la multitud. En realidad, la verdad puede ser descubierta por la sola luz de la razón, como lo demostraron los filósofos griegos, antes de Cristo. Pero además, la verdad ha sido revelada por Dios, y está contenida en la Sagrada Escritura, como lo expresa el Catecismo (p. 105).

4. La principal motivación de esta encíclica no es la crisis financiera que estalló a fines del año pasado, como han sostenido muchos medios de comunicación. A dicho problema sólo se dedican unas pocas frases; de un total de 79 párrafos del documento, se alude a él en los párrafos 24 y 65. Es que la Santa Sede ya se había pronunciado sobre el tema, en la Nota sobre la Financiación del Desarrollo
[2], de noviembre del 2008. En la encíclica, ese documento ni siquiera es mencionado, lo que refuerza el hecho de que la crisis financiera actual no es el objetivo de la misma.

5. De todos modos, como la Nota citada es poco conocida, conviene exponer ahora un resumen pues puede ayudar a comprender el sentido de Caritas in Veritate.
Se explica que, a la subida de los precios agrícolas y energéticos que se produjo en los primeros meses de 2008 se sumó una crisis financiera dramática, con consecuencias muy negativas: sobre todo afectó la financiación del desarrollo de los países pobres.
Se considera necesario realizar un nuevo pacto financiero internacional, para lo cual, un primer paso es considerar atentamente el papel, oculto pero crucial, del sistema financiero offshore.

6. Los mercados offshore han contribuido a generar esta crisis, con gigantescas transferencias de dinero, fruto de: la evasión fiscal, la sobre o la infrafacturación de los intercambios comerciales entre países, y lavado de fondos de origen ilegal.
Las mismas instituciones financieras internacionales no están dotadas del mandato y de los instrumentos necesarios para afrontar a tiempo estas cuestiones. En general se pensaba que el "mercado" bastaba para dar el precio justo al riesgo.
Los mercados financieros no pueden actuar sin confianza; y sin transparencia y sin reglas no puede haber confianza. Por tanto, el buen funcionamiento del mercado requiere un importante papel del Estado y, donde sea apropiado, de la comunidad internacional para fijar y hacer respetar reglas de transparencia y de prudencia.
En el fondo, la crisis financiera es el resultado de una praxis cotidiana que tenía como criterio fundamental la absoluta "prioridad del capital" respecto del trabajo.

Encíclica

7. Iniciando el análisis de la encíclica, hay que mencionar el empeño del papa en destacar la importancia de la DSI, profundizando lo que ya había iniciado en sus dos encíclicas anteriores
[3]. Explica que la caridad es la vía maestra de la doctrina social de la Iglesia. Ella no es sólo el principio de las micro-relaciones, como en las amistades, la familia, el pequeño grupo, sino también de las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas. Se ha de entender, valorar y practicar la caridad a la luz de la verdad. Esto tiene importancia hoy, en un contexto social y cultural, que con frecuencia relativiza la verdad, bien desentendiéndose de ella, bien rechazándola.
Dicha doctrina es servicio de la caridad, pero en la verdad. Sin verdad, sin confianza y amor por lo verdadero, no hay conciencia y responsabilidad social, y la actuación social se deja a merced de intereses privados y de lógicas de poder, con efectos disgregadores sobre la sociedad, tanto más en una sociedad en vías de globalización, en momentos difíciles como los actuales.

8. «Caritas in veritate» es el principio sobre el que gira la doctrina social de la Iglesia, un principio que adquiere forma operativa en criterios orientadores de la acción moral. Desea Benedicto volver a recordar particularmente dos de ellos, requeridos de manera especial por el compromiso para el desarrollo en una sociedad en vías de globalización: la justicia y el bien común.
Ante todo, la justicia. Ubi societas, ibi ius: toda sociedad elabora un sistema propio de justicia. Pero la caridad va más allá de la justicia, porque amar es dar, ofrecer de lo «mío» al otro; ahora bien, no puedo «dar» al otro de lo mío sin haberle dado en primer lugar lo que en justicia le corresponde. La justicia es la primera vía de la caridad o, como dijo Pablo VI, su «medida mínima»; la caridad supera la justicia y la completa siguiendo la lógica de la entrega y el perdón. La «ciudad del hombre» no se promueve sólo con relaciones de derechos y deberes sino, antes y más aún, con relaciones de gratuidad, de misericordia y de comunión.

9. El otro principio básico del orden social cristiano, es el bien común, el bien relacionado con el vivir social de las personas. Es el bien de ese «todos nosotros», formado por individuos, familias y grupos intermedios que se unen en comunidad social. Trabajar por el bien común es cuidar, por un lado, y utilizar, por otro, ese conjunto de instituciones que estructuran jurídica, civil, política y culturalmente la vida social, que se configura así como pólis, como ciudad. Todo cristiano está llamado a esta caridad, según su vocación y sus posibilidades de incidir en la pólis.
En una sociedad en vías de globalización, el bien común y el esfuerzo por él, han de abarcar necesariamente a toda la familia humana, es decir, a la comunidad de los pueblos y naciones, dando así forma de unidad y de paz a la ciudad del hombre, y haciéndola en cierta medida una anticipación que prefigura la ciudad de Dios sin barreras.

10. Benedicto dedica muchas páginas a glosar la encíclica Populorum progressio, de Pablo VI, publicada en 1967, después de concluido el Concilio Ecuménico Vaticano II. Contrariamente a lo que afirman algunos teólogos, el Concilio no implicó ninguna ruptura con la enseñanza social de los Pontífices anteriores.
No hay dos tipos de doctrina social, una preconciliar y otra postconciliar, diferentes entre sí, sino una única enseñanza, coherente y al mismo tiempo siempre nueva. Por cierto, cada encíclica refleja la personalidad del Papa respectivo, así como características de la época en que es promulgada, pero no debe perderse nunca de vista la coherencia de todo el corpus doctrinal en su conjunto
[4]. Coherencia no equivale a un sistema cerrado, sino que alude a una fidelidad dinámica a la luz recibida. La doctrina social de la Iglesia ilumina con una luz que no cambia los problemas siempre nuevos que van surgiendo. Eso salvaguarda tanto el carácter permanente como histórico de este «patrimonio» doctrinal que, con sus características específicas, forma parte de la Tradición siempre viva de la Iglesia. La doctrina social está construida sobre el fundamento transmitido por los Apóstoles a los Padres de la Iglesia; recibido y profundizado después por los grandes Doctores cristianos. En ella se expresa la tarea profética de los Sumos Pontífices de guiar apostólicamente la Iglesia de Cristo y de discernir las nuevas exigencias de la evangelización. Por estas razones, la Populorum progressio (PP), insertada en la gran corriente de la Tradición, puede hablarnos todavía hoy a nosotros. Benedicto –confirmando la continuidad de la DSI- cita expresamente diez documentos previos, de cinco Papas anteriores.

11. A los cuarenta y dos años de la publicación de esta encíclica, Benedicto XVI desea honrar la memoria de Pablo VI, manifestando su convicción de que la Populorum progressio merece ser considerada como «la Rerum novarum de la época contemporánea”. Antes, la había recordado Juan Pablo II, al cumplirse los 20 años (1987), con la Sollicitudo rei Socialis.
No está demás que recordemos que la DSI se estructuró, de manera sistemática, a partir de 1891, con la Rerum Novarum, cuyas enseñanzas han sido ratificadas y actualizadas, periódicamente, por la Santa Sede:

-a los 40 años (1931), con la Quadragesimo anno, de Pío XI
-a los 50 años (1941), con el radiomensaje La Solemnita, de Pío XII
-a los 70 años (1961), con la Mater et Magistra, de Juan XXIII
-a los 80 años (1971), con la carta apostólica Octogesima Adveniens, de Pablo VI
-y a los 100 años (1991), con la Centessimus Annus, de Juan Pablo II

12. La PP está dedicada al tema del desarrollo, considerando que necesita ser orientado, porque «toda acción social implica una doctrina». Teniendo en cuenta la complejidad de los problemas del progreso económico social, es obvio que las diferentes disciplinas deben colaborar en una interdisciplinariedad ordenada.
La caridad no excluye el saber, más bien lo exige, lo promueve y lo anima desde dentro. Sin el saber, el hacer es ciego, y el saber es estéril sin el amor.
Esto significa que la valoración moral y la investigación científica deben crecer juntas. La doctrina social de la Iglesia, que tiene una importante dimensión interdisciplinar, puede desempeñar en esta perspectiva una función de eficacia extraordinaria. Permite a la fe, a la teología, a la metafísica y a las ciencias encontrar su lugar dentro de una colaboración al servicio del hombre.

13. La religión cristiana y las otras religiones pueden contribuir al desarrollo solamente si Dios tiene un lugar en la esfera pública, con específica referencia a la dimensión cultural, social, económica y, en particular, política. La doctrina social de la Iglesia ha nacido para reivindicar esa «carta de ciudadanía» de la religión cristiana. Tanto el laicismo como el fundamentalismo, impiden un diálogo fecundo y de una provechosa colaboración entre la razón y la fe religiosa. La razón necesita siempre ser purificada por la fe, y esto vale también para la razón política, que no debe creerse omnipotente. A su vez, la religión tiene siempre necesidad de ser purificada por la razón para mostrar su auténtico rostro humano. La ruptura de este diálogo comporta un coste muy gravoso para el desarrollo de la humanidad.

Desarrollo humano integral

14. El tema central de Caritas in veritate es el desarrollo humano integral, del que comienza el papa por señalar los fundamentos morales en los que debe asentarse.
Explica que, sin verdad, la caridad cae en mero sentimentalismo, y el amor se convierte en un envoltorio vacío que se rellena arbitrariamente. Sin la verdad, la caridad es relegada a un ámbito de relaciones reducido y privado. Queda excluida de los proyectos y procesos para construir un desarrollo humano de alcance universal, en el diálogo entre saberes y operatividad.

15. La encíclica Populorum progressio, nos ha dejado el mandato de procurar el «desarrollo de todo el hombre y de todos los hombres», considerando al desarrollo como: el tránsito «de condiciones menos humanas a condiciones más humanas», que se obtiene venciendo las dificultades que inevitablemente se encuentran a lo largo del camino. Ya el Concilio, preocupado por el tema, le había pedido a Pablo VI la creación de un organismo permanente para estudiarlo; así nació la Pontificia Comisión Justicia y Paz, en 1967.
La PP fue preparada cuidadosamente, con la participación de expertos de varios países, destacándose Fray Lebret, dominico francés. En sus referencias a pie de página, se cita a varios autores contemporáneos como Maritain, Clark y Nell-Breuning, jesuita alemán.
Pablo VI entendió claramente que la cuestión social se había hecho mundial y captó la relación recíproca entre el impulso hacia la unificación de la humanidad y el ideal cristiano de una única familia de los pueblos, solidaria en la común hermandad. Indicó en el desarrollo, humana y cristianamente entendido, el corazón del mensaje social cristiano y propuso la caridad cristiana como principal fuerza al servicio del desarrollo, Pablo VI afrontó con firmeza cuestiones éticas importantes, sin ceder a las debilidades culturales de su tiempo.

16. Con la Carta apostólica Octogesima adveniens, de 1971, Pablo VI trató luego el tema del sentido de la política y el peligro que representaban las visiones utópicas e ideológicas que comprometían su cualidad ética y humana. Son argumentos estrechamente unidos con el desarrollo. Lamentablemente, las ideologías negativas surgen continuamente. Recordemos la advertencia papal al cristiano que quiere vivir su fe, sin contradecirse a sí mismo: no es lícito favorecer a la ideología marxista; tampoco apoya el cristiano la ideología liberal (p. 26).

Cita el papa otros dos documentos de Pablo VI, que aunque no relacionados directamente con la doctrina social son muy importantes para delinear el sentido plenamente humano del desarrollo propuesto por la Iglesia.

17. La Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi (1975), cuyo borrador redactó el Cardenal Wojtyla, destaca que las obras de justicia, paz y desarrollo forman parte de la evangelización, porque a Jesucristo, que nos ama, le interesa todo el hombre. Sobre estas importantes enseñanzas se funda el aspecto misionero de la doctrina social de la Iglesia, como un elemento esencial de evangelización.

18. La Encíclica Humanae vitae (1968) pone como fundamento de la sociedad el matrimonio, unión de hombre y mujer, que se complementan y se abren a la vida. No se trata de una moral meramente individual: se señalan los fuertes vínculos entre ética de la vida y ética social.
Aquí conviene detenerse, pues con esta encíclica ocurrió algo nunca visto en la historia de la Iglesia. El tema que abordó era el amor conyugal y sostenía que la unión íntima entre un hombre y una mujer, para estar en correspondencia con la naturaleza humana, debía estar siempre abierta a la fecundación; con ello se negaba el uso de la píldora y cualquier otro medio anticonceptivo.
El proceso comenzó cuando Juan XXIII creó una comisión especial para estudiar la respuesta católica a la comercialización de la píldora Pincus, así como la campaña sobre una presunta explosión demográfica, que justificaría la planificación familiar. Pablo VI amplió esta comisión que llegó a tener setenta y cinco miembros, entre obispos, teólogos, médicos, demógrafos y matrimonios cristianos.

La píldora citada, llevaba el nombre del médico que la diseñó, combinando progesterona con una hormona estrógena, de modo de impedir la fecundación.
El presidente Johnson había dicho en la asamblea de las NU (25-6-1965) que era preferible invertir cinco dólares en el control de la natalidad que 100 dólares en favorecer el desarrollo económico.

19. La encíclica fue publicada el 29-7-1968; cuatro días después veinte teólogos de la Universidad Católica de Washington redactaron una declaración pública de protesta, que fue suscripta por más de seiscientos teólogos norteamericanos. En enero del año siguiente, la Iglesia holandesa, reunida en Concilio pastoral, expresaba su solidaridad con las críticas. Varios episcopados nacionales otorgaron a los fieles el derecho o al menos la posibilidad de seguir los dictados de su propia conciencia sobre este tema.

20. El punto central del debate era el llamado principio de totalidad, mediante el cual se pretendía eludir el requisito de la doctrina tradicional de que cada uno de los actos conyugales debe estar abierto a la procreación. Este nuevo principio sostenía que era suficiente garantía de apertura que la vida matrimonial considerada globalmente estuviera predispuesta a la fecundidad. La mayoría de los miembros de la comisión adoptaron esa postura, pero, además, filtraron a la prensa el dictamen que era reservado.
En una decisión muy difícil, pues debía contrariar el criterio de los expertos que el mismo había designado, el papa rechazó el dictamen de la mayoría y tomó como base el de la minoría, encabezada por el Cardenal Ottaviani.
Al promulgar la encíclica confesó: “No hemos sentido nunca como ahora en esta coyuntura el peso de nuestro oficio”. “No podíamos, sin embargo -dice la HV, 6-, considerar como definitivas las conclusiones a que había llegado la comisión, ni dispensarnos de examinar personalmente la grave cuestión...porque había aflorado algunos criterios de soluciones que se separaban de la doctrina moral sobre el matrimonio propuesta por el Magisterio de la Iglesia con constante firmeza”.

21. El intelectual francés Luis Salleron (Le Monde, 6-8-67), sostiene que el papa había comenzado a sospechar que no sólo la moral, sino también los mismos fundamentos doctrinales de la Iglesia, habían comenzado a debilitarse peligrosamente. De allí, que, un mes antes de la publicación de la encíclica, Pablo VI había profesado el “Credo del Pueblo de Dios”. Al presentarlo expresó: “...somos conscientes de la inquietud que agita en relación con la fe ciertos ambientes modernos, los cuales no se sustraen a la influencia de un mundo en profunda mutación en el que tantas cosas ciertas se impugnan o discuten. Nos vemos que aún algunos católicos se dejan llevar de una especie de pasión por el cambio y la novedad”.

El texto del Credo sostiene: “Creemos en la Iglesia, que...asistida perennemente por el Espíritu Santo, tiene el encargo de guardar, enseñar, explicar y difundir la verdad que Dios ha revelado... Creemos todo lo que está contenido en la palabra de Dios escrita o transmitida y que la Iglesia propone para creer, como divinamente revelado, sea por una definición solemne, sea por el magisterio ordinario y universal”.

22. Pese a que la doctrina de la Humanae Vitae ha sido confirmada por los papas posteriores, sigue siendo discutida por muchos católicos, laicos y consagrados. Baste recordar el último libro del Cardenal Martini
[5], donde afirma: “Lo más triste es que la encíclica es culpable de que muchos ya no tomen en serio a la Iglesia como interlocutora o como maestra”. Lo triste, nos parece, es que un príncipe de la Iglesia, prefiera el consentimiento de los hombres, antes que el mandato divino, interpretado por los sucesores de Pedro, a quienes Cristo confió el depósito de la fe.
La misma encíclica HV había advertido a los sacerdotes: “...la suma importancia que tiene para la paz de las conciencias y para la unidad del pueblo cristiano, que en el campo de la moral y del dogma se atengan todos al Magisterio de la Iglesia y hablen del mismo modo” (p. 28). El pontífice actual ratificó expresamente el año pasado, la doctrina de la HV, en la Instrucción Dignitas Personae (p. 6).


El desarrollo humano en nuestro tiempo

23. Los actores y las causas, tanto del subdesarrollo como del desarrollo, son múltiples, las culpas y los méritos son muchos y diferentes. Esto debería llevar a liberarse de las ideologías, que con frecuencia simplifican de manera incorrecta la realidad. La riqueza mundial crece en términos absolutos, pero aumentan también las desigualdades. Se sigue produciendo «el escándalo de las disparidades hirientes».
En nuestra época, el Estado se encuentra con el deber de afrontar las limitaciones que pone a su soberanía el nuevo contexto económico-comercial y financiero internacional, caracterizado también por una creciente movilidad de los capitales financieros y los medios de producción materiales e inmateriales. Este nuevo contexto ha modificado el poder político de los estados.
Pero, hoy, aprendiendo también la lección que proviene de la crisis económica actual, en la que los poderes públicos del Estado se ven llamados directamente a corregir errores y disfunciones, parece más realista una renovada valoración de su papel y de su poder. De modo que conviene no proclamar apresuradamente la desaparición del Estado, que sigue siendo una sociedad perfecta, por ser la única institución temporal que protege adecuadamente el bien común de cada sociedad territorialmente delimitada.

24. En muchos países pobres persiste, y amenaza con acentuarse, la extrema inseguridad de vida a causa de la falta de alimentación: el hambre causa todavía muchas víctimas entre tantos Lazaros a los que no se les consiente sentarse a la mesa del rico epulón, como en cambio Pablo VI deseaba. Dar de comer a los hambrientos es un imperativo ético para la Iglesia universal, que responde a las enseñanzas de su Fundador, el Señor Jesús, sobre la solidaridad y el compartir. Además, en la era de la globalización, eliminar el hambre en el mundo se ha convertido también en una meta que se ha de lograr para salvaguardar la paz y la estabilidad del planeta. El hambre no depende tanto de la escasez material, cuanto de la insuficiencia de recursos sociales, el más importante de los cuales es de tipo institucional. Por tanto, es necesario que madure una conciencia solidaria que considere la alimentación y el acceso al agua como derechos universales de todos los seres humanos, sin distinciones ni discriminaciones.

25. La situación de pobreza no sólo provoca todavía en muchas zonas un alto índice de mortalidad infantil, sino que en varias partes del mundo persisten prácticas de control demográfico por parte de los gobiernos, que con frecuencia difunden la contracepción y llegan incluso a imponer también el aborto. En los países económicamente más desarrollados, las legislaciones contrarias a la vida están muy extendidas y han condicionado ya las costumbres y la praxis, contribuyendo a difundir una mentalidad antinatalista, que muchas veces se trata de transmitir también a otros estados como si fuera un progreso cultural.
Algunas organizaciones no gubernamentales, además, difunden el aborto, promoviendo a veces en los países pobres la adopción de la práctica de la esterilización, incluso en mujeres a quienes no se pide su consentimiento. Por añadidura, existe la sospecha fundada de que, en ocasiones, las ayudas al desarrollo se condicionan a determinadas políticas sanitarias que implican de hecho la imposición de un fuerte control de la natalidad. Preocupan también tanto las legislaciones que aceptan la eutanasia como las presiones de grupos nacionales e internacionales que reivindican su reconocimiento jurídico.

26. Si hay confianza recíproca y generalizada, el mercado es la institución económica que permite el encuentro entre las personas, como agentes económicos que utilizan el contrato como norma de sus relaciones y que intercambian bienes y servicios de consumo para satisfacer sus necesidades y deseos. El mercado está sujeto a los principios de la llamada justicia conmutativa, que regula precisamente la relación entre dar y recibir entre iguales.
Pero la doctrina social de la Iglesia no ha dejado nunca de subrayar la importancia de la justicia distributiva y de la justicia social para la economía de mercado, no sólo porque está dentro de un contexto social y político más amplio, sino también por la trama de relaciones en que se desenvuelve. En efecto, si el mercado se rige únicamente por el principio de la equivalencia del valor de los bienes que se intercambian, no llega a producir la cohesión social que necesita para su buen funcionamiento.
Ya en 1985, en una conferencia, el entonces Cardenal Ratzinger, había criticado la perspectiva liberal de Adam Smith de que: “cualquier acción moral voluntaria contradice las reglas del mercado”
[6]. Por el contrario, las reglas sólo funcionan cuando existe un consenso moral que las sostiene.
En la Centesimus annus, Juan Pablo II señaló esta problemática al advertir la necesidad de un sistema basado en tres instancias: el mercado, el Estado y la sociedad civil. La solidaridad es en primer lugar que todos se sientan responsables de todos; por tanto no se la puede dejar solamente en manos del Estado. Junto a la empresa privada, orientada al beneficio, y los diferentes tipos de empresa pública, deben poderse establecer y desenvolver aquellas organizaciones productivas que persiguen fines mutualistas y sociales.

27. El 1 de mayo de 2000, Juan Pablo II, con ocasión del Jubileo de los Trabajadores, lanzó un llamamiento para «una coalición mundial a favor del trabajo decente», alentando la estrategia de la Organización Internacional del Trabajo. De esta manera, daba un fuerte apoyo moral a este objetivo, como aspiración de las familias en todos los países del mundo. Pero ¿qué significa la palabra «decencia» aplicada al trabajo? Significa un trabajo que, en cualquier sociedad, sea expresión de la dignidad esencial de todo hombre o mujer: un trabajo libremente elegido, que asocie efectivamente a los trabajadores, hombres y mujeres, al desarrollo de su comunidad; que permita satisfacer las necesidades de las familias.

Derechos y deberes

28. Hoy se da una profunda contradicción. Mientras, por un lado, se reivindican presuntos derechos, de carácter arbitrario y voluptuoso, con la pretensión de que las estructuras públicas los reconozcan y promuevan, por otro, hay derechos elementales y fundamentales que se ignoran y violan en gran parte de la humanidad. Se aprecia con frecuencia una relación entre la reivindicación del derecho a lo superfluo, e incluso a la transgresión y al vicio, en las sociedades opulentas, y la carencia de comida, agua potable, instrucción básica o cuidados sanitarios elementales en ciertas regiones del mundo subdesarrollado y también en la periferia de las grandes ciudades. Dicha relación consiste en que los derechos individuales, desvinculados de un conjunto de deberes que les dé un sentido profundo, se desquician y dan lugar a una espiral de exigencias prácticamente ilimitada y carente de criterios.

La exacerbación de los derechos conduce al olvido de los deberes. Los deberes delimitan los derechos porque remiten a un marco antropológico y ético en cuya verdad se insertan también los derechos y así dejan de ser arbitrarios. Por este motivo, los deberes refuerzan los derechos y reclaman que se los defienda y promueva como un compromiso al servicio del bien. En cambio, si los derechos del hombre se fundamentan sólo en las deliberaciones de una asamblea de ciudadanos, pueden ser cambiados en cualquier momento y, consiguientemente, se relaja en la conciencia común el deber de respetarlos y tratar de conseguirlos.

29. No es correcto considerar el aumento de población como la primera causa del subdesarrollo, incluso desde el punto de vista económico: baste pensar, por un lado, en la notable disminución de la mortalidad infantil y al aumento de la edad media que se produce en los países económicamente desarrollados y, por otra, en los signos de crisis que se perciben en la sociedades en las que se constata una preocupante disminución de la natalidad.
La disminución de los nacimientos, a veces por debajo del llamado «índice de reemplazo generacional», pone en crisis incluso a los sistemas de asistencia social. En esta perspectiva, los estados deben establecer políticas que promuevan la familia, célula primordial y vital de la sociedad, haciéndose cargo también de sus problemas económicos.

Ecología

30. El tema del desarrollo está también muy unido hoy a los deberes que nacen de la relación del hombre con el ambiente natural. Éste es un don de Dios para todos, y su uso representa para nosotros una responsabilidad para con los pobres, las generaciones futuras y toda la humanidad. Cuando se considera la naturaleza, y en primer lugar al ser humano, fruto del azar o del determinismo evolutivo, disminuye el sentido de la responsabilidad en las conciencias.
El creyente reconoce en la naturaleza el maravilloso resultado de la intervención creadora de Dios, que el hombre puede utilizar responsablemente para satisfacer sus legítimas necesidades —materiales e inmateriales— respetando el equilibrio inherente a la creación misma. Si se desvanece esta visión, se acaba por considerar la naturaleza como un tabú intocable o, al contrario, por abusar de ella. Ambas posturas no son conformes con la visión cristiana de la naturaleza, fruto de la creación de Dios.
En nuestra tierra hay lugar para todos: en ella toda la familia humana debe encontrar los recursos necesarios para vivir dignamente. Una de las mayores tareas de la economía es precisamente el uso más eficaz de los recursos, no el abuso, teniendo siempre presente que el concepto de eficiencia no es axiológicamente neutral.

Religión

31. Una de las pobrezas más hondas que el hombre puede experimentar es la soledad. Ciertamente, también las otras pobrezas, incluidas las materiales, nacen del aislamiento, del no ser amados o de la dificultad de amar. El hombre está alienado cuando vive solo o se aleja de la realidad, cuando renuncia a pensar y creer en un Fundamento. Toda la humanidad está alienada cuando se entrega a proyectos exclusivamente humanos, a ideologías y utopías falsas.
A este respecto, la razón encuentra inspiración y orientación en la revelación cristiana, según la cual la comunidad de los hombres no absorbe en sí a la persona anulando su autonomía, como ocurre en las diversas formas del totalitarismo, sino que la valoriza más aún porque la relación entre persona y comunidad es la de un todo hacia otro todo.

Por este motivo, aunque es verdad que, por un lado, el desarrollo necesita de las religiones y de las culturas de los diversos pueblos, por otro lado, sigue siendo verdad también que es necesario un adecuado discernimiento. La libertad religiosa no significa indiferentismo religioso y no comporta que todas las religiones sean iguales. El discernimiento sobre la contribución de las culturas y de las religiones es necesario para la construcción de la comunidad social en el respeto del bien común, sobre todo para quien ejerce el poder político.

Globalización

32. Para los creyentes, el mundo no es fruto de la casualidad ni de la necesidad, sino de un proyecto de Dios. De ahí nace el deber de los creyentes de aunar sus esfuerzos con todos los hombres y mujeres de buena voluntad de otras religiones, o no creyentes, para que nuestro mundo responda efectivamente al proyecto divino: vivir como una familia, bajo la mirada del Creador.
A veces se perciben actitudes fatalistas ante la globalización, como si las dinámicas que la producen procedieran de fuerzas anónimas e impersonales o de estructuras independientes de la voluntad humana. Cuando se entiende la globalización de manera determinista, se pierden los criterios para valorarla y orientarla. Es una realidad humana y puede ser fruto de diversas corrientes culturales que han de ser sometidas a un discernimiento. La verdad de la globalización como proceso y su criterio ético fundamental vienen dados por la unidad de la familia humana y su crecimiento en el bien. Por tanto, hay que esforzarse incesantemente para favorecer una orientación cultural personalista y comunitaria, abierta a la trascendencia, del proceso de integración planetaria.

33. El proceso de globalización, adecuadamente entendido y gestionado, ofrece la posibilidad de una gran redistribución de la riqueza a escala planetaria como nunca se ha visto antes; pero, si se gestiona mal, puede incrementar la pobreza y la desigualdad, contagiando además con una crisis a todo el mundo. Es necesario corregir las disfunciones, a veces graves, que causan nuevas divisiones entre los pueblos y en su interior, de modo que la redistribución de la riqueza no comporte una redistribución de la pobreza, e incluso la acentúe, como podría hacernos temer también una mala gestión de la situación actual.

La globalización es un fenómeno multidimensional y polivalente, que exige ser comprendido en la diversidad y en la unidad de todas sus dimensiones, incluida la teológica. Esto consentirá vivir y orientar la globalización de la humanidad en términos de relacionalidad, comunión y participación.

34. En este plano, el principio de subsidiaridad, al reconocer que la reciprocidad forma parte de la constitución íntima del ser humano, es el antídoto más eficaz contra cualquier forma de abuso de algunos países sobre otros, así como de un asistencialismo paternalista. Por tanto, es un principio particularmente adecuado para gobernar la globalización y orientarla hacia un verdadero desarrollo humano.
Para no abrir la puerta a un peligroso poder universal de tipo monocrático, el gobierno de la globalización debe ser de tipo subsidiario, articulado en múltiples niveles y planos diversos, que colaboren recíprocamente. La globalización necesita ciertamente una autoridad, en cuanto plantea el problema de la consecución de un bien común global; sin embargo, dicha autoridad deberá estar organizada de modo subsidiario y con división de poderes, tanto para no herir la libertad como para resultar concretamente eficaz.

El principio de subsidiaridad debe mantenerse íntimamente unido al principio de la solidaridad y viceversa, porque así como la subsidiaridad sin la solidaridad desemboca en el particularismo social, también es cierto que la solidaridad sin la subsidiaridad acabaría en el asistencialismo que humilla al necesitado.

35. Ante el imparable aumento de la interdependencia mundial, y también en presencia de una recesión de alcance global, se considera urgente la reforma tanto de la Organización de las Naciones Unidas como de la arquitectura económica y financiera internacional, para que se dé una concreción real al concepto de familia de naciones.
Para gobernar la economía mundial, para sanear las economías afectadas por la crisis, para prevenir su empeoramiento y mayores desequilibrios consiguientes, para lograr un oportuno desarme integral, la seguridad alimenticia y la paz, para garantizar la salvaguardia del ambiente y regular los flujos migratorios, urge la presencia de una verdadera Autoridad política mundial, como fue ya esbozada por el Beato Juan XXIII.
Obviamente, debe tener la facultad de hacer respetar sus propias decisiones a las diversas partes, así como las medidas de coordinación adoptadas en los diferentes foros internacionales. En efecto, cuando esto falta, el derecho internacional, no obstante los grandes progresos alcanzados en los diversos campos, correría el riesgo de estar condicionado por los equilibrios de poder entre los más fuertes.

Técnica y bioética

36. El desarrollo de la persona se degrada cuando ésta pretende ser la única creadora de sí misma. De modo análogo, también el desarrollo de los pueblos se degrada cuando la humanidad piensa que puede recrearse utilizando los «prodigios» de la tecnología. Lo mismo ocurre con el desarrollo económico, que se manifiesta ficticio y dañino cuando se apoya en los «prodigios» de las finanzas para sostener un crecimiento antinatural y consumista.
No obstante, la técnica permite dominar la materia, reducir los riesgos, ahorrar esfuerzos, mejorar las condiciones de vida. La técnica, por lo tanto, se inserta en el mandato de cultivar y custodiar la tierra (cf. Gn 2,15), que Dios ha confiado al hombre, y se orienta a reforzar esa alianza entre ser humano y medio ambiente que debe reflejar el amor creador de Dios.

37. En la actualidad, la bioética es un campo prioritario y crucial en la lucha cultural entre el absolutismo de la técnica y la responsabilidad moral, y en el que está en juego la posibilidad de un desarrollo humano e integral.
La fecundación in vitro, la investigación con embriones, la posibilidad de la clonación y de la hibridación humana nacen y se promueven en la cultura actual del desencanto total, que cree haber desvelado cualquier misterio, puesto que se ha llegado ya a la raíz de la vida. Es aquí donde el absolutismo de la técnica encuentra su máxima expresión.

38. La plaga difusa, trágica, del aborto, acaba de recibir un impulso en Italia, al aprobarse la píldora abortiva RU-486, que permite el aborto hasta la séptima semana de embarazo. La prensa anunció que esto constituía “una dura derrota” para el Vaticano (Clarín, 2-8-09). Pero también en la Argentina, se instaló un teléfono desde el cual una fundación ofrece asesoramiento para utilizar Mesoprostol, un protector gástrico, que se usa para abortar hasta las doce semanas de embarazo.

39. El problema del desarrollo está estrechamente relacionado con el concepto que tengamos del alma; la salud del alma se confunde muchas veces con el bienestar emotivo. Estas reducciones tienen su origen en una profunda incomprensión de lo que es la vida espiritual y llevan a ignorar que el desarrollo del hombre y de los pueblos depende también de las soluciones que se dan a los problemas de carácter espiritual.
Las nuevas formas de esclavitud, como la droga, y la desesperación en la que caen tantas personas, tienen una explicación no sólo sociológica o psicológica, sino esencialmente espiritual. Por eso, no hay desarrollo pleno ni un bien común universal sin el bien espiritual y moral de las personas, consideradas en su totalidad de alma y cuerpo.

Conclusiones

40. Consideramos que, a diferencia de sus dos encíclicas anteriores, estrictamente teológicas y no fáciles de leer, en Caritas in Veritate el Sumo Pontífice se ha esforzado por utilizar un lenguaje accesible al fiel común. En una muestra de humildad y deseo de servir a su grey, ha destinado este documento a proporcionar una guía segura y práctica para actuar en el difícil mundo contemporáneo. Ha preferido limitarse a comentar y ampliar los conceptos fundamentales de sus predecesores en el pontificado, para consolidar la doctrina social de la Iglesia, demostrando su continuidad y coherencia, contribuyendo así a su difusión. Como es un intelectual profundo y un docente experimentado, ha logrado una estupenda síntesis actualizada de la enseñanza social católica.

Nos toca ahora a los fieles cumplir nuestro rol en la sociedad, concretando en la realidad los principios doctrinarios. De esa manera, como ha manifestado recientemente el Cardenal Marc Ouellet, primado de Canadá: “Vamos a estar junto al sucesor de Pedro, nuestro Papa, en esta época en que es difícil asumir con valentía nuestro deber cristiano de construir la unidad y la solidaridad de todo el mundo”
[7].

Córdoba, 11-8-2009






[1] Benedicto XVI, Encíclica Caritas in veritate, 2009.
[2] Consejo Pontificio “Justicia y Paz”: “Nota sobre la Financiación del Desarrollo”; 18-11-08.
[3] Benedicto XVI. Sacramentum caritatis, 91; Deus caritas est, 27 y 28.
[4] Encíclica Deus caritas est: “Así pues, cotejando situaciones y problemas nuevos cada vez, se ha ido desarrollando una doctrina social católica, que en 2004 ha sido presentada de modo orgánico en el Compendio de la doctrina social de la Iglesia, redactado por el Consejo Pontificio Iustitia et Pax” (27).
[5] Martini, Carlo M. “Coloquios nocturnos en Jerusalén”; Madrid, San Pablo, 2008, pág. 141.
[6] Ratzinger, Joseph. “Economía de Mercado y Ética”; conferencia en la Universidad Urbaniana, noviembre de 1985.
[7] Noticias Globales, 11-8-09.

lunes, 10 de agosto de 2009

Después de 26 años de terminada "la dictadura", aún se discute la cifra de "desaparecidos"

1. Según el libro “La historia íntima de los derechos humanos”, de Fernández Meijide, la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas (Conadep), hubo “casi 9.000 desaparecidos”. También menciona los datos que hoy figuran en la página web de la Secretaría de Derechos Humanos:
- listado de personas con filiación completa, lugar y fecha de desaparición: 7.030;
- listado de personas de las que sólo se consignan sus nombres: 924;
Total: 7.954.
Asimismo, destaca que en los muros del Parque de la Memoria se exhiben los nombres de 8.875 personas desaparecidas por razones políticas entre 1969 y 1983 -período de 14 años, que supera los 7 años del Proceso.

2. Jorge Torlasco, que integró la Cámara Federal que juzgó a las Juntas Militares: “La Cámara pidió todas las causas del país y reunió 9.000 casos, es el único dato documentado que existe”.

3. Según León Carlos Arslanián, que también integró la Cámara citada, el prólogo del informe de la Conadep se menciona cerca de 9000 desaparecidos, y el Capítulo II se precisa el número: 8.961. Considera que los datos que prevee la Sra. Fernández Meijide “constituyen información oficial, a la que cabe atenerse en la medida en que cada desaparición se encuentra respaldada por los datos de filiación de la víctima”. Agrega que “toda otra apreciación es conjetural, aunque no necesariamente falaz”.

4. Nos parece que con la influencia que han logrado las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo -que hasta han “recuperado”, hijos de desaparecidos-, no resulta creíble que, luego de un cuarto de siglo, puedan existir más desaparecidos de los que se han registado, sin que dichos grupos los hayan detectado. Por el contrario, lo probable es que el total sea menor, puesto que ya se han verificado varios casos de desaparecidos que figuran en la Conadep, que siguen vivos, como el propio Procurador General de la Nación, Esteban Righi.

5. Lo señalado no implica avalar métodos moralmente inaceptables, utilizados en la guerra antisubversiva, puesto que: “Si dichos crímenes son realizados por la autoridad encargada de tutelar el bien común, envilecen a quienes los practican, independientemente de las razones aducidas” (Puebla, 531)
[1].

Mario Meneghini

[1] www.mario-meneghini.blogspot.com/search/label/Guerra%20antisubversiva