jueves, 21 de noviembre de 2013

EL CONCEPTO DE SOBERANÍA


 Boletín Acción, Nº 149   
Córdoba, noviembre 20  de 2013




Conmemoramos hoy el combate de la Vuelta de Obligado, hecho de armas que se ha tomado como símbolo de la Soberanía Nacional (20-11-1845). Es oportuna la fecha para reflexionar sobre el problema de la soberanía en la actualidad. Digamos, en primer lugar, que la soberanía es un atributo exclusivo del Estado, consistente en el poder supremo en un territorio determinado. Resulta curioso que al momento de librarse este combate, la Confederación Argentina constituía un Estado embrionario, que carecía incluso de constitución formal. Eso no impidió que ejerciera en plenitud la soberanía, al enfrentarse, exitosamente, con las dos potencias más poderosas de la época.

Nos interesa ahora analizar cuál es la situación actual respecto del tema. Para eso, debemos ir despejando conceptualmente los distintos aspectos involucrados en la cuestión.

1. Comenzaremos por tratar el fenómeno de la globalización, que ha sido descrita como “la creciente interdependencia de todas las sociedades entre sí, promovida por el aumento de los flujos económicos, financieros y comunicacionales y catapultada por la tercera revolución industrial o tercera ola, que facilita que estos flujos puedan ser realizados en tiempo real”[1].
Es preciso diferenciar la globalización como proceso y como ideología. En el primer sentido, es el resultado de cambios producidos en la economía contemporánea; como ideología, pretende convencer que es el único camino posible. El proceso es un dato más de la realidad, que no podemos ignorar ni eludir, lo que no significa que sea inevitable, pues, en gran medida es el resultado querido por quienes son sus beneficiarios. Pero además, se pueden y se deben corregir las consecuencias negativas e injustas de la globalización.

2. El segundo tópico a considerar es el peligro que creen advertir muchos de que el estado sufra una disminución o pérdida total de su soberanía. Para ello, debemos precisar el concepto mismo de soberanía, que es la cualidad del poder estatal que consiste en ser supremo en un territorio determinado, y no depender de otra normatividad superior.[2] No es susceptible de grados; existe o no. Por lo tanto, carece de sentido mencionar la “disminución de soberanía” de los Estados contemporáneos. Lo que puede disminuirse o incrementarse es el poder propiamente dicho, es decir, la capacidad efectiva de hacer cosas, de resolver problemas e influir en la realidad. El hecho de que un Estado acepte delegar atribuciones propias en un organismo supraestatal - como el Mercosur-, no afecta su soberanía, pues, precisamente, adopta dichas decisiones en virtud de su carácter de ente soberano.

3. Habiendo analizado los aspectos conceptuales de la cuestión, podemos ahora encararla con referencia a nuestro Estado. No cabe duda que la globalización implica un riesgo muy concreto de que disminuya en forma alarmante el grado de independencia que puede exhibir un país en vías de desarrollo. Ningún país es hoy enteramente libre para definir sus políticas, ni siquiera las de orden interno, a diferencia de otras épocas históricas en que los países podían desenvolverse con un grado considerable de independencia. Entendiendo por independencia la capacidad de un Estado de decidir y obrar por sí mismo, sin subordinación a otro Estado o actor externo, la posibilidad de dicha independencia variará según las características del país respectivo y de la capacidad y energía que demuestre su gobierno. Pues, más allá de las pretensiones de los ideólogos de la globalización, lo cierto es que el Estado continúa manteniendo su rol en nuestros días. El politólogo Alain Touraine recordó en Buenos Aires que en varios países europeos el Estado maneja más de la mitad del gasto nacional, y no es consistente, por lo tanto, afirmar que los políticos son simples agentes del mercado. Con referencia a nuestro país, señaló que el problema es que “no hay política en la Argentina”.[3]

4. La situación internacional, vista sin anteojeras ideológicas ofrece, - en especial desde 1989- posibilidades de actuación autonómica aún a los países pequeños y medianos.[4] Es claro que para poder aprovechar las circunstancias, es necesario que los gobernantes sepan distinguir los factores condicionantes de la realidad, de los “factores determinantes” de la política exterior. Estos últimos, son los hombres concretos que deciden; en los Estados que procuran mantener su independencia, ellos “aplican su voluntad política con entera libertad, aún cuando los márgenes dentro de los cuales esa libertad pueda escoger sean muy estrechos”.[5] La primera decisión política a adoptar es la de fortalecer el rol del Estado para procurar su máxima eficacia. Desde nuestra perspectiva no deben ser motivo de preocupación los cambios de tamaño, forma y funciones del Estado, mientras cumpla su finalidad esencial de gerente del Bien  Común.

5. Consideramos, siguiendo al Prof. de Mahieu[6], que todo Estado contemporáneo debe cumplir tres funciones básicas:
1º) La función de síntesis.
La unidad social es el resultado de la síntesis de las diversas fuerzas sociales constitutivas, síntesis en constante elaboración por los cambios que se producen en los grupos y en el entorno. La superación de los antagonismos internos no surge espontáneamente; es el resultado de un esfuerzo consciente por afianzar la solidaridad sinérgica, a cargo del Estado.
A semejanza del director de orquesta, es el Estado el que logra crear “una melodía social unitaria y armoniosa”.[7] El poder estatal tendrá  legitimidad en la medida en que cumpla dicha función, garantizando la concordia política.

2º) La función de planeamiento.
El Estado centraliza la información que le llega de los grupos sociales; recopila sus problemas, necesidades y demandas. Los datos son procesados y extrapolados en función de los fines comunes, fijados en la Constitución Nacional y en otros documentos, que señalan los objetivos políticos y los valores que identifican a un pueblo. Con mayor o menor intensidad, según el modelo gubernamental elegido, es en el marco del Estado donde debe realizarse el planeamiento global que establezca las metas y las prioridades en el proceso de desarrollo integral de la sociedad, en procura del Bien Común. Por cierto que, en una concepción jusnaturalista, el planeamiento estatal sólo será vinculante para el propio Estado, y meramente indicativo para el sector privado. La autoridad pública no debe realizar ni decidir por sí misma “lo que puedan hacer y procurar comunidades menores e inferiores”, en palabras de Pío XI. Pero, debido a la complejidad de los problemas modernos, el principio de subsidiariedad resulta insuficiente para resolverlos sin la orientación del Estado, que mediante el planeamiento se dedique a “animar, estimular, coordinar, suplir e integrar la acción de los individuos y de los cuerpos intermedios”.[8]

3º) La función de conducción.
La esencia de la misión del Estado es el ejercicio de la autoridad pública. La facultad de tomar decisiones definitivas e inapelables, está sustentada en el monopolio del uso de la fuerza, y se condensa en el concepto de soberanía. El gobernante posee una potestad suprema en su orden, pero no indeterminada ni absoluta. El poder se justifica en razón del fin para el que está establecido y se define por este fin: el Bien Común temporal.
Si un Estado no posee, en acto, estas tres funciones, ha dejado de existir como tal o ha efectuado una trasferencia de poder en beneficio de organismos supraestatales, o de actores privados, o de otro Estado.

6. Resumiendo lo expresado, consideramos que el mundo contemporáneo permite conservar cuotas significativas de independencia, siempre que exista una estrategia que seleccione el método de análisis y de elaboración de planes, apto para resolver los problemas gubernamentales. Es la actitud de los integrantes del gobierno, cuando carecen de patriotismo y/ o de eficiencia, la que conduce a renunciar a las posibilidades de sostener un Estado independiente y someterse voluntariamente a políticas ajenas.
Precisamente, en la Argentina  contemporánea no existe soberanía, pues no funciona el Estado.  El Estado es el órgano de síntesis, planeamiento y conducción de una sociedad determinada, destinado a procurar el bien común de la misma. Las tres funciones señaladas son indispensables; si dejan de cumplirse, el Estado desaparece como tal, aunque conserve la formalidad constitucional.  Esto sucedió en el nuestro en 1970, es decir, hace 43 años.
Debemos ahora mostrar aunque sea en forma esquemática que no se cumplen las tres funciones básicas indicadas.

1º) La función de síntesis.
Los 11 millones de pobres, los 2 millones de indigentes, y los 750 mil chicos desnutridos demuestran que no existe el bien común. Pero, además de los aspectos materiales, es evidente el  clima de crispación y de enfrentamiento, estimulados por el gobierno.

2º) La función de planeamiento.
En la actualidad, no se puede realizar ni la primera etapa del proceso de planeamiento, que es el diagnóstico, pues ha sido destruido el sistema estadístico. El experto Bodin ha comentado que “es deplorable la situación de la estadística argentina”, opinión compartida por el Fondo Monetario Internacional (Clarín, 31-10-10).

3º) La función de conducción.
Es notoria la anarquía social que se manifiesta en la ocupación frecuente de calles, rutas y puentes, por grupos de piqueteros o sindicalistas, que la policía tolera por expresas instrucciones superiores.
El Poder Ejecutivo impide el funcionamiento independiente del Congreso y del Poder Judicial.

7. Al no funcionar el Estado, la Argentina contemporánea no está en condiciones de enfrentar los graves problemas que plantea la realidad actual. Citemos un solo tema, el crimen organizado.
El presidente de México, Calderón, explicó recientemente (Clarín, 13-11-10), que debido a la guerra que están librando su país y Colombia, algunos grupos están emigrando a otros países con Estados más débiles: Perú, Guatemala y Honduras, a este fenómeno lo ha denominado efecto cucaracha.
Lo más preocupante es que los grupos que están migrando configuran lo que se llama narcoterrorismo por sus métodos feroces y el armamento que utilizan. Una muestra de lo que implica este peligro se ha podido observar estos últimos días en Río de Janeiro, donde los delincuentes se han enfrentado con la policía militar y hasta con tanques de la marina. En México se ha constituido una banda (los Zetas) integrada por desertores de las tropas especiales de las fuerzas armadas, que combaten con tácticas de comando a sus antiguos camaradas.

8. Al no funcionar el Estado argentino, nuestro país está indefenso ante el problema descrito. Cientos de vuelos aterrizan diariamente con droga en unas 1.500 pistas clandestinas, lo que resulta posible por la carencia de radarización y la presumible complicidad de funcionarios. También funcionan laboratorios donde se elabora el clorhidrato de cocaína, a partir de la pasta base importada, destinándose los restos al paco consumido por los más pobres.
No puede dejar de mencionarse el fallo de la Corte Suprema de Justicia, que consideró que el consumo de marihuana no constituye delito, a lo que debe agregarse que ya existen proyectos en el Congreso para despenalizar el uso de todo tipo de drogas. Mientras tanto, se puede comprar en los quioscos la revista THC, que realiza la apología de la drogadicción, en abierta infracción a la ley 23.737.
Desde hace una década los especialistas vienen alertando sobre esta cuestión, que se agrava por las normas de las leyes de Defensa Nacional (23.554) y de Seguridad Interior (24.059), que han debilitado orgánicamente a las Fuerzas Armadas al impedir que actúen en el ámbito interno, incluso en el rubro inteligencia. Sólo como excepción, previa declaración del estado de sitio, podrían intervenir, pero sin la preparación adecuada. El Instituto de Estudios Estratégicos de Buenos Aires, que dirige el general Heriberto Auel, ha advertido con crudeza lo que señala como riesgo estratégico prioritario.

9. Frente a la decadencia actual de la Argentina, la peor tentación, mucho peor que la derrota exterior, es la tentación de la derrota interior; la tentación del desaliento, de la desesperació, de pensar que no hay nada que hacer.
Nunca es más grande y fuerte un pueblo que cuando hunde sus raíces en el pasado. Cuando recuerda y honra a sus antepasados. Por eso, debemos mirar hacia ese pasado y recordar el ejemplo de los héroes nacionales, para pensar después en el presente, sin desanimarnos, a pesar de todo.
Conviene, en primer lugar,  no proclamar apresuradamente la desaparición del Estado, que sigue siendo una sociedad perfecta, por ser la única institución temporal que protege adecuadamente el bien común de cada sociedad territorialmente delimitada. Como enseña Benedicto XVI en su encíclica Caritas in veritate: “parece más realista una renovada valoración de su papel y de su poder, que han de ser sabiamente reexaminados y revalorizados, de modo que sean capaces de afrontar los desafíos del mundo actual, incluso con nuevas modalidades de ejercerlos”.

10. Si es correcto el análisis, la prioridad absoluta consiste en restaurar el Estado; ahora bien, la restauración del Estado argentino no ocurrirá como consecuencia necesaria de elaborar un buen diagnóstico. Es insensato confiar en que, precisamente en el momento más difícil de la historia nacional, podrá producirse espontáneamente un cambio positivo. Sólo podrá lograrse si un número suficiente de argentinos con vocación patriótica, se decide a actuar en la vida pública buscando la manera efectiva de influir en ella. La acción política no puede limitarse a exponer los principios de un orden social abstracto. La doctrina tiene que encarnarse en hombres que cuenten con el apoyo de muchos, formando una corriente de opinión favorable a la aplicación de la doctrina.

11. En este punto, tropezamos con un generalizado abstencionismo cívico. No puede extrañar que la política genere recelos, pues es la función social más susceptible a la miseria humana, la que exacerba en mayor medida las pasiones y debilidades. Pero la situación actual en nuestro país es, y desde hace mucho tiempo, verdaderamente patológica; la mayoría de los buenos ciudadanos, comenzando por los más inteligentes y preparados, abandonan deliberadamente la acción política a los menos aptos y más corruptos de la sociedad, salvo honrosas excepciones.
Explica Marcelo Sanchez Sorondo que: al ocurrir la vacancia del Estado por el ilegitimo divorcio entre el poder y los mejores, en la confusión de la juerga aprovechan para colarse al poder los reptiles inmundos que, denunciaba Platón, siempre andan por la vecindad de la política, como andan los mercaderes junto al Templo. Se ha llegado a esta situación por un progresivo y generalizado aburguesamiento de los ciudadanos, de acuerdo a la definición hegeliana del burgués, como el hombre que no quiere abandonar la esfera sin riesgos de la vida privada apolítica.

Por eso, conviene recordar la advertencia del historiador Toynbee: el mayor castigo para quienes no se interesan por la política, es que serán gobernados por quienes sí se interesan.

[1] García Delgado, Daniel: Estado- Nación y Globalización, Bs.As., Ariel, 2000, p.26
[2]  V. Bidart Campos, Germán José: Doctrina del Estado Democrático, Bs. As., Jurídicas Europa- América, 1961, pp. 55-66
[3]  Clarín, 13/ 5/ 01
[4]  V. Gral. Auel, Heriberto: La Argentina en sus Posguerras, en AA.VV.: Geopolítica Tridimensional Argentina, Bs. As., Eudeba, 1999, 23-24, 42 y Puig, op.cit., p. 229
[5]  Peltzer, Enrique: Cómo se juega el Poder Mundial, Bs. As., Abaco de Rodolfo Depalma, 1994, p. 324
[6]  V. de Mahieu, Jaime: El Estado Comunitario, Bs. As., Arayú, 1962, pp. 21, 24, 52, 87-92 y Auel, op. cit., p. 16
[7]  de Mahieu, op. cit., p. 92
[8]  Pablo VI: Enc. Populorum Progressio, 1967, punto 33

miércoles, 13 de noviembre de 2013

DESPENALIZACIÓN DE LA DROGA





Consideramos oportuno ocuparnos del tema, con motivo de la declaración “El drama de la droga y el narcotráfico”, del Episcopado Argentino (CEA)[1]. En dicho documento, de fuerte tono crítico, no se menciona la despenalización, pero el presidente de la CEA, Mons. José María Arancibia, ya había manifestado que: “La despenalización por ley solo agregaría la idea de que la droga no hace tanto daño, es decir, agravaría el problema y no daría una solución” (Aica, 7-2-13).

El tema se plantea en un momento en que, desde la Organización de Estados Americanos (OEA), se está impulsando la despenalización del consumo de drogas, hecho que revela el avance de esta tendencia. El Secretario Ejecutivo de la Comisión Interamericana para el Control del Abuso de Drogas de dicho organismo, Paul Simons, comentó que 12 países de la región han adoptado este modelo.

Con respecto a nuestro país, un reciente informe[2] muestra que se sitúa por delante del resto de países de Latinoamérica en cuanto a la tendencia al consumo de drogas, alcohol, tabaco y la afición al juego, según una lista por países elaborada por Bloomberg sobre la propensión a los  vicios.
En el escalafón mundial, titulado "Most prone to vice: Countries", Argentina se sitúa en el puesto número 14 mientras que el siguiente país latinoamericano de la lista, Uruguay, se encuentra en la posición 32.
Esos datos han sido recogidos por la Organización Mundial de la Salud, la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito y Global Betting and Gaming Consultants.
La presencia social de las drogas en Argentina, que incluye el consumo de anfetaminas, cannabis, éxtasis, opiáceos y cocaína, promedia un 11,09 por ciento, con el cannabis (7,2 %) y la cocaína (2,6 %) en cabeza.

Paralelamente, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) dio a conocer el informe anual sobre el narcotráfico del cual, surge según datos relevados entre 2001 y 2012, que la Argentina ocupa el tercer puesto entre los países que más vende cocaína al mundo.
En los primeros puestos de la venta del estupefaciente se encuentran Brasil y Colombia y es la primera vez que la oficina contra las drogas y el crimen establece un estudio sobre el origen de los cargamentos incautados en el mundo. Se aclara que el origen argentino de los cargamentos de cocaína no implica la producción local de la droga, sino el punto de embarque.

Procuraremos hacer un análisis objetivo y documentado sobre la despenalización del consumo de drogas, que, para quienes la postulan, se basa en el  Art. l9 de la Constitución Nacional: “Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados”.
La propia Corte Suprema de la Nación, en los casos Bazterrica y Capalbo, resueltos en 1986, convalidó este criterio, con el argumento de que “el Estado no debe imponer ideales de vida a los individuos, sino ofrecerles libertad para que ellos los elijan...”.

Pero, la misma Corte, en el caso Montalvo (11-12-1990), modificó la jurisprudencia confirmando la incriminación legal de la mera tenencia de drogas para consumo personal. Se consideró que entre las acciones que ofenden el orden y la moral pública se encuentra la tenencia de estupefacientes, porque tratándose de una figura de peligro abstracto, está incluida la trascendencia a terceros, porque “el efecto contagioso de la drogadicción y la tendencia a contagiar de los drogadictos son un hecho público y notorio o sea un elemento de la verdad jurídica objetiva que los jueces no pueden ignorar”.
Por ello, esta acción tiene los efectos aludidos en el Art. l9, “de estar sujeto a la autoridad de los magistrados y, por lo tanto, se subordina a las formas de control social que el Estado, como agente insustituible del bien común, pueda emplear lícita y discrecionalmente” (Fallos CSJ, 3l3-l333).

Lamentablemente, el 25-8-09, en el fallo Arriola, la Corte retomó la argumentación de 1986, despenalizando el consumo de marihuana; esto ha sentado un precedente que ha sido utilizado por quienes promueven el consumo. Este año el propio director de la revista THC (abreviatura de tetrahidrocannabinol) dedicada a la difusión pública de la marihuana –se vende libremente en los quioscos- fue denunciado por tener en la terraza de su edificio, más de 20 plantas de cannabis sativa. Circunstancia que aprovechó el señor Sebastián Basalo para realizar una demanda de inconstitucionalidad de la penalización de la siembra de semillas, basado, por extensión, en los fundamentos del fallo Arriola. El Juez Federal, Sergio Torres, declaró la inconstitucionalidad del anteúltimo párrafo del Art. 5º de la ley 23.737 [3], por entender que el cultivo de cannabis sativa para uso o consumo personal no lesiona el bien jurídico salud pública ni perjudica a terceros y por lo tanto su penalización contraviene los derechos y garantías establecidos en la Carta Magna de la Nación[4].

El Fiscal de la causa alegó que el bien jurídico protegido por la ley 23.737 es la salud pública, afectada no sólo en la salud individual; sino que su protección tiene en miras las alteraciones de las condiciones de ciudadanía. Dentro de tales circunstancias se incluyen las alteraciones que producen los estupefacientes. El límite de actuación del derecho penal está dado, en casos como éste, no en el hecho concreto de su trascendencia a terceros de la esfera personal, sino por la relevante posibilidad de que ello ocurra.
Pero la suerte estaba echada, puesto que la defensa sostuvo que si el Estado permite el consumo de marihuana en función del respeto por la libertad individual, el principio de autodeterminación y el derecho a la intimidad, no puede prohibir el autocultivo[5].

En la misma revista citada, personajes importantes aportan reflexiones teóricas; por caso, el ministro de la Corte Suprema, Dr. Raúl Zaffaroni: “El artículo 19 de la Constitución es lo que más tenemos que defender; tanto por el tema drogas como por la autonomía corporal y de la conciencia. Le está diciendo a los legisladores: no se metan con el pecado, sólo pueden castigar el delito”. “Creo que si no hubiese prohibición, habría menos muertes. ¿Cuánta menos gente moriría si hubiese control de calidad sobre la cocaína? El tema es cómo legalizar sin que sea una catástrofe. Pero hay que debatirlo porque es demasiado obvia la irracionalidad de la prohibición”[6].

No creemos pecar de pesimistas, al imaginar que no pasará mucho tiempo hasta que se apruebe una ley de despenalización, puesto que ya en el 2009 se había consensuado un proyecto en el Congreso, por iniciativa de Aníbal Fernández. Según el sondeo que realizó entonces THC[7] la votación resultaría:

Diputados (total 257)
A favor: 174 (FPV – UCR –Socialista – otros)
En contra: 38 (PRO – Peronismo anti K – otros)
En duda: 45 (Coalición Cívica – otros)

Senadores (total 72)
A favor: 47 (FPV – UCE – Socialista)
En contra: 13 (Peronismo anti K – otros)
En duda: 12 (Coalición Cívica – otros)

El resultado electoral de ese año y otras dificultades, postergaron el tratamiento del tema, aunque es de presumir que el resultado de una votación en la actualidad no sería muy diferente a la detallada.
Mientras tanto, continúa avanzando la promoción del tema en la sociedad. Por ejemplo, la Inspección General de Justicia de la Nación, otorgó la personería jurídica al Centro de Estudios de la Cultura Cannábica (CECCa). Esta entidad, organizó las I Jornadas Universitarias sobre Políticas de Drogas y Cannabis, el 29 y 30 de abril de 2013, conjuntamente con la Universidad Nacional de Quilmes, con el auspicio de la Cámara de Senadores de la Provincia de Buenos Aires. Uno de los asistentes, fue el Dr. Raúl Zaffaroni.

El argumento que convence a muchos, es que distinguiendo legalmente entre el consumidor y el proveedor, se lograría vencer al narcotráfico que lucra con la adicción a estas sustancias.  Las esperanzas en consecuencias positivas de la legalización son ilusorias; la experiencia simple del juego legalizado que no ha eliminado el juego clandestino, debería bastar para comprender que actividades como el consumo de drogas seguiría vinculado al crimen organizado, que no cederá voluntariamente un negocio tan lucrativo.
En realidad, el narcotráfico, que no es una actividad criminal común, moviliza tantos intereses- 500.000 millones de dólares anuales: la cuarta parte de las exportaciones mundiales- que los criminales se ven obligados a participar en política, y parte de la política se involucra con el crimen organizado. El tráfico ilícito viola leyes nacionales y convenciones internacionales, pero, además, involucra otras actividades delictivas como extorsión, conspiración, soborno y corrupción de funcionarios públicos, evasión fiscal, violaciones de las leyes de importación y exportación, actos violentos y alianza con el terrorismo. El narcotráfico implica una amenaza:
a) global, pues constituye un problema mundial;
b) integral, pues abarca todos los componentes de la vida social; y
c) permanente, pues todo indica que se mantendrá en el largo plazo.

Ahora bien, las graves consecuencias del tráfico de drogas pueden poner en peligro la integridad y estabilidad de los gobiernos. Acaba de denunciar el presidente de la Asociación de Autoridades Locales de México, que 250 alcaldes de diez estados de ese país, han sido amenazados y presionados por los narcotraficantes. Señaló que al menos al menos un décima parte de los municipios ya están, de una forma u otra, “en manos del crimen organizado”. Las bandas suelen extorsionar a los alcaldes para les concedan una parte de los contratos de obra pública, e intervenir en el nombramiento de funcionarios públicos, especialmente los vinculados con la policía[8].
Debe destacarse, como lo muestra la experiencia mundial, que no bastan los medios que pueden utilizar las fuerzas de seguridad para este tipo de guerra. Por el contrario, es necesaria una estrategia de defensa nacional, que incluya todos los recursos del Estado.

 Para neutralizar el carácter encubierto del tráfico de drogas y la logística de que dispone, se hace indispensable la coordinación y cooperación internacionales. En la actualidad, la dirección de la guerra contra este flagelo está a cargo de las Naciones Unidas.
Pese a todas las presiones e  intereses en juego, el organismo internacional mantiene un criterio firme en la materia. En diciembre de 2000 la ONU celebró la Convención contra la criminalidad organizada, en la ciudad de Palermo, elegida como símbolo de la lucha contra la mafia. En esa ocasión, los delegados de 121 Estados firmaron el primer tratado políticamente vinculante para enfrentar el crimen organizado, con la finalidad de armonizar la legislación de todos los países.

El Papa Juan Pablo II, resumió en una frase, pronunciada en la propia Colombia, lo que implica el narcotráfico: “El tráfico de drogas es hoy lo que era el comercio de esclavos en el siglo XVII. Los tratantes de esclavos impedían a sus víctimas el ejercicio de la libertad. Los narcotraficantes conducen a las suyas a la destrucción misma de la personalidad” (10-7-86).
Esta reflexión nos lleva a abordar otra cuestión: lo negativo en sí de la drogadicción. Aún suponiendo que pudiera ser erradicado el tráfico ilegal, ello no evitaría que continúe existiendo el problema más grave, que es la utilización misma  de la droga.
                                                                                Recordemos el concepto de droga: toda sustancia natural o sintética con capacidad de generar un efecto sobre el sistema nervioso central; generar una dependencia física o psíquica; y constituir un peligro sanitario y social. No puede negarse que el adicto es un enfermo, pero debe destacarse que la drogadicción también es un vicio- hábito negativo- y para los creyentes, un pecado; así lo establece el Catecismo de la Iglesia Católica (nº 2291).
Legalizar el consumo de drogas, sosteniendo que cada persona tiene derecho a decidir sobre su propia vida, implica ignorar que el adicto -palabra que proviene de “esclavo” - “no es consciente de sus actitudes autodestructivas y carece de la capacidad de actuar por el libre albedrío. Todo lo contrario, está enajenado y hasta que no se lo desintoxique no podremos contar con una parte suya capaz de colaborar con nosotros en su propio tratamiento.”La drogadicción es un fenómeno humano contra natura[9].

No puede descuidarse el hecho de que, además de las drogas ilícitas, se consumen distintos tipos de sustancias de venta libre o de fácil acceso. Recientemente se supo de un nuevo cóctel que preparan los adolescentes argentinos en la previa, antes de ir a bailar: cerveza con lavandina. También es común la mezcla de alcohol con medicamentos, como el Viagra, que puede producir consecuencias graves en quienes la consumen (La Nación, 21-10-13).

Un experto en el tema, el Dr. Juan Alberto Yaría, que fue posiblemente el mejor funcionario dedicado a la prevención de este flagelo, expresa con firmeza:
 “Entramos ya de lleno en la existencia tóxica como propuesta social. Dentro de este contexto de banalización de los conflictos humanos la droga es un objeto de consumo más. En la ética mercantilista, que descalifica cualquier marco objetivo de valores, la droga si es demandada debe ser ofrecida”[10].

El mismo experto rebate el argumento habitual de que el porcentaje de muerte por las drogas, es menor al que produce el consumo de alcohol y tabaco. Por lo tanto, la legalización no aumentaría la tasa actual. Lo que se omite reconocer “es que las tasas de muerte por el alcohol y el tabaco son elevadas debido a que estas sustancias se pueden conseguir con facilidad y son ampliamente consumidas”. “Hay considerables pruebas para sugerir que la legalización de las drogas crearía problemas de comportamiento y de salud pública en un nivel que por mucho superaría las actuales consecuencias de la prohibición de las drogas[11].

Es importante señalar, para concluir, que en la Cumbre de las Naciones Unidas sobre las Drogas (8/10-6-1998), los 185 países representados acordaron, entre otras cosas, rechazar cualquier sugerencia de legalización de drogas duras o blandas, y sobre la necesidad de definir una estrategia común de combate que respete las soberanías y los derechos humanos.

Losprincipios.org, 12-11-2013.-

 Anexo

Cualquier proyecto legislativo de despenalización, debería tener resueltas todas las dudas que surgen del cuestionario siguiente, cuya lectura basta para comprender lo absurdo de una propuesta legalizadora:

l. ¿Qué narcóticos y drogas psicotrópicas deberían legalizarse?
2. ¿Deberían los narcóticos y las drogas psicotrópicas ponerse a disposición de cualquiera que quisiera probarlas? ¿Incluso los niños?
3. ¿Se pondría a disposición de los consumidores habituales o adictos un suministro ilimitado? ¿O tendrían que pagar el precio de mercado? ¿Podrían aquellos que sufren una fuerte dependencia o son adictos trabajar o incluso desempeñar un empleo?
4. ¿Que pasaría con los pilotos de aerolíneas, cirujanos, policías, bomberos, personal militar, maquinistas de ferrocarril, conductores de ómnibus, camioneros, maestros, etcétera?
5. ¿Quien suministraría las drogas? ¿Empresas privadas o el gobierno? ¿Se las proveería al costo, o con un margen de utilidad? ¿Estarían sujetas a impuestos?
6. ¿Donde podrían obtenerse las drogas? ¿En farmacias, clínicas, supermercados?
7. ¿Afectaría la legalización  las primas de los seguros de vida, y las cuotas de las obras sociales?

(Cfr. Inciardi, James. “La guerra contra las drogas”; GEL, 1993, pp. 237/239)
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[1] Asamblea Plenaria del Episcopado Argentino, 8-11-13.
[2] La Voz del Interior, 27-6-13.
[3] “En el caso del inciso a), cuando por la escasa cantidad sembrada o cultivada y demás circunstancias, surja inequívocamente que ella está destinada a obtener estupefacientes para consumo personal, la pena será de un mes a dos años de prisión y serán aplicables los artículos 17,18 y 21.” (Párrafo incorporado por art. 1º de la Ley Nº 24.424, B.O. 9-1-1995).
[4] THC, Nº 62, junio 2013, pp. 32 y 33.
[5] THC, ídem.
[6] THC, p. 30.
[7] THC, edición especial, 26-8-2009, pp. 10 y 11.
[8] Perfil, 10-11-13.
[9] Kalina, Eduardo. “Temas de drogadicción”; Nueva Visión, 1987, p. 100.
[10] Yaría, Juan Alberto. “La existencia tóxica”; Lumen, 1993, p. IV.
[11] Inciardi, James. “La guerra contra las drogas”; GEL, 1993, pp. 149 y 139.

jueves, 7 de noviembre de 2013

DÍA DE LA SOBERANÍA



En el Club de las Fuerzas Armadas, se realizará un acto patriótico en conmemoración del 20 de noviembre de 1845, en que la Confederación Argentina se enfrentó con la escuadra anglo-francesa. El próximo miércoles 20, desde las 19 horas, se dictará una conferencia sobre “Vuelta de Obligado y soberanía”, que estará a cargo del Dr. Mario Meneghini y del Prof. Carlos Pachá, con diálogo posterior entre los presentes.
La sede del Club se encuentra en Concepción Arenal 10. La entrada será libre.